viernes, 29 de mayo de 2009

Graham Greene: El Poder y la Gloria

"... El Poder y la Gloria es la obra maestra de Graham Greene. Green quería escribir sobre las persecuciones anticlericales, que en México tuvieron lugar bajo el mandato del presidente Calles (1924-1928) y su gobernador de Tabasco, Garrido Canabal. Para ello, fue a México y estuvo inmerso en el polvoriento, tortuoso y tropical país que después sería el escenario de su novela. Estamos en México despues de la Revolución. La Iglesia está aumentando de nuevo su poder y sus ingresos. El presidente Calles intenta evitarlo con estas persecuciones contra el clero. Posteriormente esto se volvería contra el propio presidente pues surgiría el Movimiento Cristero que intentaría de nuevo devolver a la Iglesia el poder del que había gozado antes de este intento de Calles. La principal idea de la novela está escondida detrás de su título: El Poder y La Gloria. El Poder es, de hecho, el poder del estado, representado por el gobernador y el jefe de policía. Están luchando contra la corrupción y la fuerza de la Iglesia. Sin embargo, su corrupción es incluso peor que la de ésta. Solo el teniente está completamente convencido de su lucha, aunque sus métodos no son los apropiados. Por otro lado, la Gloria de la Iglesia. Incluso con el representante que la Iglesia tienen en este estado del sur de México, el cura del whisky, el triunfo de la Iglesia está sobre todo. El cura del whisky no ofrece el mejor ejemplo, pero no importa lo que haga a lo largo de la novela, al final es considerado un mártir y un héroe y su ejemplo será tenido en cuenta en el futuro. Ese es el triunfo de la Gloria sobre el Poder. A pesar de que su obra, junto con los demás integrantes de la primera generación posmoderna de la literatura inglesa (Evelyn Waugh, Henry Greene, Anthony Powell, Christopher Isherwood y George Orwell), creció bajo la sombra de Joyce y Virginia Woolf, Graham Greene se erigió como una de las principales plumas de las letras inglesas de mediados del siglo XX. Construyó su narrativa, como queda demostrado con El poder y la gloria, en torno al antihéroe, a personajes subyugados por sus propias angustias o, simplemente, auténticos asesinos. Hombres presentados llenos de insuficiencias humanas y de traición a su misión. Sin embargo, para todos ellos, Greene desarrolla una trama para que puedan ser redimidos mediante el sufrimiento. Sólo la muerte puede traer la paz. Pero su universo es aun más espinoso, porque la caridad que podría salvarlos es, en sus novelas, extrañamente retorcida. La obra de Greene revela, como pocas, el drama humano que se desenvuelve en el hombre moderno que abraza la fe católica como guía espiritual para transitar el mundo. Revela la intensidad del sometimiento del hombre de fe a los desmanes del mundo moderno, del mundo del siglo XX construido sobre la idea de que Dios había muerto. La ambigüedad moral es el común denominador ético en las obras capitales de Greene, las que han sido llamadas sus novelas teológicas: El poder y la gloria (1940), El revés de la trama (1948) y El fin de la aventura (1951). En efecto, éstas pueden leerse como una multifacética exposición de los reversos de maldad, error y debilidad ética que yacen tras la corrección política y sentimental y religiosa. Al pensar en el Greene creyente es casi inevitable —tiene un aire de época— pensar en Camus, el gran ateo. De algún modo ambos son desarrollos distintos de la misma premisa: aunque el mundo sea un desierto cruel —y sin Dios, para Camus—, es necesario vivir como si existiera una oportunidad de justificar la vida. En Greene, esa oportunidad es la compasión. Se trataría entonces de una especie de existencialista católico. El poder y la gloria termina con el fusilamiento del cura —escena magistral a la que asistimos desde el balcón del jefe de policía mientras un dentista lo interviene—. Pero a continuación, en una especie de coda que se nos hará familiar en el estilo de Greene, un muchacho descreído recupera la fe ante la aparición milagrosa —o por lo menos sorpresiva— de otro cura clandestino que le golpea la puerta. El muchacho se precipita a besarle la mano y dejarlo entrar a su casa, y entendemos que este cura viene a reemplazar al fusilado y que el calvario se reinicia —eternamente—. En El poder y la gloria esa ambigüedad encarna en la figura central del cura pecador. Este cura borracho, amancebado en un periodo y con una hija, cobarde y desesperado (es decir, a ratos descreído), no puede dejar, sin embargo, de comportarse como un sacerdote. La explicación aparente es su compasión hacia un mundo de dolor que lo necesita, pero ésta parece menos importante que la "pasión" a secas. Una fuerza ciega que lo empuja a su destino —como en las tragedias griegas, donde, a pesar de los avisos, el personaje no puede dejar de perderse—, lleva al cura a su martirio anunciado desde las primeras páginas..."
Es extracto y compendio de otras reseñas:

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