domingo, 15 de febrero de 2009

John Kennedy Toole: La conjura de los necios (El mito del hombre desubicado)

" ... La conjura de los necios (A Confederacy of Dunces, en inglés) es una novela de John Kennedy Toole (1937-1969), escrita en 1962 y considerada por la crítica como una ingeniosa sátira que inscribe al autor en una tradición que lo emparenta con Rabelais y Cervantes. Su título es una referencia a una cita de uno de los clásicos de la sátira, Jonathan Swift: "Cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo reconoceréis por este signo: todos los necios se conjuran contra él".
El principio de la novela constituye, reseña Carlos Fernández, la presentación del personaje principal con su andar elefántico y pesado: un hombre alto y obeso, de grandes orejas donde sobresalen pelos sin cortar, labios grasientos, gordos y bembones, con restos de papas fritas, un tupido bigote negro, ojos altaneros, azules y amarillos, vestido con su gorra verde de cazador con orejeras, voluminosos pantalones de tweed, camisa de franela, bufanda y eructando constantemente debido a un problema de su válvula pilórica; rasgos físicos que desde las primeras líneas se revelan como indicio del carácter sui géneris de este personaje que si bien presenta características pantagruescas y actitudes quijotescas, se encuentra alejado de cualquier arquetipo conocido, y sin par en la literatura del siglo xx. Ignatius J. Really: de treinta años, intelectual egresado de la universidad, lleva una vida sedentaria, la mayoría de las veces encerrado en su mugriento y desordenado cuarto, tramando y escribiendo en decenas de cuadernos una diatriba en contra del siglo que le tocó vivir. Vive con su madre, quien después de tener un accidente automovilístico, por conducir en estado de ebriedad, lo obliga a buscar trabajo para que contribuya con el pago de los daños. Ese incidente es el detonante de múltiples situaciones que a su vez desencadenarán una serie de hechos con los cuales se va construyendo la trama de la novela. Ignatius se muestra como un personaje con valores anacrónicos, medievalista, ultracatólico, partidario de una monarquía totalitaria, que mira perplejo los vicios, la mediocridad, superficialidad y banalidad del siglo xx, que ataca los principios de la ilustración y las ideas de progreso. Pero sus acciones lo revelan como un sujeto miserable, inmaduro, glotón, mezquino, egocéntrico, mitómano, cobarde, caprichoso y perezoso. Un sujeto iluso e inútil incapaz de resolver los más elementales problemas de la vida cotidiana, pero predispuesto a embarcarse en los más quijotescos y disparatados propósitos. Precisamente se han señalado algunas afinidades entre Ignatius y el personaje insignia de Cervantes, y es fácil determinar esas similitudes, sobre todo en los malentendidos que surgidos de la realidad parecen darle a Ignatius el piso que necesita para avanzar en sus erradas cavilaciones. La distancia entre la percepción de Ignatus y la realidad se hace aun más evidente cuando se contrastan los hechos con la visión que de ellos tiene tanto en las cartas a su enamorada Mirna Mynkoff como en sus múltiples diarios. Kennedy Toole, nos dice en su reseña Carlos Fernández, toma el espacio de Nueva Orleáns para construir un microcosmos, que transcurre en diversos lugares que van desde la calle Constantinopla hasta el Barrio Francés; donde además de la figura antiheroica de Ignatius aparecen otros personajes: el señor Robichaux, el patrullero Mancuso, Burma Jones, González, la señorita Trixie, Dorian Greene, Dana, Darlene, George, Gusv Levy, la señora Levy, el doctor Talc, la señora Amy, la señora Really, Santa Battaglia y Mirna Mynkoff; en su mayoría estereotipos que simbolizan de alguna manera los vicios de cada uno de los estamentos de la sociedad de la que da cuenta. Se hacen alusiones a la paranoia comunista, al afán del Estado y las autoridades por mostrar resultados y encontrar siempre un culpable, a la situación del proletariado, a la persecución racista y al subempleo, a la vida nocturna en bares y cantinas, a la prostitución, la pornografía, la homosexualidad, los delincuentes de poca monta, la banalización del arte y los medios masivos de comunicación, al despilfarro y a la inútil y absurda solidaridad de la clase alta, al medio académico universitario, al chismorreo de alcobas y de barrio, a la generación beat y al hipismo, entre otros. Estos personajes que aparecen en lugares y situaciones aparentemente aisladas luego se irán entrelazando en un nexo de causalidades que los conducen a todos hacia un destino común, que asemeja esta novela en cuanto a su estructura a algunas novelas de William Faulkner.
Juanfran Molina indica que Ignatius es un personaje basado en el devastador choque que supondría extraer alguna mente pensante de otra época, colocarla en medio del crepitar social de los barrios modestos de cualquier ciudad y confrontarla con todo tipo de personajes contemporáneos a la novela. Algo aún más delirante si el personaje no es de otra época: una ingeniosa muestra, llevada al extremo, del mito del hombre perplejo, desubicado e incómodo ante la sociedad en la que vive y a la que no quiere deberse”. John Kennedy Toole jamás vio publicada su obra en vida. Al parecer, envió el original de la novela a varias editoriales, y todas la rechazaron. Su madre, al encontrar el manuscrito años después, lo llevó a distintas editoriales, las cuales también volvieron a rechazarla. Empeñada en su publicación, ya que pensaba que la novela tenía una calidad notable, se puso en contacto con el escritor Walker Percy para que leyera la novela y consiguiera su publicación. Percy, tal y como él mismo cuenta en el prólogo de La Conjura de los Necios, al principio receló de leer el texto que le ofrecía. Pero, cuando tras mucho insistir aceptó leerlo, quedó maravillado: no le parecía posible que la novela fuera tan buena. La novela recibió el premio Pulitzer en 1981, y fue un éxito editorial. " Esta recensión es extracto y compedio de otras reseñas que se relacionan en los vínculos que siguen:

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