jueves, 12 de marzo de 2009

Lawrence Durrell: Clea (El cuarteto de Alejandía)

"... Lawrence Durrell (1912-1990) es uno de los autores ingleses más influyentes de la segunda mitad del siglo veinte, siendo su obra más conocida y lograda El cuarteto de Alejandría. La historia se centra en la ciudad griega de Alejandría en los años treinta y cuarenta, es decir, antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Está compuesto por cuatro volúmenes, con un orden de lectura recomendado: Justine, Balthazar, Montoulive y Clea. En cada uno de ellos, cambia el punto de vista de la historia, que es siempre la misma menos en el último de los volúmenes, Clea, donde el tiempo avanza y se nos ofrece un desenlace que cierra el ciclo. En este juego que establece en el Cuarteto, una misma historia narrada por cuatro personajes, se puede ver un intento de plasmar la teoría de la relatividad en la literatura, tal y como nos cuenta el propio Durrell: “Tres lados de espacio y uno de tiempo constituyen la receta para construir un continuo. Las cuatro novelas siguen este esquema”. En estas novelas investiga el amor en todas sus formas, y pasajes de gran belleza se mezclan con estudios sobre la corrupción y con una compleja investigación sensual. En el rico y completo mundo creado por "El Cuarteto de Alejandría", "Clea" aporta sobre todo la dimensión temporal en la vida de un entrañable grupo de personajes. Mnemjian, el barbero, llega a la isla con un mensaje de Nessim; Darley regresa a Alejandría, que no ha perdido su poder de fascinación pese a las dificultades a que deben someterse sus habitantes debido a la guerra, y Clea está esperándole sin saber a ciencia cierta qué espera. "Clea" ocupa un lugar esencial en el Cuarteto, y ayuda a comprender con mayor profundidad todo lo contado en los libros anteriores. Con esta novela culmina la que unánimemente se considera la obra capital del autor. El Cuarteto presenta una visión de la ciudad Alejandría que cautivó a muchos lectores y escritores que se acercaron a la ciudad griega buscando esa Alejandría eterna que no encontraron. Parte de la culpa de este encanto es la prosa de Durrell, densa y hermosa, muy visual y rica, lírica, con unas descripciones vívidas, tanto de personajes como de situaciones o paisajes. En El cuarteto de Alejandría aprovecha la experiencia de su estancia en Egipto durante la segunda guerra mundial. Darley, el narrador, de hecho el mismo Durrell, recordando a sus amigos Justine y Nessin, Balthazar, Melisa, Leila, Capodistria, Pusewarden y Clea, se recrea en mostrarnos a “La bien amada Alejandría” y el argumento que anima la novela desde los más distintos ángulos de vista, nos conduce a concluir, como Ortega y Gasset, que las distintas verdades sobre una misma cuestión, persona o historia, no se oponen, sino que se complementan. A través de esta obra impresionante, Durrell plantea la posibilidad de una nueva técnica de narrar, que es también una nueva y poética visión del mundo y el hombre. La intención del autor, como explica en la nota que abre “Balthazar”, el segundo de los libros, es construir una serie de novela que se desplieguen en el espacio sin constituir una serie; obras que se complementen unas a otras, entretejiéndose en una relación puramente espacial, sin referencia temporal alguna. Eso es lo que Durrell hace con los tres primeros volúmenes, mientras que el último sí que se revela como un sucesor de los anteriores y utiliza el tiempo (narrando hechos posteriores a los ya mostrados) para tejer una imagen última —que no definitiva— de los protagonistas. El cuarteto de Alejandría’ se apoya en el recurso del espacio-tiempo, acumulando facetas de los diferentes caracteres como si fueran capas de una cebolla que el lector va descubriendo a medida que avanza la lectura."
Esta recensión es extracto y compendio de otras que se relacionan:

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