miércoles, 21 de enero de 2009

Louis-Ferdinand Céline: Viaje al fin de la noche (la autopsia de cien años de infamia y barbarie)

"... Louis-Ferdinand Céline, generalmente abreviado como Céline (Courbevoie, Francia; 27 de mayo 1894 - París; 1 de julio 1961), es uno de los escritores franceses más traducidos y difundidos del siglo XX. Viaje al fin de la noche es su mejor obra publicada en 1932 y está considerada como una de las obras maestras del siglo pasado. La novela contiene la autopsia de cien años de infamia y barbarie; un recorrido visceral por el colonialismo europeo, por los horrores de la Primera Guerra Mundial, por las hambrunas, el dolor y los desastres de la guerra. Una novela descarnada donde no hay héroes, sólo supervivientes y seres humanos condenados a perder, a sufrir, a morir como ratas. No se salva nadie, ningún país, ninguna circunstancia, sin aspirar siquiera a que se le perdone a él a pesar del lirismo de su relato, a ese personaje protagonista que con los ojos y las palabras del narrador establece un descenso absoluto a los infiernos, al verdadero rostro de la humanidad, a ese espejo en el que alguna vez debíeramos asomarnos. Se hace muy difícil hablar de Louis-Ferdinand Céline sin dejarse llevar por la indignación que provocan en cualquier persona de buena voluntad sus filias políticas. Siendo como es el escritor nazi por excelencia, lo más fácil es endilgarle el prurito de "fascista charlatán" o de "antisemita arrogante" con el que le define -entre muchas otras cosas, casi todas más loables- Maurice Bardèche en la solapa del único trabajo sobre el escritor publicado en España (Aguilar Maior, 1990). Sin embargo, para sus admiradores más devotos Céline es también el trapecista de la sintaxis, el artífice de una simbiosis magistral entre la verdad y la forma en que ésta se expresa. El escepticismo generalizado que rezuma la obra maestra de Céline ("una pesadilla de frenético nihilismo que se expresa en un lenguaje agresivamente innovador, como un colérico tartamudeo que arrasa todas las normas convencionales y que reúne sin cesar un argot colérico, osceno y lírico a la vez", según apunta José María Valverde en su 'Historia de la Literatura Universal') también es perceptible en otros idiomas. Así, leer a Céline en español, pese a que el sentido de ciertas frases se pierda en el camino que va de su lengua a la nuestra, constituye una experiencia tan apasionante que muchos de sus admiradores intentan negar que fuera un nazi argumentando el exacerbado escepticismo que inspira sus mejores páginas.
La aparición de Viaje al final de la noche fue una innovación literaria sin igual. El lenguaje oral, grosero y muy jergal, escandalizó a los contemporáneos y fue mucho más lejos que escritores que intentaron, antes de Céline, escribir usando este registro, como Emile Zola. Su prosa, como su forma de abordar los temas, y los temas en sí mismos, es extremadamente violenta, amarga y quebradiza. Su ritmo es salvaje, acelerado —y en él reposa gran parte del mérito literario del autor—. Su lenguaje es vivo, libre de todo tipo de formalidades, para escribir del modo más expresivo posible. Céline muestra una visión del mundo y sus habitantes descarnada y mordaz. Defensor de una visión de la miseria sin adornos que la conviertan en una parodia, mostrar la naturaleza humana sin máscaras es un acto de sinceridad. "En Céline la opción en pro de una escritura agresiva, el gusto por las bromas —más exactamente, ocurrencias— y la provocación se apoyan en este caso en una conciencia permanente en su valor como escritor" De estilo vivísimo, a veces intraducible a causa de su propensión a calcar el lenguaje oral, influyó profundamente en las generaciones posteriores. Autores como Charles Bukowski, Jean-Paul Sartre, Henry Miller, William S. Burroughs, Kurt Vonnegut, Billy Childish, Irvine Welsh y el contemporaneo Alessandro Baricco le reconocen una profunda influencia."

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