martes, 28 de mayo de 2013

Intemperie de Jesús Carrasco: Una novela rural


“…Fue sacando los enseres de las aguaderas y los fue dejando junto al viejo. Cuando terminó, desmontó los serones y fue metiendo de nuevo las pertenencias del pastor dentro de ellos. El viejo le pidió la albarda para usarla como respaldo (...) Buscó en los serones una trenza de albardín que había sobrado del redil y la ató a la retranca. Luego fijó el otro extremo a una piedra caída del castillo y tiró del ronzal. El animal se movió, y la albarda se deslizó por sus cachas hasta caer al suelo...”.

Intemperie (fragmento)

Es extraño sorprenderse con la lectura de un libro. Intemperie, de Jesús Carrasco (Badajoz, 1971), es una novela distinta. Podrán decir que es una novela rural, que bajo un sol de justicia recrea un episodio de violencia en la España interior de la primera mitad del siglo veinte. Pero es mucho más. Carrasco ha omitido todos los nombres de los personajes y de los lugares para que la atención del lector se circunscriba a la historia. La propuesta estética es recrear un entorno indefinido, brumoso que inquietara al lector y que a la vez le diera a la historia un tono poético. El autor desbroza en línea recta, no hace digresiones. La novela se cuenta en tercera persona a través de los ojos de un niño. El lenguaje es preciso, a veces con palabras que sólo intuimos, pero que le dotan de un gran lirismo. Carrasco nos dice que lo poético es la forma más sublime de la escritura porque emplea los mínimos recursos para producir el mayor impacto. Su concepto de lo poético, tiene que ver con lo que se desliza entre líneas y no se nombra, con lo que se alude y sobreentiende.

 La novela tiene un ritmo que hace que el libro se te agarre a la manos, y que se acentúa con el uso reiterado del pretérito indefinido, sólo interrumpido por diálogos vivos y escuetos. Sólo al final da tregua Carrasco a la emociones del niño, en el momento en que sobre su cara caen unas gotas de lluvias, cuando dice que Dios aflojaba por un rato la tuercas de su tormento.

La novela tiene un mensaje de dignidad. A pesar de la violencia, de la humillación, de esa intemperie que castiga de forma tan inmisericorde, el niño y el cabrero tiene intactas su dignidad. Carrasco nos dice que: “Escribo de la manera más natural que puedo, lo que en mi caso implica la presencia de lo rural y de las relaciones humanas básicas, como las que se puedan establecer entre un padre y un hijo o, en este caso, entre un aprendiz y un maestro”.

Reseñas consultadas:
http://www.elplacerdelalectura.com/2013/01/intemperie-de-jesus-carrasco.html
http://programalaesfera.blogspot.com.es/2013/04/intemperie-jesus-carrasco-critica.html
http://www.elnortedecastilla.es/20130504/mas-actualidad/jesus-carrasco-narrador-sobrio-201305042142.html
http://mariocrespo.blogspot.com.es/2013/04/intemperie-de-jesus-carrasco.html
http://www.lapiedradesisifo.com/2013/05/07/intemperie-de-jes%C3%BAs-carrasco/
http://www.ruralc.com/2013/03/jesus-carrasco-intemperie.html

“EL VIENTO DE LA LUNA”, de Antonio Muñoz Molina. Reseña de Emilio Piqueras Gómez

Interiores de un adolescente
EL VIENTO DE LA LUNA
DE ANTONIO MUÑOZ MOLINA
Reseña Emilio Piquera Gómez

Llevaba tiempo deseando volver a toparme con una novela del autor y por unas circunstancias o por otras, he de decir que para desgracia mía, todavía no había puesto en los primeros puestos de mis prioridades lectoras otra de sus obras.

El viento de la luna es una novela bastante bien ambientada alrededor del momento en que el hombre pone por primera vez los pies en nuestro satélite. En ella, el autor nos permite introducirnos en las interioridades de un adolescente, el cual, y mediante la técnica del fluir de conciencia nos va mostrando la vida rural de la España de la época, a la vez que nos descubre las expectativas del muchacho y sus sucesivos descubrimientos sobre la vida.

Neil Amstrong, va a ser el primer hombre que pise El mar de la Tranquilidad, ese polvo lunar virgen durante tantos miles de años, pues nadie lo ha removido, ni tan siquiera el inexistente viento del que, en aquella atmósfera, se carece. Alrededor de las noticias del despegue del cohete espacial, viaje, y amerizaje de la nave en la superficie lunar va a irse desarrollando la historia, mediante la narración a través de los pensamientos que se van produciendo en la mente del adolescente protagonista.

El tema se podría definir como una novela de iniciación o construcción, una Bildungsroman peculiar, pues el formato que escoge es una especie de reclusión que el protagonista elige para sí mismo. Pero los capítulos no dejan de lado la exploración del cuerpo, la vivencia de los cambios adolescentes, el descubrimiento de los placeres con todas sus pulsiones eróticas. Y a la vez, el progresivo distanciamiento del ámbito familiar, la aparición de una cierta jactancia sobre conocimientos que le sitúen por encima de sus progenitores o del entorno próximo. O la rebeldía y la experimental desobediencia, o la crítica hacia distintos estamentos, así como los súbitos cambios de carácter.

La trama que se nos propone es un triple argumento: por una parte la expectativas sobre la vida que se van despertando en el muchacho, en segundo lugar se refleja el retraso sociológico de una vida congelada por la dictadura franquista, y en tercero, una especie de tinte idílico hacía la población de Mágina, en donde destacan algunas de sus figuras familiares como su padre o la tía Lola. El acontecimiento de la llegada a la luna está muy bien ambientado y documentado mediante variados y singulares detalles, siempre narrados mediante el fluir de conciencia del protagonista. Aunque este acontecimiento no sirve sino como excusa para ir desgajando, al unísono, el cómo va abriendo los ojos a la vida el personaje adolescente.

En la narración predomina la primera persona, excepto cuando su pensamiento se traslada hacia alguno de los astronautas, en cuyas escenas narra en segunda. El tiempo cronológico de duración de la novela no va más allá de lo que dura el viaje de ida y posterior alunizaje. El estilo es muy particular, utilizando el curso normal del viaje, mediante el paso lineal del tiempo, y saliendo y entrando en una parte u otra de la vida que le rodea en aquellos momentos o recuerdos de épocas anteriores que surgen a través del pensamiento sobre alguno de los personajes protagonistas. Utiliza pocos diálogos, y quizás por ello se sobrecargue demasiado la novela en largos párrafos de monologados pensamientos. Sin embargo, en otras ocasiones se vuelve más ameno mediante unas acciones descritas acompañados de unos diálogos.

Puede recordarnos otras obras suyas como El jinete polaco o Beatus Ille. Y asimismo, nos puede sugerir estilos de escritores como Salinger, con El guardián entre el centeno, demostrando que también es capaz de conciliar las contradicciones de un adolescente; o asimismo puede recordarnos el estilo de Philip Roth.

La construcción de personajes logra un buen nivel, sobre todo en el joven protagonista, el padre, la tía Lola o el cura progre del seminario. La prosa está muy bien conseguida y se plasman variados detalles en los que se demuestra que el autor o ha vivido los episodios o los siente muy cercanos.

En fin, una historia muy bien llevada. En ella se disfruta de una lectura lograda y bien construida a través del difícil juego de los recuerdos entremezclados con el discurrir de la cotidianeidad. Pero, sobre todo, es meritoria porque el autor pasa con nota el experimento que supone, para todo escritor, el realizar una novela configurada en su totalidad sobre la técnica del pensamiento libre del protagonista.

EMILIO PIQUERAS

jueves, 2 de mayo de 2013

Leonardo Padura: Máscaras.

"...La novela Máscaras del autor cubano Leonardo Padura ( La Habana, 1955) es la tercera entrega de la tetralogía “Las cuatro estaciones” protagonizada por el teniente detective Mario Conde, también es conocida como “El cuarteto de la Habana”. El resto de la serie lo forman Pasado perfecto, Vientos de cuaresma y Paisaje de otoño. Cada libro está ambientado en una estación diferente. En Máscaras estamos en verano. “El calor es una plaga maligna que lo invade todo”. Al igual que en el resto del cuarteto la acción se desarrolla en el 1989. Durante los últimos tres meses, Mario Conde ha estado llevando a cabo tareas burocráticas. Fue suspendido por seis meses tras una pelea con el teniente Fabricio. Para entonces su caso será revisado de nuevo para decidir si va a poder regresar al servicio activo. Debido a la escasez de personal, su superior, el mayor Antonio Rangel, levanta temporalmente la sanción a Conde y lo manda a investigar la muerte de un travesti en el Bosque de La Habana, junto con el sargento Manuel Palacios

Las novelas policiacas de Padura tienen también elementos de crítica a la sociedad cubana. Al respecto, el escritor ha dicho: "Aprendí de Hammett, Chandler, Vázquez Montalbán y Sciascia que es posible una novela policial que tenga una relación real con el ambiente del país, que denuncie o toque realidades concretas y no sólo imaginarias". Su personaje Conde —desordenado, frecuentemente borracho, descontento y desencantado, "que arrastra una melancolía", según el mismo Padura— es un policía que hubiera querido ser escritor y que siente solidaridad por los escritores, locos y borrachos.

Pese a una obra narrativa y ensayística muy notable, ya reconocida no sólo en su país sino también en Hispanoamérica, sólo ahora llega a los lectores españoles Máscaras, la cuarta novela de Leonardo Padura, galardonada con el Premio Café Gijón de Novela 1995. Máscaras forma parte de una tetralogía de novelas policiacas, protagonizadas por el mismo personaje, el teniente de policía Conde, hombre solitario y desencantado, sancionado en la Central por una antigua insubordinación, y a quien vuelven a llamar para investigar los casos más extraños y menos lucidos. Este entrañable personaje, y el género novelesco en el que se enmarca, le sirven a Padura para abrirse a un horizonte más amplio: sus historias trazan, de hecho, un fresco a la vez risueño y sombrío de las pequeñas grandezas y grandes miserias de la vida cotidiana en la Cuba actual y las someten, como de pasada, a una brillante y profunda reflexión. En la tupida arboleda del Bosque de La Habana aparece un 6 de agosto, día en que la Iglesia celebra la transfiguración de Jesús, el cuerpo de un travesti con el lazo de seda roja de la muerte aún al cuello. Para mayor zozobra del Conde, aquella mujer «sin los beneficios de la naturaleza», vestida de rojo, resulta ser Alexis Arayán, hijo de un respetado diplomático del régimen cubano. La investigación se inicia con la visita del Conde al impresionante personaje del Marqués, hombre de letras y de teatro, homosexual desterrado en su propia tierra en una casona desvencijada, especie de excéntrico santo y brujo a la vez, culto, inteligente, astuto y dotado de la más refinada ironía. Poco a poco, el Conde va adentrándose en el mundo hosco en el que le introduce ladinamente el Marqués, poblado de seres que parecen todos portadores de la verdad de Alexis Arayán…

La víctima, Alexis Arayán, fue estrangulada con una cinta de seda roja. Lo más extraño es que fue asesinado de frente y no ofreció resistencia alguna. Incluso ni intentó escapar, a juzgar por las huellas encontradas. Alexis era hijo de Faustino Arayán, un diplomático de alto rango, el último representante de Cuba en la Unicef y con mucha influencia entre los altos funcionarios del régimen. El Mayor Rangel ha recibido instrucciones de no molestar a la familia y ha exigido la máxima discreción a sus subordinados. Como es habitual en Padura, la investigación policial es sólo una excusa para la crítica social. Los dos temas principales de este libro son la homosexualidad en Cuba y la llamada política de “parametrización” que se utilizó para excluir a muchos intelectuales de la vida cultural cubana, por razones ideológicas y religiosas o por preferencias sexuales. Uno de los aspectos más interesantes de este libro es la evolución de Mario Conde, que va desde una actitud abiertamente homofóba asta su aceptación de lo que sólo es una preferencia sexual diferente.

Como todas las novelas de la tetralogía, la acción de Máscaras transcurre durante 1989, el año del fusilamiento de Arnaldo Ochoa y otros altos funcionarios del gobierno, un año lleno de incertidumbre que Padura Fuentes ha llamado "muy significativo para los cambios que se han producido en Cuba" ("Entrevista" 58). La trama de la novela en sí es bastante tradicional y ofrece pocas sorpresas al nivel narrativo. El día 6 de agosto de 1989 – día de la fiesta de la Transfiguración, según explica el propio Conde – amanece muerto un homosexual llamado Alexis Arayán, hijo de Matilde y Faustino Arayán. El padre es el "último representante cubano en la Unicef, diplomático de largas misiones, personaje de altas esferas" que vive en una casa con vidrios "milagrosamente enteros en la ciudad de los vidrios rotos" (Máscaras 38). Mario Conde, a quien nunca le han gustado los homosexuales , es el policía encargado de resolver el misterio de la muerte de Alexis. A pesar de que Alexis nunca fue travesti, su cadáver se encuentra vestido con el traje de rojo vivo diseñado para el personaje de Electra Garrigó por Alberto Marqués, amigo de Alexis, para una representación de la obra teatral del mismo nombre escrita por Virgilio Piñera. Además de su curioso atuendo, hay otro dato sobre el cadáver que sale a relucir luego: alguien, presumiblemente el asesino, le introdujo dos monedas de oro por la vía rectal.

A través de varias conversaciones con Marqués, Conde se entera de cómo la construcción de una heterosexualidad normativa revolucionaria afectó a Marqués y a otros homosexuales. Marqués le revela a Conde los pormenores de la parametración de intelectuales a comienzos de los años setenta. Como señala Padura Fuentes, la parametración fue una especie de censura que surgió poco después del caso de Heberto Padilla, y fue aplicada a quien "no cumplía con determinados parámetros"; en algunos casos, la parametración también resultó en la persecución y el encarcelamiento de individuos. El culpable de la muerte de Alexis resulta ser no un parametrado, sin embargo, sino su propio padre, Faustino, quien es arrestado a pesar de su posición dentro del gobierno. Arrestado finalmente Arayán, Marqués le revela a Conde el motivo por el cual éste mató a Alexis: en 1959, Faustino Arayán falsificó documentos para aparentar que él había luchado contra Batista. "Así fue como Faustino", explica Marqués, "se montó en el carro de la Revolución, con un pasado que le garantizaba ser considerado un hombre de confianza que merecía su recompensa" (228).

Si bien al revelarse el hecho que el culpable no es ni nunca fue realmente un revolucionario se disminuye la acusación implícita a todos los revolucionarios que se había ido tejiendo a lo largo de la obra, se debe destacar que el propio personaje de Conde, a pesar de ser el encargado de la investigación, también mediatiza las críticas hechas al régimen castrista en la novela..."

Es extracto y compendio de otras reseñas que se relacionan