miércoles, 10 de diciembre de 2008

Miguel Unamuno: Niebla

Aunque suele adscribirse a Unamuno a la Generación del 98, esta circunstancia nos dice poco sobre la naturaleza de sus obras, ya que numerosos críticos han puesto de relieve la diferente personalidad de los escritores de esta generación. Algunos relacionan a Unamuno con la corriente existencialista (Camus, Sartre…), con la que tiene puntos en común, pero Niebla, como su autor, no parece encajar fácilmente en ninguna corriente literaria. Estamos frente a una obra original, en estructura y planteamiento, a la que cabe considerar como un precedente de la novela del siglo XX: multiplicidad de planos y puntos de vista, carácter metaliterario, monólogo interior, protagonista tipo antihéroe perdedor, son notas que pueden encontrarse en la novela a lo largo del siglo. Lo autobiográfico en la obra de Unamuno tiene carácter existencial y psicológico. El autor proyecta su propio yo en sus personajes de ficción, los cuales sufren las mismas dudas y contradicciones que el propio Unamuno. Así, Augusto Pérez se siente desesperado por su condición de ente de ficción, creado por un autor y cuya vida depende de él. En una visita a Unamuno, Augusto le hace ver que él, don Miguel, es exactamente lo mismo, un sueño de un ser superior, Dios, y que también está destinado a morir cuando Dios quiera. En el sacerdote que protagoniza la obra San Manuel Bueno, mártir, encontramos un personaje que es un claro trasunto -más aún que Augusto- del propio autor. Niebla es, entre otras cosas, una metanovela, porque reconoce su carácter de obra de ficción y así lo manifiesta de diversas formas: crítica y teorización literaria explícitas, supuesta libertad del protagonista, reflexión sobre el lenguaje, etc. La novela cuenta con un prólogo tan ficticio como el resto del texto. En Niebla encontramos dos dimensiones interrelacionadas: la existencial y la metaficticia, que remiten una a la otra a lo largo de la obra y que crean en la novela dos niveles de significación entrelazados. Las conjeturas metafísicas en torno a las relaciones entre Dios y sus criaturas se hacen por analogía a la relación entre el autor-creador y sus personajes. El ser humano, como ente de ficción, es el protagonista de la novela que escribe

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