sábado, 13 de diciembre de 2008

El estilo indirecto libre y su diferenciación con el estilo narrativo directo, indirecto simple, directo libre y monólogo interior.

Como decía Vargas Llosa con acierto la gran novedad del estilo de Flaubert era la domiciliación del lector en la subjetividad de los personajes. Este ejercicio de empatía lo consiguió mediante la técnica narrativa del estilo indirecto libre. La denominación de estilo indirecto libre fue acuñada a principios del siglo XX por gramático como Ch. Bally, y también se conoce con el nombre de monólogo narrado. En esta técnica narrativa el narrador se embosca tras los personajes, les cede su voz para transmitir lo que el personaje siente, hay una reproducción no literal del pensamiento del personaje por medio de la tercera persona. El autor parece que está desvanecido, pero esta ausencia es sólo aparente porque el personaje no tiene voz propia sino que expresa su discurso a través de la voz prestada del narrador. Los verbos van conjugados en imperfecto, pluscuamperfecto y condicional. La utilización de este estilo ha de verse como un intento no sólo de economizar medios expresivos en su presentación sino de aminorar la importancia y la presencia del narrador. Este estilo suele darse en contextos que parecen requerir una elevada dosis de subjetividad y, según algunos, de empatía o identificación por parte del narrador con el punto de vista, emociones o afectos del personaje. Las marcas lingüísticas más frecuentes del estilo indirecto libre son: a.- el imperfecto de indicativo. b.- la conversión de la persona “yo” en la persona “él / ella”, c.- la afectividad expresiva proporcionada por exclamaciones e interrogaciones (muy frecuentemente con ausencia de verbos), d.- coloquialismos, etc. e.- la ausencia introductoria de los “verba dicendi”.. Veamos un ejemplo para expresar lo que piensa un personaje en estilo directo, indirecto, e indirecto libre: · Estilo directo: –¿Cómo no se me ocurrió?. Este estilo se emplea en las intervenciones directa de los personajes y va precedido de la marca de los dos puntos y guión. Es un estilo propio para el teatro. Su abuso en narrativa tiene el inconveniente de evidenciar la imposibilidad de trasladar correctamente la esencia de la oralidad al lenguaje escrito. Y es así porque el lenguaje oral está cargado de una serie de elementos no trasladables a lo escrito: el lenguaje fático, los gestos, los movimientos de cabeza, la entonación de la voz y las muchas inflexiones que llevan estas... elementos todos que al no acompañar al discurso en su tránsito al papel, hacen que este pierda fluidez y naturalidad · Estilo indirecto: Pensaba que cómo no se le había ocurrido. En este estilo es el narrador omnisciente quien incorpora lo que dice, piensa o siente un personaje, a través de verbos de enunciación y con el correspondiente cambio de tiempo verbal. Presenta la inconveniencia de que su abuso destaca de manera evidente la presencia del narrador, cuando en realidad lo que quisiéramos es que el lector piense que está escuchando todo el tiempo al personaje. Ello se debe fundamentalmente a que la estructura de la frase utilizada en el discurso o estilo indirecto nos remite una y otra vez al narrador: «Dijo que». Es el mensajero el que termina por cobrar protagonismo y por eso no conviene abusar del indirecto. ¿Pero... y si no queremos tampoco abusar del discurso directo? Aparece entonces el sutil y algo esquivo discurso o estilo indirecto libre · Estilo indirecto libre: ¿Cómo siendo aquello tan sencillo no se le había ocurrido a él? El empleo de se y de a él indica que el narrador está presente, ya que el personaje no pronuncia las palabras. Comparte con el indirecto la referencia al personaje con el pronombre de la 3ª persona y el correspondiente cambio de tiempo verbal. Pero muestra, al igual que el discurso directo, las peculiaridades léxicas y la entonación del habla del personaje. Este estilo permite que la voz empleada siga siendo la del narrador omnisciente, pero la visión sea la de uno de los personajes. Este cambio de voz se conoce en la narratología con el nombre de desembrague Veamos más ejemplos de esta transformación: "Abrió la puerta y lo vio. Sí, allí estaba, esperándola." (éste es un caso de estilo indirecto libre, en el cual se representa verbalmente la percepción visual del personaje que entra). "Mañana era Navidad. ¿Vendría papá a traerle regalos?" (el adverbio "mañana", que indica futuro, se origina en el personaje; el pasado, en el narrador. La expresión "papá" pertenece también al personaje). “ Juan abrió la ventana, pensaba en la visita de Aurora, cuanto tiempo hacía que no la había visto. En este ejemplo la narración está en tercera persona, los verbos en pretérito imperfecto. En la primera parte del texto el discurso es del autor pero en la segunda parte del texto se produce el “desembrague”, es decir el cambio de voz, la voz del autor deja paso a la del personaje. El estilo indirecto libre permite que la voz del personaje siga siendo interpretada por el narrador. Este estilo suprime el verbo y la partícula del discurso indirecto simple. El efecto que causa es que parece que estuviéramos escuchando la voz del personaje, aunque en realidad este no habla. Y la línea que demarca la voz del narrador de la voz del personaje queda muy difuminada. Sólo un rastreo a consciencia nos lo hace patente. Veamos otro ejemplo: «Ernesto entró al comedor de su casa y ante la sorpresa de todos exigió que lo escucharan, él era un hombre libre y dueño de sus actos, y que a partir de ese momento no permitiría, no señor, que nadie le dijera lo que tenía que hacer. Como todos se quedaron mudos, Ernesto prosiguió su encendida perorata. Él jamás iba a permitir que volvieran a inmiscuirse en su vida y fisgonearan su intimidad, caramba. Y diciendo esto, dio media vuelta y se marchó.» Observen que nuestro encendido Ernesto en realidad jamás habla, pero por la forma de la narración, cualquiera diría que sí. Ello ocurre porque al suprimir el verbo y la partícula, el discurso queda fusionado, por decirlo así, con los fragmentos esencialmente narrados. Veámoslo ahora convertido en discurso indirecto simple: «Ernesto entró al comedor de su casa y ante la sorpresa de todos exigió que lo escucharan, dijo que él era un hombre libre y dueño de sus actos, y agregó que a partir de ese momento no permitiría, no señor, que nadie le dijera lo que tenía que hacer. Como todos se quedaron mudos, Ernesto prosiguió su encendida perorata. Explicó que él jamás iba a permitir que volvieran a inmiscuirse en su vida y fisgonearan su intimidad, caramba. Y diciendo esto, dio media vuelta y se marchó.» Como podrán observar, al introducir verbo y partícula hemos vuelto al indirecto, de tal manera que es fácil identificar la separación entre la voz del narrador y la voz del personaje. El indirecto libre (libre del verbo y la partícula) permite que se difuminen las fronteras entre lo narrado y lo hablado. -Estilo directo libre: Suprime los signos gráficos del estilo directo (dos puntos y guión) y presenta dentro del discurso indirecto el directo. Es decir, el narrador pasa de su narración al discurso directo sin indicación explícita: "Después una hora de viaje el autobús se detuvo, tras los cristales empañados un hombre se divisaba con la maleta en la mano dispuesto a subir. Ya estoy aquí, por fín adiós al pasado". Tanto el indirecto libre como el directo libre flexibilizan el discurso, aun siendo narrado en 3ª persona los protagonistas se perciben como más próximos al lector. Ambas modalidades han supuesto un avance importante en el terreno de la novela. El indirecto libre, ya desde mediados del siglo XIX impulsado por Flaubert y Zola, se impuso por su eficacia; y en el siglo XX lo ha hecho también el directo libre sobre todo en el periodismo. -Monólogo interior: Ciertamente el siglo XX ha concedido gran importancia a la perspectiva interna, la de los personajes. Un paso más, en esa misma línea abierta por el "monólogo narrado" (estilo indirecto libre) y el directo libre es el que ofrece el "monólogo interior". Completamente ceñido a la conciencia del personaje, emplea la 1ª persona para representar el fluir de ésta, tal y como el pensamiento se produce en el cerebro antes de su configuración consciente y gramatical. Son marcas típicas en el discurso las rupturas sintácticas, las repeticiones, la falta o dispersión de referencialidad objetiva. Suele considerarse el Ulises de Joyce la primera novela en la que conscientemente el “monólogo interior” sirve para estructurar todo el relato. En otras muchas novelas es un procedimiento empleado sólo en algunas partes del discurso. Puede ofrecer grados muy diversos de ruptura y la finalidad de su empleo también puede variar enormemente. A veces el "yo" en su monologar requiere un "tú". Una 2ª persona cuya importancia puede ser mínima o fundamental. Por ejemplo, la novela Cinco horas con Mario de Miguel Delibes, considerada por la crítica como un "monólogo interior", no se entiende si no es a través de la distancia que entre el "yo" (esposa de Mario en el velatorio de éste) y el "tú" (Mario fallecido) estructura todo el relato y le da entidad.

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