lunes, 1 de junio de 2009

Charles Baudelaire: Las flores del mal

"...Charles Baudelaire se erige, nos dice Jimarino en su blog Perros de la LLuvia, como el poeta más importante de la literatura francesa y uno de los más destacados de la literatura de todos los tiempos. Poseía un sentido clásico de la forma, obsesionado por la precisión, sus versos guardan una exactitud deslumbrante en el uso del lenguaje y un gran talento musical. Su originalidad, que causaba tanto asombro como malestar, le hace merecedor de un lugar al margen de las escuelas literarias dominantes en su época, lo elevan por encima de su tiempo, hasta alcanzar nuestro días con una sorprendente vigencia. Su poesía es para algunos la síntesis definitiva del romanticismo, el salto necesario que anunciaba el simbolismo, y con ello la poesía moderna. Baudelaire fue un hombre dividido, atraído con idéntica fuerza por lo divino y lo diabólico. Sus poemas hablan del eterno conflicto entre lo espiritual y lo sensual, entre el spleen y la alegría de lo sagrado. Diseñó como nadie había hecho hasta entonces el mapa de una vida oscura, la experiencia interior humana convertida en oraciones donde lo insignificante compartía espacio con los grandes temas poéticos. Emocional y profundo, sórdido y obsesivo, ahondó en el alma humana con una originalidad rara vez superada. A pesar de su tendencia exagerada a buscar lo miserable jamás renunció a la belleza y a la verdad, lleno de su afamada ira provocadora. La mayor parte de su obra poética se editará tras su muerte. Aparecidas inicialmente en 1859, Las flores del mal (Les fleurs du mal) recogen la práctica totalidad de la poesía en verso que escribiera Charles Baudelaire (1821-1867), poeta que revolucionó las bases y los resultados de la poesía moderna. En una primera intención, Baudelaire pensó titular su libro Las lesbianas. Partiendo de una cosmovisión romántica, en la que el artista es el desclasado por antonomasia de la sociedad burguesa (que predica el Bien, su Bien, como basamento del orden del mundo) Baudelaire, desalentado por esa sociedad filistea y obtusa, prefiere el camino del Mal, que no sería a la postre, sino una manera distinta del Bien. Nace así el malditismo, la búsqueda de la autodestrucción, la inmolación sacral del artista como víctima. Su afición, queridamente amoral, al ajenjo, a la lujuria, a un desorden sensual en que terminará viendo, además, un modo de inspiración. A todo ese malditismo —tema de la nueva poesía— hay que añadir una escrupulosa y magnífica perfección formal, un ritmo que ensaya novedades y una manera de adjetivar, ruptural y rotunda, esteticista y simbolista, que potencia y embellece la novedad y el talento de ese nuevo temblor, que hace de Baudelaire, no solamente un poeta de primerísima fila, sino el padre directo o indirecto de toda la moderna poesía occidental. De él nacen Rimbaud y Verlaine, pero también Mallarmé, Apollinaire y hasta T. S. Eliot. Sin Baudelaire la poesía actual no sería la que conocemos. Durante toda su vida Baudelaire siguió aumentando Les fleurs du mal cuya tercera y definitiva edición apareció en diciembre de 1868 —algo más de un año tras la muerte de su autor— con prefacio de Gautier, al que iba dedicada. Poemas como Lesbos, Los gatos, La cabellera o Don Juan en los Infiernos —entre tantísimos— cantan la arrogancia dandi del maldito, su hipersensibilidad, su distiguido amor por lo raro, su espiritual sed de lujuria, su ansia de derrocar tabúes para llegar, al fin y casi imposiblemente —el buen burgués no perdona— a un mundo perfecto, sensual y lujoso, sin clero y sin policía. Este compendio de “flores enfermizas” lo dedicó Baudelaire a su Maestro y Amigo Theófile Gautier. El Prólogo a “Les fleurs du mal” está escrito por el propio Baudelaire y lleva el elocuente y desafiante título: “Al lector”, en el cual se hace una honda requisitoria a las bajezas morales que minan las bases espirituales de la condición humana a través de su fachendoso tránsito por las diversas edades de la historia. Este libro puede leerse perfectamente como un “tratado moral” en el más exacto sentido que los moralistas dieciochescos franceses le asignaban a la expresión. El poeta alza su estro lírico contra la mezquindad, la culpa, la estulticia, el error y demás taras éticas de un mundo, paradójicamente, en plena expansión capitalista. Véase, grosso modo, el ambiente literario y artístico de la Francia de finales del siglo XVIII y todo el siglo XIX. Es aquí, en los pródromos a “Las flores del mal” donde consigna Baudelaire su universalmente conocida frase traducida a todas las lenguas del orbe: “Lector, tú bien conoces al delicado monstruo, -¡Hipócrita lector -mi prójimo-, mi hermano!”. Este titulo es ya por sí mismo un desafío, que señala por completo la intención de su autor: asombrar al público, escandalizarlo incluso, al unir en un solo término dos conceptos al parecer contrapuestos. Por un lado, las flores, que tradicionalmente simbolizan la belleza, a la cual se había considerado, a lo largo de los siglos, como inmaculadas, luminosas, bondadosas, felices; por el otro, el mal, que al asociar Baudelaire a la Flor, logra darle a lo bello otro sentido, otra manera de captarlo: en la belleza hay también oscuridad, sufrimiento. De lo hermoso, entonces, a diferencia de lo que creía la estética platónica, es posible extraer lo malo. Pero para Baudelaire lo malo no viene a ser necesariamente negativo, sino que así puede resaltar todavía más lo hermoso, como cuando describe a mujeres que resplandecen a pesar de que están hundidas en el opio y de que hacen sufrir al poeta. En lo bello, pues, es posible encontrar vicios y pasiones tan legítimos como las virtudes. Baudelaire exalta por igual los perfumes, la música, los colores, que el alcohol, las drogas, la lujuria, la muerte. Los poemas de Baudelaire aparecieron en 1857 (el mismo año que otro libro escandaloso, Madame Bovary, de Flaubert), y de inmediato provocó el rechazo por parte de una sociedad todavía no preparada para admitir esta nueva estética, este "nuevo escalofrío", como definió Victor Hugo a la poesía de Baudelaire. Y después de Baudelaire ya no fue posible volver atrás. De hecho, Las Flores del Mal es un libro moderno, porque la atmósfera decadente de que hace gala es ya una descripción de la modernidad..."
Es extracto y compendio de otras reseñas que se relacionan

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