sábado, 8 de noviembre de 2014

El ruido y la furia de William Faulkner.

Para el mes de noviembre se ha propuesto la novela El ruido y la furia de William Faulkner

"... Publicada en 1929, su título lo toma Faulkner de un verso de Macbeth: "La vida no es mas que una sombra (...) un cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y furia, que nada significa!" Suele decirse de esta gran novela que “refleja la decadencia de una familia sureña, los Compson, compuesta por un hermano suicida, una hermana desaparecida, un hermano idiota y otro solterón, violento, racista y avaricioso. Todos hijos de un padre alcohólico y una madre histérica e hipocondríaca”. Ese es el retrato que bien pudiéramos haber encontrado sobre la repisa de una consola decimonónica sobre la que aún permaneciera un búcaro de flores secas. No dice mucho más. Sólo si encontramos un narrador como William Faulkner, podríamos entender los rictus de tristeza, inocencia, desesperación… de los personajes allí retratados. Y aunque él nos dice que nunca pudo contar bien la historia, al final del relato los personajes del retrato, que son quienes se han puesto a hablar, se nos muestran despegados de su autor, mostrando sus diferentes puntos de vista y expresando sus sentimientos desde el desgarro de sus miserias.
En esta historia se nos presenta a los Compson, una familia tradicional del sur de Estados Unidos en los primeros treinta años del siglo XX ubicados en el estado imaginario de Yoknapatwpha . Los Compson no se llevan muy bien entre sí, y además el apellido parece haber sido marcado para siempre por las tragedias. El menor de los hermanos, Benjy, es un enfermo mental condenado a ser recluido en la casa y a quien sólo parecen cuidar los esclavos negros. La mayor, Caddy, tiene una hija de un padre desconocido y termina escapando del hogar. Quentin, eterno enamorado de Caddy, decide ahogarse en un río al no poder soportar la culpa de no haber cuidado de ella. Y Jason, el más brutal de todos, engaña y estafa a los de su propia sangre. Lo maravilloso es que Faulkner resume toda esta densa historia en solamente cuatro días.
La historia se estructura a través de cuatro grandes capítulos narrados en primera persona por tres de sus personajes y un último capítulo que se torna a la tercera persona pero enfocado hacia el personaje de Disley, criada negra de la familia. A los padres los iremos conociendo a través de las narraciones de los diversos personajes. Caroline, la madre vive atormentada por la realidad que le ha tocado vivir, por las apariencias que no puede guardar y que le avergüenzan profundamente, además es hipocondríaca y está constantemente enferma. Jason, padre de familia, tiene problemas con el alcohol y es una figura prácticamente ausente.

La narración se conforma a partir de grandes monólogos interiores mezclados con diálogos secos, bruscos, rápidos que con pocas palabras tienen la capacidad de decir mucho. Tras finalizar la novela, el propio autor en un apéndice nos revela algunos datos que han podido pasar desapercibidos por el lector a la vez que se puede tomar como una guía para situar en el espacio y tiempo todos los hechos narrados en la novela.

El primer capítulo –situado el 7 abril de 1928 - está narrado por Benji y comienza el día en que cumple 33 años de edad. Es el hijo menor y padece un retraso mental que avergüenza y castiga a toda la familia. Recluido en casa generalmente son los criados negros quien se ocupan de él. Así, hay una voz aparentemente caótica en lo que se refiere al tiempo, al orden de los acontecimientos, pero no en cuanto a los sentimientos. Es un ser dependiente de los olores, los colores: del fuego, de la hierba…, de las voces de las gentes que le rodean, gentes a quien ama; son impulsos primarios. Y a través de sus llantos, sus expresiones inconexas, sus visiones de una realidad que nos transmite cuarteada y difusa, pero tierna e inocente, se nos da con todo su primitivo patetismo. Esta es sin duda la parte más compleja de la novela que incluso resulta confusa en ciertos momentos. A pesar de ello se percibe claramente la visión limitada de un personaje que no lo comprende todo. Benji presenta problemas para comunicarse y cuando percibe una situación tensa o comprometida reacciona llorando y berreando, es la única forma que tiene de expresar sus sentimientos. Oímos sus pensamientos, sus recuerdos y todas las cosas que provocan ruido en su cabeza.  Es a través de las situaciones vividas y estos recuerdos inconexos asociados a ellas que vamos obteniendo una primera visión respecto a la familia que nos va concretando a cada uno de sus  personajes. Las relaciones que los definen y como todos ellos están marcados por la carga que representa Benji, salvo Caddy, la única persona que le trata con cariño y se preocupa realmente por él. Hay un único instante en la novela en la que Benjy intenta decir o comunicar algo que no llega a saberse qué es. Sucede cuando corre hasta la verja para ver pasar a las chicas del colegio, pero su mensaje nunca llegará a manifestarse. Esta parábola que alude a la insuficiencia del lenguaje para revelar el sentimiento humano marcará el ritmo de todo el resto de la novela.
La segunda parte, que se retrotrae 18 años y es narrada por Quentin, nos descubre su terrible secreto: el amor incestuoso que siente por Caddy y su sentimiento de culpa. A lo largo de un día que pasa deambulando por Cambridge -pues ha sido enviado a estudiar a Hardvard- nos desvela más claves sobre la historia. Quentin se suicida al final de esta jornada. La aproximación del proceso de expresión oral hacia un delineamiento del acto de pensamiento es la característica principal del monólogo de Quentin. El pensamiento está recogido en el mismo instante en que se produce, se intenta trasladar un pensamiento no mediatizado por los convencionalismos del lenguaje. Uno de los propósitos de la técnica del "fluir de la conciencia" es arribar al límite en donde el lenguaje comienza a intervenir en el pensamiento. La pretensión de salir del tiempo puede interpretarse como una intención de recuperar el paraíso perdido. Quentin es un ser atormentado, en cuya alma se esconde el pecado. Sin embargo, el lector le percibe como el depositario de la memoria histórica de la familia e incluso del Condado en donde viven.  Cuando Caddy se casa para Quentin su vida se torna tan angustiosa que se dirige inexorablemente hacia la tragedia absoluta.

El tercer capítulo lo narra Jason. Jason -para quien se reserva el 6 de abril de 1928- es visceral, irascible, y tan caótico como Benjuí, pero su caos es distinto, no se engendra en la ineptitud, sino en la ira. Jason es en quien recae la responsabilidad familiar. Debe trabajar para mantenerlos a todos una vez muerto el padre de familia y se siente encorsetado y explotado porque le gustaría explorar ciertas opciones que no ha tenido y que se ve impedido por la situación familiar. Es egoísta, malicioso y vuelca constantemente su rabia contra la familia, la única forma de sacar el resentimiento que le provoca sentir que la culpa de su males la tienen ellos. Una madre angustiada a quien manipula constantemente, un molesto hermano deficiente que no es más que una carga, y una hermana a quien odia pero a cuya hija debe mantener. Finalmente Jason decide para todos un futuro en el que él se libra de todas las complicaciones. El tercer capítulo lo narra Jason. Caddy ha tenido una niña ilegítima, que deciden llamar Quentin y que vive en la casa familiar con Jason y la madre de éste (el padre ha muerto). Caddy ha sido expulsada de la familia y ni siquiera se le permite ver a la hija. Jason trabaja en una tienda de provisiones y maneja la finanzas de su madre. En la narración refleja su simpleza y a la vez su frustración por su situación personal, quejándose de no haber sido enviado a Hardvard como su hermano mayor.Y el malhumorado, prejuicioso e inescrupuloso Jason Compson (que ya tenía la profesión de delator desde temprana edad) es el que tiene la misión de sostener o recuperar el prestigio de la familia, la tarea de evitar el inminente desmoronamiento de la posición familiar en la sociedad. Pero a Jason le importan muy poco las razones "familiares". Su intento reside en no limitarse a ver las cosas sino demostrar que tiene fe en sí mismo y actuar, pero con el egoísta objetivo de acumular dinero únicamente para él.
El cuarto periodo -8 de abril de 1928- corresponde al narrador omnisciente, es decir, el propio Faulkner. Es el único que tiene la voz narrativa en tercera persona pero está centrado en la criada negra Dilsey. Una mujer a la que consideran una más de la familia pero que desde su posición no se atreve a opinar a pesar de reprobar casi todo lo que ve en la familia. Es quizás el personaje más humano de la novela. Sus rasgos característicos son la humildad y la inocencia, posee la sencillez mental necesaria para no abrumarse ante el advenimiento de la vejez, reaccionando de manera positiva cuando tiene que redoblar su coraje y su energía para obtener lo que desea. Su defensa de Benjy ante las agresiones que sufre de los demás no es fruto de un acto de compasión sino de verdadero amor. Es fácil de percibirlo en aquel pasaje en el que ataca a los blancos por no admitirlo en la iglesia..

Existe consenso entre la crítica literaria en lo relativo a considerarla entre una de las grandes novelas norteamericanas. La fuerte aceptación de la novela esta debida en gran medida a la técnica de su construcción: la asombrosa habilidad de Faulkner de recrear literariamente los rasgos de la mente humana, incluso de las más anormales. En este sentido constituye un importante aporte al desarrollo de la técnica conocida como libre fluir de la conciencia. El tratamiento y representación que Faulkner dio al tiempo en esta novela fue saludado, en su tiempo como revolucionario. Faulkner sugiere que el tiempo no es una constante u objetivamente una entidad, y que los humanos pueden interactuar con él en una gran variedad de formas. Existen varios aspectos que hicieron de El ruido y la furia una obra revolucionaria desde el punto de vista literario en su época y que marcaron tendencia. Por una parte la forma de tratar el pasado, presente y futuro como uno solo, desprovisto de orden, y que se basa en la concepción de William Faulkner de que el tiempo es percibido por cada persona de una manera diferente, no necesariamente en forma cronológica.
En segundo lugar, la combinación de narraciones, en boca de diferentes protagonistas y, en consecuencia, con tonos distintos. Ello hace que la personalidad de aquellos se desvele de manera natural, sin que tenga que ser explicada por un narrador omnisciente. Así Benjy no tiene conciencia del tiempo y no puede distinguir entre pasado y presente. Quentin, en contraste está atrapado en el tiempo, incapaz de de moverse más allá de las evocaciones de ese pasado. En un intento por asir el tiempo fugitivo y los recuerdos de la filosofía de vida de su padre, rompe el reloj que ha heredado de aquel. A despecho de su hermano, Jason no se preocupa por el pasado. El está obsesionado por el presente y por el futuro inmediato. Para Jason el tiempo solo para usarlo en su provecho personal y no puede ser desperdiciado. Dilsey es quizás el único personaje que está en paz con el tiempo. A diferencia de los Compson quienes tratan de escapar del tiempo o de aprovecharlo en su beneficio, Dilsey comprende que su vida es sólo una partícula en el implacable transcurso del tiempo y de la historia..."

Esta recensión es extracto y compendio de otras reseñas que se relacionan en los vínculos que siguen: