viernes, 2 de marzo de 2018

Confesión General de José María Conget (la reivindicación del relato como género mayor)


J

J
".. José María Conget  (Zaragoza, 1948). Novelista y filólogo español. Ha desempeñado labores docentes y como gestor cultural. Académicas en Glasgow (1972-1973), Lima (1974-1976), Cádiz (1978-1983), Londres (1984-1990), Nueva York (1991-1998) y París (2001-2003). Fue jefe de actividades culturales en el Instituto Cervantes en Nueva York y en París. A partir de 1999 fijó su residencia en Sevilla, con un paréntesis de dos años en París, ejerciendo de profesor en el instituto Martínez Montañés hasta su jubilación en 2008. Fue coordinador y presentador del programa cultural en español de la televisión de CUNY en Nueva York Charlando con Cervantes, y comisario de varios ciclos de cine en el Lincoln Center, Public Theater y Anthology Film Archives de Nueva York. Ha destacado por su comisariado de exposiciones, sobresaliendo entre todas la titulada El cómic en la democracia española 1975-2005, organizada por el Instituto Cervantes en 2005 y que ha itinerado por varios países. Es colaborador regular en la prensa periódica de Andalucía y Aragón.
Es autor de la trilogía Quadrupedumque (1981); Comentarios (marginales) a la Guerra de las Galias, 1984, y Gaudeamus, (1986). Ha publicado también: Todas las mujeres (1989), Palabras de familia (1995), Cincuenta y tres y Octava (1995), Hasta el fin de los cuentos (1998) y Vamos a contar canciones (1999). Una cita con Borges. (2000), Viento de cine. El cine en la poesía española de expresión castellana (2002, El olor de los tebeos. (2004) Bar de anarquistas. (2005), Pont de l'Alma. (2007), La ciudad desplazada. (2010), Espectros, parpadeos y shazam! (2010), Trilogía de Zabala. (2010) La mujer que vigila los Vermeer. (2013), La bella cubana (2014) y Confesión general( 2017).
Su último libro Confesión general reúne doce textos de diferente porte y textura en la que con un tono íntimo y no exento de ironía y humor descorre el velo de la ficción para mostrarnos lo que no es sino pura literatura. Circulan por las páginas de este libro los secretos familiares, el misterio de los sueños, la exploración del miedo primigenio y la constatación de que, en épocas todavía no periclitadas, los lugares propicios para el amor eran pocos. También encontrará el lector el mito de Scherezade en versión dentista, una meditación sobre el bloqueo literario y otra sobre el concepto de autoría, la historia de un hombre que se enfrenta al significado verdadero de la madurez y la de un niño atormentado por la obsesión del pecado y del infierno. Completa el volumen el homenaje a tres canciones francesas que el autor tararea a menudo.


El volumen comienza con un relato sugerente, titulado "Madurez", no sólo por ser un relato espléndido, sino porque, como luego irá comprobando el lector, señala la posición del ánimo del escritor y da el ritmo predominantemente dolorido y melancólico del resto de los textos. La pareja y la familia, con sus agrias dificultades, ya están presentes en esta historia de un veterano escritor que no escribe, tocado por la soledad y el desgaste, mal avenido con su exesposa y con su hijo, patético en el lance de un ligue furtivo y asaltado por un inquietante estallido de dolor en la cadera.

En una línea parecida se encuentra el segundo relato del libro titulado "Tiempo hostil", en clara alusión u homenaje al poema de Ángel González "Inventario de lugares propicios al amor", cuyos versos finales sirven de cita para el cuento.  Una mujer cuenta a su hija, tan diferente de lo que ella fue en su juventud, cómo su amor con Salva, un estudiante de su edad, se frustró por la vergüenza y las circunstancias de una época gris en la que parecía predominar aquella voluntad de repartir la tristeza. Conget deja también espacio para la ternura en “ Esqueletos en el armario”, donde los polvorientos y dañinos secretos familiares parecen esconder un inesperado y esperanzador final. También se ajustan cuentas con la literatura en textos pirandelianos como "El lector", que plantea hábilmente la paradoja sobre la creación literaria, cuando el entusiasta admirador de un libro de un autor consagrado traba conocimiento con él y, además de decepcionarse con su trivial y estúpida personalidad, llega a creer, amenazadoramente, que el famoso novelista, al que acosa, le ha suplantado, le ha robado el libro que él podía y debía haber escrito. En la misma tecla pirandeliana "Todos los miedos el miedo", donde unamunianamente el personaje protagonista del relato, Miguel Zabala sometido a demoníacos terrores infantiles se encara con su creador y, en un ejercicio de autoficción le devuelve abruptamente los miedos que Conget le endosó a él, para que de esta manera ajustar sus cuentas pendientes con el autor.


 
También sobresalen "El bloqueo", por tratarse de un relato paradójico y resuelto con habilidad, y "Dentista", una suerte de Las mil y una noches a la americana con una Sherezade experta en endodoncias. estupenda historia, en la que un paciente se deja hacer acunado e hipnotizado por la torrentera de palabras de una odontóloga con facilidad verbal, una suerte de Sherezade con torno, que cuenta y cuenta sus historias erótico-sentimentales con tal poder de seducción que el hombre, al despertar (de la anestesia, del goce de la narración oral, del poder de las palabras), no solo rompe con su pareja, sino que tomará una drástica decisión para volver a verla, a oírla, tal vez esa que se están imaginando; sí, esa. Dentista es una memorable narración, sin duda el mejor relato de la colección. Así es Conget, que tiene algo de Sherezade aragonés; de hipnótico narrador, más que de dentista sin anestesia.

Tres relatos encantadores son  «Tres canciones francesas», una reconstrucción de la historia que hay detrás de la música y la letra, que no sólo es un brillante ejemplo de la capacidad evocativa de la música para rescatar el espíritu de un tiempo y su peripecia, sino un magnífico ejemplo de fusión de memoria personal y ensayo.
 
El último relato Confesión general supone un gran salto atrás, hacia la infancia, a las culpas y miedos insuperables que desquician a un muchacho que se inicia en la masturbación sojuzgado por el sentimiento de pecado, culpa y condena que le ha inoculado la educación religiosa colegial. Su atribulada y penosa “confesión general” ante un pejiguero e inquisidor dominico, mandamiento por mandamiento, detalle por detalle, alcanza, en manos de Conget, un gran virtuosismo de ritmo y lenguaje y un carácter estremecedor.

“Hay quien escribe, nos dice José María Conget, porque ha renunciado a vivir, pensemos en Proust; o porque la obra es un refugio frente al torbellino de la existencia, aquella “defensa contra las ofensas de la vida”, de Pavese. En mi caso no estoy seguro, aunque a veces tengo la impresión de que la escritura duplica la experiencia, la hace más real. Sufrí un infarto hace unos años y, una vez que asumí que no me iba a morir, empecé a pensar cómo se podía meter todo aquello en un cuento. Ahora tengo la impresión de que el relato que escribí se ha impuesto sobre los acontecimientos reales, les ha dado una estructura, un sentido”..."

 Esta reseña es extracto y compendio de otras que se relacionan: