domingo, 11 de enero de 2009

Aldous Huxley: Un mundo feliz (una novela futurista)

Con uno solo de sus libros Un mundo feliz, Aldous Huxley logró zarandear a varias generaciones. De todos los mundos posibles, optó por el más triste, desesperanzado y amargo y, sin embargo, lo llamó feliz. De todas las formas que se conocen para olvidar y exaltar la imaginación, eligió la más devastadora, aunque se oculte tras distintos y llamativos nombres –serotinina, LSD, mescalina...-. En todos sus libros, volcó su inquietud por las relaciones humanas, por las religiones orientales, por los efectos de las drogas sobre el sistema nervioso. Cuando UN MUNDO FELIZ (A BRAVE NEW WORLD, 1932) fue publicada; su autor, Aldous Huxley (1894-1963) tenía una reputación ganada entre la comunidad literaria del Reino Unido. Huxley principiaría su labor creativa seducido por el encanto de la poesía (su primer libro, THE BURNING WHEEL, 1916, nunca traducido al español, es una colección de poemas) Sin embargo, pronto los menesteres del periodismo cultural terminarían decantando sus desvelos hacia los campos del ensayo y la novela. La alegre década de los años veinte le brindaría el contexto para ubicar la acción de sus novelas primigenias (LOS ESCÁNDALOS DE CROME, 1921; DANZA DE SÁTIROS, 1923; y CONTRAPUNTO, 1928) En las páginas de estos libros Huxley revelaría una estimable capacidad para la sátira y la reflexión, características bastante usuales entre los escritores anglosajones. UN MUNDO FELIZ, la cuarta novela compuesta por el autor, se encuadra en la tradición de las narraciones utopistas; sin embargo, y de alli la paradoja del título, Huxley plasma una realidad en la cual la felicidad se deriva de una parafernalia científica concebida para ahuyentar las tribulaciones de una masa ciudadana organizada según un sistema de castas regulado genéticamente. En efecto, el texto de Huxley, constituye una acerba crítica contra el cientificismo considerado como la panacea del pleno desarrollo. En lugar de esto el libro vislumbra el oscuro advenimiento de una utopía malsana que cancela el universo emocional de los individuos en aras de una arcádica estabilidad que conserve el bienestar alcanzado por la comunidad. La contraparte de esta sociedad atrapada en la burbuja de la lujuria y el consumismo, representado por personajes tan neuróticos como Bernard Marx y Lenina Crowne, es la Reserva para Salvajes de Malpaís. De ese apartado lugar proviene John, el Salvaje, un individuo semiculto moldeado según los cánones de las culturas más primitivas. Buena parte de la novela registra las patéticas reacciones que a John le inspira la pervertida idiosincracia de una civilización adicta a la disipación extrema. Hacia el final, John, incapaz de soportar la distorsión de los valores que lo habían formado, se autoelimina ante la cándida mirada de los pueriles ciudadanos de aquel mundo. Las claves de lectura de esta fábula premonitoria nos remite a desconfiar de los logros de la revolución científico-técnica como base de un progreso ilimitado para la especie humana. La mayor parte de los críticos, incluido el propio Huxley, ha comparado esta novela con "1984", de George Orwell. Ambas obras constituyen un ejercicio de proyección futurística. La diferencia, sin embargo, está en lo referente a los modelos de control: el mundo de Orwell está basado en la fuerza y la coerción y el de Huxley en el ocio y la diversión. Mientras Orwell hace una proyección del comunismo soviético de su época, Huxley proyecta hasta sus últimas consecuencias la sociedad liberalcapitalista en la que le tocó vivir.

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