jueves, 22 de enero de 2009

Antón Chéjov: La dama del perrito.(el minimalismo en la narrativa)

" Decían que por el paseo marítimo había aparecido una cara nueva: una dama con un perrito. Dmitri Dmítrievich Gúrov, que llevaba en Yalta dos semanas y ya se había hecho al lugar, también empezó a interesarse por las caras nuevas. Sentado en la terraza del Pabellón Verne, vio avanzar por el paseo a una señora joven, una rubia de mediana estatura, con boina; tras ella corría un ‘lulú’ blanco. Más tarde se la encontró varias veces en el parque de la ciudad y en la glorieta. Paseaba sola, siempre con la misma boina y el ‘lulú’ blanco. Nadie sabía quién era y la llamaban simplemente ‘la dama del perrito’” "... Con estas palabras se presenta la historia, lo que hace a Richard Ford calificar el comienzo de este cuento como “breve, complejo, y sin embargo directo”. Todo un ejemplo de economía narrativa, ya que es difícil decir más sobre un personaje de forma tan sutil y con tan pocas palabras. Hay quien ha definido a Chéjov como “el maestro del cuento que no tiene trama argumental”. Sin ir tan lejos, lo que podemos afirmar es que Chéjov narraba historias que podrían parecer corrientes o insulsas, pero lo hace con tal maestría que consigue que nos maravillemos con su forma de describir situaciones y sensaciones cotidianas. Médico de profesión, Antón Chéjov (1860-1904) dedicó su corta vida a la escritura, siendo uno de los maestros del cuento y también un notable autor teatral, tal como lo demuestran piezas como La gaviota, El Tío Vania, Las tres hermanas y El jardín de los cerezos. El cuento moderno habría seguido otro curso si a fines del siglo XIX no lo hubiera cultivado, con una intuición certera para aprehender el detalle fugitivo y la situación en apariencia banal, el doctor en medicina Antón Chéjov, cuyo ojo clínico no era incapaz de mirar con indulgencia las flaquezas humanas. Los críticos radicales rusos le reprocharon con frecuencia al autor no haber optado por la denuncia frontal contra las injusticias de la vida bajo el zarismo. "La dama del perrito", imprescindible en la antología más estricta de Chéjov, ciertamente no les dio motivos para cambiar de opinión, pues el cuento explora, con inquisitiva simpatía, las peripecias de un affaire veraniego que, para sorpresa de sus propios protagonistas, se transforma en una pasión duradera. El relato comienza presentando con cierta curiosidad externa y algo frívola la situación: el narrador informa que, en Yalta, los caballeros de vacaciones no han dejado de notar en el malecón a una dama rubia que pasea en las tardes, con la única compañía de un perro faldero. En ese ambiente, la forma predilecta de comunicación es el chisme, cuyo tono ligero y picante impregna al principio la narración. Pero paulatinamente, a través de la focalización en Gurov, el seductor de la dama veraneante, la historia va cambiando de atmósfera y sentido. En el curso de unas cuantas páginas, divididas en cuatro capítulos brevísimos, se asiste a la transformación profunda de dos personas que deberán reservar para la clandestinidad lo mejor y más genuino de sí mismas. Esa escisión entre lo privado y lo público, esa discrepancia entre el rostro oculto y la máscara impuesta por el orden establecido, es la fisura que define las ficciones de Chéjov: "Tenía dos vidas --dice el narrador, transmitiendo los pensamientos de Gurov--: una abierta, por todos vista y conocida, llena de verdades convencionales e igualmente convencional, que era como las vidas de sus amigos y relaciones; y otra, que debía llevar en secreto". El predicamento del personaje no pretende tener rango simbólico, pero cifra bien la condición existencial de buena parte de los personajes de Chéjov. La dama del perrito es un buen ejemplo de esta característica chejoviana refiere David LLada. Es una historia que no contiene ningún acontemiento extraordinario; los personajes, no son ni héroes ni villanos, sino personas con una existencia corriente, incluso diríase aburrida. Los principales elementos argumentales de esta historia de amor podrían ser el sexo, el adulterio, o el desenlace de la historia… y lejos de explotar su dramatismo, lo que hace Chéjov es pasar muy de puntillas sobre estos asuntos, entreteniéndose aparentemente en detalles nimios, que sin embargo acaban conformando la mejor descripción posible de los ambientes en que se mueven los personajes, y de los verdaderos sentimientos de éstos. Básicamente, La dama del perrito es , según David LLada, un pequeño ensayo sobre cómo surge el amor entre dos personas, desde el punto de vista un tanto particular que tenía Chéjov de este sentimiento. Para él, el amor nace a partir de una especie de tristeza o de compasión hacia la persona amada. Un sentimiento parecido es el que le inspira Anna Sergéyevna a Dmitri Gúrov, protagonistas del relato que nos ocupa. Por ejemplo, tras su primera conversación con la solitaria dama del perrito, Gúrov piensa en ella al acostarse: “Recordó su fino y débil cuello, los hermosos ojos grises. ‘De todos modos, hay algo en ella que inspira compasión’, pensaba antes de comenzar a dormirse.”. Pese a que Chéjov se suele mostrar más bien escueto en adjetivos cuando realiza una descripción (prefiriendo optar por otros recursos narrativos), en este caso no elude hacernos la observación de que el cuello de Anna es “fino y débil”, acentuando así su imagen de fragilidad. También contribuye a reforzar esta impresión en el lector la anécdota de la pérdida que sufre la protagonista un día que se acerca por el muelle, hecho relatado con extrema sencillez: “La señora extravió los impertinentes entre la muchedumbre”. Este pequeño detalle hace las delicias de Nabokov en sus comentarios sobre la obra: “eso, dicho así, tan de pasada, sin ninguna influencia directa sobre la historia, sin un simple comentario, de algún modo encaja con ese patetismo desvalido del que ya hemos hecho mención”, dice en su Curso de Literatura Rusa. Todo esto forma en conjunto la imagen de una mujer vulnerable, que inspira esa compasión y esa melancolía por las que Chéjov parecía tener predilección. Desde mi perspectiva de escritor, me interesa y complace esta elección por parte de Chejov señala Richard Ford, esta relación en apariencia anodina a la que otorga trascendencia y trata con inteligencia, gracia y compasión. Porque, supervisándolo todo, se halla la utilización quirúrgica que Chejov hace de su perspicaz narrador (“Así sonaba el mar allí abajo, cuando aún no estaba aquí Yalta, y así seguiría, igual de indiferente y sordo, cuando no estuviéramos. En esa inmutabilidad, en la completa indiferencia hacia la vida y la muerte de cada uno de nosotros se esconde, quizá, el secreto de nuestra salvación eterna, del ininterrumpido movimiento de la vida en la tierra”). Con los años, dice el norteamericano, he llegado a tener en gran consideración “La dama del perrito”, y no sólo como el relato gracias a cuyas sutilezas empecé a saber por qué me gustaba Chejov, sino también porque, debido a su ejemplar plenitud, llegué a experimentar la literatura en el sentido que le da F.R. Leavis en su famoso ensayo sobre Lawrence: entendiéndola como el medio supremo a través del cual “sufrimos una renovación de la vida sensual y emocional y adquirimos una nueva conciencia”. El modo en que Chejov presenta esta aventura amorosa en tono menor, protagonizada por personas insignificantes y respetables, contribuyó a dar forma a mi idea de lo que podían implicar las palabras “vida emocional”. "

2 comentarios:

  1. Me alegra que te haya gustado. Eso sí, entrecomilla un poco más las citas que tomes de otros sitios (aunque menciones al autor), o alguien acabaré enfadándose contigo.

    (Yo no soy de los que se enfadan, pero soy de los que reclaman invitaciones a cenar literarias, aviso :-)

    Un saludo,
    David

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  2. Por supuesto estás invitado. La próxima cena es el día doce de febrero a las 8,45 en el restaurante Victor en Sevilla. Susana Jakfalvi será la ponente de la novela El gatopardo de Lampedusa.
    Un saludo.

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