viernes, 23 de noviembre de 2012

El astillero de Juan Carlos Onetti. Reseña de Emilio Piqueras Gómez.

“El astillero”,

de Juan Carlos Onetti. Ed. Seix Barral 1983

Reseña de Emilio Piqueras Gómez


El astillero es la obra cumbre del uruguayo Juan Carlos Oneti y una de las más prestigiadas de toda la literatura hispanoamericana. Una novela lúgubre, oscura y triste que trasluce un trasfondo de angustia, de falta de motivación o carencia de expectativas de futuro que sitúan la propuesta dentro de la línea existencialista, siguiendo los pasos a otros literatos como Sastre, Heidegeber o Camus. Con el fin de poder realizar una reflexión sobre esas profundas raíces de la obra, voy a ahondar en tres distintas líneas: una primera, donde se analizará el tema de la obra; una segunda que se ocupará de estudiar el perfil de los personajes –ya que en la novela no es solo Larsen quien se ve inmerso en la crisis existencial –; y una tercera, en donde se analizarán los factores que evidencian esa crisis.

Uruguay a comienzos de los 80, momento en que se escribió la obra, es un país gris hundido en la miseria a que les había llevado la dictadura militar. Onetti refleja en su obra esa decadencia que se extendía a todas las parcelas, regiones y estamentos del país. La obra comienza con la descripción de la población de Santa María y de la empresa El Astillero, con su puerto, a pocos kilómetros de la localidad, que serán los lugares en donde va a transcurrir la trama. Todos los paisajes y estructuras que se describen son oscuros, degradados y solitarios donde la miseria es la protagonista.

Larsen retorna al lugar de donde fue desterrado unos años atrás, y es reconocido por los asombrados ojos de los vecinos. Petrus, el dueño del Astillero, le propone un absurdo trabajo como Gerente de la fábrica, cargo que acepta tras una, no menos absurda, discusión sobre los términos de su sueldo con dos que se suponen serán sus subordinados, Khun y Gálvez. La trama girará alrededor de la mentira del empleo, de la soledad del gerente, del irrealismo de la situación… y se complicará al aparecer un documento falsificado por el propietario, que puede llevar a la cárcel a Petrus y que Gálvez posee. Cuando el temido encarcelamiento se produce, Larsen visita al dueño en la prisión, enterándose posteriormente que el administrativo que entregó las pruebas se había suicidado en el río. El desenlace comienza con su regreso a Puerto Astillero y la noche de amor con la criada de su idiota novia, lo demás habéis de leerlo para sacar vuestras propias conclusiones.

La obra es una auténtica tragedia de principio a fin, una historia de fracaso en un ambiente de degradación en donde no se salva nadie. La propuesta contiene muchos componentes filosóficos, Onetti pone los anteojos en la realidad de la existencia humana. Dibuja, al igual que Sastre, a los personajes como seres solitarios, angustiados, desilusionados… hombres cuya vida no tiene sentido y que, al no anhelar ningún horizonte, esperan la muerte sin más. Se nos presenta la realidad de una sociedad pobre, en declive, que se ha denigrado hasta límites insospechados; pero no la inventa, quizás solo la extrapola, pues parece un espejo de la realidad uruguaya de la década de los 80, una sociedad en donde el pesimismo reina impregnándolo todo, porque, sin duda, la crisis económica se refleja en la miseria, en los lugares degradantes, insalubres… Por todo ello hay que afirmar que el tema principal de la obra es esa vida sin sentido de los protagonistas, que no solo se desenvuelven por lugares sucios y decadentes, sino que nos muestra que también sus acciones son miserables, signo de la degradación y desesperación, lo cual nos sugiere el carácter incierto y precario del hombre en el mundo. Y todo lo expuesto, en su conjunto, es lo que demuestra ese vacío existencial y convierte la obra en un auténtico tratado novelado sobre la crisis existencialista.

En cuanto a los personajes, casi todos ellos aparecen –y no solo Larsen, como ya he adelantado antes– marcados por una vida desnortada, insatisfecha y falta de esperanza. Así, si hacemos un repaso de los protagonistas, vemos a un Larsen, individualista y depresivo, que tuvo que irse expulsado del pueblo y que vuelve queriendo sacarse la espina, que acepta rápidamente un cargo que podría ser el icono de su triunfo, pero que cuando descubre de qué se trata, ante la visión de la realidad, reacciona de manera fantasiosa e irrealista y muestra sus artes de manipulador; en fin, una persona que, en pocos meses que dura la trama, se degrada en todos los niveles –físico, moral y anímico– hasta acabar destrozándose. Petrus, el dueño, es mentiroso, muy manipulador e irrealista, capaz de estar afirmando en cada momento que ya han llegado las ayudas del gobierno, que se van a hacer casas para los empleados o que faltan escasas semanas para reflotar la empresa, cuestiones que Larsen apoyará al instante. Gálvez miente todo el rato con su sonrisa –aunque eso a veces no deja de tener mérito–, pero luego es muy individualista y se muestra indiferente, sobre todo hacia su familia. Kunz, el técnico, quizás sea el único que salva un poco el perfil: es trabajador, serio, prudente… Luego, podríamos hablar de alguna de las mujeres: Angélica Inés, una pobre idiota a quien no hace falta adornar de ningún calificativo más; o la mujer de Gálvez, despreocupada, infiel, que no le importa nada su imagen… Y bueno, hasta un médico de Santa María que interviene en la obra se ve una persona infeliz, que ha fracasado, que está en fase decadente. Como vemos todo el elenco de personajes está cortado por un patrón bastante decadente, todos pueden pertenecer a un submundo donde la crisis existencial ha convertido a las personas en despojos de sí mismos, pero lo que es peor, no es solo su perfil, su imagen, su yo, lo que está desnortado y falta de vida, sino que encima son miserables todas las acciones que emprenden. Por salvar algo el álbum, citaré al mucamo que a pesar de que se le pueda tildar de cobarde por no abandonar la población, parece ser el único que acepta su situación sin llevarlo mal y que habla a las claras a Petrus, sin mentiras ni fantasías.

En cuanto a los factores que evidencian esta crisis existencialista, citaré, los siguientes: “El vacío existencial” que trasciende a la mayoría de los personajes;” la vida sin sentido” que se ve en sus trayectorias individuales; la “degradación personal” que día a día van sufriendo, desde el dueño que acaba en la cárcel, Gálvez que se suicida… o en la miseria de sus acciones, así Larsen pierde la compostura en el trato con las mujeres de la obra, progresivamente se va viendo físicamente gordo y torpe, y ya al final, en su último viaje en la lancha, observa su degradación física al mirarse las manos llenas de arrugas y venas hinchadas; y “el individualismo”, como cuando el propio Larsen, a los pocos capítulos del inicio, comienza a darse cuenta de la situación y se convence de que solo debe preocuparse por él mismo; y “la soledad”, como en el caso de Gálvez que no deseaba ir a trabajar y se recostó en su cama, mirando a la pared, pues quería estar solo y no compartir los problemas, o cuando el personaje principal, el gerente, manifiesta reproches y desprecio hacia el pueblo de Santa María, lo cual, en sí es una forma de darse valor y justificar su profunda soledad; también, “la miseria” que impregna todas las escenas: “calles de tierra o barro, sin huellas de vehículos, fragmentados por las promesas…” o cuando el gerente observa los zapatos de hombre, atados con cables de la luz, que lleva la mujer de Gálvez; y “la fantasía”, como cuando Larsen pronostica el resurgimiento de la fábrica sin tener en cuenta las dificultades económicas y sociales que se pueda encontrar, contribuyendo también a ello todos los demás, como Kunz o Petrus; y “la frustración”: también el gerente extraña muchas cuestiones que no ha podido conseguir en la vida, como es la carencia de familia o amigos, o de un futuro claro; y “la angustia” de la mayoría de ellos por estar viviendo una vida en la que no creen y donde todo se les hace cuesta arriba; y ese “irrealismo” que sobre todo alimentan Larsen y Petrus; y “el fracaso”, situación en la que incluyo hasta al propio doctor; y “la infidelidad”, que parece que responde a una carencia de valores personales y queda escenificada en la de Larson para con su novia, en las carnes de la mujer de Gálvez y de Josefina, la criada.

En fin, El Astillero muestra una clara orientación existencialista, presentando a lo largo de sus capítulos una pormenorizada exposición de ambientes y detalles, y una descripción psicológica de personajes que lo certifican, así como unos elementos temáticos –ya descritos– sobre los que se puede analizar y comprobar esa crisis existencialista que inunda la novela. Y en ella existe una clara alegoría que se dibuja en dos símbolos, por una parte la del país en declive que se refleja en “El Astillero” y, por otra, la del ser humano degradado que se simboliza en Larsen. Creo que Onetti ha elegido bien los medios para inducirnos a la reflexión que pretendía al objeto de desenmascarar los vicios y pecados que carcomían al país. Y he de decir que, después de haber vivido una historia tan triste, quizás lo más sugerente de la obra es que de alguna forma quedamos advertidos –y ya quisiéramos los lectores, vacunados – para estar alerta en aras de evitar caer en ese abismo.



EMILIO PIQUERAS

lunes, 12 de noviembre de 2012

Vidas y opiniones del caballero Tristram Shandy.

" "No voy a discutir sobre esta cuestión: el Tiempo se desvanece con demasiada rapidez: cada letra que escribo me habla de la velocidad con que la vida sigue a mi pluma; sus días y sus horas [...] vuelan por encima de nuestras cabezas como nubes ligeras de un día ventoso, para nunca más volver; todo se precipita: mientras tú te rizas ese mechón, ¡mira!, se hace gris; y cada vez que te beso la mano para decirte adiós, y cada ausencia que sigue, son preludios de esa separación eterna que pronto habremos de padecer". ... (Fragmento de Tristram Shandy de Laurence Sterne).


Laurence Sterne (1713-1768), irlandés de nacimiento, admirador de Cervantes, Rabelais y Montaigne, pasó de ser un pobre vicario de Yorkshire a convertirse en 1760, con cuarenta y siete años de edad, a raíz de la publicación de su obra maestra, La vida y opiniones del caballero Tristram Shandy, en una de las figuras literarias más famosas y celebradas de toda Europa. Autor poco prolífico debido a sus tardíos inicios y a su delicada salud, constituye sin embargo un vínculo imprescindible entre los grandes satíricos de la literatura universal —precursores de la novela moderna como Cervantes, Rabelais o Swift— y la más arriesgada narrativa del siglo XX, representada entre otros por Joyce, Beckett, o Kundera, descendientes directos y confesos de Sterne.

Su título original es La vida y opiniones del caballero Tristram Shandy (The life and opinions of Tristram Shandy, gentleman) y se trata de una novela de Lawrence Sterne publicada en nueve volúmenes, entre 1759 y 1769. Trata acerca de las aventuras de la familia Shandy del título, así como sus amigos más cercanos, aunque hablar de una historia sea un exceso en Tristram Shandy: en realidad la novela es el conjunto de interminables digresiones que se ramifican de una a otra, sin concluir con ninguna de las anécdotas, al menos no de la forma tradicional. Es hilarante como el narrador intenta una y otra vez contar historias, a la manera de la novela tradicional, pero su esfuerzo siempre se trunca por una nueva digresión. Hay numerosos juegos visuales, tipográficos, páginas en blanco, en negro y hasta los diagramas de la narración, que se alejan mucho de la línea recta, por lo que podría pensarse que debido a su renovación Tristram Shandy fue un libro poco leído, una curiosidad para escritores, pero en su momento tuvo gran éxito.

Javier Mariás, autor de una de sus mejores traducciones, nos dice que es la novela más cervantina posterior al Quijote y el precedente más claro y directo del Ulises de Joyce: por la complejidad de su estructura y su excéntrica ambición, su carácter innovador e irrespetuoso, la dificultad de su lenguaje, sus endiablados juegos de palabras y su disparatada erudición, por sus atrevimientos sintácticos, tipográficos y de puntuación, por su incesante humor para muchos "intraducible". El lector actual que se acerca a la obra más famosa de Sterne descubre con asombro cómo la veta subversiva que alienta la narración desborda los límites de la peripecia para contaminar las mismas convenciones del género. La autorreferencia, la paradoja y el subjetivismo se alían con la explotación de los recursos tipográficos para crear, además, una de las novelas más divertidas de la literatura inglesa.

Importantes acontecimientos del texto quedan separados por años, por el ritmo en que se fueron publicando los volúmenes, por lo que desde su edición el libro revela su naturaleza: más que una voluntad narrativa lo mueve un afán lúdico. Trata acerca de las aventuras de la familia Shandy del título, así como sus amigos más cercanos, aunque hablar de una historia sea un exceso en Tristram Shandy: en realidad la novela es el conjunto de interminables digresiones que se ramifican de una a otra, sin concluir con ninguna de las anécdotas, al menos no de la forma tradicional. Es hilarante como el narrador intenta una y otra vez contar historias, a la manera de la novela tradicional, pero su esfuerzo siempre se trunca por una nueva digresión. Hay numerosos juegos visuales, tipográficos, páginas en blanco, en negro y hasta los diagramas de la narración, que se alejan mucho de la línea recta, por lo que podría pensarse que debido a su renovación Tristram Shandy fue un libro poco leído, una curiosidad para escritores, pero en su momento tuvo gran éxito.

Es una novela en gran medida intertextual, y lo es deliberada y declaradamente sobre todo con dos autores a los que Sterne evidentemente reverencia, Cervantes y Rabelais, y a sus más universales novelas, El Quijote y Gargantua y Pantagruel. Sterne amplifica la incorrección de Rabelais, la locura del Quijote y la forma de narrar de Cervantes, logrando una obra terriblemente personal e innovadora que supone un punto de inflexión en la historia de la narrativa. Nos encontramos ante una narración endiabladamente no lineal que al mismo tiempo está estructurada con una lógica interna que le proporciona una continuidad temporal interna. Una de las constantes en toda la novela, la continua mención a Locke , las apelaciones al lector, despiadadas réplicas a los críticos, historias dentro de historias, o narraciones postergadas o interrumpidas constituyen el laberinto shandyano que construyó Sterne para la posteridad.

Espíritu original y de criterios abiertos, anticonvencional, irreverente, maestro de la digresión y experimentalista. Sterne se enfrenta a los prejuicios y las opiniones trilladas forzando el lenguaje y las construcciones habituales para desmontar las formas lingüísticas que en cada persona determinan la construcción de una realidad cerrada, incomunicable, y opone a esa cerrazón e incomunicabilidad las armas del juego tipográfico, el sentimentalismo y el humor..."

Nos dice Javier Marías: ".. . Vi desde dentro, literalmente desde su interior, cómo se hacía la novela "más libre" de todos los tiempos, según palabras de Nietzsche. Asistí, nos dice, a su creación y me encargué de su recreación. Vi cómo se podía suspender el tiempo una y otra vez, cómo se podían aplazar o diferir los acontecimientos, la historia, sin perder por ello interés; cómo era factible incorporar al lector al texto e interpelarlo, crearle la ilusión de intervenir cuando en realidad se lo estaba llevando de la nariz en mayor medida que en cualquier novela tradicional; cómo cabía ser grave y bromista al mismo tiempo, declaradamente imitador y profundamente original; cómo el ritmo de la prosa lo es casi todo a la hora de envolver y arrastrar al lector, la mayor lección junto con esta otra: hay que ser osado, pero no por serlo gratuitamente y para llamar la atención, sino porque siempre es uno quien manda en lo que escribe. Hay que andarse con cuidado, sin embargo, en la frecuentación de Tristram Shandy, porque ese libro hace al instante viejas cuantas obras se presentan hoy como voluntariosamente innovadoras o "rompedoras". Demasiadas las envía al desván, nada más nacer..."


Es extracto y compendio de otras reseñas:
http://elpais.com/diario/2011/12/31/babelia/1325293970_850215.html
http://ellamentodeportnoy.blogspot.com/
http://perrolobo.wordpress.com/2007/05/21/tristram-shandy/ http://blogs.laverdad.es/franciscoarias/2008/12/27/laurence-ste
rne-francisco-arias-solis
http://es.wikipedia.org/wiki/Laurence_Sterne
http://www.emboscados.com/foro/viewtopic.php?TopicID=839
http://www.filo.uba.ar/contenidos/carreras/letras/catedras/litinglesa/sitio/tristamshandy2.pdf
http://palabrablanca.blogspot.com.es/2007/08/vida-y-opiniones-del-caballero-tristram.html
http://epdlp.com/escritor.php?id=2729


viernes, 9 de noviembre de 2012

El mismo mar. Un relato diferente de Amos Oz. Reseña de Emilio Piqueras Gómez.

Un relato diferente
EL MISMO MAR,
de Amos Oz. Ed. Siruela. Trad. Raquel García
Reseña de Emilio Piqueras Gómez


Para quien ya conociera la letra de este escritor y pacifista hebreo, mi envidia más sana, y para quien no la haya descubierto todavía, os recuerdo que compartió cartel junto a Philips Roth y Paul Auster en una reciente convocatoria del Príncipe de Asturias, aunque la balanza cayera incomprensiblemente del lado de Auster. Y sirva esta reseña como una invitación a sumergirse en los prodigios de su pluma, pues tras la lectura de cada uno de sus poemas deja un suculento poso de satisfacción en el lector, una sensación de estar enriqueciéndose y de saberse en manos de un gran maestro. Tal vez de uno de los mejores del momento, de quien ya hemos podido degustar de obras como “Mi querido Mijail”.

El mismo mar es una osada y fascinante obra en donde el autor juega con las palabras dentro de un estilo narrativo de difícil catalogación, aunque se podría describir como una lírica fundamentalmente prosaica muy conseguida, brillante y audaz. En ella, se profundiza en la búsqueda de los cimientos de cada personaje más que en redondear el argumento en sí. Es su obra formalmente más peculiar. Pero ha de ser leída despacio, saboreando y digiriendo cada frase, pues posee una especial atmósfera, a veces fragmentaria, pero que termina por pertenecer a un mosaico.

La trama gira en torno a Bat, un suburbio de Tel Aviv preñado de desconfianza, en donde un asesor fiscal, Albert Dannon, padece de dos ausencias, por una parte la de su mujer Nadia, muerta recientemente, y por otra, la de su hijo Rico, de viaje por el Nepal en busca de no se sabe bien qué identidad, tal vez solamente por nostalgia hacia la madre, mientras comparte sus días con una veterana prostituta portuguesa. Entretanto, Dita, novia del hijo, va a pasar a ser una musa inalcanzable para Albert, quien tiene que darle cobijo en su casa. Ella hará de amiga, hija y esposa con el viejo asesor –aunque tal vez solo sea en la fantasía de este –, y a la vez llevará su propia vida, externa a la vivienda, en donde aparecen involucrados otros personajes, como un amante y un promotor de cine. También intervendrá como personaje el mismo Amos Oz, mediante la denominación de El narrador. En el relato se le da vida a la difunta Nadia, concediéndole voz e influencia sobre el hijo, parece que por una costumbre judía, en la cual, una madre, aún después de muerta sigue ejerciendo ascendiente sobre los hijos. La historia carece de un final integrador, no manda mensajes de falsos optimismos, aunque no deja de pincelar cierta gratitud en cada uno de los personajes por el simple hecho de la existencia.

La obra está dividida en una especie de poemas, donde lo normal es que vayan escritos en prosa poética, siempre emotiva y sabia, aunque a veces introduzca alguno de métrica regular (eneasílabos en la mayoría de los casos) sin rima, y asimismo, en ocasiones también aparecen capítulos en prosa. Destacaría muchos poemas, pero por el apremio de resumir hablaré de “Una ardilla”, en donde intenta definir cómo vive la menarquia la mujer, poniendo las palabras en boca de Nadia: «red de espinas telarañas de un orden femenino…laberintos de mentiras costuras de artimañas…»; para después desarrollar una espléndida explicación de los ardides femeninos en aras de conseguir gustar al hombre. En este capítulo en prosa prolifera la reduplicación «ojos ojos», y como se ve, cada vez que utiliza el lenguaje libre directo del monólogo, prescinde de la puntuación. También es impresionante “Brasas”, donde mediante sugerentes metáforas y comparaciones, poniendo la voz en boca de Albert, habla apasionadamente del «deseo de mujer», anhelando el personaje que le retorne ese preciado apetito. En fin, sería imposible destacar todos los que me impactaron como “Cierra los ojos y vigila” o “Viene y va”…

El libro no es fácil de definir, pues a su compleja mezcla de estilos literarios, donde integra magistralmente la lírica y el relato, se va a unir una búsqueda de otro estilo muy propio, el de Amos Oz, en el cual, por momentos, parece recuperar los grandes relatos en verso tipo Espronceda. En fin, no es fácil catalogarlo: si como una novela, poesía, autobiografía… Según sus propias palabras, «busca estrechar los espacios entre poesía y prosa, entre ficción y confesión, entre literatura y música…» Es un libro triste que rompe muchos moldes. Parece describir el Israel del día a día, el de la vida cotidiana que nunca sale en la prensa ni la televisión, el de la mayoría de los israelíes, cuyo hogar –cuatro de cada cinco – lo tienen afincado en la costa. Y a la vez, mediante las andanzas del hijo Rico, nos va entremezclando ciertos mitos pertenecientes al Nepal. Pero es esencial destacar que en los textos suele ser muy ambiguo dejando bastante juego a la imaginación del lector. Según Juan Cierco, en El mismo mar « los muertos regañan a los vivos, los vivos preguntan a los muertos, los personajes hablan entre sí aunque estén separados a miles de kilómetros…». En fin, es un relato con mucho componente fantástico donde se traspasan multitud de barreras.

A los personajes los elabora de manera muy consistente y profundiza con esmero de cirujano en ellos, consiguiendo adaptarlos bastante bien al contexto que habitan. En varias ocasiones los dota de la palabra y construye los poemas en primera persona, en otras los pone en voz del narrador. Es una historia contada por distintos personajes, conectados entre ellos por algún tipo de relación, aunque solo sea en la imaginación, pero, en donde todos los protagonistas se encuentran separados de su objeto de amor por algún tipo de impedimento, desde la cruel distancia hasta, en ocasiones, la inevitable y misteriosa muerte.

En definitiva, no puedo imaginarme “El mismo mar” escrito con otro formato. Si el autor hubiera utilizado el estilo estándar de la narrativa, de la novela como siempre la hemos leído, seguro que no hubiera causado en mí los mismos efectos. Por ello os emplazo a que no dejéis de echarle una ojeada a esta revolucionaria obra que rompe tantos moldes como méritos tiene, y os aseguro que, si abrís una rendija de la misma, vuestros experimentados ojos quedarán imantados por lo que allí descubriréis.



EMILIO PIQUERAS

jueves, 1 de noviembre de 2012

Civilización y barbarie en “Doña Bárbara”, de Rómulo Gallegos. Reseña de Emilio Piqueras Gómez

Civilización y barbarie en “Doña Bárbara”,
de Rómulo Gallegos.
Autor: Emilio Piqueras Gómez

A la hora de realizar una crítica literaria sobre la novela de “Dª Bárbara” hay que señalar como tema central esa contraposición exhibida en toda la obra entre los conceptos de civilización y barbarie. Una contraposición existente en los llanos venezolanos, en donde parece que la civilización ha de venir de fuera, mientras que la barbarie ya se encuentra, desde los tiempos remotos, instalada en todos sus parajes, personas y costumbres.

Si analizamos el personaje de Doña Bárbara, cacique dueña de una gran hacienda obtenida por medios oscuros, encontramos a esa persona que quiere salirse con la suya por cualquier medio posible, para lo cual necesita tierras, villanos a su cargo, dinero, y que para ello es capaz de recurrir a las mayores villanías. El instinto de acaparar, de vivir en lo alto de la cúspide no le permite que le tiemble la mano: tiene a su mando a los Mondragones, al Brujeador, a Mister Danger… Y para no tener que cumplir unas leyes que le hubieran sido incómodas, ha procurado meterse a la justicia en su bolsillo, creando sus propias leyes, las que ahora tendrán que respetar todos los que quieran vivir en “El Llano”, todos los que pretendan hacerle sombra en sus aspiraciones, y eso siempre es jugar con una baraja marcada. Si reflexionamos ante esas circunstancias, vemos que “la barbarie” es algo que campa a sus anchas en la región. Sin embargo, sabemos que ella es también una víctima del Llano, pues fue violada de joven mientras que el muchacho de quien estaba enamorado era asesinado, hecho por el cual queda marcada. Esto siempre es una llave para entender la obra. El personaje no nace de la nada, cada uno tiene su propio recorrido. Y además, se nos presenta como alguien que tampoco dirige ni dispone los acontecimientos, planificando los desenlaces, sino que suele actuar por instinto, y aunque por viles principios en la mayoría de las ocasiones, en otras lo hace por creencias irracionales – ella misma se ve como un engranaje clave sobre lo que el destino les tiene deparado a cada uno de los habitantes–; y es por ello que el autor utiliza ese tinte mágico que impregna toda la historia, aunque aportando siempre una adecuada dosis de credibilidad.

En el extremo opuesto está Santos Luzardo quien representa la civilización. Un abogado que regresa de Caracas para restablecer la hacienda de Altamira, expoliada por todos los que quisieron poner en ella su codiciosa mirada. Una civilización importada, pero por un hombre que perteneció al “Llano”, y que es hijo de una familia marcada, quizás de las más violentas de la llanura. Heredero de una estirpe en donde casi todos sus progenitores han muerto de forma violenta, donde su mismo padre mató a uno de sus hermanos para luego dejarse morir. La historia se complica al estar enfrentada su familia –en la actualidad ya solo la compone él unido a sus recuerdos– con otra con quien compartía el caciquismo del Llano. El autor nos presenta a Santos como educado, como defensor de unos principios en donde se cree en el hombre, donde se rechaza la violencia y se lucha por ideales. Santos Luzardo sería el baluarte de la civilización, además, a su lado puede contar con Antonio, quien parece secundarle en sus ideas, y con Marisela, muchacha agreste y desamparada de quien se va enamorando, a la vez que representa un soplo de ingenuidad y belleza en la obra.

Hasta aquí el planteamiento de un pulso entre dos tendencias. Ahora reflexionemos sobre la trama: tras su llegada, en los primeros rifirrafes de los episodios, Santos va ganando terreno y peso en la obra, gracias a sus métodos limpios; sin embargo, llegado un momento, el abogado va a recurrir a un instinto aletargado volviéndose el más agresivo de los hombres, hasta el punto de hacer uso de las armas no para defensa sino para la consecución de unos fines. Y esto ocurre tras unos capítulos en que Dª Bárbara ha estado suavizando sus métodos y mostrando ciertos detalles tanto con Santos como con algunos de sus allegados, pero también coincidirá con la ausencia de Marisela de la hacienda. La trama, pues, va transitando como un acordeón entre los métodos más bárbaros y viscerales y otros más comedidos, en donde el amor o la búsqueda de objetivos menos materiales van modificando ciertas actitudes.

Pero a pesar de los avances de la trama, nadie parece que haya cambiado: Paivia no deja de ser bárbaro, porque muere; a los Montenegros les pasa otro tanto; igual que al Brujeador; todos ellos son personajes que desaparecen, no existe ningún cambio en ellos, no se ve que la civilización transforme a nadie, sino que los que representan la barbarie van extinguiéndose, pero a base de la fuerza. Dª Bárbara es un caso distinto, ella es una protagonista que sí evoluciona, es un personaje redondo, alguien con un recorrido alterno en esa dicotomía barbarie-civilización que sí que comienza a cambiar: necesita “entregar su obra” para conseguir el amor del hombre, según le ha aconsejado El Socio, todo ello dentro de un ambiente de misterio y magia, en el cual la mujerona reina, en parte por intereses de poder y en parte por convencimiento. Si quisiéramos afirmar qué fuerza vence en ella, no sabríamos contestar, ya que hasta en el comienzo del desenlace, cuando ve que Marisela sale vencedora en ese pulso que con ella sostuvo sobre el amor de Santos, llega a empuñar un revolver y está a punto de dispararlo sobre su propia hija, y en el final de la novela, en consonancia con ese matiz fantástico que baña la obra de principio a fin, tampoco se puede precisar si se suicida o se quita de en medio,.

Para concluir, la novela recuerda a otras en donde se debate la idea sarmentiana de "civilización o barbarie", y asimismo, en ocasiones me ha hecho rememorar La Regenta. En cualquier caso, a pesar de ciertos tintes paternalistas del autor y un seguro chauvinismo hacia la tierra del llano venezolano que parece conocer bien, la obra encierra una trama que apasiona, que es rabiosamente sugerente de leer porque la dicotomía tratada quizás esté en las vísceras de cada uno y seguro que en la filogenia de la especie humana, porque, según se ve a diario en las noticias del mundo, no parece que sea un argumento exclusivo del pasado o algo en lo que el hombre haya evolucionado mucho.



EMILIO PIQUERAS