miércoles, 4 de diciembre de 2013

Comentario de Susana Jákfalvi : El insólito viaje del samurái Hasekura de José María Sánchez-Ros.


                                                                   
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El punto de partida de esta obra de ficción-no ficción es un manuscrito sobre el samurái Hasekura que le dejó al narrador -Mauro Caro- su amigo Fernando Japón antes de morir, junto con el encargo de que la concluyera. Mauro Caro reflexionará a lo largo de la novela sobre el complejo proceso de escritura.
La otra punta del hilo que recorre el texto son unos hechos históricos "insólitos": dos misiones: la Misión Tesho y la Misión Keisho, y el malogrado propósito de los españoles de evangelizar el Japón a finales del siglo XVI y comienzos del XVII. Hay que destacar la minuciosa documentación que aparece resemantizada por el narrador.

Muchos de los temas que aborda Mauro Caro han sido tratados en la novela contemporánea, especialmente la reflexión sobre la escritura y el proceso de escribir; con ello es ineludible pensar en la memoria y los efectos del olvido, tanto en un individuo como en una colectividad. Uno de los problemas que enfrenta el narrador son las imposturas de la historia oficial así como el papel de los responsables de esos engaños y de los que contribuyeron, voluntaria o involuntariamente, al fracaso del viaje de Hasekura en una frustrada embajada a Europa. Sanchez Ros menciona causas posibles a la hora de presentar los hechos, unos hechos casi olvidados: causas que pudieron ser la negligencia, los intereses encubiertos, o la ignorancia.
Sánchez Ros también relata historias locales, en las que el escritor hace hablar a los protagonistas o a los testigos - reales o inventados- de los hechos. Este gesto revela el intento de ir más allá de lo que uno puede encontrar en la historiografía conocida. Los temas se encuentran relacionados entre sí debido, sin duda, a la riqueza que contienen. Algunos detalles temáticos aparecen como insólitos, otros son viajes de la mente humana que intentan  comprender la ambición de algunos, la violencia de otros, el odio y el mal.

Aunque podría ser definida como novela histórica, sin embargo la ficción y la no-ficción se suceden y superponen. Por ello, no podemos decir que estamos ante una novela histórica convencional. La verdad se presenta contrapuesta a la paradójica condición del ser humano.
El narrador continuamente se cuestiona y reflexiona sobre el pasado en el presente. Surgen recuerdos, proyectos, anécdotas - no sin una pizca de ironía paródica.
Estructuralmente se fusionan los borradores de Fernando Japón con viejos documentos, y fundamentalmente con las premuras del escritor.

Se revelan historias de otra época, costumbres de otras culturas. El relato recoge, en un movimiento zigzagueante, objetos portadores de una historia desconocida, recupera saberes antiguos. Conecta, ficcionalmente, historias actuales personales con hechos antiguos, como si quisiera demostrarnos que todos es un presente continuo.
El resultado es un texto heterogéneo: una combinación de Historia, con mayúscula, crónica de viajes, escenas de ciencia ficción, biografías, reflexiones sobre el sentido de la vida y de la muerte. La historia de Hasekura no tiene una sola versión, hay tantas versiones como puntos de vista de los personajes. Los grandes eventos son reales, pero los detalles son producto de la fecunda, incontenible imaginación del autor. Así aparece la narración fantástica, o el texto epistolar, unido al discurso historiográfico.
Narración y ensayo. Ficción y realidad. Dos planos narrativos en constante movimiento. Por un lado, los hechos de una compleja historia de conquista del poder, con una exhaustiva documentación. Y por el otro, la búsqueda de la voz personal, la voz de Mauro-alter-ego del autor, quien por momentos está desorientado en medio de ese laberinto al que desea entrar. Laberinto donde se confunden la historia y la ficción, y que sólo puede resolver el narrador tachando, borrando, reescribiendo. Al final de cuentas, el cuaderno de Fernando resulta ser solo un pretexto. Lo importante es el descubrimiento de la energía creadora en el que se ve envuelto Mauro Caro después de haber enfrentado al "otro".

 El estilo, meticuloso, cuida hasta el más mínimo detalle, valiéndose de una gran riqueza de recursos. La reescritura se profundiza con la invención; el espacio y el tiempo se prolongan y recrean mediante extrapolaciones, yuxtaposiciones; las imágenes fluyen desde la contraposición o la contigüidad entre tiempos históricos, territorios geográficos; a veces surge el asombro, la parodia o la ironía.
El homenaje literario se explaya con referencias a Kafka, al Bartleby de Melville, a Flaubert.
También aparece Borges y su magisterio, y fugazmente Vargas Llosa, Cortázar, Carpentier, Nabokov, Thomas Mann, o Bioy Casares, entre otros.
Cervantes, Quevedo y Lope de Vega serán invocados en varios episodios de la novela.

Se trata de desenmascarar (y revestir) a los muchos personajes que estuvieron involucrados en el fracaso de la embajada de Hasekura.
Para ello es necesario el desplazamiento incesante del narrador a otras realidades, otros tiempos, ir y venir de Occidente a Oriente.
Los viajes referidos son reales, pero ellos dan lugar a los viajes soñados, inventados.
Sánchez Ros se embarca en una búsqueda de los nexos secretos entre cosas, personajes, historias: porque tiene la convicción de que el mundo es un inmenso tejido de semejanzas y contrastes.
Y ante todo tratar de encontrar una respuesta a la pregunta central: por qué fue que eso que pasó ocurrió de aquella manera.
Es evidente que al narrador no le interesaba un relato en el que la sucesión de páginas sólo tuviera como objetivo hacer avanzar la acción.
Sus dudas reflejan esa tensión entre realidad, memoria y ficción.
El viaje del Mauro Caro, físico y mental, tiene la forma de círculos que producen finalmente espirales, antes que indescifrables laberintos. Este diseño estructural le permite volver a lo inconcluso y poder ponerse en el lugar que ocupa el otro.
La memoria tiene un papel relevante: son memorias ajenas tomadas en préstamo, memorias inventadas o memorias recontadas desde otro punto de vista. El conjunto, dentro del que hay que destacar los monólogos, los monólogos interiores, todo está cargado de esa intención de suplementar el sentimiento de aquel que se ha marchado de un territorio con una esperanza o con una decepción.
Al comienzo de la novela, Mauro parece estar duplicando no solo la escritura de los borradores de Fernando Japón sino también su reticencia, su intención de no escribir. En los cuadernos y notas que le deja su amigo aparece esa intención superpuesta a vacilaciones, interrupciones, miedos y tachones. Después de la muerte del amigo, todo eso desaparece porque el escritor se autoriza ahora a ser él mismo.
Entre otras acciones literarias, Mauro Caro copia e interpola, compara, o se emociona, recrea libremente, y también líricamente, sus ideas y sentimientos. Y sobre todo medita, medita sobre las conexiones entre el pasado y el presente, entre Oriente y Occidente, entre el poder y la ambición, el bien y el mal, la vida y la muerte.
En conclusión, es una admirable novela sobre la escritura, el escritor, y la historia.
                                           
                                                          Susana Jákfalvi
                                      
Nota: La novela El insólito viaje del samurái Hasekura fue presentada en Sevilla el 15 de noviembre de 2013. Actuaron como introductores el notario de Sevilla Javier Feás y la profesora y crítica literaria Susana Jákfalvi.
Puede verse la presentación en el siguiente enlace:
http://www.youtube.com/watch?v=Jq6uBYs2Yzw

               


jueves, 14 de noviembre de 2013

El insólito viaje del samurái Hasekura: Una novela de José María Sánchez-Ros Gómez

  •   El insólito viaje del samurái Hasekura es una novela que tiene un fondo histórico evidente:  En 1614, una embajada japonesa llega a Sevilla enviada por Date Masamune, señor de Sendai. El samurái Hasekura dirige la expedición a la que acompaña un sevillano, el franciscano Luis Sotelo. El propósito de la embajada era abrir una ruta de comercio entre Japón y España, y conseguir para los franciscanos un segundo obispado. Cuando la embajada se encuentra en Europa arrecia la persecución de los cristianos en Japón. Hasekura se bautiza en Madrid en presencia del rey Felipe III y es recibido en Roma por el papa Paulo V. No obstante, la poca representatividad de la embajada y los informes desfavorables que llegan al Consejo de Indias obligan a Hasekura y a Sotelo a un difícil regreso, sin haber conseguido nada. Alrededor de una docena de samuráis se quedan en la villa de Coria del Río y sus descendientes adoptan el apellido Japón.
  • La embajada Keisho tuvo una inesperada consecuencia. Y es que, algunos de aquellos samuráis se quedaron en Coria del Río y sus descendientes cuando se acristianaron adoptaron el apellido Japón. En efecto, cerca de mil personas en la provincia de Sevilla tiene como primer o segundo apellido el de Japón. Este fue el punto de partida, pero pronto me llamó poderosamente la atención la contraposición que había en los dos personajes principales de esta historia: por una parte, el disciplinado Hasekura, samurai de Date Masamune, y el incansable y vehemente padre fray Luis Sotelo. La mezcla me pareció explosiva.
    Mi maestro Ángel Leiva me había enseñado que el principal engarce de la ficción con la realidad se encuentra en el juego de las semejanzas y de las contradicciones y que si una historia avanza es por la pugna que se deriva de la asociación libre de ideas, unas veces el impulso salta por lo que se parece y otras en cambio por aquello que le diferencia. ¿Había algo más dispar que un samurái y un franciscano que compartieran un mismo destino atravesando tres continentes y dos océanos? El desafío de poder comprender el punto de vista del japonés y del franciscano me colocaba en ese punto intermedio del observador imparcial. Occidente frente a Oriente. O mejor Oriente junto a Occidente A esta diferencia de carácter y pensamiento  se añadía que la historia tenía un escenario muy sugerente y variado, pues iba desde Filipinas y Japón a España e Italia pasando por México, y me permitía poner en contacto dos mundos tan descompasados como fueron el Japón feudal de los Tokugawa con la España de los Austrias de nuestro siglo de oro.
       La presencia ibérica, españoles y portugueses, en Japón es una circunstancia poco conocida, pero que perduró casi un siglo desde 1549 en el que el padre jesuita Francisco Javier llegó a Japón hasta 1624 cuando cesaron por completo. La embajada de Hasekura podría haber cambiado el curso de la historia, ya que si hubiera prosperado Japón se hubiera abierto a Occidente en el siglo XVII y no a finales del siglo XIX como sucedió después. Pero el esfuerzo no fue en vano. Lo prueba el hecho de que se conmemore el cuarto centenario de la embajada Hasekura en España y Japón. Hace poco nos visito el heredero al trono de Japón el príncipe Naruhito. Tuve la oportunidad de asistir en junio de este año a esta visita en Coria del Río, donde el representante de la casa real más antigua del mundo fue recibida por el grito enfervorizado de los locales, que le saludaban con ese gracejo andaluz como Marujito, Marujito, diciendo algunos, a  continuación, un tanto admirados ¡pero que chequitito es! También tuve la suerte de conocer al décimo tercer descendiente directo del samurai Hasekura. Hasekura Tsunetaka, que entrañable y vestido con su kimono ceremonial recorrió sorprendido las calles de Coria.
    Para organizar la historia de Hasekura se me ocurrió acudir a dos voces. La de Fernando Japón, uno de aquellos descendientes que cuenta la historia de su antepasado, y la Mauro Caro que ayuda a su amigo Fernando a concluir el relato que el primero no pudo terminar. La historia contada por dos narradores, a veces sucesivos y otras, simultáneos, forma parte imprescindible de la novela sobre Hasekura. Hay por tanto dos relatos: el relato histórico de los personajes reales y el relato ficiticio de los narradores que cuentan la historia. Para mi tan relevante era el qué se contaba como el modo en que se desgranaba la historia. Para intentar esta unión entre los personajes reales y los de ficción introduje en la novela de manera reiterada puentes a través de la metaficción. La cita y la continua referencia a autores clásicos y modernos es lo que permite que la novela vaya tomando impulso y pueda culminar su final en la que la historia de Hasekura y Luis Sotelo se acopla con la propia peripecia personal de los narradores Fernando Japón y Mauro Caro.                                                                                               
  •                                             José María Sánchez-Ros Gómez

  •                                         
El autor despliega una replica de la carta que Hasekura trajo a Sevilla en 1614.


La novela el insólito viaje del samurai Hasejura fue presentada en Sevilla el día 15 de noviembre de 2013 en la Biblioteca Infanta Elena. Oficiaron de introductores el notario de Sevilla Javier Feás Costilla y la profesora y crítica literaria Susana Jákfalvi. 

El libro puede adquirirse en Sevilla en la librería Palas en la calle Asunción 51 tfn 954276538. En la librería Cefiro en la calle de los Buenos Libros, 1 tfn 954215883, mail cefiro@cefiro-libros.com. Y en la librería Repiso en la calle Cerrajería 4 tfn 9542225335 mail repisolibros@gmail.com. También en las librerías Beta de Sevilla. Si desea que se le envíe por correo puede hacer la petición a la dirección de correo electrónico: jmsanchezros@yahoo.es

La edición digital  puede encontrarse en amazon :


martes, 10 de septiembre de 2013

Bullet Park de John Cheever (Todo clavo que resalta tiene que ser amartillado)

Todo Clavo que sobresale se expone al Martillazo

John Cheever (1912-1982) escritor conocido como el “Chéjov de los suburbios” publicó su tercera novela en 1969: Bullet Park. Una auténtica obra maestra, escrita con una prosa poética que hace fluir el relato con la magia del titiritero. El lirismo y la fuerza de su estilo han hecho de Cheever uno de los exponentes máximos de la literatura moderna. La novela pasa por ser un excelente retrato del fin del sueño americano, que consagró al autor como uno de los referentes de la novela del siglo XX. Atormentado por el alcoholismo y la depresión durante largos períodos de su vida, John Cheever consiguió, sin embargo, producir una de las obras más originales y sólidas de la narrativa contemporánea. En 1979 le concedieron el premio Pulitzer.

A Cheever le gustaba ahondar en la vida detrás de las fachadas de bienestar de la clase media norteamericana, quizás porque allí había algo que aún no había sido contado, o porque había aún mucho más por contar. Cheever pone al descubierto la bajeza y sordidez que se oculta al ras de los céspedes bien segados de las urbanizaciones del extrarradio, con sus fachadas idénticas y su normalidad desesperante. Realismo de clase media, así nombran la mayoría de críticos la obra de John Cheever. Con sus relatos solo pueden compararse los más logrados cuentos de John Updike o las mejores breves tragedias de Raymond Carver.

Bullet Park es una novela peculiar en su fondo y en su forma. Presenta una estructura sencilla, dividida en tres partes: una por cada uno de los dos protagonistas y una tercera dedicada a la interrelación entre ambos. Su prosa es, asimismo, directa, depurada de todo artificio al margen de poderosas imágenes muy del gusto del autor. Sin embargo, el carácter parlante de los nombres de los protagonistas (Nailles /nails/ ‘clavos’ // Hammer, ‘martillo’), convenientemente subrayado por la traductora Claudia Conde, prefigura el simbolismo de toda la pieza y nos hace sospechar desde un principio que la sencillez es solo aparente. Nailles y Hammer (que suenan como clavos y martillo) parecían que estaban destinados a encontrarse. En ese ambiente asfixiante, John Cheever narra la azarosa intersección de las vidas de dos hombres: Eliot Nailles, un buen hombre que ama con devoción a su mujer ya su hijo, y Paul Hammer, el hijo bastardo que, tras años de rodar, se establece en Bullet Park con un objetivo: asesinar al hijo de Nailles.

El libro empieza cuando Hammer se traslada a un barrio de los suburbios llamado Bullet Park, que es descrito por Cheever de una forma muy particular, entre mítica e irónica, consciente perfectamente de que en buena parte han sido sus obras las que han cimentado los tópicos de estos escenarios suburbanos, como las fiestas con alcohol a raudales, los monótonos viajes en tren para ir a trabajar a la ciudad y la insatisfacción reprimida.

Pero no es el estilo lo único por resaltar en Bullet Park, sino también la trama. Bullet Park se puede leer como la historia del triunfo agónico del hombre sobre la depresión. Los tres personajes principales de Bullet Park, Eliot y Tony Nailles, y Paul Hammer son personajes deprimidos, conducidos por una inercia que se hace patente a través de las drogas, la enfermedad o el alcoholismo. La historia de Eliot Nailles tiene algo de la historia del Sueco de Pastoral Americana de Richard Ford. Bullet Park alcanza la trascendencia, es tan sublime como Pastoral Americana. Si la familia Americana tiene como eje a los hijos, es natural que todo se caiga a pedazos si ellos se caen a pedazos. Eliot Nailles se desmorona como la fe católica bajo el descubrimiento de pederastia. Además de vecindario, Nailles y Hammer comparten un cuadro parecido de ansiedad y depresión.

Para Nailles todo empieza el día en que Tony, su hijo adolescente, sin aparentemente ninguna razón, no se levanta de la cama. A partir de entonces desfilarán por la habitación de Tony una serie de médicos, especialistas e incluso un curandero, para tratar de “curarlo”. Nailles, avergonzado, dirá a todo el que se lo pregunte que lo que tiene su hijo es mononucleosis. Pero además de avergonzado, Nailles se sentirá sobre todo culpable e impotente por no poder hacer nada para ayudar a su hijo. Su ansiedad irá en aumento y ya ni el alcohol será suficiente para calmarlo, de modo que acudirá a un doctor que le recetará unas pastillas que le harán flotar en una nube de inconsciencia. Hammer, por su parte, se ha pasado media vida viajando por el mundo para huir de la desesperación, pero esta siempre ha acabado para alcanzarlo. Un día verá a través de una ventana una habitación con las paredes pintadas de amarillo y quedará convencido de que para encontrar la paz debe encontrar una habitación como aquélla. La encontrará, pero aquello no será suficiente, así que luego se convencerá de que para encontrar la paz tiene que optar por una solución mucho más radical. Y es ahí cuando decidirá ir al encuentro de Nailles, porque es el perfecto espécimen de hombre suburbano. Del sacrificio saldrá la redención porque todo clavo que resalta tiene que ser amartillado.

‘Bullet Park’ es una novela que en cierto modo parece una fábula alegórica, en ocasiones particularmente sórdida e inquietante, pero también con un punto de humor absurdo y extraño. En este sentido, no es nada gratuito que el clímax final suceda en el altar de la iglesia, donde Nailles y Hammer vuelven a encontrarse. Es entonces cuando el mal que había aparecido de improviso, sin avisar y sin nada que hubiera podido predecir su entrada en escena, es derrotado, pero aún así el final es extrañamente agridulce; las cosas volverán a ser como eran antes, sólo que en realidad ya no volverán a serlo…”

Es extracto y compendio de otras reseñas que se relacionan:

http://loslibrosdepepe.blogspot.com.es/2012/07/bullet-park-john-cheever.html
http://bugseatbooks.blogspot.com.es/2010/12/bullet-park-de-john-cheever.html
http://librosmorrocotudos.com/2012/11/22/bullet-park-john-cheever/
http://eljardindelmanicomio.wordpress.com/2013/02/24/bullet-park-de-john-cheever-la-depresion-y-sus-formas/
http://lasvacacionesdeholden.blogspot.com.es/2013/02/bullet-park-john-cheever.html
http://www.lecturalia.com/comunidad/libro-comentado/25556/15754/bullet-park
http://es.globedia.com/bullet-park-john-cheever
http://www.sopadelibros.com/book/bullet-park-john-cheever




martes, 28 de mayo de 2013

Intemperie de Jesús Carrasco: Una novela rural


“…Fue sacando los enseres de las aguaderas y los fue dejando junto al viejo. Cuando terminó, desmontó los serones y fue metiendo de nuevo las pertenencias del pastor dentro de ellos. El viejo le pidió la albarda para usarla como respaldo (...) Buscó en los serones una trenza de albardín que había sobrado del redil y la ató a la retranca. Luego fijó el otro extremo a una piedra caída del castillo y tiró del ronzal. El animal se movió, y la albarda se deslizó por sus cachas hasta caer al suelo...”.

Intemperie (fragmento)

Es extraño sorprenderse con la lectura de un libro. Intemperie, de Jesús Carrasco (Badajoz, 1971), es una novela distinta. Podrán decir que es una novela rural, que bajo un sol de justicia recrea un episodio de violencia en la España interior de la primera mitad del siglo veinte. Pero es mucho más. Carrasco ha omitido todos los nombres de los personajes y de los lugares para que la atención del lector se circunscriba a la historia. La propuesta estética es recrear un entorno indefinido, brumoso que inquietara al lector y que a la vez le diera a la historia un tono poético. El autor desbroza en línea recta, no hace digresiones. La novela se cuenta en tercera persona a través de los ojos de un niño. El lenguaje es preciso, a veces con palabras que sólo intuimos, pero que le dotan de un gran lirismo. Carrasco nos dice que lo poético es la forma más sublime de la escritura porque emplea los mínimos recursos para producir el mayor impacto. Su concepto de lo poético, tiene que ver con lo que se desliza entre líneas y no se nombra, con lo que se alude y sobreentiende.

 La novela tiene un ritmo que hace que el libro se te agarre a la manos, y que se acentúa con el uso reiterado del pretérito indefinido, sólo interrumpido por diálogos vivos y escuetos. Sólo al final da tregua Carrasco a la emociones del niño, en el momento en que sobre su cara caen unas gotas de lluvias, cuando dice que Dios aflojaba por un rato la tuercas de su tormento.

La novela tiene un mensaje de dignidad. A pesar de la violencia, de la humillación, de esa intemperie que castiga de forma tan inmisericorde, el niño y el cabrero tiene intactas su dignidad. Carrasco nos dice que: “Escribo de la manera más natural que puedo, lo que en mi caso implica la presencia de lo rural y de las relaciones humanas básicas, como las que se puedan establecer entre un padre y un hijo o, en este caso, entre un aprendiz y un maestro”.

Reseñas consultadas:
http://www.elplacerdelalectura.com/2013/01/intemperie-de-jesus-carrasco.html
http://programalaesfera.blogspot.com.es/2013/04/intemperie-jesus-carrasco-critica.html
http://www.elnortedecastilla.es/20130504/mas-actualidad/jesus-carrasco-narrador-sobrio-201305042142.html
http://mariocrespo.blogspot.com.es/2013/04/intemperie-de-jesus-carrasco.html
http://www.lapiedradesisifo.com/2013/05/07/intemperie-de-jes%C3%BAs-carrasco/
http://www.ruralc.com/2013/03/jesus-carrasco-intemperie.html

“EL VIENTO DE LA LUNA”, de Antonio Muñoz Molina. Reseña de Emilio Piqueras Gómez

Interiores de un adolescente
EL VIENTO DE LA LUNA
DE ANTONIO MUÑOZ MOLINA
Reseña Emilio Piquera Gómez

Llevaba tiempo deseando volver a toparme con una novela del autor y por unas circunstancias o por otras, he de decir que para desgracia mía, todavía no había puesto en los primeros puestos de mis prioridades lectoras otra de sus obras.

El viento de la luna es una novela bastante bien ambientada alrededor del momento en que el hombre pone por primera vez los pies en nuestro satélite. En ella, el autor nos permite introducirnos en las interioridades de un adolescente, el cual, y mediante la técnica del fluir de conciencia nos va mostrando la vida rural de la España de la época, a la vez que nos descubre las expectativas del muchacho y sus sucesivos descubrimientos sobre la vida.

Neil Amstrong, va a ser el primer hombre que pise El mar de la Tranquilidad, ese polvo lunar virgen durante tantos miles de años, pues nadie lo ha removido, ni tan siquiera el inexistente viento del que, en aquella atmósfera, se carece. Alrededor de las noticias del despegue del cohete espacial, viaje, y amerizaje de la nave en la superficie lunar va a irse desarrollando la historia, mediante la narración a través de los pensamientos que se van produciendo en la mente del adolescente protagonista.

El tema se podría definir como una novela de iniciación o construcción, una Bildungsroman peculiar, pues el formato que escoge es una especie de reclusión que el protagonista elige para sí mismo. Pero los capítulos no dejan de lado la exploración del cuerpo, la vivencia de los cambios adolescentes, el descubrimiento de los placeres con todas sus pulsiones eróticas. Y a la vez, el progresivo distanciamiento del ámbito familiar, la aparición de una cierta jactancia sobre conocimientos que le sitúen por encima de sus progenitores o del entorno próximo. O la rebeldía y la experimental desobediencia, o la crítica hacia distintos estamentos, así como los súbitos cambios de carácter.

La trama que se nos propone es un triple argumento: por una parte la expectativas sobre la vida que se van despertando en el muchacho, en segundo lugar se refleja el retraso sociológico de una vida congelada por la dictadura franquista, y en tercero, una especie de tinte idílico hacía la población de Mágina, en donde destacan algunas de sus figuras familiares como su padre o la tía Lola. El acontecimiento de la llegada a la luna está muy bien ambientado y documentado mediante variados y singulares detalles, siempre narrados mediante el fluir de conciencia del protagonista. Aunque este acontecimiento no sirve sino como excusa para ir desgajando, al unísono, el cómo va abriendo los ojos a la vida el personaje adolescente.

En la narración predomina la primera persona, excepto cuando su pensamiento se traslada hacia alguno de los astronautas, en cuyas escenas narra en segunda. El tiempo cronológico de duración de la novela no va más allá de lo que dura el viaje de ida y posterior alunizaje. El estilo es muy particular, utilizando el curso normal del viaje, mediante el paso lineal del tiempo, y saliendo y entrando en una parte u otra de la vida que le rodea en aquellos momentos o recuerdos de épocas anteriores que surgen a través del pensamiento sobre alguno de los personajes protagonistas. Utiliza pocos diálogos, y quizás por ello se sobrecargue demasiado la novela en largos párrafos de monologados pensamientos. Sin embargo, en otras ocasiones se vuelve más ameno mediante unas acciones descritas acompañados de unos diálogos.

Puede recordarnos otras obras suyas como El jinete polaco o Beatus Ille. Y asimismo, nos puede sugerir estilos de escritores como Salinger, con El guardián entre el centeno, demostrando que también es capaz de conciliar las contradicciones de un adolescente; o asimismo puede recordarnos el estilo de Philip Roth.

La construcción de personajes logra un buen nivel, sobre todo en el joven protagonista, el padre, la tía Lola o el cura progre del seminario. La prosa está muy bien conseguida y se plasman variados detalles en los que se demuestra que el autor o ha vivido los episodios o los siente muy cercanos.

En fin, una historia muy bien llevada. En ella se disfruta de una lectura lograda y bien construida a través del difícil juego de los recuerdos entremezclados con el discurrir de la cotidianeidad. Pero, sobre todo, es meritoria porque el autor pasa con nota el experimento que supone, para todo escritor, el realizar una novela configurada en su totalidad sobre la técnica del pensamiento libre del protagonista.

EMILIO PIQUERAS

jueves, 2 de mayo de 2013

Leonardo Padura: Máscaras.

"...La novela Máscaras del autor cubano Leonardo Padura ( La Habana, 1955) es la tercera entrega de la tetralogía “Las cuatro estaciones” protagonizada por el teniente detective Mario Conde, también es conocida como “El cuarteto de la Habana”. El resto de la serie lo forman Pasado perfecto, Vientos de cuaresma y Paisaje de otoño. Cada libro está ambientado en una estación diferente. En Máscaras estamos en verano. “El calor es una plaga maligna que lo invade todo”. Al igual que en el resto del cuarteto la acción se desarrolla en el 1989. Durante los últimos tres meses, Mario Conde ha estado llevando a cabo tareas burocráticas. Fue suspendido por seis meses tras una pelea con el teniente Fabricio. Para entonces su caso será revisado de nuevo para decidir si va a poder regresar al servicio activo. Debido a la escasez de personal, su superior, el mayor Antonio Rangel, levanta temporalmente la sanción a Conde y lo manda a investigar la muerte de un travesti en el Bosque de La Habana, junto con el sargento Manuel Palacios

Las novelas policiacas de Padura tienen también elementos de crítica a la sociedad cubana. Al respecto, el escritor ha dicho: "Aprendí de Hammett, Chandler, Vázquez Montalbán y Sciascia que es posible una novela policial que tenga una relación real con el ambiente del país, que denuncie o toque realidades concretas y no sólo imaginarias". Su personaje Conde —desordenado, frecuentemente borracho, descontento y desencantado, "que arrastra una melancolía", según el mismo Padura— es un policía que hubiera querido ser escritor y que siente solidaridad por los escritores, locos y borrachos.

Pese a una obra narrativa y ensayística muy notable, ya reconocida no sólo en su país sino también en Hispanoamérica, sólo ahora llega a los lectores españoles Máscaras, la cuarta novela de Leonardo Padura, galardonada con el Premio Café Gijón de Novela 1995. Máscaras forma parte de una tetralogía de novelas policiacas, protagonizadas por el mismo personaje, el teniente de policía Conde, hombre solitario y desencantado, sancionado en la Central por una antigua insubordinación, y a quien vuelven a llamar para investigar los casos más extraños y menos lucidos. Este entrañable personaje, y el género novelesco en el que se enmarca, le sirven a Padura para abrirse a un horizonte más amplio: sus historias trazan, de hecho, un fresco a la vez risueño y sombrío de las pequeñas grandezas y grandes miserias de la vida cotidiana en la Cuba actual y las someten, como de pasada, a una brillante y profunda reflexión. En la tupida arboleda del Bosque de La Habana aparece un 6 de agosto, día en que la Iglesia celebra la transfiguración de Jesús, el cuerpo de un travesti con el lazo de seda roja de la muerte aún al cuello. Para mayor zozobra del Conde, aquella mujer «sin los beneficios de la naturaleza», vestida de rojo, resulta ser Alexis Arayán, hijo de un respetado diplomático del régimen cubano. La investigación se inicia con la visita del Conde al impresionante personaje del Marqués, hombre de letras y de teatro, homosexual desterrado en su propia tierra en una casona desvencijada, especie de excéntrico santo y brujo a la vez, culto, inteligente, astuto y dotado de la más refinada ironía. Poco a poco, el Conde va adentrándose en el mundo hosco en el que le introduce ladinamente el Marqués, poblado de seres que parecen todos portadores de la verdad de Alexis Arayán…

La víctima, Alexis Arayán, fue estrangulada con una cinta de seda roja. Lo más extraño es que fue asesinado de frente y no ofreció resistencia alguna. Incluso ni intentó escapar, a juzgar por las huellas encontradas. Alexis era hijo de Faustino Arayán, un diplomático de alto rango, el último representante de Cuba en la Unicef y con mucha influencia entre los altos funcionarios del régimen. El Mayor Rangel ha recibido instrucciones de no molestar a la familia y ha exigido la máxima discreción a sus subordinados. Como es habitual en Padura, la investigación policial es sólo una excusa para la crítica social. Los dos temas principales de este libro son la homosexualidad en Cuba y la llamada política de “parametrización” que se utilizó para excluir a muchos intelectuales de la vida cultural cubana, por razones ideológicas y religiosas o por preferencias sexuales. Uno de los aspectos más interesantes de este libro es la evolución de Mario Conde, que va desde una actitud abiertamente homofóba asta su aceptación de lo que sólo es una preferencia sexual diferente.

Como todas las novelas de la tetralogía, la acción de Máscaras transcurre durante 1989, el año del fusilamiento de Arnaldo Ochoa y otros altos funcionarios del gobierno, un año lleno de incertidumbre que Padura Fuentes ha llamado "muy significativo para los cambios que se han producido en Cuba" ("Entrevista" 58). La trama de la novela en sí es bastante tradicional y ofrece pocas sorpresas al nivel narrativo. El día 6 de agosto de 1989 – día de la fiesta de la Transfiguración, según explica el propio Conde – amanece muerto un homosexual llamado Alexis Arayán, hijo de Matilde y Faustino Arayán. El padre es el "último representante cubano en la Unicef, diplomático de largas misiones, personaje de altas esferas" que vive en una casa con vidrios "milagrosamente enteros en la ciudad de los vidrios rotos" (Máscaras 38). Mario Conde, a quien nunca le han gustado los homosexuales , es el policía encargado de resolver el misterio de la muerte de Alexis. A pesar de que Alexis nunca fue travesti, su cadáver se encuentra vestido con el traje de rojo vivo diseñado para el personaje de Electra Garrigó por Alberto Marqués, amigo de Alexis, para una representación de la obra teatral del mismo nombre escrita por Virgilio Piñera. Además de su curioso atuendo, hay otro dato sobre el cadáver que sale a relucir luego: alguien, presumiblemente el asesino, le introdujo dos monedas de oro por la vía rectal.

A través de varias conversaciones con Marqués, Conde se entera de cómo la construcción de una heterosexualidad normativa revolucionaria afectó a Marqués y a otros homosexuales. Marqués le revela a Conde los pormenores de la parametración de intelectuales a comienzos de los años setenta. Como señala Padura Fuentes, la parametración fue una especie de censura que surgió poco después del caso de Heberto Padilla, y fue aplicada a quien "no cumplía con determinados parámetros"; en algunos casos, la parametración también resultó en la persecución y el encarcelamiento de individuos. El culpable de la muerte de Alexis resulta ser no un parametrado, sin embargo, sino su propio padre, Faustino, quien es arrestado a pesar de su posición dentro del gobierno. Arrestado finalmente Arayán, Marqués le revela a Conde el motivo por el cual éste mató a Alexis: en 1959, Faustino Arayán falsificó documentos para aparentar que él había luchado contra Batista. "Así fue como Faustino", explica Marqués, "se montó en el carro de la Revolución, con un pasado que le garantizaba ser considerado un hombre de confianza que merecía su recompensa" (228).

Si bien al revelarse el hecho que el culpable no es ni nunca fue realmente un revolucionario se disminuye la acusación implícita a todos los revolucionarios que se había ido tejiendo a lo largo de la obra, se debe destacar que el propio personaje de Conde, a pesar de ser el encargado de la investigación, también mediatiza las críticas hechas al régimen castrista en la novela..."

Es extracto y compendio de otras reseñas que se relacionan

lunes, 15 de abril de 2013

Manuel Longares: Romanticismo

"...Madrid es un territorio literario cuya imagen se ha multiplicado en la mirada de grandes escritores. Sin remontarnos hasta Galdós, sólo en el último medio siglo este espacio plural ha dado materia para novelas importantes en nuestra historia literaria. Dos, al menos, son emblemáticas: La colmena (1951), con su lírica expresión de la incertidumbre existencial de los vencidos en aquel tierno acuario de desdichas en unos días de 1943; y Tiempo de silencio (1962), por su rabiosa interpretación intelectual y su barroca plasmación estilística del atraso y la injusticia en la sociedad de posguerra en 1949. Después Madrid y el franquismo han concitado la atención de escritores tan relevantes como García Hortelano, Umbral o Isaac Montero, que han explorado este territorio y aquel período en sus mejores, si bien con actitudes ideológicas y estéticas diferentes. También en la transición Madrid ha seguido dando un escenario fértil para novelar el cambio político y sus transformaciones en la sociedad española. Son muchas las novelas que han acometido este proceso, algunas con alcance generacional ideado por autores del 68. Dos muy recientes abordan, en su dimensión colectiva, aquel intenso periodo de la transición en distintos ámbitos de la sociedad madrileña: La caída de Madrid (2000), de Rafael Chirbes, atenta a diferentes sectores sociales en el día postrero de vida de Franco; y Romanticismo, de Manuel Longares (Madrid, 1943), centrada en la burguesía del barrio de Salamanca.

Romanticismo es una excelente novela que aborda con actitud lírica y mirada irónica el momento histórico del cambio de régimen de la ditadura a la democracia de aquella burguesía improductiva, poseída por el miedo a los cambios que se avecinan con la muerte del dictador. y dispuesta a abrir sus ojos a sectores de la clase media para acomodarse a los nuevos usos sociales, sin ceder ni un palmo en la defensa de sus intereses económicos. Al mismo tiempo los personajes de la clase media que por su trabajo entran en el reducto privilegiado del barrio de Salamanca comprenden que, a pesar de los cambios en las costumbres y en la moral de la burguesía adinerada, aquel territorio sigue siendo inexpugnable para los nacidos fuera de aquellas familias. Romanticismo descubre la inagotable capacidad de la burguesía para acomodarse a cada situación en defensa de sus privilegios.

Romanticismo comienza en los últimos días de vida del caudillo y termina con la victoria de la derecha en las elecciones de 1996 aunque, ocasionalmente, el narrador nos lleva a los años de posguerra, donde se enraízan muchos de los interrogantes que habrán de desvelarse en las páginas ulteriores.Longares teje una crónica de la Transición desde la óptica de un colectivo, los habitantes del barrio de Salamanca, pocas veces abordado en primera persona, y logra la proeza de rescatar el ambiente de aquellos años a través de las frases hechas, las cafeterías, restaurantes y costumbres de entonces. La historia novelada gira en torno a una familia del barrio de Salamanca a lo largo de tres generaciones, con especial hincapié en las tres mujeres más representativas de la casa en cada momento. Su estructura narrativa está organizada en tres partes que se corresponden con tres momentos de la historia y que, en buena medida, siguiendo una cronología lineal con muchas retrospecciones temporales, reproducen el clásico esquema de planteamiento, nudo y desenlace. La primera parte, “Sepulcro de la memoria”, se centra en los veinte días anteriores a la muerte de Franco en noviembre de 1975. La incertidumbre de aquella burguesía, lastrada por el peso inútil de su pasado y preocupada por su patrimonio, se manifiesta en estas páginas con ironía y humor aprendidos en Cervantes, hasta dar cabida a dosis bien controladas de parodia, caricatura y deformación esperpéntica, por ejemplo en el soberbio padre Altuna o en la grotesca sexualidad de Javo Chicheri y otros componentes de su comando fascista. En la segunda parte, “Desajustes”, se novelan más de dos años de rápidos cambios producidos entre 1975 y 1978. Si antes todo se circunscribía al barrio de Salamanca (“el cogollito” en el habla de Serrano), con sus tiendas, cafés y restaurantes, y unas vacaciones de tres meses entre el chalet de San Rafael (“Sanra”) y la playa de la Concha (Donosti), sin más contactos que los clandestinos con los rojos (“rogelios”), ahora en la transición los miembros de estas familias empiezan a moverse desconcertados por el aluvión de la democracia. Pero aprenden rápido y se adaptan incluso a las libertades sexuales de la nueva etapa, sin compartir de verdad ni su grandeza ni sus finanzas. La tercera parte, “Restauración”, más fragmentaria y elíptica, apura su resumen del paso de esta clase social por la travesía de los gobiernos socialistas hasta la victoria del PP en 1996. Muchas cosas cambiaron en el barrio, que sigue siendo inexpugnable porque el dinero está en las mismas manos. Y con el dibujo de sus transformaciones internas Longares ha dado cima a una espléndida novela de la vida cotidiana de la burguesía madrileña en la transición. En la intraliteratura de esta novela se encuentran secuencias magistrales como la del encuentro en Viena Capellanes o la muerte de Máxima.

Una novela que entra sin miedos en la realidad y en la emoción y además lo hace con un humor inteligente. Rafael Azcona ha dicho que Romanticismo es una novela que recuerda a Galdós, 'pero es mucho más divertida', y el novelista Luis Mateo Díez afirmó que Manuel Longares (Madrid, 1943) conecta con la gran tradición de la novela española del siglo XIX y demuestra a las puertas del siglo XXI que 'el mundo se puede contar de otra manera..."

Es extracto y compendio de otras reseñas que se relacionan:
http://jaimealejandre.blogspot.com.es/2012/04/manuel-longares-romanticismo.html

miércoles, 6 de marzo de 2013

Julio Cortázar: Rayuela (la contranovela)


"... La aparición de Rayuela en 1963 conmocionó el panorama cultural de su tiempo y supuso una verdadera revolución en la narrativa en lengua castellana: por primera vez un escritor llevaba hasta las últimas consecuencias la voluntad de transgredir el orden tradicional de una historia y el lenguaje para contarla. Cortázar empieza por proponer un acercamiento activo al libro y ofrece varias posibilidades de lectura: el lector ha de decidir. Después lo lleva a dos lugares distintos. «Del lado de allá», París, la relación de Oliveira y la Maga, el club de la serpiente, el primer descenso de Horacio a los infiernos; y «Del lado de acá», Buenos Aires, el encuentro de Tráveler y Talita, el circo, el manicomio, el segundo descenso. La novela tiene un total de 155 capítulos, que pueden ser leídos de diferente forma: a la lectura tradicional, es decir, empezando por la primera página y siguiendo el físico del texto hasta llegar al capítulo 56, y además el Tablero de dirección propone una lectura completamente distinta, saltando y alternando capítulos.
Para el funcionamiento de este conjunto semiótico, Cortázar diseña un programa narrativo, una estrategia innovadora vinculados con los procesos anteriores de ruptura. El primer eslabón son los Chants de Maldoror, del Conde de Lautréamont, con la adaptación de este principio dislocador: «No tener miedo al encuentro fortuito (que no lo será) de un paraguas y una máquina de coser en una mesa de disección». El Ulysses de James Joyce, citado varias veces por el novelista argentino, es otro modelo imitado: Horacio Oliveira recuerda los itinerarios de Leopoldo Bloom por el laberinto urbano dublinés y sus descontroladas fluencias psíquicas.Otra revelación es Alfred Jarry; precursor del surrealismo y del teatrodel absurdo. Más efectiva es la influencia del surrealismo. Cortázar alude a Eluard y Clével; se impresiona con la lectura de Opium, de Cocteau. Pero, sobre todo, utiliza a André Breton e incorpora a Rayuela algunos de sus procedimientos estructurales y psíquicos: -la inconexión, la ruptura del orden, la des construcción estructural.
No es posible hablar del argumento de Rayuela sin caer en inevitables reduccionismos que nos alejan del sentido de la obra, ya que lo relevante de esta novela no es lo intrincado o novedoso de la trama, sino el vasto universo psicológico de cada personaje y la relación que, desde este universo, establecen con el amor, la muerte, los celos y el arte.
La primera parte, Del lado de allá nos cuenta la vida de Horacio Oliveira, un argentino durante su estancia en París y la relación que tiene con la Maga, además de su grupo de amigos que forman el Club de la Serpiente, con los que entablan memorables conversaciones y discusiones que nos entregan la visión de Cortázar sobre diferentes aspectos del arte en la vida y de la vida en el arte, simultáneamente.
La segunda, Del lado de acá, el regreso de Oliveira a Buenos Aires, donde vive con su antigua novia; allí pasa largas horas con sus amigos Traveller y Talita; en el primero se ve a sí mismo antes de partir, en la segunda ve a la Maga, inolvidable y siempre presente.
Finalmente De otros lados, que agrupa materiales heterogéneos: complementos de la historia anterior, recortes de periódico, citas de libros y textos autocríticos atribuidos a Morelli, un viejo escritor (alter ego de Cortázar). Estas páginas, si bien en ocasiones se relacionan con los capítulos que las preceden, muchas veces no son más que estímulos imprecisos que Cortázar nos presenta para ayudarnos de alguna forma a alejarnos de la linealidad clásica de la literatura y sumergirnos en subtextos y subtextos de subtextos.
En su fondo y en su forma, Rayuela reivindica la importancia del lector y hasta cierta forma lo empuja a una actividad y protagonismo negado por la novela clásica en la que éste era llevado por la linealidad de una historia en la que lo más importante era «lo que pasaría al final». En Rayuela el argumento no importa o sólo importa en tanto es el escenario en que los personajes habitan y se desenvuelven, en una libre y profunda vitalidad que el autor les otorga y de la que él mismo dice no hacerse responsable. Lo que plantea este libro es la negación de la cotidianidad, para poder abrirse a otras realidades, donde las situaciones más absurdas se toman con total ligereza hasta lo más trágico es, tal vez, tomado con sentido del humor. Estos caminos que se plantean, y son un camino más para llegar al cielo de la Rayuela.
Muchos críticos se refieren a Rayuela como una antinovela, por el carácter innovador, ya que rompe con todos los cánones preestablecidos en la época de su edición. Sin embargo, no puede decirse lo mismo por parte del autor. Cortázar afirma en una entrevista que el término «antinovela» le parece una «tentativa un poco venenosa de destruir a la novela como género» por lo que prefiere el término contranovela. Cortázar busca con esta obra «ver de otra manera el contacto entre la novela y el lector», incitando a éste a que modifique su actitud pasiva frente a la obra, para tomar parte activa y crítica..."

Esta reseña es extracto y compendio de otras que se relacionan:
http://ruc.udc.es/dspace/bitstream/2183/8566/1/CC-05art11ocr.pdf