lunes, 20 de abril de 2009

John Banville: Imposturas (la prosa del sfumato)

"...En Imposturas, el irlandes Banville (1945) narra la historia del filósofo y académico belga Alex Vander, reconocido en todo el mundo y quien después de la Segunda Guerra Mundial, se refugia en Estados Unidos (Arcadia es el nombre que da a ese país) donde se reinventa, renace, aunque siempre con el miedo a ser descubierto. Alex Vander recibe una carta de una desconocida que dice saber quién es él. Y Alex Vander comienza a temblar. Porque él no es quien dice ser, y ha pasado toda su vida en el temor y el temblor del descubrimiento, en la impostura. Se encuentran, y él, que no es él, descubre que ella tampoco es ella, que no es la vieja y vengativa académica que había imaginado, sino una joven, Cass Cleave, ferviente lectora de sus libros. Ambos comienzan una peculiar relación: Vander, apresado por la impostura; Cass, en la trampa de la enfermedad mental, del insoportable amor por su padre.''Toda mi vida he mentido. Mentí para escapar, mentí para ser amado, mentí por conseguir una posición y poder; mentí para mentir. Era una manera de vivir; por algo riman vivir y mentir. Y ahora mis primeros ejercicios en ese arte, mis falsedades de aprendiz, se vuelven contra mí para destruirme'', expresa Vander en las primeras páginas de la novela, con lo que comienza la justificación de su vida y da razones de su miedo. " El pensamiento es una puesta en escena. Esta idea, que Nietzsche aprendió de Hamlet, anima, reseña Nicolas Cabral buena parte de la obra narrativa de John Banville (Wexford, Irlanda, 1945). Sus personajes —lo sabemos por esta mise en abyme que ofrece La carta de Newton (1982)— son "[anti]héroes encumbrados y fríos que renunciaron al mundo y a la felicidad humana en pos del juego grande del intelecto". La descripción se ajusta a los protagonistas de las dos últimas novelas del irlandés, Eclipse (2000) e Imposturas (2005). Alexander Cleave y Axel Vander, actor y escritor —o sea: farsantes—, son, cada uno en su campo, célebres, pero una grieta en sus biografías les impide alcanzar la plenitud. Fingen, con elocuencia, saber quiénes son, pero sus discursos diluyen, con eficacia abrumadora, la nitidez de sus rostros. Los une, además del conflicto con su identidad, una mujer perturbada, Cass Cleave, hija del primero, amante del segundo. Ambos actúan, intentan representar a "ese otro que uno es". (En ningún modo es casual que Cleave se defina físicamente como un "Hamlet ideal": lo suyo es un drama de la conciencia.) Aunque participan del juego del intelecto, no son individuos indolentes. Todo lo contrario: en su caída, dibujan para nosotros un perturbador paisaje emocional". "Gran conocedor de la historia de la pintura, Banville, dice Cabral, construye sus personajes a través de una técnica heredada de Leonardo, el sfumato. Como es sabido, este recurso pictórico vuelve difusos los contornos de una figura, envolviéndola en una suerte de neblina. Mientras más hablan de sí mismos, más indefinidos resultan los perfiles de los antihéroes banvilleanos. El sfumato otorga a la imagen una apariencia dinámica, vibrante: Cleave y Vander son difíciles de aprehender porque todo el tiempo manifiestan los movimientos de una conciencia que se abisma sin abandonar, jamás, la ironía". Aunque la crítica ha insistido en la influencia de Beckett y Nabokov —podrían agregarse Bellow y Philip Roth— en la escritura banvilleana, poco se ha señalado el ascendente shakespeareano del perfil y el tono discursivo de sus personajes. Rodrigo Fresan nos cuenta que el magistral Banville -y sus formidables novelas que combinan lo mejor de Nabokov y Beckett con destellos criminales y en las que, casi siempre, un narrador poco confiable confiesa la culpa de un secreto o el secreto de una culpa perdiéndose y encontrándose por los pasillos de la memoria- no es un autor cómodo o complaciente. Así, hasta el éxito de El mar (Anagrama) -para muchos su libro más "sencillo"- el autor de El libro de las pruebas (1989), El intocable (1997), Eclipse (2000) e Imposturas (2002), entre otras, fue eso que, para bien o para mal, se conoce bajo el noble estigma de "escritor de escritores". Dueño de una voz íntima y virtuosa, el irlandés John Banville comunicó su estilo a géneros muy transitados, como el policial y la novela de detectives. Si se pudiera medir la potencia de la literatura como una carrera de caballos, el irlandés John Banville (Wexford, 1945) sería el nombre mayor de la novela en inglés. Es el editor literario del diario Irish Times y es colaborador habitual del The New York Review of Books. En 2005 ganó el Man Booker Prize por su novela The Sea. Banville es conocido por el estilo preciso (algunos dirían incluso frío) de su prosa. Su ingenio y su humor negro muestran la influencia de Nabokov. Su primera incursión en el género de novela negra, El secreto de Christine, ha sido publicada tras el seudónimo de Benjamin Black..." Vilas Matas se ha erigido en España es su valedor y ha publicado en Anagrama una novela que tiene el mismo título pero en singular.
Esta recensión es extracto y compendio de otras reseñas que se relacionan:

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