lunes, 25 de enero de 2010

Pierre Michon: Cuerpos del rey. ( Una recomendación de Jimarino).


"... Durante mucho tiempo, Pierre Michon se definió como "el escritor que no escribe" por estar deslumbrado por el esplendor de la escritura, paralizado por el miedo de no poder igualar nunca la perfección de las obras que tanto admiraba. Hasta que llegó el milagro de Vidas minúsculas, que publicó en 1984, a los 39 años. Michon ya se reconoce en esas páginas por su lenguaje luminoso de frases ceñidas y densas que devuelven la vida, arrancada a su insignificancia. La literatura de Pierre Michon adquiere un sello de identidad muy particular, afianzado en libros sucesivos como Rimbaud el hijo, Señores y sirvientes y Cuerpos del rey. El señuelo de todos ellos será el del biógrafo biografiado a través de la reconstrucción de vidas ajenas. De perfil similar a Claudio Magris o W.G. Sebald, pero con una textura poética de raigambre más barroca, fusiona biografía íntima e historia, pero una historia anónima evocada desde la perspectiva de su presente.
   Michon asume con Rimbaud, su poeta icono, que la existencia sólo se justifica como materia artística. Considera que la auténtica virtud del hombre de letras es la eterna reactivación de la literatura y la importancia de la emoción poética imprimir cadencia a la lengua. Si en Señores y sirvientes reúne cinco textos dedicados a otros tantos pintores en los que crea una atmósfera en la que juguetean lo acontecido y lo no acontecido, en Cuerpos del rey elabora una ficción más conforme con lo que considera verdadero para trazar en diversos textos el perfil más humano de los escritores que han sido fundamentales en su formación literaria, como es el caso de Beckett, Flaubert, Balzac, Villon, Victor Hugo y, sobre todo, Faulkner, además del escritor suizo apenas conocido Charles-Albert Cingria.
 El hilo conductor que ensarta los diferentes textos, recopilados de otros libros anteriores aparecidos originalmente en las Editions Verdier, es el concepto medieval de la figura del rey desdoblada en dos cuerpos, el terreno, mortal y funcional, y el eterno y dinástico que su reinado entroniza y consagra. Aplicado a sus escritores más admirados, Michon bucea en el hombre probable que se esconde tras la máscara del texto que lo ha entronizado y consagrado, “y al que arbitrariamente llamamos Shakespeare, Joyce, Beckett [...], pero se trata del mismo cuerpo inmortal ataviado con pasajeros andrajos; y hay otro cuerpo mortal, funcional, relativo, el andrajo, que se encamina a la carroña; que se llama, y nada más se llama, Dante y lleva un gorrito que le baja hacia la nariz chata; o nada más se llama Joyce, y entonces tiene anillos y mirada miope y pasmada; o nada más se llama Shakespeare, y es un rentista bonachón y robusto con gorguera isabelina; o se llama nada más, y carcelariamente, Samuel Beckett”. En el caso de este último y de Faulkner, Michon estudia sus posturas fotográficas en sendos retratos para intentar captar ese algo que en su cuerpo denote la diferencia, la huella de su poder literario. Pero todos los autores a los que se acerca, y por eso lo hace, alcanzan “lo Sublime”, sus novelas engloban el mundo a través de las palabras. Michon, como ya ha dicho Jacinta Cremades, se interroga a partir de sus lecturas sobre esa presencia repentina de la literatura, que convierte en “rey” a un escritor.
 No parece, pues, que Pierre Michon sea un novelista puro, sino un narrador sólo, pero por encima de todo, original, supremo y fabuloso, que mezcla la literatura con todo lo demás, con la pintura, con la escritura, con la cultura en general, multiplicando así lo que más aprecia, la literatura propiamente dicha, en una serie de tropos, de metáforas, de cascadas de imágenes que la reflejan y espejean de manera deslumbrante. Michon ha reunido cinco textos primero, basados en otras tantas imágenes de escritores, que le fascinan, sobre todo basados en otras tantas fotografías de escritores, introducidos por una de Samuel Beckett, en la que descubre el "cuerpo de rey", la metonimia que todo gran creador integra entre la soberanía del que reina y la miserable realidad humana de la verdad.
  Jimarino en su magnífico blog Los Perros de la lluvia nos descubría este escritor. En su amplia y significativa reseña-relato nos dice: "... La pregunta de Michon siempre fue la misma. ¿Por qué escribimos? ¿Qué razón nos impulsa a desear llenar la hoja en blanco con la ficción de la literatura, con la síntaxis y el ritmo de la prosa? ¿Qué nos empuja a batallar con la palabra y su sentido, a ahondar en nosotros para hallar el eco de un sentimiento convertido en verbo, en enunciación, en pregunta?. El elefante blanco de Michon, como el de Faulkner u Onetti, es sinceramente a mi juicio el único sendero posible de la literatura en nuestro mundo, aunque suponga la extinción de la misma, el silencio eterno de todos, que se conviertan en Bartlebys convencidos aferrados al preferiría no hacerlo. Michon ya sabía en 1984, cuando escribió sus Vidas minúsculas, que la batalla estaba perdida, pero lo sabía con la nobleza de esos pocos aristócratas que intuyeron un buen día la llegada de la Revolución francesa y la guillotina. Michon decidió apostar por la mitología invernal a la que pertenecía, esa soledad del macizo, de su región despoblada, por la permanencia, aunque fuera improbable o minúscula, de una literatura resistente, que al ser releída no pudiera ser arrastrada por el lenguaje periodístico, por la corrección de los tiempos, por la vanidad del mundo extasiado por sus más simples y anodinos puntos de fuga. Delleuze o Foucault no sabrían situar a Michon y a sus fanáticos lectores en algunos de sus brillantes esquemas. Producto de la tradición cultural burguesa, heredero de la novela, Michon hace años que alcanzó otro lugar, distinto, inclasificable, de una rara erudición, de una sabiduría extraña, tan antigua como novedosa, con más valor si cabe teniendo en cuenta que el producto cultural no deja de ser desde hace varias décadas una imitación continua, una repetición constante de lo mismo, un reduccionismo incesante..." "... Da la sensación cuando es leído de ser duro y rocoso como una piedra, hecho para perdurar en su exactitud. Sólo con Cuerpos del rey fascinaría a cualquier lector situado en el mapa adecuado de la historia de las letras. Sólo con Vidas minúsculas podría derrotar el escepticismo, recordar el sentido de desvelamiento e iluminación que siempre albergó en su seno esta vieja y anegada tradición artística. Sus campos son claros, sus afirmaciones giran en torno a lo fundamental; la tradición cultural que nos alberga, la poesía como elemento del lenguaje capaz de renombrar las cosas desde su origen, la novela como artefacto poderoso de enunciación -nombrar y a su vez reinventar-, la pintura y la música como artes de la esencia, del color, el trazo, la figura, el silencio y la emoción. Es como si no pudiera escribir de otra cosa que no fuera la esencia de su propia identidad y su lengua, identidad y lengua que abarcan los siglos y los hombres que lo preceden, la metáfora de la Historia y sus leyendas, la enfermedad de la literatura que posee y alimenta el diálogo de los tiempos, su propia vida hecha de ancestros anónimos rescatados por el intento de la escritura, el lamento de esta Europa cultural venida del Imperio Romano y el cristianismo que llega exhausta hasta nuestro siglo, la rara expresión de lo humano retenido como una voluta de humo en un vaso, única posibilidad de aferrar por un instante fragmentos de todas esas vidas perdidas..."

Esta recensión es extracto y compendio de otras reseñas que relaciono:
http://jimarino.com/
http://www.letraslibres.com/index.php?art=11588
http://www.elpais.com/articulo/narrativa/metonimias/Pierre/Michon/elpepuculbab/20060513elpbabnar_9/Tes
http://www.diplomatie.gouv.fr/es/francia_3160/cultura-y-medios-comunicacion_3174/cultura_3244/letras_3245/escritores-hoy_1693/pierre-michon-o-escritura-como-liberacion_4172.html

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