lunes, 31 de mayo de 2010

Carmen Laforet: Nada.

"... Nada de Carmen Laforet (1921-2004) es una novela en forma autobiográfica que aparece en el panorama literario español en el año 1944, para ser galardonada, este mismo año, con el primer premio Nadal. Considerada tradicionalmente un ejemplo de tremendismo, fue analizada también dentro del marco de la novela existencialista, del llamado Bildungsroman (o novela de aprendizaje), o incluso del neorromance. Nada viene a ser la primera novela escrita por una mujer que constituye una antítesis de la literatura rosa. Empleando la técnica narrativa de la rememoración, la autora nos presenta una visión directa de la sórdida realidad de aquel momento, sin tratar de embellecerla. Andrea, la protagonista, llega a Barcelona para estudiar Letras. Las ilusiones que conserva acerca de esta ciudad chocan inmediatamente con el ambiente de tensión y de emociones violentas que reinan en la casa de su abuela. La imagen de este sórdido microcosmos familiar, poblado de seres extraños y apasionantes, despierta claras alusiones, tanto al conflicto mismo, como a las secuelas que este ha dejado en la sociedad española. Cualesquiera hubiesen sido los aspectos que influyeron en Carmen Laforet a la hora de escribir Nada, lo que presenta allí es un retrato complejísimo de una adolescente a la que le tocó entrar en la madurez en las circunstancias difíciles e inestables de la España de aquel momento. El elemento de rebeldía y la preocupación por mostrar el interior femenino en toda su complejidad sitúa a Carmen Laforet en la tendencia trazada por autoras como George Sand, Gertrude Stein, Simone de Beauvoir o Virginia Woolf. Ramón Sender, en su articulo titulado "Carmen Laforet en inglés", escrito con ocasión de la publicación de la primera traducción de Nada al inglés nos dice que la novela, nos muestra su jardín secreto sin impudicia y sin falso recato. Nos muestra la sutil complejidad de un alma femenina que pasa por la vida con su sensibilidad alerta y una enorme curiosidad intelectual. Y nos cuenta lo que siente y lo que piensa. Y también (antes que nada) lo que ve. Otro rasgo con el que describe Ramón Sender la narración en Nada es el lirismo, tradicionalmente considerado algo propio de toda literatura escrita por mujeres. El sentido lírico en la novela se manifiesta, como argumenta Sender, en las descripciones del paisaje que llegan a ser una proyección del estado de ánimo de la protagonista.
 Nada es una novela de carácter existencialista en la que Carmen Laforet refleja el estancamiento y la pobreza en la que se encontraba la España de la posguerra. La escritora supo transmitir con esta obra, escrita con un estilo literario que supuso una renovación en la prosa de la época, la lenta desaparición de la pequeña burguesía tras la Guerra Civil. La novela de Carmen Laforet, galardonada con el primer premio Nadal, suscitó un enorme entusiasmo en una gran parte de la crítica literaria de aquel momento. Autores del rango de Azorín o Juan Ramón Jiménez mostraban su asombro tanto por la calidad del libro, como por la escasa edad de su autora. Parecía increíble que una muchacha de tan sólo 23 años lograse expresarse con tanta madurez. Se destacaban tanto el valor de la novela como testimonio de la difícil realidad de aquella época, como la extraordinaria sensibilidad de la joven autora en la recreación de una voz femenina, hecho por el que se la llegó a comparar con Emily Brontë en Cumbres Borrascosas.
La novela llega a crear una atmósfera tan asfixiante que consigue traspasar el papel y llegar al lector. Cuando en el ambiente opresivo de esta casa oscura, cerrada, sucia y maloliente, en esta especie de microcosmos, a alguno de los personajes se le pregunta qué le pasa, qué piensa, qué siente, con frecuencia se obtiene la misma respuesta: "nada". Carmen Laforet se adelanta a su tiempo con una prosa intimista y fotográfica, en la que se describe perfectamente la Barcelona de la época. La autora utiliza para ello recursos propios del impresionismo. Como muestra de estos recursos impresionistas, en Nada predomina la descripción. La protagonista se fija en todo aquello que le rodea a su llegada a Barcelona; transmite una visión totalmente subjetiva, ya que no describe los objetos tal y como son, sino que lo hace como ella los percibe, aportándonos sus sensaciones y emociones. Afirma Rosa Navarro, catedrática de literatura, que es representativo el gran número de veces que la autora utiliza el verbo "parecer". También, sintagmas como "tener la impresión" , "tener la sensación" o similares aparecen abundantemente en la novela. Además, una de las formas retóricas más repetidas en la obra es la comparación.
La obra se desarrolla en Barcelona, lugar donde la joven Andrea, de tan sólo 18 años, entusiasta, inocente y con gran afán de superación, decide que transcurra su próximo año en la Universidad. Pero lo que para ella supone un cambio de vida excitante resulta un completo desengaño, ya que a partir de entonces habrá de sufrir angustiosas situaciones que la conducirán a su madurez. Andrea hubo de enfrentarse a la sociedad burguesa y conservadora de los primeros años de la posguerra, sometida al franquismo y cargada de hambruna, en la cual las mujeres no tenían derecho a desear, ni tan siquiera a superarse, sino que habían de reconocerse como puros objetos destinados únicamente a la maternidad. Lucir luto tras la muerte de un ser querido era la norma entre las mujeres, y el suicidio estaba considerado como un acto despreciable, ya que era impropio de un cristiano atentar contra su vida. Andrea vivía alternando diariamente dos espacios razonablemente dispares: por un lado, la casa familiar en la calle de Aribau, en la cual reinaban la violencia y el hambre; por otro, la Universidad, plena de entretenimiento, compañerismo y gozo, necesarios para evadir y reducir su angustia.
En cuanto al estilo la crítica elogió en “Nada” el estilo sobrio y sencillo de su prosa, asociándolo a la juventud de la autora. Sin embargo conviene matizar el aserto anterior, ya que hay numerosas imágenes que muestran una deliberada voluntad de conseguir un efecto estético. Hay unas imágenes de índole impresionista para presentar la ciudad, sus calles, edificios, que deslumbran a Andrea; pero cuando se describe el interior de Aribau se recurre a técnicas expresionistas, de distorsión de la realidad. La estética del feísmo permite a la escritora construir una atmósfera asfixiante que simboliza el empobrecimiento de la familia y su degradación moral y su nula esperanza de futuro. Miguel Delibes en su artículo “Una interpretación de “Nada” dice: “Nada” es pesimista, pero no desesperanzada y señala como principal mérito de la novela: “la experiencia de incorporar al lector a la creación(…) y continúa: es, quizá el primer chispazo de renovación formal ofrecido por la novela española..."

Es extracto y compendio de otras reseñas:

miércoles, 26 de mayo de 2010

Alberto Manguel: Una historia de la lectura.

"... Lector apasionado y reconocido ensayista y novelista, Alberto Manguel ( Buenos Aires, 1948) ha escrito un libro único en su tipo, que combina una sólida investigación con todo el sabor de los grandes relatos. ‘A History of Reading’ es una obra compuesta por 22 capítulos distribuidos en cuatro bloques. Con convincentes y reveladores argumentos nos muestra la importancia del lector y su acto de leer, pues considera que en toda creación escrita (literaria o no) el lector es el destino y la vez su origen. Nos invita a ser lectores , comprometidos y reivindica la acción privada de leer, no sólo como herramienta de saber, sino sobre todo como acto de poder y rebeldía. De hecho, en el primer capítulo del libro Manguel manifiesta qué supone para él la lectura con una afirmación tajante: "Quizá pudiese vivir sin escribir. No creo que pudiera vivir sin leer". Además, el autor bonaerense recorre toda la historia de la lectura: desde las primigenias tablillas de arcilla sumerias hasta el CD-Rom, pasando por los antiguos escribas, los monjes de la Edad Media o la revolución Gutemberg. Lectores de todos los tiempos nos guían a través de estas páginas: san Ambrosio, que fue uno de los primeros en aprender a leer en silencio; Diderot, que creía en los poderes terapéuticos de las novelas 'picantes'; las damas de la corte japonesa del siglo xi, que escribían ellas mismas los textos que querían leer; Colette, que leía en la cama para protegerse del bullicio social; Stevenson, que no quería aprender a leer para no privarse del placer que le producían las lecturas de su niñera; Borges y su gusto por convertir a cualquiera persona cercana en su herramienta de lectura. ‘Una historia de la lectura’ no es sólo un ensayo. También se trata, en parte, de una historia novelada y un compendio de saber al que acudir como obra de referencia. Alberto Manguel une la historia, la psicología, las ciencias sociales, la autobiografía y el saber popular para ofrecer un retrato a través del tiempo y el espacio de esa figura elusiva y cambiante que ha contribuido a dar forma a nuestra civilización. En su recorrido aparecen lectores imaginarios (Don Quijote, Madame Bovary), ilustres (Séneca, Voltaire, Benjamín), anónimos; están los que, como Borges y Stevenson, se hacían leer por otros; los que leen para vivir y los que roban para leer; los que buscan la salvación en la lectura y los que se pierden por ella.
Manguel proclama los valores de la lectura como algo trascendente y reflexiona profundamente sobre la relación casi misteriosa entre el lector y el libro. Por eso inserta afirmaciones como estas : "El que lee no está solo nunca"; "Leer es una manera para el alma de zambullirse en la vida"; "Leer es casi tanto como respirar, es nuestra función esencial" . "El acto de leer. nos dice, establece una relación íntima, física, en la que participan todos los sentidos: los ojos que extraen las palabras de la página, los oídos que se hacen eco de los sonidos leídos, la nariz que aspira el aroma familiar de papel, goma, tinta, cartón o cuero, el tacto que advierte la aspereza o suavidad de la página, la flexibilidad o dureza de la encuadernación, incluso el gusto, en ocasiones, cuando el lector se lleva los dedos a la lengua ”. "Pronto aprendí que la lectura es acumulativa y que procede por progresión geométrica: cada nueva lectura edifica sobre lo que el lector ha leído previamente" .
No cuestiona Manguel la naturaleza creativa del acto de leer, y pone como ejemplo La metamorfosis de Kafka. Mi hija, dice, la leyó a los trece años y le pareció un obra cómica; Gustav Janouch, el amigo de Kafka, la leyó como una parábola religiosa y ética; Bertolt Brecht la leyó como la obra del “único escritor verdaderamente bolchevique”; el crítico húngaro György Lukács, como un producto típico de una burguesía decadente; Borges como una nueva versión de las paradojas de Zenón; la estudiosa francesa Marthe Robert la leyó como un ejemplo del idioma alemán llevado al grado más alto de claridad; y Vladimir Nabokov la leyó (en parte) como una alegoría sobre el Angst adolescente.
Alberto Manguel es, antes que nada, un gran lector. Más allá de sus novelas, ensayos, traducciones y antologías, lo que sorprende de sus textos es una capacidad incalculable para poner en palabras la experiencia de la lectura. Nos dice que leer no es buscar respuestas sino develar preguntas. Descubrir una y otra vez los límites de nuestras interpretaciones al vernos siempre, nuevamente, reflejados en lo que vemos. Cada historia de la lectura debería ser, la historia de cada una de las personas que leen. Porque leer es leerse, relatarse, encontrar en palabras ajenas la descripción de experiencias propias. La lectura se descubre así como una vocación, pero es, a la vez, un deber y una necesidad; un imperativo que se hace cada vez más obligatorio allí donde la autoridad, los discursos arbitrarios y el silencio generalizado le quitan día a día el espacio a la crítica, a la interpretación y a la denuncia. La lectura es un acto subversivo porque invita a leer entre líneas. Y leer entre líneas es lo que necesitamos si queremos conservar el derecho a seguir leyendo.  Leer, dice Manguel, es traducir, descifrar, desmenuzar y examinar, erigirse en inventor, creador, alquimista y adivino de imágenes y palabras frente a las que no deberíamos nunca ser indiferentes.
Alberto Manguel, nació en Buenos Aires en 1948 y se trasladó a Canadá en 1982, donde se hizo ciudadano de ese país tres años después. Ha sido distinguido con numerosos galardones como el título de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras (Francia, 1996), el McKitterick First Novel (Reino Unido, 1992), el premio de la Asociación de Escritores Canadienses y el premio Roger Callois (Francia, 2004), entre otros. Actualmente reside en Mondion, Francia, junto a su biblioteca en la que alberga cerca de 50.000 volúmenes . Ha publicado novelas como ‘Stevenson bajo las palmeras’ o ‘La Puerta de Marfil’ y ensayos como ‘Nuevo elogio de la locura’, ‘El diccionario de lugares imaginarios’ y, Una historia de la lectura publicada en inglés en 1996.
Es extracto y compendio de otras reseñas:

miércoles, 19 de mayo de 2010

Julio Ramón Ribeyro: Los gallinazos sin plumas.


"... Julio Ramón Ribeyro (1929-1994) es un narrador perteneciente a la Generación del 50, un grupo de escritores que buscó una renovación en la narrativa peruana, y que tuvo como tema preferente la descripción de los cambios producidos en la sociedad limeña, que comenzaba a sufrir por esos años un acelerado proceso de modernización. Considerado uno de los mejores cuentistas hispanoamericanos, entre los volúmenes de cuentos que publicó destacan Los gallinazos sin pluma (1955), Cuentos de circunstancias (1958), Las botellas y los hombres (1964), Tres historias sublevantes (1964), La juventud en la otra ribera (1973) y Sólo para fumadores (1987), que fueron reunidos en las recopilaciones La palabra del mudo (4 vols., 1973-92) y Cuentos completos (1994).
Fue en 1955 cuando, gracias al mecenazgo de parientes y amigos en Lima, se publicó el primer libro de Ribeyro: Los gallinazos sin plumas, en una edición económica. Los ocho cuentos de ese libro transcurren en Lima, retratan a las clases populares y se desenvuelven en ambientes sórdidos. Sus protagonistas son seres marginales: recogedores de basura, albañiles, pescadores, empleadas domésticas. El cuento inaugural y que da título al volumen narra el oscuro drama de dos muchachos, Efraín y Enrique, que, explotados brutalmente por su abuelo, don Santos, se dedican a recoger basura de un barrio residencial de Lima para alimentar a un cerdo. Su autor confesó, alguna vez, que mientras escribía este cuento en París, en 1954, él mismo, en su cargo de conserje de hotel, se ocupaba de sacar los cubos de basura a la calle. Es probablemente la obra más conocida de este autor y uno de los hitos en el desarrollo de la narrativa del realismo urbano en el Perú. El cuento retrata la pobreza y la explotación de los niños en Latinoamérica.
Entre las notas destacables del primer libro de Ribeyro, apuntamos su estética realista, la sólida estructura de sus cuentos, y su lenguaje diáfano, fluido y armonioso. Su estilo acusaba influencias de los maestros del género cuentístico como Chéjov y Maupassant. Las fuentes literarias de Ribeyro se encuentran en los cauces del realismo del siglo XIX . A eso se debe, probablemente, que nunca se haya esforzado en ocultar una abierta preferencia por la concepción tradicional de la estructura y el lenguaje narrativos. Dueño de un estilo austero, calificado como tradicional por su afinidad con los modelos clásicos, evitó las técnicas experimentales de la novela moderna. Sin embargo, pese a este aparente conservadurismo formal, sus cuentos fueron una contribución decisiva para consolidar el paso de la narrativa indigenista a la narrativa urbana en el Perú.
Con esta obra, su autor inauguró, junto con otros escritores de su generación (Enrique Congrains Martín, Oswaldo Reynoso, Eleodoro Vargas Vicuña y Carlos Eduardo Zavaleta), la moderna narrativa peruana. Hasta la década precedente había predominado la novela realista, cuyos temas centrales fueron: el mundo andino, la vida del campesino y los problemas agrarios. Surgía ahora una narrativa de temática diferente, que incorporó nuevas técnicas, y cuyo escenario era lo urbano. Ribeyro acostumbra a colocar a sus personajes en situación, primero, de inaprensible desconcierto y, luego, de inevitable asombro. Lo fantástico se desliza casi desapercibido por detrás de escenarios y circunstancias que suelen pertenecer a la vida cotidiana, a una existencia en principio sin sorpresas pero que, en realidad, parece asentarse sobre inesperadas tierras movedizas que la condenan a un permanente, aunque latente, estado de inquietud. Nada es lo que aparenta ser, y lo que es puede dejar de serlo en cualquier instante, por cualquier capricho del azar —o del escritor, quien incita así al lector a jugar con las piruetas de su propia imaginación.
R ibeyro, el más clásico de los contemporáneos, jamás se considero un artista de vanguardia, sino mas bien de retaguardia, no carecía de elementos experimentales y talento rupturista y sin embargo, pese a ser contemporáneo del boom y encontrarse produciendo gran literatura en Francia, durante esa época de efervescencia europea hacia nuestros creadores, se mantuvo al margen, haciendo gala de su timidez y el escepticismo que lo caracterizó. Probablemente ese temperamento escurridizo y esquivo ante la figuración, lo llevo a convertirse con los años, más que en un divo e ídolo dorado, en un consecuente y sencillo hombre dedicado de manera vital, a su quehacer literario. Lector ferviente de Maupassant y Chejov logro como Joyce lo hiciese con Dublín, dar a la Lima de los años cincuenta, un rostro que aún se mantiene vigente, podríamos definir la mirada del peruano hacia sus compatriotas como neorrealista, casi rozando el naturalismo, debido a que sin tapujos, de manera cruda y comprometida, desnudo las problemáticas de aquellos mudos, apaleados por una desmedida e improvisada urbanización: hacinamiento, pobreza extrema en la periferia y abuso de poder, son los ingredientes que sazonan los relatos, Los Gallinazos sin plumas (1954), y Al pie del acantilado (1959), Interior “L” o Mar afuera, sin embargo allí no termina la versatilidad de su voz, observador y estudioso del maestro expresionista Kafka, Julio Ramón añade a sus historias elementos que el Checo plasmo certeramente, al dar inicio a la explotación del absurdo, en contraste con lo anodino de burdas existencias. Además de los grandiosos cuentos, se cuentan tres novelas, un diario y lo más extraño para la critica especializada, dos libros inclasificables o al menos desconcertantes, Los dichos de Luder (1989) colección de frases obviamente dichas por Luder y el llamado Prosas Apátridas (1975). Síntesis de una personalidad esquiva y escéptica, amalgama de ensayo, retórica, poesía en prosa y cuento, todo a la par… sin duda una personalidad basta que merece nuevas y constantes lecturas, diálogos y como él dijese, un compromiso ético, no moralista sino de reflexión con nuestro actuar y pensar. Tajante afirmaba a los cuatro vientos sobre su posición como creador: "Lo importante no es ser cuentista, novelista, ensayista o dramaturgo, sino simplemente escritor" ..."
Es compendio y extracto de otras reseñas:

domingo, 16 de mayo de 2010

Ryszard Kapuscinki: Viajes con Heredoto (literatura de viajes)

“… En Viajes con Heródoto, el reconocido periodista de origen polaco Ryszard Kapuscinki (1932 – 2007), entrega al lector una verdadera clase magistral acerca del sentido y significado del concepto historia. A través de un agudo contrapunto entre los hechos contados por Heródoto en sus escritos del siglo IV A.C. –libro cabecera del periodista- y lo observado de primera mano por el propio Kapuscinski durante sus viajes por el mundo, sumerge al lector en profundas reflexiones relacionadas con el tema de la conservación de la memoria.
 Heródoto sigue las pistas de hechos de gran trascendencia que acaecieron entre cien y doscientos años antes del apogeo de Atenas. Nos narrará la ascensión del imperio de los persas bajo el paso de Ciro, Darío, y su hijo Jerjes que finalmente se enfrentará contra los griegos en el desfiladero de Termópilas, la costa de Salamina y finalmente en Platea. Pero Heródoto no se conforma con narrar batallas, también nos acercará a la cultura de estos pueblos, señalando tanto las diferencias como las semejanzas. Heródoto, para llevar a cabo sus investigaciones, se desplaza allá donde es necesario, habla con personas diversas, compara lo que dicen, y en la medida de sus posibilidades comprueba por si mismo los hechos. Heródoto aunque se forma una opinión y nos la muestra, no juzga si no que se plantea preguntas, las plantea a los lectores, a su auditorio, para que éste debata y reflexione. Este método tan sencillo es el que Kapuscinski pone en práctica 2500 años después para ejercer su labor de reportero.
  Viajes con Heródoto de Ryszard Kapuscinski es un extraño libro en el que las realidades y los tiempos se superponen y narra un viaje, el del aprendizaje de Kapuscinski alrededor del mundo de la segunda mitad del siglo XX, un mundo dividido en Este y Oeste, un mundo difícil de entender y al mismo tiempo, superpuesto a ese viaje, el que realiza el mismo autor de la mano de Heródoto por las épocas más antiguas de las que se tiene constancia. Kapuscinski a lo largo de sus años como reportero a veces requiere evadirse de los hechos repetitivos, sanguinarios, y hasta absurdos que contempla. Necesita una huida de ese provincianismo espacial y temporal. En esos momentos echa mano a las páginas de Historia de Heródoto, mantiene por así decirlo una amistad intemporal con el viejo griego de Halicarnaso, con el cual creé compartir cierta mirada del mundo. Tal como él dice, probablemente Heródoto es el primer globalista de la historia. Pero su propia naturaleza de hombre que se hace preguntas le hace cuestionarse el sentido de la vida de éste viejo y su propio refugio en la historia. La idea de cruzar la frontera alcanza también un sentido alegórico en el libro. Cruzar la frontera es salir al encuentro con la llamada otredad, con el conocimiento y reconocimiento del otro, en tanto realidad latente, palpable, inevitable. Herodoto quiere saber quienes son en definitiva los persas, esos otros con quienes las guerras se sucederán durante cincuenta años, en las llamadas Guerras Médicas. Kapuscinki, proveniente de un mundo también cerrado, la Polonia comunista, también ansía descubrir a esos otros que bordean los contornos de su nación. Esta idea de Kapuscinki alcanza el nivel metafórico, y por eso el libro supera en mucho las expectativas de un simple libro de reportajes
Viajes con Heródoto’ es un estupendo homenaje a uno de los padres de la historiografía.  Kapuscinski, siempre preocupado por el tema de la comprensión y la tolerancia de lo diverso, no puede sino entusiasmarse ante la receptividad del historiador. Así cita frecuentemente al griego, lo comenta, se pregunta por lo que ha omitido en su narración, se sorprende ante eventuales incongruencias. Sus glosas rebosan admiración pero también curiosidad e inquietud. Entremezclados con los comentarios al clásico helénico van algunas de las experiencias del reportero. El texto, último de los compuestos por Kapuscinski, se adelanta y retrocede en el tiempo según el diapasón de los recuerdos de su autor.
Desde su atalaya, Kapuscinski nos va contando lo que ve, como Heródoto, y lo que le cuentan, pero sobre todo, las sensaciones que le produce la inmensa India, en donde se encuentra varado porque en esas fechas Nasser había cerrado el Canal de Suez; los atuendos igualitarios y tristes de la China de Mao, la comparación entre Pekín y Shangai (lo viejo y lo nuevo), la espectacular Gran Muralla, símbolo del aislamiento chino ante Occidente; las miradas de las mujeres tras el chador en el Irán de Jomeini; el increíble concierto de Louis Armstrong ante una multitud silenciosa en Uganda; el Congo, recorrido con el recuerdo de Conrad; su maravillado descubrimiento de un amanecer ante una Persépolis vacía, silenciosa, inmensa, mientras recordaba las palabras de Heródoto sobre los persas e imaginaba lo que puda sentir Alejandro en aquel mismo lugar. Pero a la vez, Kapuscinski nos lee a Heródoto. Nos traslada fragmentos de las guerras de griegos contra persas, los conflictos de los griegos entre sí, las distintas dinastías persas y todo tipo de anécdotas, algunas terribles, verdaderamente dramáticas. Y nos hace ver la actualidad de las reflexiones del griego, que ve el mundo, ya entonces, dividido en dos: Oriente (Persia, Asia) y Occidente (Grecia, Europa)..."
Es extracto y compendio de otras reseñas:

lunes, 10 de mayo de 2010

Gioconda Belli: Apogeo. (literatura feminista)

DESAFÍO A LA VEJEZ


CUANDO YO LLEGUE A VIEJA
-SI ES QUE LLEGO-
Y ME MIRE AL ESPEJO
Y ME CUENTE LAS ARRUGAS
COMO UNA DELICADA OROGRAFÍA
DE DISTENDIDA PIEL.
CUANDO PUEDA CONTAR LAS MARCAS
QUE HAN DEJADO LAS LÁGRIMAS
Y LAS PREOCUPACIONES,
Y YA MI CUERPO RESPONDA DESPACIO
A MIS DESEOS,
CUANDO VEA MI VIDA ENVUELTA
EN VENAS AZULES,
EN PROFUNDAS OJERAS,
Y SUELTE BLANCA MI CABELLERA
PARA DORMIRME TEMPRANO
-COMO CORRESPONDE-
SÉ QUE TODAVÍA MI CORAZÓN
ESTARÁ -REBELDE- TICTAQUEANDO
Y LAS DUDAS Y LOS ANCHOS HORIZONTES
TAMBIÉN SALUDARÁN
MIS MAÑANAS.

Gioconda Belli es sinn duda la escritora mas completa de Nicaragua en las últimas décadas. Considerada junto con Ana Ilse Gómez, Claribel Alegría, Vidaluz Meneses, Michèle Najlis y Daisy Zamora (poetas de su generación) como una de las voces femeninas de la literatura nicaragüense pioneras de la poesía revolucionaria. La poesía de Gioconda, ha recibido influencias de José Coronel Urtecho (1906-1994), quien dijo de su poesía ser una versificación sin género definible. Ha sido, a la vez, comparada con Ernesto Cardenal, Ha publicado los siguientes libros de poesía: Sobre la Grama (1974); Línea de fuego (1978); Truenos y arco iris (1982); Amor insurrecto (1984); De la costilla de Eva (1986); El ojo de la mujer (1991); From the Eve´s Rib (1989). Y dos novelas: La mujer habitada (1988) y Sofía de los presagios (1990).
Gioconda pertenece a la generación de poetas que crearon un nuevo estilo de expresión en Nicaragua, un estilo revolucionario de rompimiento con estructuras míticas y creación de otras, gestadas a través de su realidad social. Decidida a rescatar el lugar de la mujer, su obra plasma la incesante búsqueda de la identidad femenina y el encuentro con la conciencia social, a través de la actitud revolucionaria. Con Ernesto Cardenal y Claribel Alegría, inició la renovación de la poesía en su país. Un marcado acento erótico impregna buena parte de su obra, aunque la última producción denota una gran preocupación por los cambios políticos de su patria. Entre los libros más reconocidos, se destacan «La Mujer Habitada» y «El país bajo mi piel».
En un lapso de 28 años, desde los poemas de amor adolescente llenos de sentimentalismo de Sobre la grama, (1970), hasta los de madurez de Apogeo, (1998), la poesía de Gioconda Belli permite ver una identidad femenina en su proceso de concientización. La poesía de "Resistencia" de Belli, escrita dentro del contexto histórico de la revolución nicaragüense, puso gran énfasis en la unión de los nicaragüenses contra la tiranía de Somoza. Sus tres primeros poemarios, Sobre la grama (1970), Línea de fuego (1978) y Truenos y arco iris (1982) mostraban un elemento en común, que era la conceptualización del amor de pareja como una metáfora multivalente que representaba la unidad socio-política y de género en oposición a la tiranía. El énfasis que tuvo la revolución política en los poemarios anteriores se desplazó en La costilla de Eva al de la revolución necesaria en las relaciones de género. Esta nueva 'revolución' se inició con una autocrítica del yo femenino, por la cual reconocía problemática la óptica de excesivo idealismo con el que hasta ahora había contemplado las relaciones de amor. Otro elemento novedoso dentro de La costilla de Eva, por el cual Belli modificó el modelo tradicional "Mujer" fue la reconceptualización del papel de la madre, para quien ella ensanchó el espacio tradicional estrictamente doméstico, al más amplio de la solidaridad con otros en las calles y ciudades. Esta madre estaba lista para luchar y también para sacrificar lo más valioso para ella, respondiendo a "ese griterío del pueblo que la llama / y [que] le arranca hasta a sus propios hijos de los brazos." Apogeo, publicado en 1998, once años después de La costilla de Eva, se diferencia de los poemarios anteriores desde su mismo propósito, que es celebrar la etapa madura de la vida de las mujeres. Por lo tanto, se concentra en lo femenino, identificándose la voz con otras mujeres como grupo social en sí. Dentro de estos poemas de madurez, el cuestionamiento del concepto "Mujer" es fuerte y a menudo se da a través de un tono irónico y humorístico, no conocido en la poesía anterior de Belli, y contestatario de ciertas cosas: de la cultura de la juventud que rechaza a las mujeres menopáusicas, --como en "Sabor de Vendimia" y "Menopausia"--; y contestatario de poemas masculinos que tratan cuestiones de amor y de lo femenino, como "Receta de Varón", "Ideal del eterno masculino" y "Nueva teoría sobre el Big Bang."
Apogeo representa la culminación de la concientización feminista del yo poético de Belli por varios aspectos predominantes: por su evaluación y confrontación del modelo "Mujer," y por la posición de Sujeto lograda por el cambio en su relación de poder con lo masculino. El resultado es un yo femenino más libre que se da licencia para el humor, la auto-burla, y que ya no se representa servil por propósitos políticos, eróticos, o de ninguna otra índole.
La poesía de Belli, vista en su totalidad, es un registro fascinante de la trayectoria del yo femenino, con sus conflictos y contradicciones de identidad, hacia una conciencia feminista que partió desde el compromiso e identificación con el proyecto patriarcal de la revolución nicaragüense y que evolucionó para encontrarse a sí misma como mujer independiente de ideologías políticas y de expectativas sociales que antes la limitaban. La trayectoria feminista plasmada en la poseía de Belli puede interpretarse como un retrato bastante genuino de las latinoamericanas de carne y hueso de finales del siglo XX y comienzos del XXI, con sus logros y también con su incansable negociación con lo tradicional y lo moderno de su cultura..."
 Esta recensión es extracto y compendio de otras reseñas que se relacionan:

domingo, 2 de mayo de 2010

Luis Vélez de Guevara: El diablo Cojuelo. (literatura faústica)

" Daban en Madrid, por los fines de julio, las once de la noche en punto, hora menguada para las calles y, por faltar la luna, jurisdicción y término redondo de todo requiebro lechuzo y patarata de la muerte. El Prado boqueaba coches en la última jornada de su paseo, y en los baños de Manzanares los Adanes y las Evas de la Corte, fregados más de la arena que limpios del agua, decían el Ite, rio es, cuando don Cleofás Leandro Pérez Zambullo, hidalgo a cuatro vientos, caballero huracán y encrucijada de apellidos, galán de noviciado y estudiante de profesión, con un broquel y una espada, aprendía a gato por el caballete de un tejado, huyendo de la justicia, que le venía a los alcances por un estupro que no lo había comido ni bebido, que en el pleito de acreedores de una doncella al uso estaba graduado en el lugar veintidoseno, pretendiendo que el pobre licenciado escotase solo lo que tantos habían merendado."


Así comienza el Diablo Cojuelo del sevillano Luis Vélez de Guevara (1579-1664). En esta novela, estructurada en trancos, el hidalgo empobrecido don Cleofás Pérez Zambullo huye de la justicia. Intentando ocultarse acaba en el desván de un astrólogo y nigromante que practica la adivinación y que retiene al diablillo Asmodeo en una de sus redomas. Cleofás libera al diablo y este, agradecido, lo lleva por los cielos levantando los tejados de Madrid, Sevilla y otros lugares, para que el estudiante aprenda las miserias, engaños y nunca dichas verdades de sus conciudadanos: “Y levantando a los techos de los edificios, por arte diabólica, lo hojaldrado, se descubrió la carne del pastelón de Madrid como entonces estaba, patentemente, que por el mucho calor estivo estaba con menos celosías, y tanta variedad de sabandijas racionales en esta arca del mundo, que la del diluvio, comparada con ella, fue de capas y gorras.”
El diablo cojuelo" su única obra en prosa publicada en 1641, puede ser encuadrada dentro del género fantástico, como un eslabón más de la literatura faústica, de la que destacan el Fausto de Goethe y el Maestro y la margarita de Bulkakov. Parangonable al género de la novela picaresca por su temática satírica, ofrece un estilo acusadamente conceptista. Esta simpática e imaginativa trama sirve de apoyo a Vélez de Guevara para dibujar una sátira de la decadente España imperial. El diablo cojuelo inicia la senda de esa deformación cómica o esperpentica de España que tantos escritores cultivaron después. La novela participa plena y claramente del barroco español. En el contenido, porque refleja el desengaño del sueño imperial promovido en el siglo anterior. En la forma, por sus largas frases cuajadas de subordinaciones y paréntesis, neologismos, anfibologías, dobles sentidos, retruécanos, juegos de palabras, elipsis y referencias míticas y culturales.
El «pastelón de Madrid», con su relleno de «sabandijas racionales» desnudas y grotescas, visto por los protagonistas desde lo alto de la torre de San Salvador, al levantar el diablillo el hojaldre de los techos, es una de las imágenes más inolvidables del barroco español. La visión de esa «pepitoria humana de manos, pies y cabeza» va indisociablemente unida a un estilo que explota al límite las posibilidades de la palabra y cuyo desbordamiento de equívocos, símiles y metáforas violentas constituye uno de los grandes atractivos de la novela.
El diablo cojuelo tuvo una versión francesa en Le Diable Boiteux (1707), de Alain-René Le Sage, conocido también por su Gil Blas de Santillana. En los países anglosajones también ha sido conocido Asmodeo como the limping devil. En una de sus primeras manifestaciones periodísticas, la figura del diablo cojuelo sería adaptada por Joseph Addison y Richard Steele en el Tatler (1711) bajo la denominación de Pacolet, demonio ayudante del astrólogo Bickerstaff. Por su parte, Arthur Conan Doyle utilizó el motivo del levantamiento de los techos en la novela de Sherlock Holmes Un caso de identidad. Y así el levantar los techos se utilizó en el discurso literario decimonónico como metáfora de mostrar o exponer.
Al final, el Diablo Cojuelo, perseguido por otro diablo que tiene la orden de devolverle al infierno, es acorralado y se mete de un salto por la boca de un escribano que bostezaba. El perseguidor se lleva consigo a escribano y diablo. .."
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