lunes, 24 de marzo de 2014

Richard Ford: Canadá.Una novela sobre la pérdida de la inocencia

 

Para el mes de marzo la Tertulia propuso la novela de Canadá de norteamericano Richar Ford (Jakson, Mississipi 1944). "...La voz que narra «Canadá», de Richard Ford, conecta con la del Huckleberry Finn de Marc Twain.  Pocos comienzos más rotundos y redondos y poderosos que el de«Canadá»:
«Primero contaré lo del atraco que cometieron nuestros padres. Y luego lo de los asesinatos, que vinieron después. El atraco es la parte más importante, ya que nos puso a mi hermana y a mí en la senda que acabarían tomando nuestras vidas. Nada tendría sentido si no contase esto antes que nada».
«Que la vida puede cambiar en un segundo es algo que nunca se piensa seriamente antes de cumplir cuarenta años. Mucho menos durante la niñez, ese territorio en el que nos creemos inmortales. Dell Parsons, el protagonista de “Canadá“, apuraba sus quince años con las preocupaciones propias de un adolescente: empezar en un nuevo colegio, ir a la feria o aprender a jugar al ajedrez. Pero un día sus padres deciden robar un banco. Y les pillan. Y de repente, en ese segundo que parece un agujero negro, la vida de Dell estalla en pedazos. Su mundo y el de su hermana gemela Berner se desmorona en ese momento. Con los padres en la cárcel, Berner decide huir de la casa familiar en Montana. A Dell, una amigo de la familia le ayudará a cruzar la frontera canadiense con la esperanza de que allí pueda reiniciar su vida en mejores condiciones. En Canadá se hará cargo de él Arthur Remlinger, un americano enigmático cuya frialdad oculta un carácter sombrío y violento. Y en ese nuevo entorno, Dell reconducirá su vida y se enfrentará al mundo de los adultos.

Una bellísima y profunda novela sobre la pérdida de la inocencia, sobre los lazos familiares y sobre el camino que uno recorre para alcanzar la madurez. Richard Ford juega con los tiempos de la novela acelerando y calmando la narración con maestría, alternando partes rotundas con otras delicadas, hasta conseguir una historia poderosa en la que el lector se hace cómplice desde la primera página. Esta es una novela de crecimiento en el sentido más positivo: lejos de rebelarse contra la imposición del destierro y la nueva vida, tan distinta, y lejos también de recrearse en su mala suerte, Dell Parsons decide construir una nueva vida, mejor, más sólida. Una nueva vida en la que pronto descubrirá que él no es el único que guarda un secreto que pesa como una losa. Una vida en la que no dejará que los actos de sus padres, recibidos como una herencia inoportuna, sean más importantes que los suyos propios. La responsabilidad personal y las consecuencias de nuestras acciones son los verdaderos temas centrales de la novela, más allá de las relaciones familiares o de la pérdida de la inocencia.
Sobre todo en su segunda parte, “Canadá” es una novela contra la urgencia, una reivindicación de la literatura que es capaz de detenerse a narrar con detalle un sentimiento o un estado de ánimo sin cansar ni aburrir, que no necesita recurrir a artificios para hacer atractiva su lectura. “Canadá” es uno de esos libros que recuerdan al lector que leer es un placer. Ford vuelve al lenguaje áspero y despojado como el paisaje de Montana; el derrumbe del amor y la construcción de los siempre frágiles puentes que unen a padres con hijos; el reflejo casi automático que empuja a huir del pasado pero al mismo tiempo a extrañar lo que se deja atrás; el trabajo o la falta de trabajo como disparador; el exquisito arte y talento para tomar todas las malas decisiones y los caminos equivocados, y el movimiento perpetuo y el fantasma verdadero del poder volver a empezar.
Dell parece, como nosotros, ir encontrándole cierto sentido a su historia a medida que nos la cuenta. El elemento criminal es presentado con un arrollador lirismo. Ninguna duda perturba su relato o nos perturba a nosotros hasta las últimas páginas, cuando un Dell sexagenario y profesor de literatura nos habla de la lectura y del estudio de grandes ficciones como del «cruzar una frontera» y de la vida como algo a lo que debe intentarse sobrevivir. El texto se divide en tres partes, cada una centrada en sus condicionantes propios y separada de la otras por el trazado fronterizo con Canadá, que ha de atravesar el joven Dell para escapar de los servicios de protección de menores. La primera es la de la presentación de la familia, un padre  exmilitar, una madre profesora y de sensibilidad poética estragada y una hermana melliza con fuerte carácter. La lentitud y el recrearse en las estrategias narrativas es como una de esas pausadas partidas de ajedrez a las que se aficiona Dell; una partida que acaba en desastre.
Es una primera parte en la que poco a poco las ligazones familiares se van desatando, casi sin sentirlo, hasta llegar al tempo demorado, objetivo, con que la pluma de Ford presenta la detención del matrimonio, ello da al lector una visión casi al segundo y le conduce asimismo a que tome el arresto como algo personal. Es fascinante como se recrean las conversaciones –a partir del diario de la madre–, como se apunta cierto nerviosismo en casa y como al final se resuelve todo si no de forma atropellada, sí diligentemente activa. Se quedan los hermanos definitivamente solos en cinco minutos. En la segunda parte, una amiga de la familia –Mildred– lleva a Dell a Canadá para que viva con su hermano, que regenta un hotel en Fort Royal, no muy lejos de la frontera. Allí conoce a Charley Quarters, quien organiza batidas para los cazadores de gansos que se alojan en el hotel y a quien ayuda en la preparación de puestos Y sobre todo a Arthur Remlinger, el hermano de Mildred. En la segunda parte, Dell ha de buscar una posible integración, todo su  pasado ha desaparecido y su presente resulta irresolublemente desubicado, allí recibe noticias de su hermana y continúa los certeros análisis psicológicos que lo engloban a él mismo y a los que lo rodean para intentar explicar su estado. Pero en la última parte, quizás demasiado sentimental, para dejar la estructura bien cerrada, se enfrenta Dell a su hermana Berger y con ello detectamos dos contrafiguras que desde un mismo hecho han logrado superarse o estamparse. Es entonces cuando el lector percibe que Ford ha conseguido que estemos de parte de Dell, que sintamos parte de su aflicción, pero al mismo tiempo entendamos que definitivamente se ha salvado..."
Esta reseña es recensión de otras que se relacionan:

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