sábado, 25 de octubre de 2008

Firmin: Confesiones de una rata. Reseña de José María Sánchez-Ros


Firmin no es suave ni blando, ni tierno ni mimoso como era Platero, es sólo una asquerosa rata. Sam Savage acude al animal más repulsivo para construir una sorprendente fábula como un canto de amor a la lectura, a los libros, a los grandes escritores y a las librerías de viejo. Aunque Borges ha ponderado la fábula como un género menor de intención moralizante, lo cierto es que Savage prescinden del enjuiciamiento moral para exponer simplemente la lectura como acto de empatía y fuente apasionante de conocimiento. La fábula puede considerarse hoy como un recurso más de la novelística moderna en su categoría de novela fantástica, y quizás tenga su antecedente más cercano en la sátira de Orwell, Rebelión en la granja. Firmin es la opera prima del norteamericano Sam Savage, doctor en Filosofía por la Universidad de Yale. La novela fue editada en el año 2006 por Coffe House Press con el título original de "Firmin: Adventures of a Metropolitan Lowlife". La primera edición en español se hizo en octubre de 2007 por Editorial Seix Barral. La traducción es de Ramón Buenaventura. Y las magníficas ilustraciones son del chileno Fernando Krahn. Firmin nace en 1960 en la librería de viejo Pembroke en Boston entre las hojas mordisqueadas y desmenuzadas de una novela de James Joyce, Finnegans Wake, "Yo nací, fui acogido y me amamantaron en el armazón deshojado de la obra maestra menos leída del mundo". El insólito desarrollo mental de Firmin es consecuencia directa del consumo del papel de los libros. Su iniciación a esta adición se ocasiona accidentalmente por la ingesta del papel del libro de Finnegans Wake. La madre de Firmin, Flo, hace un lecho con papel triturado de esta novela donde pare su camada de trece ratas. Firmin, más débil que sus hermanos ante la imposibilidad de conectar con unas de las doce mamas de su madre, empieza a comer el papel convertido en confeti de la obra maestra del autor irlandés. El esquema caótico de la novela de Joyce pasa por el esófago del roedor en tropel: " Imagínense- dice Savage-: la historia del mundo en cuatro partes, fragmentos de filosofía, psicoanálisis, lingüística, astronomía, astrología, cientos de ríos, canciones populares, la Biblia, el Corán, el Bhagavad Gita, el Libro de los muertos, la Revolución Francesa, la Revolución Rusa, cientos de insectos, rótulos de calles, anuncios, Kant, Hegel, Swedenborg, tiras cómicas, canciones infantiles, Londres y Salónica, Sodoma y Gomorra, la historia de la literatura, la historia de Irlanda, acusaciones de crímenes inerrables, confesiones, desmentidos, miles de juegos de palabras, decenas de lenguas, recetas, chistes verdes, enfermedades, nacimientos y ejecuciones. Todo eso y mucho más me lo metí yo en el cuerpo”. Harto de esta caótica base nutricional Firmin decide un cambio de dieta y se dispone a meter el diente en otros libros, y es entonces cuando descubre que podía leer los títulos de los libros con gran facilidad y toma conciencia de lo que Savage denomina el catastrófico don de la hipertrofia léxica. Firmin empieza a amortiguar su voracidad con la estantería de los libros de ficción, y así tienta con sus dientes los títulos de Oliver Twist, Huckberry Finn, El gran Gatsby, Las almas muertas, Middlemach, Alicia en el país de las maravillas, Padres e hijos. Las uvas de la ira, El camino de la carne, Una tragedia americana, Peter Pan, Rojo y negro, El amante de Lady Chatterley. Al principio no nota la diferencia entre emprenderla a mordiscos con Flaubert o con Faulkner, pero su sentido del gusto se va desarrollando hasta percatarse del distinto sabor de cada libro, de cada página, de cada frase, y finalmente de cada palabra, hasta el punto que fue cada vez leyendo más y masticando menos. Savage retoma el tema quijotesco de la lectura y la locura y lo transforma en la lectura y la lucidez, ya que del poco dormir y mucho leer Firmin no pierde el juicio como nuestro don Quijote sino todo lo contrario alcanza un claro discernimiento. Y así Firmin se convierte en un lector apasionado: “Me encanta la progresión del planteamiento, del desarrollo y del desenlace. Me encantan la lenta acumulación de significados, los brumosos paisajes de la imaginación, los recorridos laberínticos, las laderas boscosas, los reflejos en los estanques, los giros trágicos y los deslices cómicos. La única literatura que no soporto es la de las ratas, incluidos los ratones." El nombre de Firmin no es anecdótico, su pronunciación en ingles es pareja a fur-man, que quiere decir el hombre de las pieles. Firmin no es sino un hombre encerrado en el cuerpo de una rata como lo fue Gregorio Samsa en el de un escarabajo en la Metamorfosis de Kafka. Tampoco puede decirse que no sea casualidad que el protagonista de la novela Malcom Lowry Bajo el Volcán, se llame Gofrey Firmin. Sam Savage se viste de rata para narrar en primera persona la crónica vital de Firmin. La rata se confiesa en un monólogo quizás sólo imaginado, que guarda cierta semejanza con el monólogo de Dostoweski en Memorias del Subsuelo. Y así dice en su fulgurante comienzo: " Siempre imaginé que la crónica de mi vida, si acaso alguna vez llegaba a escribirla, tendría una primera frase excelente: algo lírico, como "Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas" de Nabokov; y si no me salía nada lírico, algo arrollador, como “Todas las familias felices se asemejan, pero cada familia desdichada es desdichada a su manera” de Tolstói”. La gente recuerda estas palabras incluso cuando ya ha olvidado todo los demás que hay en el libro. En lo tocante a frases de apertura, la mejor, a mi modo de ver, es el comienzo de El buen soldado de Ford Madox Ford: "Este es el relato más triste que nunca he oído". Docenas de veces lo habré leído, y sigue dejándome patidifuso". Las referencias literarias en la novela de Savage son continuas y no son sino un homenaje a los grandes autores de la literatura moderna. Firmin se convierte en una especie de donoso cartógrafo del canon occidental y va desgranando como su educación se fragua al calor de la lectura de los grandes autores. Y así cita o parafrasea entre otros autores a : Nabokov, Tolstói, Ford Madox Ford, Melville, Joyce, Cervantes, Shakespeare, Dickens, Dostoweski, Proust, Scott Figerald, Hemingway, Gogol, Turgeniev, Stendall, George Eliot, Lewis Carroll, Steinbeck, Butler, Barrie, Lawrence, Flaublert, Faulkner, Pound, Philip Roth, Jane Eyre, Defoe, Hardy, Strindberg, Conrad, Baudelaire, Keats, Pasternak, Conan Doyle, Mark Twain, Thomas Mann, Salinger, William Blake, Spinoza, Kierkegaard, Henry Miller, Jane Austen, Bronte, Whitman, Frost, Asimov, Carson McCulers, Leroux, Stevenson, Hesse, Balzac… Firmin achaca su carácter estrambótico y proscrito a la lectura del Quijote y comparándose con él interpela al lector: “Contemple usted al Caballero de la Triste Figura: vanidoso, testarudo, apayasado, ingenuo hasta la ceguera, idealista hasta incurrir en lo grotesco.Lo cual viene a ser como describirme a mí en pocas palabras. La verdad es que nunca he estado bien de la cabeza. Lo que pasa es que yo no ataco molinos de viento. Hago algo peor: sueño con atacar molinos de viento, estoy deseando atacar molinos de viento y a veces imagino que he atacado molinos de viento.” A Firmin no le complace ser un roedor, y ansía participar en la vida de la librería de Norman Shine, su primer amor humano, pero su aspecto deforme le obliga a esconderse en las catacumbas de la librería como si fuera un remedo de el fantasma de la opera o de el jorobado de Notredame. Cuando su mirada se cruza con la de Norman tiene lugar el primer desengaño, y Firmin está a punto de morir envenenado por haber sido descubierto. Luego tiene una segunda oportunidad con el escritor alcohólico de ciencia ficción Jerry Magoon, trasunto del propio Sam Savage, que lo acoge como una simple mascota en su casa. Con el escritor tiene por fin la compañía humana pero no la compresión. Jerry piensa que Firmin hace sólo el gesto de la lectura como una gracia de circo y ni siquiera vislumbra un atisbo de humanidad en los pequeños ojos negros de Firmin. Firmin no es sólo bibliófilo, sino también coqueto, cínico, apasionado del cine porno, bohemio y sobre todo un romántico irrecuperable en un marco decadente en peligro de demolición como era la librería Pembroke, el cine Rialto y la plaza Scollay de Boston. Firmin es la tragedia de una mente demasiado lúcida, la historia de una incomunicación. La afagia de Fermín le transporta a un diálogo fingido por su imaginación. Pareciera que toda la novela fuera un supuesto diálogo de Fermín con el lector, lo que explicaría las continuas interpelaciones que Firmin incluye en su narración: “Se ríe usted. Y con razón antaño fui- a pesar de mi desagradable facha- un romántico irrecuperable, es decir la más ridícula de las criaturas.” Firmin recoge la idea que Flaubert ya expresó en su carta a Louise Colet de que la única forma de soportar la existencia es aturdirse en la literatura como en una orgía perpetua. El arte como alucinógeno frente a las miserias de un mundo vulgar e insoportable. Y así dice Savage que cuenta Firmin: “«No me entraba en la cabeza que algo así me hubiera sido otorgado. A veces pensaba que podía ser parte de algún designio secreto. Me preguntaba: “¿Será posible que, a pesar de mi dudoso aspecto, yo tenga un Destino?” Y con ello me refería a la clase de cosa que la gente tiene en los relatos, donde los hechos de la vida, por agitados y revueltos que discurran, al final se resuelven en una especie de pauta. Las vidas, en los relatos, tienen sentido y dirección. Incluso vidas totalmente desprovistas de sentido, como la de Lenny en De ratones y hombres, llegan a adquirir, por su lugar en el relato, al menos la dignidad y el significado de ser unas Vidas Estúpidas y Desprovistas de Sentido, el consuelo de ser un ejemplo de algo. En la vida real, ni eso consigue uno. » «Nunca he tenido mucha valentía física, ni de ninguna otra clase, y siempre me ha costado mucho trabajo afrontar la vacua estupidez de una vida corriente, sin relato, de modo que muy pronto di en confortarme con la ridícula idea de que poseía un Destino. Y comencé a viajar, en el espacio y en el tiempo, por medio de los libros, buscándolo. [...] Hice que mis sueños entraran en los libros, y a veces me volvía a soñar dentro de los libros. » Firmin al principio tarda en darse cuenta la diferencia que existe entre los personajes ficticios y los reales. Y así dice: Aun hoy tengo que esforzarme constantemente en no olvidar….que Eisenhower es un personaje real y Oliver Twist no. Pero a pesar de que conoce esa diferencia opta por la ficción, prefiriendo mil muertes distintas imaginadas y vividas como propias a la suya real que considera que será aburrida. Me deje caer en el Londres de Daniel Defoe- dice-en su visita guiada de la peste. Y más adelante añade: “hice una pequeña fogata junto a un camino de carretas, para que la pobre Tess abocada a la perdición, condenada a recolectar nabos en un campo desolado, bajo el azote del viento, pudiera calentarse las agrietadas manos. Ya había leído dos veces su vida de cabo a rabo-ya conocía su Destino- y aparté la cara para esconder mis lágrimas. Luego viajé con Marlow a bordo de un vapor trapajoso,río arriba, en Africa, buscando a un homre llamado Kurtz…Puse a Baudelaire en la balsa con Huck y Jim…Hice que Keats se casará con Fanny antes de morirse…Tomé a Natasha Rostova por la cintura mínima, noté el peso de su mano en mi hombro, y bailamos…
A través de la lectura Firmin va desarrollando su humanidad hasta que llega un momento en que se pierde en ensoñaciones donde ya no distingue la ficción de la realidad. Hacia el final del libro, Firmin ya consciente de su fin tiene una alucinación con su actriz preferida:«Ginger permanecía junto a mí, ante la ventana. Me estaba preguntando si ella también lo vería, cuando me dijo:- Es ahí donde actúo. Todas las noches me quito la ropa haciendo un número titulado “La danza del fin del mundo”. Pierden la cabeza viéndome.Yo pensé: ¿Trabajas de estriptisera?- Es solo un trabajo de noche.Así que me lees el pensamiento.- El pensamiento y más que el pensamiento: todo lo que crees, todo lo que deseas.No creo en nada.- Crees en ser una rata.» Y más adelante como si la ficcion y la realidad fueran dos caras de la misma moneda añade "porque todo el mundo tiene dos aspectos, el oscuro y el luminoso. Los tienes tú, los tienen ellos, los tengo yo. Nadie se libra.»
Firmin ya no sabe si es un hombre que soñó que era una rata o una rata que soñaba con ser hombre. Esta confusión está anunciada por el propio Savage en una de las dos citas que abren el libro, extraída de Las enseñanzas de Chuang Tzu, el filósofo taoísta:«Cierto día, Chuang Tzu se quedó dormido y soñó que era una mariposa, revoloteando muy contento por ahí. Y la mariposa no sabía que era Chuang Tzu soñando. Luego despertó y volvió a ser el de siempre, pero ahora no sabía si era un hombre soñando que era una mariposa o una mariposa soñando que era un hombre.
En el último acto Firmin hace mutis por la escena comiéndose el trozo final del libro Finnegan Wake: ” Miraba estas palabras y no bailaban ni se emborronaban. Las ratas no tienen lágrimas. Seco y frío era el mundo, y bellas las palabras. Palabras de partida y adiós, de adiós y hasta la vista, del pequeño y del Grande. Plegué de nuevo aquel pasaje, y me lo comí.»
José María Sánchez-Ros

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