viernes, 6 de mayo de 2016

La vida perra de Juanita Narboni de Ángel Vázquez (el último escritor maldito). La propuesta de la tertulia para el mes de Mayo.

Ángel Vázquez (Tánger, 1929- Madrid,1980) fue un escritor, autodidacta, políglota, apolítico, desclasado y un alcohólico solitario que vivió toda su vida en un continuo estado de precariedad. Hijo de Álvaro Vázquez, un camarero, de probable origen malagueño, de quien se sabe que maltrató a su hijo; y de Mariquita Molina, figura conocida en el Tánger de la época debido a su regencia de una sombrerería distinguida de la calle Siaghin, en la medina antigua de la ciudad. Parece ser que allí fue donde tanto ella como su hijo Ángel aprendieron la haquetía (o la yaquetía: una mezcla de hebreo, árabe y castellano) hablada entre los judíos de origen español en el norte de Marruecos. Abandonó sus estudios en 1947 a causa de problemas económicos, después de haber estudiado en tres escuelas: italiana, francesa y española. A partir de entonces se convierte en autodidacta. Trabajó en la oficina de un hebreo húngaro emigrado de Europa; pasó un tiempo como vendedor en la Librarie des Colonnes (aún hoy abierta, en el Boulevard Pasteur de Tánger); colaboró con el Diario España, que fue más tarde dirigido por Eduardo Haro Tecglen. Fue amigo de Emilio Sanz de Soto, con quien mantuvo amistad hasta su fallecimiento, de Paul Bowles y especialmente de la mujer de este, Jane Bowles. En las fiestas de los Bowles conoció a toda la intelectualidad que pululaba por la ciudad internacional. A la ciudad de Tánger acudieron Ginsberg y Kerouac, Beckett, Burroughs, Capote Tennessee Williams, Luis Buñuel y Juan Goytisolo, entre otros. Tánger era entonces una ciudad emblemática con un particular estatuto de ciudad libre donde circulaban sin demasiadas complicaciones las prostitutas, los homosexuales, los alcohólicos, los drogadictos, los expatriados, y al rebufo de todo esto una pléyade de artistas e intelectuales de todo fuste.
Ángel Vázquez o Antonio Vázquez, como también se le conoció, fue un tangerino que vivió el esplendor y la caída de una ciudad cosmopolita, que fue deteriorándose y perdiendo ese brillo que alcanzó Tánger como ciudad internacional. Su situación económica se agravó conforme se acercaba la independencia de Marruecos, que se impondría definitivamente en Tánger, sobre su estatuto previo internacional, en el año 1959. Los problemas económicos y su adicción al alcohol le obligaron a abandonar su casa. En 1962 recibió el Premio Planeta (después del cambio del primer fallo del jurado en favor de Concha Alos) por Se enciende y se apaga una luz, su primera obra publicada. Finalmente sólo publicaría nueve cuentos y dos novelas más (Fiesta para una mujer sola en 1964 y la vida perra de Juanita Narboni en 1976 ). En 1965, después de la muerte de su madre, se traslada a España y publica su mejor novela, La vida perra de Juanita Narboni en 1976. Despectivo consigo mismo y con su escritura, exigente hasta el límite del rechazo, un rato antes de morir de un ataque al corazón, el 25 de febrero de 1980, había estado quemando dos novelas que no había conseguido terminar. José Manuel Lara costearía los gastos de su entierro, en nombre de la editorial Planeta. Vázquez fue considerado entonces como «el último escritor maldito de España». Su obra fue elogiada por Juan Goytisolo y por Alejo Carpentier, entre otros. Durante mucho tiempo ha sido un escritor casi desconocido y sólo reivindicado por una minoría.

El escritor gaditano Eduardo Mendicutti, señaló que: "Ángel Vázquez reúne todos los elementos para ser un escritor de culto, tuvo una vida enormemente literaria, de héroe fracasado que unió su decadencia a la del Tánger como ciudad internacional que representó en sus novelas... pero ni como eso siquiera ha sido recordado". Algo "casi inexplicable" si se tiene en cuenta que escribió la que muchos consideran una de las grandes obras maestras de la literatura española del siglo XX, 'La vida perra de Juanita Narboni¡, relato en primera persona de la decadencia de aquel Tánger reflejado a través de un personaje que recuerda poderosamente a la madre del autor. Y, avisa Mendicutti, también "al propio Antonio Vázquez, que era su nombre real. Juanita está alcoholizada, es una solterona amargada que ve como todo su mundo desaparece sin poder hacer nada... Algo muy parecido a lo que vivía él mismo en sus carnes".

Escritor fuera de nómina se ha llamado a Ángel Vázquez alguna vez, un escritor marginal que nació en 1929 en esa tierra de nadie que fue Tánger desde la conferencia de Algeciras hasta la independencia de Marruecos, una ciudad internacional con un estatuto especial en la que pensó Michael Curtiz cuando rodó la película Casablanca, que en realidad tendría mucho más asiento y verosimilitud en Tánger que en Casablanca. Se le ha considerado como un escritor marginal por vocación y por destino, escritor a contracorriente e inclasificable, la literatura fue para él una forma de defenderse de las injurias de la vida. Era, lo decía el mismo, la evasión del prisionero, no la huida del desertor, y se instalaba más que en la tradición española, en la narrativa francesa o inglesa y en las novelas y relatos de Virginia Woolf, Katherine Mansfield o Chejov.

Su mejor obra fue, sin duda, La vida Perra de Juanita Narboni, que fue recuperada por Cátedra Letras Hispánicas hace pocos años, con un extenso prólogo y con notas esclarecedoras de Virginia Trueba La obra narra la vida de una mujer solterona, alcohólica y amargada llamada Juanita Narboni, apellido de origen sefardí que pudiera ser una derivación del apellido Narbona. La historia se desarrolla en Tánger, y todo ello a través de un  fantástico  e ininterrumpido monólogo interior enmarcado en un implacable presente. Es el soliloquio envolvente y arrollador de una mujer, Juanita Narboni, en la que no cuesta mucho ver un trasunto de la madre del propio Ángel Vázquez. Juanita vive con sus padres y su hermana, a la que de forma reiterada llama puta y dice no poder soportar. Su padre es alcohólico y probablemente acosa a las niñas marroquíes. Con su madre, la descansada, mantiene una relación que oscila entre el amor y el odio. Hay otro personaje, Hamruch, la criada de la casa, que jugará también un papel principal en la novela, pues sirve a Juanita para desahogarse y para atenuar sus desvelos. La pérdida de Hamruch será el golpe definitivo a su cordura. Con todos los personajes parece que dialoga, o mejor piensa en voz alta en un fluir contante que avanza y retrocede en el tiempo de forma libre. Juanita quejándose de su hermana: la otra, la moderna, la guarra. dialogando con su madre ausente para reprocharle que no la quiso lo suficiente y siempre tuvo debilidad por su hermana. Es una voz deslenguada y procaz que se abisma en ensoñaciones disparatadas. Una voz que se desgarra en lamentaciones sobre lo que pudo ser y no fue. La protagonista es un personaje plagado de matices, inolvidable, lleno de vitalidad y ganas de vivir, con sus preocupaciones cotidianas y sus problemas.

La lectura de la novela trae enseguida a la memoria a dos escritores, muy similares a Vázquez: Manuel Puig y Agustín Gómez Arcos. Las similitudes con el argentino son innegables, aunque no sean premeditadas. Se aprecia sobre todo en las voces de los personajes, muy locales, que emplean mucha jerga, y en la aparición de decenas de referencias a la cultura de masas. Ambos recurren a letras de boleros, de coplas o a pasajes de películas para ilustrar algunos de los episodios. Con Gómez Arcos tiene Ángel Vázquez en común la capacidad para crear el ambiente de la novela, para hacernos ver el espacio en el que se desarrolla cada escena sin que sea necesario describirla. Somos capaces de ver las calles de Tánger, la tienda de Marinita Medina (personaje que en realidad representaba a la madre de Vázquez) y podemos saborear algunas de las comidas que se mencionan a lo largo de la novela.

La vida perra de Juanita Narboni es una novela intensa y sorprendente, escrita bajo la influencia de sustrato de la memoria. Vázquez recrea la ciudad en la que nació y lo hace desde la mirada de una mujer que se va apagando a la vez que también en la ciudad se acaba la ocupación europea. La novela es magistral desde muchos puntos de vista. El principal aporte de la obra es el lenguaje que empleó Vázquez en su escritura. El monólogo de Juanita está plagado de palabras procedentes de la yaquetía, derivada de la lengua sefardí, y con la que se expresaban muchos de los tangerinos de origen español. La yaquetía era el castellano popular y meztizo que se hablaba en Tanger, salpicado de andalucismos, de palabras y expresiones francesas, inglesas y árabes, y, sobre todo, del habla de los judíos sefardíes. Es fascinante cómo suena en boca de Juanita, cómo se mezcla con los insultos clásicos del español y cómo de cuando en cuando aparece alguna frase en francés. Todo ello con frases cortas y vibrantes en las que se aprecia el mal genio de Juanita, pero también sus miedos y su angustia. Uno de los méritos del libro es haber reproducido muy bien el dialecto judeo-español de la yaquetía, que el autor aprendió oyendo hablar a su madre en la tienda que tenía con sus amigas judías. Vázquez fue capaz, a través de ese monólogo trepidante, de mostrarnos la vida de Tánger durante los años previos a su esplendor, cuando llegaron los extranjeros y lo ocuparon todo y cómo estos sólo se preocupaban de sus negocios e ignoraban a la población árabe a la que consideraban como un elemento exótico del paisaje. Después nos muestra a través de ese monólogo ininterrumpido cómo ese mundo ideal para los occidentales va poco a poco desapareciendo en la medida que los marroquíes fueron tomando el control de la ciudad. Pero Juanita nunca vivió esos años de esplendor en Tanger con un cierto desahogo. El estado de precariedad le acompañó siempre y fue acentuándose al final de su vida, como también sucedió con la vida del propio autor. El amor tampoco le correspondió. Los hombres que pasaron por su vida fueron todos homosexuales y desaparecieron de su vida igual que su familia. De ahí que una de las virtudes de esta novela sea esa desmitificación de Tánger como ciudad del amor y del pecado que crearon muchos de los ingleses y norteamericanos que se establecieron allí durante los años de bonanza. Esta obra es varias cosas a la vez, entre otras la crónica melancólica de un mundo tangerino que se acaba.

A pesar de ser una de las mejores novela que se ha publicado en español en el pasado siglo XX, es una gran desconocida. Se trata de una novela histórica, que describe como telón de fondo el Tánger de mediados de siglo y cómo se vivía por allí en esa época. Un Tánger colonial, cosmopolita y seductor, declarada en 1923 zona internacional administrada por ocho países. Tierra de nadie y de todos a la vez, engañosa y seductora. Esa mítica ciudad llena de libertad y encanto hasta 1959, en la que convivían franceses, españoles, estadounidenses e intelectuales de todos los rincones del mundo
La vida perra de Juanita Narboni es la novela de Tánger, de su protagonista-narradora femenina, Juanita Narboni, que muere cuando muere Tánger, y del lenguaje con el que se expresa en un soliloquio desgarrado más que en un monólogo interior. Esos tres elementos se funden en la única voz que habla en la novela, el mejor monólogo según Rafael Conte de la literatura española contemporánea. El monólogo crispado de una mujer que da rienda suelta en él a su amargura y a su fracaso, el soliloquio de una mujer vibrante, disparatada y cercada por la soledad como la ciudad declinante en la que sobrevive a su propia ruina:

“…Cada día me cuesta más trabajo ponerme las medias. Si tuviera ocasión y pudiera ir a Madrid, me compraría un abriguito de entretiempo. Estas cosas, indudablemente, son michelines. ¡Tócate bien, Juani! Michelines... ¡Quién te lo iba a decir! Yo que siempre creí que eso era un anuncio. ¡Y pensar que aún no hace diez años yo era una mujer delgada! Delgada, delgadísima. «Patas de alambre» me llamaban las niñas en la escuela. Sobre todo aquella hija de puta de la nieta de Madame Naudy. ¡Bien muerta está! Echo de menos los altavoces. Con este levante no creo que aparezca nadie por aquí. ¿Qué habrá sido de Rina Ketty? Cantaba «Sombreros y mantillas» de morir. Ése es el hijo de Cecilia. Parece mentira. ¡Y pensar que lo he visto nacer! Una prenda. Que Dios se lo conserve. Dicen que nada mejor que un delfín. ¡Qué guapo es! No se parece mucho a Cecilia, y para nada a Rodolfo. La Virgen del Carmen quiera que a Ricardito Atalaya no se le ocurra equivocarse de bandera. Y, ahora, este tonto viene a echarme. Si te conozco, niño. Tú eres el hijo de Isabel, aquella criada que mamá se trajo de Cartagena. Estuvo un tiempo sirviendo en casa y luego nos la quitó María Benet. No. No voy a comer, ni muchísimo menos. Con lo que cuesta aquí el cubierto yo tengo para una semana. Le preguntaré por la madre. Como la que no quiere la cosa. Eso le desconcertará. Lo que yo decía. Se ha quedado de piedra. ¡Cómo sonríe el cabrón! Me alegro de que Isabel esté bien, y que hayan puesto un chiringuito en Algeciras. ¡Claro que soy la señorita Narboni! Nada de por casualidad... Juani Narboni, para que te enteres…”

Hay una versión cinematográfica hispano-marroquí dirigida en el año 2005 por Farida Benlyazid. Es la segunda vez que La vida perra de Juanita Narboni, la novela que Vázquez publicó en 1976 y que acaba de ser reeditada por Cátedra, es adaptada al cine. Ya lo fue en 1982, en una película dirigida por Javier Aguirre e interpretada por Esperanza Roy, que con este papel ganó un premio en la Mostra de Venecia. En la versión de Farida Benlyazid, Tánger es, al igual que en la novela de Vázquez, tan protagonista como Juanita Narboni. Es el Tánger entre los años cuarenta y setenta del pasado siglo, el periodo de su cenit y su decadencia como ciudad cosmopolita…”

Esta reseña es en parte una recensión de otras que se extractan y compendian: