lunes, 22 de septiembre de 2008

Una aproximación a la novela de Somerset Maugham: El filo de la navaja. Reseña de José María Sánchez-Ros Gómez


El Filo de la navaja: Somerset Maugham.
La novela como parece reconocer en su título discurre en el difícil equilibrio entre la ficción y la realidad. El propio Maugham se desdobla e interviene como personaje y narrador en primera persona. Es significativo que el comienzo de la novela sea la vacilación que el autor muestra para contar la historia. "Nunca he dado principio a una novela con tanto recelo", dice Maugham, que después añade: "Este libro está compuesto con mis recuerdos de un hombre a quien traté íntimamente con largos intervalos, y poco sé de lo que pudo acontecer durante ellos".

Maugham utiliza la primera persona de un modo particular, ya que no es el protagonista el que cuenta la historia sino el propio autor que se viste de personaje y se introduce en la historia a modo de observador desinteresado para narrar lo que acontece desde una aparente imparcialidad, desempeñando un papel semejante al coro de la tragedia griega. Este método lo empleó ya Melville en su Moby Dick en la que la historia era contada por el marinero Ismael, aunque el autor inglés da una vuelta de tuerca a esta técnica al autoficcionarse como personaje. Maugham es parco en las descripciones y su estilo es sencillo y directo. No hay concesiones a las aportaciones de la literatura vanguardista de algunos de sus coetáneos como Joyce, Wolf, o Faulnker. El recurso principal de estilo de la novela es el diálogo. El autor dice que no pretende que las conversaciones que deja escritas sean trasunto fidelísimo de la realidad y que se tomaba la libertad de poner en labios de los personajes discursos que jamás había oído ni escuchado para dar vida y verosimilitud a las escenas. El autor al igual que los pintores impresionistas trata de reflejar el impacto, la primera impresión que un determinado suceso o escena puede provocar en la sensibilidad, captando la realidad en un instante para evitar que esta fugacidad pueda desaparecer. Así Maugham nos cuenta que uno de los personajes, Elliot, no condescendía aún con pintores como Picaso y Braque, acerca de los cuales algunos mal aconsejados entusiastas se deshacían en elogios, pero encontró- dice- por fin justificado extender su mecenazgo a los impresionistas, lo que le llevó a exornar sus paredes con cuadros de Monet, Pissarro, Gauguín, Renoir y Manet. Hay continuas referencias a novelistas, poetas, y filósofos. Así cita la lectura que hace Larry de Principios de la Psicología de William James, famoso psiquiatra norteamericano hermano del novelista Henry James; la Odisea de Homero cuya lectura en el original equipara a la sensación de ponerte de puntillas para tocar las estrellas; también hace referencia a las máximas de François de la Rochefoucauld; y a Spinoza, Platón, Plotino y Descartes. Cita expresamente entre los libros que llevaba Larry en un bolsillo a la Princesa de Clevés de Madame de La Fayette, que fue la primera novela histórica francesa; al escritor belga Maeterlinck, a los místicos Ruysbroek, Eckhart, Dionisio Areopagita, y al filósofo alemán, zapatero de profesión, Jacobo Böhme. Entre los autores ingleses relaciona a Shelley, Keats, Shakespeare, Byron, Emerson, Eliot, Lytton Strachey Lord Chesterfield, Robert Frost y Landor. Entre los autores alemanes a Goethe, Shiller, Heine, Hoderlin, y Rilke. Entre los franceses a Valery, Baudelaire, Rimbaud, Madame de Savigne, Saint Simon, Proust, Racine y Ronsard. Y entre los rusos a Dostoiewski.

La novela empieza en Chicago donde Maugham pasa accidentalmente camino de Oriente cuando acababa de publicar una novela de éxito. Recibe entonces una llamada de Elliot Templeton que le invitaba a comer junto con su hermana Louise y su sobrina Isabel. Maugham durante la comida conoce al novio de Isabel Larry Darrell. Después de volver de la guerra Larry no tiene intención de trabajar y se propone trasladarse a Europa. Larry se siente profundamente ignorante y emprende un apasionante viaje de conocimiento que le llevará primero a Paris, luego a Alemania. España, Grecia y finalmente a la India. Isabel impaciente acaba casándose con Gray Maturin. Después del descalabro del 29 la familia se arruina y se traslada a París donde vive el tío Elliot. Isabel vuelve a encontrarse con Larry, recién regresado de la India, que pretende casarse con Sofía. Sofía muere en extrañas circunstancias. Finalmente la historia se reconduce cuando muere el tío Elliot, Isabel se traslada de nuevo a Chicago y Larry da por terminado su viaje espiritual. En síntesis esta es la trama, y pudiera parecer trivial, pero nada mas lejos de la realidad, ya que la verdadera intención del autor es exponer sus propias convicciones acercas de las dudas existenciales del hombre. Para ello Maugham se vale del joven Larry que va adquiriendo conocimiento mediante sucesivas lecturas que le dotan de la madurez suficiente para encararse con el aprendizaje del sistema filosófico de los Vedas indios. Maugham había estado en la India y seguramente quedó impregnado de la espiritualidad de sus religiones. Por tanto bajo la aparente capa de superficialidad, si se rasca un poco la novela de Maugham nos desvela una concepción que resuelve de una manera distinta, a como tradicionalmente se ha entendido en Occidente, el amor, la muerte, la existencia de Dios y la necesidad del mal. Es evidente que la novela tiene la sombra vital del autor. Elliot Templeton, es la quintaesencia de la vanidad y de la frivolidad del figurante social cuya máxima preocupación es la invitación a todo tipo de eventos sociales: cenas, bailes, recepciones, tanto en su casa de Paris como en la de Antibes en la costa azul francesa. Maugham no lo dice pero es claro que el personaje no era un varón fanático, como tampoco seguramente lo sería el autor. La homosexualidad de Maugham es ahora de sobra conocida, y se puede rastrear en la configuración de los personajes femeninos, sobre todo Isabel a la que retrata como responsable última de la muerte de Sofía. El autor mediante sucesivos encuentros y desencuentros con los personajes va reconstruyendo el puzzle de la historia. El Maugham personaje se convierte en el privilegiado testigo que recoge las distintas conversaciones que sirven como punto de unión para hilvanar una trama que trata de contraponer la fuerza de la apariencia como único fin de una familia convencional de Chicago a la fuerza del conocimiento como fuente de la felicidad del solitario Larry empeñado en una huida constante. La novela fluye entre la superficialidad y el snobismo de una familia norteamericana afincada en Europa después del desastre del 29 y la profundidad del personaje de Larry, que decepcionado de su participación en la primera guerra mundial emprende un viaje de iniciación en la búsqueda constante de la verdad, viaje que le llevará a la India donde indagará sobre la eternas preguntas existenciales como paradigmático contrapunto de los convencionalismos y estereotipos de la época. Ese viaje tiene como punto de partida las lecturas de Larry que abandona el futuro prometedor de una vida cómoda con Isabel y se abisma en la necesidad de un conocimiento insaciable. Es un viaje interior que ahonda en una búsqueda que sólo parece conseguir cuando se impregna de la espiritualidad oriental. Maugham recoge por boca de Larry algunos asertos de gran lirismo que catalizan el pensamiento oriental y que entonces pasaron desapercibidos pero que seguramente veinte años más tarde hubieran sido compatibles con los movimientos hipies de los años sesenta. Y así dice por ejemplo. “Aunque la rosa a mediodía haya perdido la belleza del alba, la belleza que entonces tenía no deja de ser verdadera. No hay nada permanente en el mundo, y somos necios cuando pedimos que algo perdure, pero no cabe duda de que seríamos aún más necios de no solazarnos con lo que tenemos mientras dura. Si el cambio es consustancial con la existencia, parece sensato hacer de él una premisa de nuestra filosofía”. ” Nada ocurre sin efecto. Si arrojas una piedra en un estanque, el universo ya no es exactamente el mismo que antes. Cuando un hombre alcanza la perfección y la pureza, la influencia de su carácter se extiende, y quienes buscan la verdad se sienten naturalmente atraídos hacia él”. En el libro sagrado indio Upanishad Kathara se emplea la metáfora “El filo de la navaja” cuando dice lo difícil y peligroso que es el sendero que conduce a la Suprema Realidad. Únicamente un aspirante espiritual bien alerta, puede evitar posibles caídas y avanzar. Un leve desliz puede causar una caída y llevar mucho tiempo curar las heridas, volver a levantarse y proseguir la marcha. Y este lema los traspone Maugham en el frontispicio de libro: “Arduo hallarás pasar sobre el agudo filo de la navaja. Y penoso es -dicen los sabios- el camino de la salvación".
José María Sánchez-Ros Gómez

2 comentarios:

  1. Jose María:
    Te felicito por el soberano comentario que has hecho sobre El Filo de la Navaja. Has hecho una lectura tan generosa de una novela que a mí me impacientó que a punto estuve de coger el libro para ver si habíamos leído la misma cosa. Eres el lector que todos los novelistas quisieran tener como testigo de la defensa. Enhorabuena.

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  2. Este libro lo leí hace más de 20 años y removió mucho dentro de mi. Es uno de los primeros libros que recomiendo cuando me preguntan.

    Un abrazo

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