miércoles, 7 de enero de 2009

Ricardo Piglia: El último lector. (una reflexión sobre la lectura)

¿Qué es un lector? pregunta Piglia, y él mismo nos responde: "La pregunta qué es un lector es, en difinitiva, la pregunta de la literatura".Ricardo Piglia parece ser un escritor para escritores y esto puede ser cierto, pero creer que es un escritor que escribe sólo para y sobre escritores es cometer un error. Tal como sostener que Piglia es un crítico. Quizás lo es, pero es de aquellos pocos que entienden la crítica como un acto creativo y, sobre todo, autobiográfico. Y por eso El último lector, su último libro, es, como dice al final, "acaso el más personal y el más íntimo de todos los que he escrito". Piglia incluye en su entretenidísima novela-crónica-memoria "que parece un ensayo" a personajes-lectores como el Quijote, el detective Phillip Marlowe o Anna Karenina. Escribe sobre el acto de leer en vez del acto sobre escribir. Piglia explora lo que le ocurre al lector, ya sea este real (como aquel que lee El último lector) o aquel que lee "una novela inglesa" arriba de un tren (como sucede con Anna Karenina). Piglia se detiene en el tipo de mirada, en los pensamientos que se tiene mientras se lee y descubre que, para la mayoría de estos personajes, y para algunos de estos escritores (como Kafka), leer no es más que una adicción. Una adicción que te ayuda a escapar, a evadirte, a sentirte más acompañado. La cuestión final para el autor de Respiración artificial es simple, pero no es menor: ¿qué se siente cuando se lee?. En apariencia el mismo título, El último lector, induce a un cierto equívoco, porque parece inducirnos a la extinción de la lectura, de la que se salva la novela. Piglia, en efecto, es novelista. Apenas si utilizará modelos poéticos o teatrales, pese a que el título procede de un poema de Oliver Wendell Holmes y en una ocasión especula sobre una actriz decimonónica raptada por los indios en la frontera argentina que probablemente recordaría en su cautiverio parte del repertorio en el que figuraría el Otelo shakesperiano. El prólogo mismo puede entenderse como un relato creativo y simbólico. Un hombre del barrio bonaerense de Flores ha construido en tamaño reducido la capital y muestra su obra, aunque siempre a un solo espectador. Respondería al arte como “una forma sintética del universo, un microcosmos que reproduce la especificidad del mundo”. Parece una fórmula borgeana, pero es que el libro de Piglia sería inconcebible sin un Borges previo, al que alude y del que se sirve a lo largo del libro.La materialización de esta idea tiene que ver con al realidad y su reproducción (no con el realismo) y con la ciencia-ficción (se trata de una máquina sinóptica en la que “lo real no es el objeto de la representación sino el espacio donde un mundo fantástico tiene lugar”). A continuación, partiendo de una lógica cartesiana, Piglia se pregunta por la naturaleza del lector y recuerda una fotografía de Borges “que intenta descifrar las letras de un libro que tiene pegado a la cara”. Kafka y Joyce le permiten analizar el significado actual de la lectura. De hecho, la descubre en Cervantes, dispuesto a leer cualquier papel que encontraba en la calle. Lo fragmentario acaba convirtiéndose en una experiencia compartida en Finnegans Wake, el texto de Joyce que alcanza el límite del lenguaje.También la lectura puede entenderse como droga, enfermedad (Proust, Artl, Flaubert). El último lector no es una obra de sociología literaria, sino que analiza, desde los textos, cómo se enfrenta cada uno a la lectura, y cómo el lector aparece en el seno de la misma evolución literaria. En El Quijote sólo una vez contemplamos a su protagonista leyendo. Está enfrascado en el de Avellaneda cuando Cervantes, posiblemente, ya andaba escribiendo su Segunda Parte. El primer ensayo trata de la obra de Borges que permite variados modelos de lector y finaliza en el “caso Hamlet”, donde se descubre “la interioridad”. Sigue Kafka, el de las cartas a Felice Bauer, que rastrea. Hay una lectura oral, otra copista (“Pierre Menard”). Nos introduce más tarde en la novela policíaca. Será célibe, libre, excluido. De este modo “puede ver la perturbación social, detectar el mal y lanzarse a actuar”. El siguiente capítulo trata de Che Guevara, quien descubre en uno de los personajes de London “el modelo de cómo se debe morir”. La lectura en Anna Karenina, el penúltimo capítulo, está en función del ferrocarril, el progreso tecnológico. “Frente al malestar de sus propias vidas, las mujeres que leen (Anna Karenina, Madame Bovary, Molly Bloom) encuentran otra vida posible en la infidelidad”. La lectura interrumpida es otro tema que le permitirá enlazar a Tolstoi con Cortázar. Brillante es el análisis de Robinson Crusoe, “la inversa de don Quijote”. El último de los “ensayos” se centra en el Ulysses.Quien se aventure en el libro de Piglia no va a perderse. Andará por insospechables caminos, acompañado de un lector lúcido, atento, imprevisible. Convierte el análisis crítico en una emocionante aventura, en otra forma narrativa. Porque “el último lector” somos nosotros. http://74.125.77.132/search?http://laarquitecturadetushuesos.wordpress.com/2008/07/27/el-ultimo-lector-ricardo-piglia/q=cache:wHvVX_cro7AJ:www.clarin.com/suplementos/cultura/2005/06/04/u-988852.htm+piglia+el+ultimo+lector&hl=es&ct=clnk&cd=1&gl=es

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