jueves, 4 de junio de 2009

Thomas Bernhard: Extinción

"... Extinción la última obra en prosa de Thomas Bernhard (1931-1989) es también la más extensa. El narrador, Franz Josef Murau, de 46 años de edad, padece la obsesión por el origen, una especie de «complejo de lugar natal» que bien podría describirse con un sólo topónimo: Wolfsegg. Allí creció Murau, y contra Wolfsegg -exactamente en la dirección opuesta- tuvo que desarrollarse, a fin de preservar la existencia de su espíritu, huyendo de su tierra. Instalado en Roma, no desea volver a poner los pies en Wolfsegg, pero el destino lo obliga: sus padres y su hermano fallecen en accidente de automóvil. La nueva instancia en el lugar más detestado le hace comprender la necesidad en que se halla de superar el odio a su origen. Quizá pueda curarse escribiendo sobre Wolfsegg. Sus apuntes llevarán el título de Extinción, porque sólo existen para aniquilar el tema de que se ocupan, para dejar sin raíz ni sentido todos los significados de la palabra Wolfsegg. El medio estilístico de que se sirve Murau para lograr el exterminio es la exageración: un arte que también Thomas Bernhard ha llevado a sus extremos más perfectos. El protagonista y narrador, Franz Josef Murau — a todas luces un alter ego del autor — recibe en Roma un telegrama de sus hermanas anunciándole la muerte de sus padres y de su hermano Johannes en un accidente de coche. A partir de ahí se sucederán los elementos característicos de las obras de Bernhard, con su geografía de exclusiones y oposiciones. El lugar de nacimiento —Wolfsegg, en Austria— es un mundo opresivo donde reina el catolicismo, al que luego se añadirá el nacionalsocialismo. Murau sólo se siente a gusto entre los jardineros y al lado de su tío Georg, quien se marchará a vivir en Cannes. Más adelante también Murau huirá de Wolfsegg y se instalará en Roma, donde da clases de literatura alemana a Gambetti. En Roma coincide con Maria, personaje cuyo modelo es Ingeborg Bachmann. De la galería de personajes que desfilan por las páginas de Extinción, uno de los más logrados es, sin lugar a dudas, Spadolini, el Brillante, el Admirable, el Príncipe de la Iglesia nato. Mediante ese personaje, Bernhard aborda el fenómeno eclesiástico en toda su complejidad y perversidad. Cuantas más «cualidades» adornan a Spadolini, más espantoso resulta el papel de la Iglesia católica como institución basada en la hipocresía, el engaño y la mentira. Spadolini lleva a su más alto grado la religión como teatro. Es un genio de la escena, un gran actor del espectáculo eclesiástico; su arte oratorio es un calculado arte de la falsificación. El punto culminante de su actuación se produce durante los funerales que cierran Extinción. La novela tiene así un final operístico, porque la liturgia católica confiere a los gestos y a las actitudes un carácter marcadamente artificial. Tanto en la ópera como en las ceremonias, el artificio funciona como motor único de la representación. El estilo de Bernhard abunda en frases reiterativas y encadenadas, se detiene en el detalle con minuciosidad obsesiva, avanza un paso y retrocede para volver sobre lo mismo, y abomina de los puntos y aparte. Su temática se muestra dolorosamente crítica con lo deleznable que el ser humano puede llegar a ser, sobre todo cuando actúa de manera gregaria. Sus temas recurrentes son el trabajo intelectual como un absurdo que acaba por conducir a la locura, la ignorancia como origen de la maldad y la violencia del hombre; la soledad del ser humano y su imposibilidad de comunicarse con quienes le rodean; la obsesión que deriva en locura, la tenacidad que aboca al hombre al desastre y la incapacidad humana para sustraerse a sus propias obcecaciones y limitaciones. Un escritor profundamente consciente de los problemas a que se enfrenta el hombre en solitario y de su suprema fragilidad; pero al mismo tiempo, un escritor dolorosamente crítico con lo deleznable que el ser humano puede llegar a ser, sobre todo cuando actúa de manera gregaria. El lenguaje no pude servir al hombre como medio para comunicarse con quienes le rodean precisamente como consecuencia de las distintas esferas intelectuales en que los seres humanos se mueven. Hombres que no conciben el mundo de igual forma, al referirse a su entorno con determinadas palabras, no aluden sin embargo a un mismo concepto ya que cada cual se basa en experiencias y observaciones radicalmente distintas.Ese aislamiento a que el lenguaje conduce no hace entonces si no aumentar la soledad del hombre. Esa soledad profunda y desesperada que rezuma la obra de Bernhard. Extinción", para muchos la obra cumbre de Thomas Bernhard, vendría a ser una especie de Biblia para los autoexiliados -no confundir con emigrados-, todos aquellos seres que por distintas razones se sintieron desubicados, no llegaron a adaptarse a su lugar de origen y del que por iniciativa propia decidieron alejarse tan pronto gozaron de la oportunidad de valerse por sí mismos. Las razones que pueden conducir a alguien al autoexilio son numerosas y variadas pero todas ellas convergen en una profunda sensación de infelicidad por parte del afectado quien, en muchos casos, tarda en percatarse de que su insatisfacción es producto del entorno en que le ha tocado vivir. Aún así, la distancia física, el poner tierra o mar de por medio, apenas constituye un alivio; si bien necesario para su supervivencia nunca es la solución al problema. El autoexiliado hará bien en no bajar la guardia por muy distante que se le antoje su antiguo escenario, la fuente de su desdicha. Éste se las ingeniará siempre para dar con el modo de reclamar a su presa sin importarle el tiempo transcurrido ni la distancia física. En el caso de la novela de Bernhard todo se precipita a raíz de la muerte de sus padres y de su hermano en un accidente de coche, lo que le obliga no sólo a regresar a la casa paterna sino también a hacerse cargo de aquella propiedad que él tanto detestó. Por algún extraño motivo son los intelectuales austriacos quienes, al modo de los grandes escaladores, parecen haber llevado el género del autoexilio a sus más altas cotas, partiendo siempre de la base del odio hacia las propias raíces, pero también en España contamos con ejemplos muy significativos de este tipo de literatura. El castigo del autoexiliado es que a menudo se ve marcado desde su misma infancia y, por mucho que le pese, su vida queda irremediablemente determinada por su lugar de origen aún en mayor medida que aquellos otros que optaron por quedarse y, orgullosos, hicieron de su permanencia su más preciada bandera. El arte de la exageración como vía de superación de lo grotesco, que es lo que está en el fondo de su escritura. Extinción es el testamento y la summa literaria de uno de los más grandes escritores europeos contemporáneos, quizá el que mejor representa la soledad que emana del humor siniestro y del individualismo radical como única respuesta a la ausencia de Dios. Su escritura, llena de recursos musicales, es una escritura contra el origen, verdadera obsesión que él personifica en el país natal, convertida en un intento de sustitución por la muerte. Con todo ello, Bernhad construye la última gran manifestación literaria del hombre agonista europeo al final del siglo..." Es extracto y compendio de otras reseñas: http://www.jmguelbenzu.com/index.php?s=criticas_detalle&id=2http://es.wikipedia.org/wiki/Thomas_Bernhard http://www.solodelibros.es/20/08/2007/trastorno-thomas-bernhard/ http://www.contranatura.org/articulos/Cultur/Alemany-Bernhard.htm http://www.espacioluke.com/2006/Septiembre2006/pando.html http://www.ddooss.org/articulos/entrevistas/Thomas_Bernhard.htm

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