miércoles, 15 de abril de 2009

Heinrich Böll: Opiniones de un payaso

"...Heinrich Böll (1917-1985) escritor alemán. Llamado a filas por el ejercito del Reich durante la Segunda Guerra Mundial, luchó en varios frentes. Al concluir la contienda, volvió a su ciudad natal, que estaba en ruinas, e inició su labor literaria y novelas centradas en la experiencia bélica como vacío y absurdo, y sobre las contradicciones del sentimiento de culpabilidad alemán. La temática de la guerra queda superada en la novela Opiniones de un payaso (1963), donde a través de la figura de un clown, lanza una mirada crítica al conformismo y la relativa prosperidad en que se ha sumido la sociedad alemana con la «restauración» de la República. Luchó, a través de artículos y panfletos, por la libertad de expresión en los países del Este, preocupación que de forma indirecta está presente en El honor perdido de Katharina Blum (1974), sobre el poder del lenguaje periodístico. Su reconocimiento internacional fue sancionado en 1972 con la concesión del Premio Nobel de Literatura. Seguramente, nadie se negará nunca al sentimiento de compasión que el admirable payaso de Heinrich Böll despierta en todo lector. Hans Schnnier ha padecido el desprecio, el fracaso, el abandono y una definitiva ruina económica y personal; y aun así, su lección de compromiso con el destino humano se despliega íntegra y, tras el paso del tiempo, con permanente vigencia. La narracción en primera persona desvela paulatinamente una certeza sosegada: Hans, enamorado y fiel, no puede vivir sin Marie. La desesperación del personaje, no obstante, se vuelve sensatez. El payaso dicta en toda la obra, como pocos personajes literarios han sabido expresar, una incesante reclamación de afecto. La ternura, la melancolía y el humor vuelven aún más humana esta necesidad; paradójicamente, este mismo humor transformará en un acerbo discurso crítico la queja personal de Hans, que no es sino la queja de todo espíritu honesto y comprometido. Abandonado por Marie, el payaso profesional Hans Schnnier se muestra incapaz de mantener su carrera profesional y sólo consigue sucesivos fracasos artísticos. Consciente de su decadencia profesional y humana, arruinado económicamente y finalmente solo, el payaso regresa a su casa de Bonn, donde se dedicará a telefonear, una tras otra, a todas las personas que, desde la infancia hasta el momento, han guardado alguna relación con su vida. «Soy un payaso y colecciono momentos», con estas palabras se describe a sí mismo Hans Schnier, un artista venido a menos, destruido por la pérdida de un horizonte social y personal que le es tan ajeno como la felicidad que le ha sido vetada. Narrada en primera persona, Opiniones de un payaso es la obra con la que Heinrich Böll se situó definitivamente en el centro de la conciencia alemana, no solamente de la literaria sino sobretodo de la moral, política y religiosa. Católico ferviente, Böll se sintió obligado a manifestar su repugnancia ante las formas de adulteración y perversión que ciertos elementos representativos del catolicismo alemán creyeron conveniente adoptar con el fin de defender posiciones del poder político. A través de la irónica, inconformista, y a la vez conmovedora historia de «su payaso», Böll quiso devolver al catolicismo la conciencia de su espiritualidad y de sus deberes con las personas y sus humildes y patéticas pasiones individuales. Humor y ternura convierten estas páginas en el magistral retrato de una sociedad hipócrita y materialista, en una crítica feroz capaz de sobrecoger al admirado lector. Castro reseña que Hans Schnier es un payaso que ha cometido la peor acción que un cómico puede llevar a cabo: provocar compasión. Heinrich Böll lanzó en 1963 en “Opiniones de un payaso” una mirada crítica a una Alemania marcada por las heridas causadas por la guerra, que se mostraba hipócritamente arrepentida del nazismo. Pero, sobre todo, es una mirada crítica a la toma de posiciones de los demócratas cristianos para conservar una importante parcela del poder político; una toma de posiciones que implicaba la perversión de las doctrinas cristianas en favor de unos intereses que nada tienen que ver con la religión. Pero “Opiniones de un payaso” envuelve sabiamente esa lúcida disección de la realidad social alemana de los primeros sesenta en la historia vital de un personaje que resulta conmovedor. Hans Schnier es un hombre apolítico y agnóstico, que sólo desea poder ensayar y representar sus números de payaso y amar a su mujer. Sin embargo, las circunstancias políticas y sociales se inmiscuyen en su vida privada, de modo que no le queda otro remedio que tenerlas en cuenta. Y en esto Böll se muestra tremendamente acertado al señalar cómo el hombre no puede permanecer ajeno (ni creer que permanece ajeno) a la realidad que le rodea. No puede obviar que la política le atañe, que las reglas sociales le atañen, que las decisiones que otros toman le atañen, aunque él proclame no tener interés en la política, o las reglas y decisiones que otros toman. Las reflexiones del payaso sobre la forma en que, solapadamente, los católicos han logrado arrebatarle a su mujer, arroja luz sobre los distintos aspectos de la doctrina católica de la que los demócratas cristianos se sirven para sojuzgar a sus seguidores. El compromiso de Böll con la realidad de su tiempo y su entereza para tomar posiciones desde sus obras es sin duda el mejor aval para acercarse a una literatura que retrata el germen de la Europa que vivimos.Pocos como Böll han sabido describir la amargura de una juventud desesperanzada y dotarla de una simbología próxima a la redención. Su obra, pese al estilo realista, casi documental, de su visión moral apunta a la fabulación de los grandes clásicos, a las obras que planean sobre el tiempo y sus avatares sociológicos porque ha dado cuenta de los conflictos permanentes del ser humano. Leer a Böll supone sumergirse en el mundo de la posguerra alemana y del resurgir hipócrita de la doble moral del capitalismo, de la amargura inherente a cualquier frustración de los ideales perdidos, de la inocencia machacada, de la conversión del intelectual en un payaso a quien nadie escucha pero a quien se tolera por la innata condición del hombre a convivir con su dosis de masoquismo. De ahí el malentendido que rodea las grandes figuras tanto en su descrédito como en su rehabilitación y de ahí la conveniencia de que tenga que pasar mucho tiempo para que puedan ser leídos sin que el modo sociológico se apodere de ellos, desecándolos. Lo hemos visto recientemente con Camus tomado como santón o con Jünger como anotador de signos y catástrofes o con Heidegger con la absurda polémica de su filiación política cuando ser y tiempo estaba escrito años antes y nos tememos que pueda pasar con Böll cuando millones de jóvenes en Europa se encuentran en una situación psicológica similar a la de la posguerra. Malentendido que Camus tomó como una de las consecuencias que adopta el absurdo y del que sólo se puede salir mediante el recurso a una perenne insatisfacción frente a las definiciones que pretenden pasar por eternas. De ahí que el silencio ante Böll sea partícipe del mismo malentendido que el griterío hacia Jünger. Ambos participan de la misma ceremonia de las confusiones, del mismo malentendido..."
Esta recensión es extracto y compendio de otra reseñas que se relacionan:

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