jueves, 17 de noviembre de 2011

Ivan Aleksandrovich Goncharov: Oblonov (la exaltación de la pereza)

"...El libro Oblomov de Ivan Aleksandrovich Goncharov, 1812-1891, un clásico de la literatura rusa tal vez no muy tenido en cuenta en el panorama actual, brilla con luz propia junto a otros títulos más conocidos que nos legara el siglo diecinueve, prodigioso entre todos para la novela europea. Seiscientas cincuenta páginas acaparan nuestra atención de principio a fin, nos hacen reír, nos proporcionan dos o tres momentos líricos excepcionales, nos invitan a la meditación, a mirarnos en el espejo, a amar a Oblómov, y dejan, por último, un recuerdo imborrable en la memoria.
En 1858 publicaría su creación más importante, Oblómov, una de las obras centrales de la literatura rusa, en la que enfrenta dos personajes típicos: uno, el que da título a la obra, y cuyo nombre proviene de oblómok ("cascote, ruina"), es el ocioso representante de la nobleza rusa y de la tradición, perezoso, letárgico, mediocre y abúlico, que sacrifica sus sueños a la inacción viviendo, sin embargo, su desaparición como un drama; se hizo proverbial representando a un arquetipo típicamente ruso; el segundo, Stolz, cuyo nombre en alemán significa "altanero", es el modelo opuesto, equilibrado, de ideas políticas moderadas, partidario de la renovación, lo occidental, la industrialización, el negocio y la acción. La novela fue constantemente retocada hasta su versión final diez años después.
En la literatura rusa Goncharov ha quedado como autor de novela social y uno de los mejores representantes de la narrativa del siglo XIX. Al decir de Lev Tolstói, Oblómov es una obra maestra. Iván A. Goncharov, es un escritor cuya producción literaria no es demasiado extensa. Su obra principal es esta, “Oblómov”, que tardo diez años en escribir y publicada en 1858. Otras son “El declive” (1869), “Una historia corriente” (1847) y “La fragata Pallas” (1858). Con esta novela se acuñó un nuevo término: el oblomovismo.
Oblómov es el protagonista de la novela, a menudo considerado como la personificación del "hombre superfluo", un tópico recurrente a lo largo de la literatura rusa del siglo XIX. Oblómov es un noble joven y generoso que parece incapaz de hacer nada con su vida. A lo largo de la novela raramente sale de su habitación, donde permanece tumbado en un diván intentando evitar los problemas, las propuestas y las obligaciones que le llegan del exterior. El libro se considera una sátira de la nobleza rusa, cuya función social y económica estaba cuestionada en la Rusia de mediados del XIX. Sin embargo, la prosa de Goncharov hace sentir al lector una gran empatía por el protagonista, explicando con exactitud y sensibilidad psicológica su desdichada manera de ser. No se trata de un tópico, de un personaje tipo. Gracias a eso la novela goza de gran fama en todo el mundo, y no es simplemente un documento sociológico de la época y el país en la que está situada.
La novela se hizo muy popular en Rusia, y muchos de los personajes y situaciones han dejado una fuerte huella en el la cultura y la lengua rusa, convirtiéndose Oblómov en un término popular para describir a cualquiera que muestre una actitud pasiva e indecisa. El mismo Goncharov usa al final del libro el término oblomovismo para describir la actitud del protagonista, sin duda influido por el término bovarismo que estaba tan en boga en toda Europa por la fama de la novela Madame Bovary de Gustave Flaubert.
“Oblómov” es la historia de un terrateniente ruso, caracterizado por la indolencia y la apatía, por no decir vaguería pura y dura. Tumbado en su diván y mirando al techo deja pasar los días. Aunque diversos problemas le acucian, principalmente el cuidado de su hacienda, que cada vez rinde menos beneficios, nuestro hombre deja pasar el tiempo meditando la mejor manera de resolverlos, sin determinarse a pasar a la acción. La sola idea de dejar su poltrona le produce desasosiego, y así va dejando que la inercia guíe su vida, que va de mal en peor.
Pero nuestro hombre tiene un amigo de la infancia, Shtolz, que es lo que podríamos llamar un hombre de acción, como decía Baroja. Es decir, su antítesis. Shtolz tiene una ajetreada vida, pero en el poco tiempo libre del que dispone trata de sacar a su amigo Oblómov de la pereza y desidia en las que vive inmerso; además de arreglar los asuntos del propio Oblómov. Gracias a Shtolz, Oblómov conoce a una joven de la que se enamora. Entonces vive un despertar momentáneo. Lo que su amada exige de él, que arregle los asuntos de su hacienda, que esté al día de lo que acontece en el mundo, es demasiado para su desidia. Así, la relación acaba. ¿Con quien diríais que termina por casarse nuestra joven novia? ¡Con Shtolz, naturalmente! Juntos seguirán ambos velando por el entrañable Oblómov, que se hunde más que nunca en la indolencia hasta el final de sus días.
Ciertamente la novela de Goncharov ofrece un raro logro técnico y estético que la novela española decimonónica tardaría en alcanzar. En este sentido, Oblómov participa de las mismas virtudes que llevaron a Ortega a admirar la innovación y la técnica de Dostoievski. Para nuestro filósofo, el empleo de un abundante flujo verbal hace que los lectores de Dostoievski se saturen de las almas de sus personajes, hasta el extremo de que “van adquiriendo las personas imaginarias una evidente corporeidad que ninguna definición puede proporcionar”. Esto implica la retracción del narrador, que, siendo omniscente en cuanto al mundo que nos narra, deja no obstante que los protagonistas se expresen mediante sus propias palabras, confiriéndoles de este modo coherencia y solidez.
La maestría del escritor se muestra en su capacidad de definir todos los matices de la abulia omoblovista simplemente a través de la relación establecida entre el personaje que la representa y, fundamentalmente, otros dos. El primero de ellos es el mencionado Shtolz, una especie de ejecutivo de la pragmaticidad avant la lettre, máximo develador de la patología vital de su amigo. Y le secunda la figura admirable de Olga, la mujer que amó a Oblómov pero que fue incapaz de vencer su galbana. Porque una de las virtudes de Goncharov es la de presentarnos a su protagonista a partir de la perspectiva humanizadora de Shtolz y Olga, quienes a un tiempo denuncian la dejadez que le hará perder toda su vida y le reconocen “un corazón honrado y fiel” (página 610). No faltan, con todo, proclamas regeneracionistas, al modo de nuestro 98, en el sentido de que Rusia necesitaría que naciesen muchos Shtolz y desaparecieran los Oblómov. Pero Goncharov no se ceba en la debilidad de su criatura, que muere “sin dolor, sin sufrir, como se para un reloj al que olvidaron de dar cuerda
Sin exceso literario, sentimental ni pedagógico, con un pulso objetivo que hoy en día, habituados por los medios a historias simples con desenlace feliz o absurdamente dramático, puede dejar pasmado a más de uno, el problema Oblómov va discurriendo en cada uno de los episodios imprimiendo el matiz específico, nunca gratuito, requerido a la situación, tejiendo una trama en apariencia suelta y sencilla, y sin embargo de gran hondura, que hace de este libro una obra de perfección extrema. Pero ¿de qué trata Oblómov? Digámoslo en una palabra: de oblomovismo. Indolencia, frente a actividad. Degeneración, frente a plenitud. Un dejarse llevar, una sensación de que es la vida quien arrastra y uno nada puede contra ella y, por tanto, nada merece la pena hacerse: no en otra cosa consiste el oblomovismo. El lector actual, al cabo de las primeras cien páginas, probablemente llegue a la conclusión de que se encuentra ante el retrato literario de un ser víctima de la enfermedad moderna por excelencia, la depresión. Y, no obstante el apresurado diagnóstico, se comprende a Oblómov. Quien más, quien menos, en momentos bajos, ha sido Oblómov y se ha enfrentado a una tesitura similar: ¿merece la pena luchar por algo? ¿no es vivir una decepción constante? ..."

Es recension y compendio de otras reseñas:

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