lunes, 13 de abril de 2009

Thomas De Quincey: Confesiones de un opiófago inglés

"...Juan Sasturain nos dice que una de las virtudes más aparatosas del escritor inglés Thomas De Quincey (1785-1859) es el vigor con que titulaba. Textos como Confessions of an English Opium-Eater (“Confesiones de un opiófago inglés”) o On Murder Considered as One of the Fine Arts (“Del asesinato entendido como una de las bellas artes”) tienen la cualidad nada frecuente de ser inolvidables. Incluso para quienes no los hayan leído. Thomas De Quincey escribió en 1820 estas “Confesiones de un opiófago inglés” basándose en sus experiencias personales con el opio, del que fue consumidor a lo largo de toda su vida. Con tintes autobiográficos, esta pequeña novela nos describe, reseña Castro, la caída en la adición de un joven que abandona sus estudios en busca de una vida más libre pero acaba en la más absoluta indigencia. De resultas de esta vida desordenada, le quedan como secuela unos terribles dolores estomacales a los que acabará encontrando alivio gracias al láudano. Sin embargo, poco a poco se desliza por la pendiente que separa el remedio que sana del vicio que deleita, para acabar por convertirse en un adicto que consume altas dosis de opio cada día. La obra pretende ser un aviso para navegantes acerca del peligro que implica el consumo de opio, un mal de moda en la época. El propio narrador, con gran ironía, explica los muchos conceptos erróneos que rodean el consumo de dicha droga, y antes de arremeter contra ella y relatar los presuntos efectos adversos, elogia los resultados de su uso. Antes de que el abuso del opio le llevara a terribles desvaríos de la razón y mientras se contuvo en los límites de un uso esporádico y moderado del mismo, el opio era capaz de producir en el opiófago una sensación de claridad mental y vigor físico, capaz de sublimar hasta el éxtasis cualquier placer físico o intelectual. La imagen del consumidor de opio como un ser adormilado y laxo parece del todo inadecuada a nuestro hombre que, tras ingerir una dosis de la droga, sentía su intelecto revigorizarse y su cuerpo dispuesto a enfrentarse con cualquier labor sin sentir cansancio. Por desgracia, por motivos que el narrador no explica, nos dice Castro, aunque pide que el lector confíe en su palabra de que no descendió por las laderas del vicio de forma indolente, el consumo pasó de ser esporádico a convertirse en diario, aumentando cada día la dosis. Pronto el vigor físico dejo pasó al decaimiento y la claridad mental a los más horribles desvaríos.La relación de estos desvaríos viene a ser, en el fondo, el verdadero centro de una novela que se aprovecha de la descripción de los efectos del opio para adentrarse en ese mundo fantástico y atormentado de los sueños de la mente. Cuando la razón se adormece bajo los efectos de la droga, despierta un mundo onírico terrible que se alimenta de las pasadas experiencias y los anhelos más insospechados. Las Confesiones, reseña Mario Valdovinos, escritas como un exorcismo contra los efectos del opio, que atravesaron su existencia durante años, y publicadas en la revista 'London Magazine' el año 1821, aunque ampliadas y corregidas en 1856, siguen la huella de dos célebres delatores de sí mismos: San Agustín y J. J. Rousseau. De Quincey y Baudelaire terminaron por repudiar el opio y el hachís que apabullan y envilecen la imaginación. Los elixires del placer, si bien posibilitan vivir setenta o cien años en una sola noche, también embotan y anestesian la voluntad y el impulso creativo, hundiéndolos en una cárcel de sueños. Los ecos de las Confesiones de De Quincey fueron intensos, lejanos y resplandecientes, en no escasa medida por el exotismo y honestidad de sus propuestas. Las aspiraciones del opio inspiraron a Alfred de Musset; Héctor Berlioz y su Sinfonía fantástica; Gerard de Nerval voló más alto con los efluvios opiómanos y Flaubert mencionó a la obra como el espectáculo de 'un alma al desnudo'. " Esta recensión es extracto y compendio de otra reseñas que se relacionan:

No hay comentarios:

Publicar un comentario