viernes, 25 de junio de 2010

William Burroughs: El almuerzo desnudo ( la escritura automática y la técnica del cut-up )

"...La experimentación literaria está presente en todas las novelas de Burroughs, donde la fuerza visionaria se combina con la sátira social y el uso del montaje, el collage y la improvisación. Entre sus novelas destacan Yonqui (1953), El almuerzo desnudo (1959), El aparato blando (1961), El billete que explotó (1962), Nova Express (1964), Los chicos salvajes (1971), Exterminador (1973), Port of Saints (1975), Ciudades de la noche roja (1981), El lugar de los caminos muertos (1984), Queer (1985) y Tierras del occidente (1987).
“El almuerzo desnudo” es considerada por muchos como la obra maestra de BURROUGHS y como una novela paradigmática en la historia de la literatura norteamericana. Publicada tras muchos problemas legales en 1959, generó un auténtico escándalo en el mundo editorial estadounidense y tuvo que afrontar diversos procesos legales por obscenidad. La novela comienza con un prólogo-ensayo en el que BURROUGHS reflexiona sobre la adicción a los opiáceos como enfermedad metabólica, los distintos métodos de desintoxicación y las abismales diferencias que existen entre las diversas sustancias ilegales. Tras el prólogo, la novela profundiza en un universo onírico, obsesivo, donde la alucinación se entremezcla con la realidad (es probable que el frecuente consumo de mayún, una forma de hachís comestible, influyera notablemente en la construcción de la atmósfera del libro).
En ocasiones se ha considerado “El almuerzo desnudo” como una novela excesivamente densa e incoherente y es cierto que para el lector que desconozca por completo la biografía del autor o que no se haya iniciado con obras más accesibles como Yonqui o Marica, puede resultar insufrible (por incomprensible). La historia que subyace tras el marasmo onírico de la novela es la misma (o muy similar) que la narrada de forma más clara en las dos novelas antes mencionadas. Son distintas caras de la misma moneda. Las tres novelas se corresponden con el período 1945-1953, los años de más intensa adicción de BURROUGHS. El almuerzo desnudo expresa las sensaciones intangibles que acompañaron a los hechos concretos narrados en las otras dos obras, por lo que lo más adecuado puede ser leerla en último lugar, cuando ya se poseen unas coordenadas espacio-temporales, dadas en las obras precedentes.
La prosa de Burroughs es extrañamente sugestiva, casi hipnótica, e increíblemente poderosa. "El almuerzo desnudo" es un registro descarnado de la manera en que funciona (o no) la mente de un adicto. Burroughs usa técnicas de escritura no convencionales para pintar la historia (hasta donde hay una historia) de un mundo subterráneo enfrentado a una sociedad tecnológica autodestructiva. A la vez fue saludado como prueba de un genio literario y desechado como basura indescifrable, porque la novela fue escrita fuera de todo estándar de la prosa narrativa, con abruptas transiciones de sentido, capítulos en orden aleatorio, largas digresiones guiadas por el libre flujo de la conciencia, extrañas construcciones gramaticales y palabras inventadas pero de poderosa sonoridad. En 1959, el artista plástico Brion Gysin le comentó a Burroughs que "la literatura estaba cincuenta años atrasada con respecto a la pintura". Le sugirió, siguiendo el ejemplo de movimientos de vanguardia como los dadaístas y los surrealistas, que usara técnicas de collage en su escritura. Burroughs y Gysin experimentaron con montajes de texto e imágenes, por ejemplo, superponiendo discursos presidenciales y fragmentos de Rimbaud o Shakespeare. Burroughs había utilizado sin saberlo la técnica del cut-up en "El almuerzo desnudo", pero el comentario de Gysin lo liberó de sus prejuicios y lo invitó a continuar experimentando.
El lenguaje que utiliza está tan alejado de la norma académica como de las distintas jergas y dialectos marginales norteamericanos. Con frecuencia sazona su prosa con términos de invención propia, construcciones gramaticales imposibles o palabras desprovistas de significado pero cargadas de sonoridad. Por todo ello, puede considerarse la mayor parte de su obra como poesía en prosa, ya que su intención no está tanto en la narración como en la evocación de determinadas atmósferas y ambientes, así como estados psicológicos extremos (casi nunca sentimientos). Para este fin utiliza el lenguaje, destruyéndolo y recomponiéndolo a su gusto, siempre consciente de que se trata de un código rígido y obtuso que debe ser dinamitado y reprogramado, intentando utilizarlo como fin más que como medio de expresión, ya que esto último supondría dejarlo en el lugar que siempre ha ocupado y que le ha servido para llegar a un estado de momificación absoluta. En este sentido, BURROUGHS, como Joyce , decide replantearse la base misma de la creación literaria, que no es otra que el propio código de comunicación. Es consciente de que un nuevo código transmite siempre nuevas ideas, y lo que es más importante: nuevas sensaciones. Para él, escribir es un acto físico de coordinación motora. Su meta es escribir más rápido de lo que se piensa, tal y como lo pretendieron los surrealistas por medio de la escritura automática. Este fin, aunque imposible, se vuelve deseable y útil como método de creación, o incluso de meditación. De la misma forma que la repetición de los “mantras” en el budismo zen es una forma de desproveer al lenguaje de su significado y limpiar la mente de todo pensamiento, ayudada por el ritmo respiratorio que dichos “mantras” imprimen al cuerpo; la escritura automática es una forma de liberarse de esa corriente de parloteo interno, encerrando los pensamientos en una hoja de papel en blanco y dejándolos fluír sin reflexionar sobre ellos. Es el monólogo interior de John Dos Passos llevado a su última consecuencia.
Esta forma de trabajo fue una de las principales aportaciones que BURROUGHS transmitió a los escritores de la generación BEAT , de la que fue maestro y antecesor directo. No resulta casual que muchos de sus integrantes mostraran interés por la meditación y las tradiciones místicas orientales (zen, taoísmo, vedanta, sufismo...)y desarrollaran un estilo hipnótico y sincopado muy influenciado por estas filosofías, así como por movimientos musicales como el jazz y el be-bop. Tanto Allen Ginsberg como Gregory Corso y, sobretodo Jack Kerouac, reflejan en sus páginas esta clase de flujo obsesivo y automático de palabras, que guarda mucha relación con el beat (golpe) que les sirvió de seña de identidad generacional. Golpes a las teclas de la máquina de escribir, golpes a la batería de jazz que confieren un ritmo diabólico y espiral a las improvisaciones, golpes de las máquinas que trabajan en lugar del hombre a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial y sobretodo, golpes que les da la vida y la sociedad a todos aquellos que pretenden guiarse por su conciencia individual más que por la luz que irradia la locomotora del stablishment..."
Es extracto y compendio de otras reseñas:

jueves, 24 de junio de 2010

Vicente Aleixandre: Espadas como labios.

"Poema de amor
Te amo, sueño del viento;
confluyes con mis dedos olvidado del norte
en las dulces mañanas del mundo cabeza abajo
cuando es fácil sonreír porque la lluvia es blanda.
En el seno de un río viajar es delicia;
oh peces amigos decidme el secreto de los ojos abiertos,
de las miradas mías que van a dar en la mar,
                            sosteniendo la quilla de los barcos lejanos.
                            Yo os amo, viajadores del mundo, los que dormís sobre el agua
                            hombres que van a América en busca de sus vestidos,
                            los que dejan en la playa su desnudez dolida
                            y sobre las cubiertas del barco atraen el rayo de la luna.
                           Caminar esperando es risueño, es hermoso,
                            la plata y el oro no han cambiado de fondo,
                            botan sobre las ondas sobre el lomo escamado
                            y hacen música o sueño para los pelos más rubios.
                            Por el fondo de un río mi deseo se marcha
                            de los pueblos innúmeros que he tenido en las yemas,
                            esas oscuridades que vestido de negro
                            he dejado ya lejos dibujadas en espalda.
                            La esperanza es la tierra, es la mejilla,
                            es un inmenso párpado donde yo sé que existo.
                            ¿Te acuerdas? Para el mundo he nacido una noche
                            en que era suma y resta la clave de los sueños.
                            Peces árboles piedras corazones medallas
                            sobre vuestras concéntricas ondas, sí, detenidas
                            yo me muevo y, si giro, me busco, oh centro, oh centro,
                            camino, viajadores del mundo, del futuro existente
                            más allá de los mares, en mis pulsos que laten."
                            (Espadas como labios)
"...El sevillano Vicente Aleixandre (1898-1984), Premio Nacional de Literatura en 1934 y Premio Nobel de Literatura en 1977 es uno de los más reconocidos integrantes de la llamada Generación del 27. Su libro "Espadas como labios" (1932) está influenciado por el surrealismo y constituye su obra mas detacada en las letras castellanas. En él puede rastrearse la dificultad de la poesía para dar con la palabra capaz de transmitir la experiencia, pero al mismo tiempo el oficio del vate que no ceja en su intento de lograrlo. La publicación de Espadas como labios supuso para la lírica vanguardista hispánica el alcance de una de sus experimentaciones más radicales y una verdadera ruptura con los modelos de construcción de la subjetividad de la tradición poética española.
Espadas como labios, tercer libro de Aleixandre, aúna en sus páginas los temas eternos de la poesía: la vida, el amor, la muerte. Compuesto por 41 poemas en verso libre, exentos de cualquier regularidad formal (únicamente en el poema "Salón" recurre Aleixandre a cuartetas de heptasílabos con rima asonante en los versos pares). El carácter profundamente humano del libro no es incompatible con su tono surrealista -la lógica intelectual cede ante la expresión irracionalista, que incluso prescinde de la puntuación-, lo que ha llevado a Dámaso Alonso a calificar esta poesía de neorromántica. En Espadas como labios confluyen los rasgos más detacados que van a configurar el inconfundible estilo poético de Aleixandre; entre otros, los siguientes: el uso de la conjunción o con valor identificativo y no disyuntivo; el uso de reiteraciones -que, desde el punto de vista expresivo, intensifican las realidades evocadas-; la continua presencia de imágenes "visionarias" que escapan a la lógica de la conciencia y alcanzan un elevado sentido poético -y que son propias de la técnica surrealista-; "dinamismo expresivo"-según la terminología de Bousoño, autor del libro La poesía de Vicente Aleixandre.
La existencia, con su ir y venir entre la vida, la muerte y el sueño, aparece en este poemario desgajada en cuatro partes que dedica a sendos poetas: Dámaso Alonso, Federico García Lorca, Manuel Altolaguirre y Luis Cernuda. En cada uno de estos apartados la palabra desatada por Aleixandre encuentra la expresión del mundo interior en lucha por su unificación con el mundo. El hombre cósmico, el ser humano como reunión de fuerzas antagónicas que lo limitan y que a su vez lo conducen a desatarse, resulta en este poemario una expresión totalizante de la realidad. En sí condensa un universo; agua, mar, cielo, montañas sólo cobran sentido en la medida en que éstas resultan expresión de lo humano. Para el poeta el amor resulta una suerte de arjè, un principio que en su caso restaura la perdida unidad del universo: “Por debajo de todas las apariencias sensibles una sola substancia existía, y a esa sustancia unificadora el poeta la llamaba amor”.
El mundo oscuro de Lautréamont y la búsqueda de los recovecos de la personalidad a través del psicoanálisis son factores comunes a los surrealistas y a Aleixandre. Las formas poéticas tradicionales se abandonan en favor de una escritura más libre, que genere un discurso más verdadero, más personal. El poema en prosa permite la yuxtaposición de frases sin necesidad de organización sintáctica; de este modo se consigue evitar la intromisión de la lógica, del racionalismo, en la fluencia poética. Liberada la construcción estrófica y la pauta de la rima asonante, Aleixandre deja en libertad sus fantasmas personales y dialoga con ellos. Se trata de una indagación hacia adentro, de una aventura ontológica..."
Es extracto y compendio de otras reseñas.

miércoles, 23 de junio de 2010

Zadie Smith: Dientes blancos.

"... Con la influencia reconocida de Foster, Carver, Makepeace, Thakeray y Nabokov la británica Zadie Smith (1975) ha sabida traspasar las fronteras con sus galordanas historias de interaccion multicultural. Smith no es una escritora de larga trayectoria, pero no necesita sumar experiencia para ganar reconocimiento porque, a fuerza de talento y brillo literario, ya ha logrado imponerse como una de las novelistas más talentosas del panorama literario que se puede apreciar hoy en día en su país. “Dientes blancos”,“El cazador de autógrafos” y “Sobre la belleza” (obra distinguida con el V Premio Novela Europea Casino de Santiago y el Premio Orange 2006) son, hasta el momento, los títulos que conforman la exitosa y prometedora carrera literaria de esta joven mujer que supo desempeñarse como escritora residente en el Instituto de Artes Contemporáneas de Londres. Sin duda uno de los autores jóvenes más importantes que han surgido en la literatura anglosajona de los últimos años, la británica Zadie Smith asombró a la crítica y al público lector cuando, con apenas veintidós años, reveló con Dientes Blancos, su primera y excepcional novela, una inaudita capacidad para registrar las grandezas y miserias humanas con un ojo observador y distante, pleno de humor y sabia ironía. Galardonada con los premios Whitbread y Guardian, además de quedar finalista en todos los demás concursos literarios importantes de Gran Bretaña.
El libro relata las aventuras y desventuras de una familia musulmana de la India y otra anglojamaicana en un barrio multicultural londinense desde los setenta hasta la actualidad en una sucesión de enredos étnicos y generacionales. La narrativa de Smith destila ritmo, frescura, grandes dosis de humor y fina ecuanimidad a la hora de tratar a sus personajes y las situaciones en que se ven envueltos. Un fantástico retrato del Londres multirracial de fin de siglo y la preocupación de sus habitantes por la idea de ser británicos. Entre la resistencia de sus mujeres y la rebelión de sus hijos se van desgranando innumerables historias que giran en torno a la identidad, los orígenes, y el desasosiego de enfrentarse a un pasado insulso y un futuro incierto.En definitiva, Dientes Blancos es un recorrido esperanzador sobre las relaciones entre generaciones, culturas, credos y razas en el que las palabras huecas, los estereotipos y las utopías no tienen cabida. Y es que, para Zadie Smith, los ingleses «nuevos» y los de toda la vida sufren por igual miserias, preocupaciones y prejuicios. Situado en un barrio londinense de inmigrantes, el inmenso fresco humano que dibuja la autora tiene como epicentro las familias de Archie Jones y Samad Iqbal, dos ex combatientes de la Segunda Guerra Mundial que vuelven a encontrarse después de treinta años sin verse. Archie está casado con una jamaicana exuberante que ha perdido los dientes frontales, y Samad con Alsana, bengalí como él, y con las ideas muy claras. Uno trabaja en un taller de manipulados de papel y el otro se gana el sustento de camarero en un restaurante, pero su mayor problema no ha sido la guerra, ni la falta de dinero, ni el hecho de estar casados con mujeres jóvenes de carácter endemoniado. No, la prueba más dura que les ha deparado la vida es la relación con sus hijos. Éstos, que deberían llevar a cabo los proyectos fracasados de sus padres, se rebelan. Se rebelan contra el racismo británico, contra su propia clase social, incluso contra sus orígenes, su historia y su barrio. Así, cada uno a su manera, son la prueba viviente de lo difícil que resulta escapar del propio destino.
Con una acertada mezcla de sátira extravagante y humor corrosivo, y una profusión de personajes y situaciones que mantienen en vilo al lector, Zadie Smith exhibe una consumada habilidad de novelista, como si tuviera años de experiencia en el oficio. La extraordinaria energía que desprende la narración hace que la lectura de Dientes blancos perdure en la memoria de quienes entienden que una novela puede ser tan entretenida como fiel testigo de la realidad de su tiempo. Zadie Smith toma a un puñado de personas inolvidables y cruza sus vidas en un barrio londinense donde se mezclan las culturas, los acentos, las religiones. La vida de inmigrantes bengalíes y jamaicanos, cómo llegan hasta Inglaterra, su forma de sobrevivir, de acomodarse a su nuevo país y sus costumbres, las raíces y el pasado, las leyendas e historias familiares, todo un pasado que arrastran con ellos, que confrontan con su vida actual fuera de su tierra natal..."
Es extracto y compendio de otras reseñas:.

domingo, 20 de junio de 2010

José Saramago: O ano da morte de Ricardo Reis ( “ Y me dieron el premio nobel….¿y qué? ”) .


“… El año de la muerte de Ricardo Reis es una de las novelas más famosas y mejor consideradas del Nobel portugués José Saramago (1922-2010), una obra al mismo tiempo tierna y estremecedora, que inmortaliza la ciudad de Lisboa y pone en pie la figura de uno de los grandes poetas portugueses: Fernando Pessoa, también conocido como Ricardo Reis o Bernardo Soares, que murió a causa de problemas hepáticos el 30 de noviembre de 1935. Ademas de la natural intertextualidad con la obra pessoana, ya sugerida en el titulo del libro, que anuncia que la historia versara sobre uno de los heteronimos de Fernando Pessoa, en la novela de Jose Saramago tenemos el dialogo explicito, no solo con importantes escritores de la lengua portuguesa, sino tambien con diversos nombres de la literatura universal, como el intertexto de la Biblia y de la Historia y los cuentos de Ficciones de Borges, en especial el "Examen de la obra de Herbert Quain", con su recurrente laberinto
Saramago recoge uno de los cabos sueltos que dejó Pessoa con su muerte y lo pone en movimiento. Podría parecer una osadía por su parte atreverse a encarnar a un ser inventado por otro artista. Sin embargo, Saramago consigue tender un puente invisible entre el poeta soñado por Pessoa y el personaje que recorre, bajo la lluvia, las calles lisboetas de la novela. Saca a Ricardo Reis de su estado de heteronimia latente, le da vida corno personaje en una continuidad sin fisuras y cierra el ciclo con su muerte, permitiendo que descanse, al fin, en paz.
Lisboa es una ciudad en la que todo se distancia, incluso ella misma. Quizá por ese distanciamiento, capaz de articular en torno a ella una sugestión de misterio, la Lisboa de Saramago, reinventando la de Pessoa, nos parece más real que la misma ciudad vivida, habitada. En esta novela se enlazan, con asombrosa habilidad, la sombra de un heterónimo, una "persona" cuya esencia misma es ser precisamente una sombra, y el fondo irreal de un mundo agitado por sacudidas brutales de autoritarismo y crueldad. El amor a la palabra, y el afán de trabajarla en el límite extremo de su expresividad, aproxima la narrativa de Saramago a la poesía. Una búsqueda que despliega ante el lector múltiples posibilidades de interpretación y que da a la prosa un encanto que linda con el misterio de la palabra creadora."
Ricardo Reis, médico de profesión, regresa a Lisboa tras dieciséis años de ausencia. Se ha enterado de la muerte de Fernando Pessoa. Se instala en el hotel Bragança durante aproximadamente tres meses y allí concoce a Lidia, una camarera con la que sostendrá una relación íntima. En el mismo lugar se encuentra Marcenda, una aristócrata que llega, junto con su padre, mensualmente a Lisboa para seguir un tratamiento médico debido a que su brazo izquierdo se encuentra paralizado. Entre estas dos mujeres se mueve Ricardo Reis. Esta novela tiene una característica especial frente a muchas otras de su tiempo: está narrada en todo momento utilizando el presente, salvo quizás en alguna pequeña alusión al pasado histórico. Cuenta también con la ambientación, aunque más bien indirecta, en la Guerra Civil española, pero no es la historia del mundo lo que a José Saramago le interesa plasmar en una novela que está dedicada exclusivamente a dos asuntos: la inmortalidad y descripción mágica de Lisboa, y la inmortalidad de Fernando Pessoa.
 El personaje de Saramago desamarra Lisboa, la sufre húmeda, la recorre inundada, la pasea entumecido para comprobar si sus recuerdos se corresponden con la realidad, y no como "un grabado a buril reconstruido por la imaginación". Reis va y viene, de un recuerdo a un olvido, de una añoranza a una constatación, para acudir a la cita que un destino común le había deparado con el fantasma de su álter ego Fernando Pessoa. Anduvo calles medievales que no han perdido su encanto, puentes nuevos y viejos, contemplando como siempre y como nunca el castillo de San Jorge, el monasterio de los Jerónimos, la Torre de Belém, la Casa de los Picos, las iglesias de la Concepción Vieja y la de Santa Catalina, el hospital de San Luis, donde falleció el poeta, y el cementerio de Prazeres, donde reposan sus restos. Encuentros de vivos y muertos en una ciudad "donde se pierde el Sur y el Norte, el Este y el Oeste, donde el único camino abierto es hacia abajo". Y es justamente hacia allí hacia abajo, fue donde se dirigió Ricardo Reis comprometiendo su vida en amoríos incomprensibles: uno, lujurioso, con una camarera del hotel; otro, platónico, con una doncella lisiada. Pero si la soledad es triste e inevitable, mucho más lo es el olvido. Con esa sabiduría despojada de intereses y prejuicios, que se adquiere cuando ya la experiencia y la madurez no importa porque la muerte se adueñó de todo, Pessoa le comenta a Reis que sabe a ciencia cierta cuanto es el tiempo requerido para que los muertos pasen al olvido: "Son nueve meses, los mismos que pasamos en la barriga de nuestras madres; cada día que pasa nos van olvidando un poco más, y salvo casos excepcionales nueve meses bastan para el olvido total". ..”
Es extracto y compendio de otras reseñas:
 

viernes, 11 de junio de 2010

Amin Maalouf: León el Africano. ( Premio Príncipe de Asturias)

" A mí, Hasan, hijo de Mohamed el alamín, a mí, Juan León de Médicis, circuncidado por la mano de un barbero y bautizado por la mano de un papa, me llaman hoy el Africano, pero ni de África, ni de Europa, ni de Arabia soy. Me llaman también el Granadino, el Fesí, el Zayyati, pero no procedo de ningún país, de ninguna ciudad, de ninguna tribu. Soy hijo del camino, caravana es mi patria y mi vida la más inesperada travesía. Mis muñecas han sabido a veces de las caricias de la seda y a veces de las injurias de la lana, del oro de los príncipes y de las cadenas de los esclavos. Mis dedos han levantado mil velos, mis labios han sonrojado a mil vírgenes, mis ojos han visto agonizar ciudades y caer imperios. Por boca mía oirás el árabe, el turco, el castellano, el beréber, el hebreo, el latín y el italiano vulgar, pues todas las lenguas, todas las plegarias me pertenecen. Mas yo no pertenezco a ninguna. No soy sino de Dios y de la tierra, y a ellos retornaré un día no lejano. Y tú permanecerás después de mí, hijo mío. Y guardarás mi recuerdo. Y leerás mis libros. Y entonces volverás a ver esta escena: tu padre, ataviado a la napolitana, en esta galera que lo devuelve a la costa africana, garrapateando como mercader que hace balance al final de un largo periplo. Pero no es esto, en cierto modo, lo que estoy haciendo: qué he ganado, qué he perdido, qué he de decirle al supremo Acreedor? Me ha prestado cuarenta años que he ido dispersando a merced de los viajes: mi sabiduría ha vivido en Roma, mi pasión en el Cairo, mi angustia en Fez, y en Granada vive aún mi inocencia. "
(León el Africano fragmento)
"... De esta sugerente manera comienza el periodista y escritor libanés Amin Maalouf su novela “León el Africano”, en la que relata la vida de ese misterioso personaje de origen andaluz que en la primera mitad del siglo XVI viajó por buena parte del Sahara, llegando incluso hasta la ciudad de Tombuctú, capital del reino de los negros, y que fue capturado por un pirata siciliano y ofrecido como regalo al papa León X. Durante su estancia en Roma, Hasan bin Muhammed al-Wazzan al-Fasi, que es como se llamaba en realidad, demostró con creces su sabiduría, lo que le valió ser pronto liberado y bautizado como Giovanni Leone di Medici, aunque pronto todos comenzaron a llamarle León el Africano. Poco después, el propio Papa le encargaría la redacción de una obra en la que volcara todo su conocimiento y experiencias sobre África, que tituló “Descripción de África y de las cosas notables que en ella se encuentran”. Precisamente fue entre las líneas de este libro donde, 450 años después, hurgaría Amin Maalouf para dar cuerpo a su novela. Y es que, salvo las notas autobiográficas de la “Descripción de África”, poco más se sabe de León el Africano, de quien se cree que tras residir unos años en Bolonia, Nápoles y Florencia, volvió a Túnez donde se convirtió de nuevo al Islam.
Maalouf, él mismo a caballo entre lo occidental y lo oriental, conocedor del árabe pero que escribe en francés, era la persona más indicada para escribir este libro en 1986, en cuya introducción hay toda una declaración de intenciones: “Por boca mía oirás el árabe, el turco, el castellano, el beréber, el hebreo, el latín y el italiano vulgar, pues todas las lenguas, todas las plegarias me pertenecen. Mas yo no pertenezco a ninguna. No soy sino de Dios y de la tierra, y a ellos retornaré un día no lejano”. El novelista y ensayista libanés afincado en Francia Amin Maalouf, una de las voces más importantes de la literatura árabe, que antes que escritor fue periodista, es autor de obras como "León el africano", "Samarkanda" o "Los jardines de luz" y está en posesión de numerosos premios, entre ellos el Goncourt o el Maison de Presse y el reciente premio Príncipe de Asturias. Es uno de los escritores que más atención ha prestado a la cultura mediterránea. Entre sus últimos trabajos figura "El desajuste del mundo. Cuando nuestras civilizaciones se agotan", un ensayo en el que aboga por la universalidad de los valores y el respeto a la diversidad de las culturas.
Amin Amin Maalouf (Beirut, 1949), nos presenta a León el Africano como el símbolo de una etapa de coexistencia y como arquetipo de identidad heterogénea "por la forma serena de vivir sus diferentes vínculos, de navegar sin odio entre los distintos países, religiones y lenguas, así como por su voluntad de servir de lazo de unión entre el norte y el sur del Mediterráneo, de ser un "traductor" en el sentido más completo del término, es decir: un transmisor de conocimientos". Durante la época de crisis en que dos grandes imperios pugnan por la supremacía en el Mediterráneo, un hombre nacido en Granada poco antes de la caída de la ciudad en manos cristianas vive una aventura extraordinaria, uniendo en su experiencia Oriente y Occidente, el mundo cristiano y el islam. La fecunda imaginación de Amin Maalouf nos guía a través del portentoso periplo que entonces inicia quien acabará siendo conocido como "León elAfricano": exiliado en Fez, como tantos árabes andaluces, Hasan, hijo de Mohamed el alamín, conocerá la misteriosa ciudad de Tombuctú y los quince reinos negros que separan el Níger y el Nilo, El Cairo y Constantinopla, y, finalmente, la fascinante Roma del Renacimiento,antes de encontrar sosiego, después de numerosos avatares, de regreso en su continente natal...".

Es extracto y compendio de otras reseñas:
html/colecciones/memoria/leon.htm+leon+el+africano+amin+maalouf&cd=16&hl=es&ct=clnk&gl=es

miércoles, 9 de junio de 2010

Raymon Carver: Tres rosas amarillas. (homenaje a Chejov)

“... Tres rosas amarillas” fue el último libro publicado por el escritor estadounidense Raymond Carver (1939-1988), compuesto por seis cuentos entre los que destaca el que da título a éste volumen y que narra las últimas horas de vida del gran cuentista y dramaturgo Antón Chejov, autor por el que Carver sentía una gran admiración. Carver tardó aproximadamente dos años en escribir y reescribir el relato mientras la muerte lo iba cercenando. La paradoja se hacia presente: Carver narraba la muerte de Chejov (1860 - 1904) al mismo tiempo que él se iba consumiendo lentamente. Así, en la medida que su propio personaje - escritor vivía su agonía: el autor del escritor moría su propia vida. La simbiosis literaria lograba su cometido: enlazar a dos maestros de la escritura en un mismo sentimiento.
Dotado de un apreciable escepticismo y resentimiento, el estadounidense Raymond Carver, publicó varios libros de cuentos y muchos de sus relatos aparecieron en periódicos y revistas. Fue un icono de la literatura norteamericana y considerado el padre del “realismo sucio” por los temas que trataba en sus historias, aparentemente triviales, y protagonizadas por personajes de las clases más desfavorecidas; siempre seres grises, perdedores, desesperanzados. Su estilo literario es considerado minimalista por la falta de adornos estilísticos y la economía en las palabras; es un narrador imparcial que “muestra” más que “cuenta”, por medio de frases breves, frías y cortantes que causan un gran impacto en el lector.
“Tres rosas amarillas” es un cuento diferente que se sale de su estilo habitual: es el único del libro escrito en tercera persona y el más emotivo. Carver , en ésta ocasión, se implica en la historia, quiere que la vivamos con él como si nos encontráramos en las habitaciones de Chejov en el balneario y fuésemos testigos de lo que allí ocurre. Se recrea en los sentimientos de los personajes y en los detalles hasta el punto de que el corcho de una botella de champagne o un jarrón con tres rosas amarillas se convierten en ideas obsesivas y tremendamente visuales que dejarán una huella duradera en la mente del lector. Da la sensación de que Carver se siente personalmente afectado por la muerte del célebre autor ruso y desea, con este cuento, rendirle un sentido homenaje. Para Carver, la muerte no estaba en los relojes que usaban aquellos comensales, amigos de Chejov, sino en la tinta, cuando él escribía sobre sus últimos días, era como si la vida le diera la oportunidad de escoger su propia muerte, una muerte eminentemente literaria: la mejor muerte para un escritor. Sin embargo, Carver pudo modificar la de su admirado amigo ¿Qué mejor muerte se puede ofrecer si no es bajo el sabor de las burbujas de una deliciosa copa de champaña?. Carver es capaz de aunar en unas pocas páginas la fuerza de la escena de la muerte de tan gran escritor con la importancia que el autor americano daba a las naderías, en este caso un tapón de botella de champán tirado por el suelo y un jarrón con tres rosas amarillas que no sabe dónde colocar el joven camarero al que Olga, esposa de Chejov, le habla de la muerte de su marido y le pide que vaya a la funeraria y encargue todo para el sepelio pero que lo haga con muchísima cautela pues no desea llamar la atención. El camarero, más preocupado por el corcho, o las rosas, no es capaz de entender la naturaleza del recado ni la importancia ni la grandeza del hombre que yace muerto en el cuarto contiguo..."
Es extracto y compendio de otras reseñas