jueves, 16 de abril de 2009

Robert Louis Stevenson: El Extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde

"...El Extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde es una novela escrita por Robert Louis Stevenson, publicada por primera vez en inglés en 1886, cuyo título original es The Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde. Trata acerca de un abogado, Gabriel John Utterson, que investiga la extraña relación entre su viejo amigo, el Dr. Henry Jekyll, y el misántropo Edward Hyde. Es la obra maestra de Stevenson y de la novela victoriana, representa algo más que el conocido tema del doble. En el conflicto del Dr. Jekyll y su atracción por el mal, yace la dualidad moral de su propia naturaleza. La transformación del Dr. Jekyll, nos dice con lucidez Vladimir Nabokov, "más que una metamorfosis total, supone una concentración del mal preexistente en él. Jekyll no es el bien en estado puro, como tampoco Hyde es el mal absoluto". El libro es conocido por ser una representación vívida de la psicopatología correspondiente a un desdoblamiento de personalidad y es muy posible que se escribiera bajo la influencia de la droga psicodélica LSD: en aquellos momentos, Stevenson se sentía muy mal y recibía un tratamiento con cornezuelo del centeno (hongo del que se extrae el LSD) en un hospital local. Una de las interpretaciones de libro es la lucha entre las diversas tendencias de la conciencia, y el origen puede hallarse en las experiencias accidentales con dicha droga, que le producían al autor pérdidas del control de sí mismo.
Luis Martínez González reseña que esta breve novela –apenas 126 páginas- es una incursión en los abismos insondables del Hombre. Stevenson realiza una profunda reflexión sobre la teoría de que todo ser humano lleva en sí una parte de maldad, la cual puede aflorar en cualquier momento, si se dan las condiciones oportunas, y convertirlo en el mismísimo Mal personificado. Formalmente, Stevenson, curtido en la novela de aventuras, sabe llevar el tempo de la narración de modo magistral, dosificándonos la historia de tal manera que no decaiga nuestra atención y manteniendo el suspense en todo momento. Tanto los pasajes descriptivos como los dialogados, tienen el ritmo adecuado para mantener nuestro interés, sin ocultarnos datos relevantes pero, también, excluyendo lo accesorio. Y el recurso final a la carta aclaratoria –a modo de testamento vital- de Jekyll nos dice Martínez González, es magistral.
Esta novela se ha convertido en una pieza central del concepto de la cultura occidental del conflicto interior del ser humano entre el bien y el mal. La división interior de Jekyll ha sido vista por algunos críticos como análoga a cismas que existen en la sociedad británica. Las divisiones incluyen las divisiones sociales de la clase, las divisiones políticas entre Irlanda e Inglaterra, y las divisiones entre fuerzas religiosas y seculares.Es señalable, por otra parte, que casi nunca se ha destacado el parentesco entre el asunto central del relato y las posteriores doctrinas freudianas. La asociación, para el conocedor del psicoanálisis, es casi inevitable. Así, deslumbra que la narración de Stevenson, en el plano de la ficción, se haya anticipado, a grandes rasgos, a la topología del psiquismo, que Freud describiera dos décadas después. Pero no es ésta la única razón para leer y analizar la novela, también impresionan en gran medida, las descripciones de Londres, de su atmósfera sobrecargada. La confusión casi laberíntica por las callejas en que se esfuma Mr. Hyde cuando -a hurtadillas- penetra por la misteriosa puerta de la casona. En tal panorama se difuminan los contornos de los objetos habituales cuando la niebla se arrastra por los tenebrosos callejones y solamente las hieráticas farolas de gas ofrecen su pálida y macilenta luz.
Daniel Geniz Mas nos dice que para entender algunos aspectos de la novela, como la dualidad del protagonista, algunos críticos han hecho notar la influencia que sin duda tuvo sobre Stevenson su Edimburgo natal. La ciudad escocesa, aquellos primeros años del siglo XIX, era en realidad dos ciudades en una: por un lado había la Edimburgo de la New Town, la de los barrios respetables, religiosos y bienpensantes, y por otro había la Edimburgo de la bohemia, los burdeles y la delincuencia. El contraste de una respecto a la otra fue lo que, en opinión de algunos críticos literarios, despertó en Stevenson la fascinación por el tema de la dualidad de la naturaleza humana y le dispensó los materiales con los cuales construir la historia de Jekyll y Hyde. De todas formas, parece que la idea de Stevenson no era del todo original. Los estudiosos se han encargado de buscar -y encontrar- todo tipo de precursores a la historia del Dr. Jekyll, desde el cuento de E.T.A. Hoffman El elixir del diablo (1816) hasta El caballero doble (1840) de Theophile Gautier, pasando por Las memorias privadas de un condenado (1824) de Thomas Jefferson o el William Wilson (1839) de Edgar Allan Poe. El Dr. Jekyll -que suena casi como “je kill”, es decir, “yo asesino” mitad en francés mitad en inglés- sería la cara del hombre y Mr. Hyde -en inglés el verbo “to hide” significa “ocultar”- sería la bestia que se esconde detrás. "Todos los hombres del mundo son una mezcla del bien y del mal, y Edward Hyde, solo, entre los hombres del mundo, era el puro mal", leemos en el libro. Escindido en dos mitades, resultaba que una, la original, era el Dr. Jekyll, donde habitaba, como en todos los hombres del mundo, el bien y el mal; la otra mitad, llamada Mr. Hyde, era, en cambio, pura maldad. Y ante los remordimientos y la infelicidad de la mitad original, observamos como la mitad mala y homicida, aquella que actúa según su voluntad sin escuchar a razones o convenciones, es plenamente –terriblemente- feliz. En el fondo, vendría a decirnos, todos deseamos liberar a nuestro Edward Hyde. Y la llave de las cadenas que sujetan al monstruo es un brebaje, una poción mágica que el Dr. Jekyll ha inventado en su laboratorio. Después de bebérsela nos dice: "Mi demonio, que había estado encerrado durante un tiempo, salió rugiendo". Podemos ver en este elixir una referencia a la importancia que tenían las drogas en aquella generación romántica inglesa: su consumo era usado como estimulante del sueño, de visiones terroríficas, y estaba en perfecta sintonía con una tendencia que reflejaba el ambiente de una época fascinada por la exploración del subconsciente a través del sueño.
Martín Cid nos cuenta que Robert Louis Stevenson será recordado como el gran creador de los inmortales personajes de «La Isla del Tesoro» (1883) y «El Extraño Caso del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde» (1893), pero ha sido el autor, además, de novelas tan importantes como «La flecha negra» (1888), «El señor de Ballantrae» (1889) o «Catriona» (1893), así como autor de poemas y narraciones breves .Desde este punto de vista, eminentemente historicista, Stevenson representa al narrador clásico, ya bordeando el siglo XX. Stevenson es el heredero de la gran tradición del XIX y uno de los precursores de la nueva narrativa que surgiría en el siglo posterior... "
Esta recensión es extracto y compendio de otra reseñas que se relacionan:

1 comentario:

  1. Muy buen libro, se los recomiendo, muy atrapante y entretenido. me colgue muhco con la historia y no me la pude sacar de la cabeza por varias semanas, Léanlo.

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