martes, 3 de febrero de 2009

Henrik Ibsen: La casa de muñecas (el portazo de Nora)



“He sido una muñeca grande en esta casa, como fui una muñeca pequeña en casa de papá. Y a su vez los niños han sido mis muñecos. Me divertía que jugaran conmigo, y a ellos les divertía verme jugar con ellos. Esto es lo que ha sido nuestro matrimonio...” "... Las palabras que el personaje de Nora arroja sobre la cara de su desorbitado marido, hacia el final de Casa de Muñecas, se convierten en el grito de la mujer que se libera de sus ataduras y ropajes decorativos y está a punto de iniciar su propio camino. La obra literaria de Henrik Johan Ibsen (Noruega, 1828-1906) representa una clara reflexión poética sobre la necesidad humana de vivir de una forma diferente. La obra se estrenó el 21 de diciembre de 1879 en el Det Kongelige Teater de Copenhague. Su título original en noruego es Et dukkehjem.
A un poco más de cien años de la muerte del dramaturgo noruego Henrik Ibsen, nadie ha conseguido desplazarlo, en el mundo de las letras, como el creador del teatro moderno. Su obra, nos dice Yolanda de la Torre, influyó en autores como los españoles Benito Pérez Galdós y Jacinto Benavente, y fue defendida, entre otros, por el británico George Bernard Shaw –quien lo llamó “el mayor dramaturgo vivo”, en un texto intitulado La quintaesencia del ibsenismo– para convertirse, finalmente, en uno de los pilares fundamentales de la dramaturgia universal que marcó el fin del melodrama romántico, tan popular en el siglo XIX.
Como cultivador de un realismo crítico, Ibsen fue también un autor de ideas: sus personajes son personas que se liberan intelectualmente del pensamiento tradicional. Nora ha sido modelo para las mujeres que luchan por la igualdad de derechos en una sociedad predominantemente masculina y, en este sentido, es el más internacional de todos los personajes de Ibsen. Curiosamente, a pesar de su rebeldía, o quizá debido a ella, el público burgués acogió con entusiasmo a esta mujer que abandonó a su marido e hijos, rompiendo con la institución básica de la sociedad burguesa: el matrimonio.

Existe un consenso marcado acerca de que fue Ibsen quien torció el rumbo, y puso punto final a la tradición romántica en el teatro. Inaugura, de este modo, lo que se ha denominado “teatro de ideas”: es decir, el retrato agrio y sin concesiones de los conflictos sociales de la época. El mundo de permanentes contradicciones en que los personajes se ven envueltos, facilita la consumación del drama escénico. La actitud de Nora en el desenlace de la obra, puede ser asimilada como un acto de coraje, como un medio para lograr la ansiada autonomía personal; o bien, como una resolución injusta, escandalosa y precipitada. La maestría está, pues, en dejar esa ardua y no siempre placentera tarea -la de adjetivar la conducta de la protagonista-, al público.
Nos cuenta Luis Navarro que Nora se convierte en la mujer más plenamente femenina y moderna de todas las que han perdurado con éxito en el canon literario decimonónico. Ni Emma Bovary, ni la muy interesante Eugenie Grandet, ni Ana Ozores o muchas otras alcanzan el grado de profundidad y libertad que obtiene Nora en su acto de marcharse. El tema de la insatisfacción Ibsen lo supo ver con gran clarividencia y lo desarrolló en un drama de construcción y lenguaje impecables, por el que no ha pasado el tiempo. Nora, su gran creación, tenía por fuerza que hacerse universal, aunque no sepamos qué hizo cuando se marchó. El portazo de la insatisfacción, nos dice Luis Navarro, aún resuena en nuestras conciencias.."
Esta recensión es compendio y extracto de otras reseñas que se relacionan en los vínculos que siguen:

2 comentarios:

  1. ¿por que el libro se llama casa de muñecas?

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  2. El título seguramente hace referencia
    a la situación decorativa de la mujer. La mujer no tiene ideas propias, se limita a ser hija, esposa y madre. Es sólo una muñeca en manos del varón. El portazo de Nora es un aldabonazo en favor de la libertad y autonomía de la mujer que no se quiere ser un mero juguete.

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