domingo, 26 de julio de 2009

Rafael Alberti: Marinero en tierra

“…. Marinero en tierra fue el primer poemario de Rafael Alberti (1902-1994). Desde el mismo momento de su aparición, en 1925, fue evidente que nos hallábamos ante uno de los textos fundamentales de la poesía española del siglo XX, como vino a demostrar el que obtuviera el Premio Nacional de Literatura concedido por un jurado del que formaban parte Ramón Menéndez Pidal, Gabriel Miró y Antonio Machado. De Marinero en tierra dijo Juan Ramón Jiménez: "Poesía popular, pero sin retorno innecesario: nueva; fresca y acabada a la vez; rendida, ágil, graciosa, parpadeante: andalucísima". Y es obra que revela la extraordinaria capacidad de Alberti para abordar la lírica popular, utilizando como cauce expresivo la graciosa métrica aprendida en los Cancioneros medievales y en Gil Vicente. Pero también es obra que anticipa algunos rasgos comunes a toda la futura poesía de Alberti: una gran destreza verbal, un sorprendente dominio de la forma -que le permite los más audaces virtuosismos técnicos con la mayor espontaneidad-; y una poderosa capacidad plástica y sensual que entronca con su pasión por la pintura. No es, por tanto, la poesía de Marinero en tierra fácil de construir técnicamente; porque bajo su aparente sencillez, late una depurada técnica literaria que logra hacerla cercana al lector, permitiéndole disfrutar de un fresco y tierno lirismo. En lo que se refiere al lenguaje poético, la obra queda lejos de la espontaneidad irreflexiva. Muy al contrario, analizado en las sucesivas ediciones —y mudanzas— que Alberti revisó, Marinero en tierra es un conjunto ligado mediante un alto sentido de la madurez poética. Jesús Fernández Palacios destaca las virtudes del engranaje: «Desde “Sueño del marinero”, como prólogo en tercetos encadenados, pasando por los diez sonetos de la primera parte, las treinta y tres canciones de la segunda hasta los sesenta y cuatro poemas de la tercera —introducida esta última parte por una hermosa y alentadora carta de Juan Ramón Jiménez, fechada el 31 de mayo de 1925—, la obra entera se resume como un compendio de tradición y modernidad, donde se mezclan versos endecasílabos y alejandrinos con los de arte menor, las estrofas clásicas con las nuevas canciones, el lenguaje convencional con el experimental, los usos normales con los juegos de palabras, y las comparaciones más elementales con atrevidas, alógicas metáforas». («Marinero en tierra», Cuadernos Hispanoamericanos, n.º 485-486, nov.-dic. 1990, p. 288). Baste recordar un sencillo poema de esta obra para justificar el gran entusiasmo con que fue acogida por Juan Ramón Jiménez; obra en la que el propio Alberti reconoce la influencia de los poetas anónimos del Cancionero y Romancero españoles del XV: Del barco que yo tuviera serías la costurera. Las jarcias, de seda fina; de fina holanda, la vela.-¿Y el hilo, marinerito?-Un cabello de tus trenzas. La métrica empleada por Alberti constituye uno de los indiscutibles aciertos poéticos de Marinero en tierra. Los poemas son, por lo general, breves: entre cinco versos -como en el poema "Mi amante"- y hasta quince, aunque predominan los poemas de once, trece y quince versos; y solo en algunos casos se ronda o supera la treintena de versos: así sucede en "Sueño del marinero" -poema que encabeza la obra, formado por doce tercetos encadenados, con un total de treinta y siete versos-, y en la emotiva "Elegía del niño marinero" -compuesta por cuarenta versos, distribuidos en diez cuartetas-, y también en el poema que cierra el libro, "Funerales" -con otros veintiocho versos agrupados en siete cuartetas-. Las estrofas suelen constar de dos y cuatro versos, en la línea de la lírica primitiva de tipo tradicional, a la que también responden el uso de construcciones paralelísticas, de frecuentes estribillos -a modo de las "vueltas" de los villancicos-, y de glosas breves de versos tomados de fórmulas transmitidas por la tradición folclórica; todo lo cual confiere a los poemas un ritmo sencillo, muy adecuado para contribuir al logro de ese clima de afectividad y acendrado lirismo que se diluye por toda la obra. En cuanto a la rima, se emplea indistintamente la asonante y la consonante, y son muchos los poemas en los que, gracias a su adecuada distribución, se obtienen sorprendentes efectos musicales -por ejemplo, el titulado "Dondiego sin don"-. Y aunque el verso más usado es el octosílabo, son también frecuentes los heptasílabos, tetrasílabos, hexasílabos y eneasílabos; y no resulta inusual la heterometría en un mismo poema -por ejemplo, la combinación de versos de cuatro, seis, cinco, ocho, nueve y tres sílabas en el gracioso poema "¡A volar!", compuesto de quince versos, agrupados en tres conjuntos estróficos de cinco, siete y tres versos-.
Los temas y las formas populares continúan en los siguientes libros: La amante (1925), El alba del alhelí (1926-1927). Y si con Cal y canto (1926-1927) Alberti rinde homenaje a Góngora y cultiva, además, los motivos de la vida moderna en una lírica claramente vanguardista, con Sobre los ángeles (1927-1928) logra una de las obras maestras de la poesía surrealista. A sus últimos años de su estancia en España previos al exilio corresponden varios libros de inspiración revolucionaria: El poeta en la calle (1931-1935), De un momento a otro (1934-1938), etc. En su exilio americano, Alberti sigue publicando libros de extraordinaria belleza lírica, muchos de los cuales revelan la nostalgia de su patria: Entre el clavel y la espada (1939-1940), Pleamar (1942-1944), A la pintura (1945-1947) -bellas glosas líricas de la obra de célebres pintores-, Retornos de lo vivo lejano (1948-1956), Coplas de Juan Panadero (1949-1953), Ora marítima (1953), Baladas y canciones del Paraná (1953-1954), etc. De su estancia en Italia sobresale la obra Roma, peligro para caminantes (1964-1967). Desde su regreso a España, Alberti publica varios libros, el mejor de los cuales tal vez sea Versos sueltos de cada día (1979-1982). Alberti es, asimismo, autor de un sugestivo libro de memorias -La arboleda pedida- y de algunas obras de teatro como El hombre deshabitado y El adefesio…” Es extracto y compendio de otras reseñas que se relacionan:

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