sábado, 13 de junio de 2009

Henri Michaux: Un bárbaro en Asia

"... Henri Michaux poeta-pintor, nacido en Bélgica en 1899 y francés por adopción. Sus Obras Completas fueron publicadas en la Pléiade en el 2004 y a su obra plástica se le han dedicado retrospectivas en las grandes catedrales del arte. Como descripción sintética de su obra, nada mejor que Jorge Luis Borges, que en el prólogo que escribió para la edición de Un bárbaro en Asia dice: “ A lo largo de su larga vida ejerció dos artes: la pintura y las letras. En sus últimos libros las combinó. La noción china y japonesa de que los ideogramas de un poema se componen no sólo para el oído sino también para la vista, le sugirió curiosos experimentos. Como Aldous Huxley exploró los alucinógenos y penetró en regiones de pesadilla que inspirarían su pincel y su pluma. en 1941, André Gide publicó un opúsculo que se llama Descubramos a Henri Michaux…”
Un bárbaro en Asia, escrito entre 1930 y 1931, es un clásico moderno. Diario de viaje, cuaderno de ruta, ofrece al lector, en forma de ensayos o de reportajes, una ojeada sagaz de la India, de China, del Japón y de Malasia. Notará el lector que Michaux hace siempre turismo espiritual y quedamos estupefactos ante la personalidad secreta del escritor. Michaux traza sobre todo un retrato pintoresco de los hindúes y de los chinos. Todas sus impresiones se caracterizan por su desparpajo y buen humor. Y si a esto se añade una prosa muscular, enjuta, en la que cada frase tiene una densidad explosiva, de seguro que leemos al mejor Michaux” (Cristobal Serra). En junio de 1966, escribía Jorge Luis Borges sobre este libro : “Había entonces traducido Un bárbaro en Asia y espero no haber traicionado —en el sentido del refrán italiano— esta obra aguda que no es apología ni ataque, sino las dos cosas a la vez, y muchas cosas más”. Una escritura que habla del otro que habita en nosotros mismos.” Así caracterizó recientemente Jean-Michel Maulpoix a la obra de Henri Michaux (1899-1984), que alguna vez definió a su propia literatura como un “recorrido”: “Escribo para recorrerme. Pinto, compongo, escribo: me recorro. Es la aventura de estar en la vida.” Diálogo interminable consigo mismo, la poesía de Michaux traza una travesía hacia los paisajes en que se despliega el “espacio interior” del ser: la imposibilidad de estabilizar la relación entre el ser y sí mismo, el sentimiento de una privación irremontable, de una inadecuación entre el yo y el mundo.Michaux convertiría a su literatura en un incansable recorrido de viajes reales e imaginarios -La noche se agita (1938), En otros lugares (1948)-, de su paso por el mundo alucinógeno de la mescalina -Miserable milagro (La mescalina) (1956), El infinito turbulento (1957)- y sobre todo, en un examen incondicional de sí mismo -Conocimiento por los abismos (1961), Modos del dormido, modos del que despierta (1969)-. En el siglo xx, es acaso el gran artífice de la narrativa del yo. Su estricto contemporáneo Borges lo recordaba como “un hombre sereno y sonriente, muy lúcido, de buena y no efusiva conversación... Por aquellos años no sospechaba lo que el Oriente le daría o, de manera misteriosa, ya le había dado”. Michaux fue a escuchar a Borges al Collège de France en enero de 1983. Ese castillo de destinos cruzados produjo el único documento fílmico que sobrevive de Henri Michaux..."

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