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lunes, 24 de diciembre de 2012

Mircea Cartarescu: Nostalgia.


"... Mircea Cărtărescu nació en Bucarest el 1 de junio de 1956. Es un poeta, prosista y crítico literario. Está casado con la poetisa Ioana Nicolaie. Es considerado por la crítica literaria el más importante poeta rumano de la generación de 1980. Es conferenciante universitario, doctor en la Cátedra de Literatura Rumana de la Facultad de Letras de la Universidad de Bucarest. Es el escritor rumano más apreciado en el extranjero por el momento, y algunos críticos literarios consideran que podría ser el primer rumano ganador del Premio Nobel para la literatura. Nostalgia, la obra que consagró a Mircea Cărtărescu como la voz más potente de las actuales letras rumanas, constituye una auténtica revolución literaria. Los lectores que abran las páginas de Nostalgia deberán prepararse para una onda de marea verbal de la imaginación que lavará las ideas previas de lo que una novela es o debería ser. Aunque cada uno de sus cinco capítulos está separado y es independiente, una armonía temática, incluso hipnótica se encuentra en los juegos infantiles, la música de las esferas, la humanidad primordial, la creación de mitos, los orígenes del universo, y en los bloques de viviendas ruinosas de un apocalíptico Bucarest durante los años de la dictadura comunista.

El volumen se abre con El Ruletista, una parábola asombrosa sobre la vida y la muerte, la pulsión creativa y la pasión humana; y que narra la improbable historia de un hombre al que nunca le ha sonreído la suerte, pero que, sorprendentemente, hace fortuna participando en letales sesiones de ruleta rusa. Sin embargo, inesperadamente, encuentra en los escarceos con la muerte (a través del juego de la ruleta rusa) una forma de afrontar la asunción de su propia identidad. Como explica el autor, “el Ruletista apostaba contra sí mismo. Cuando se llevaba la pistola a la sien, él se desdoblaba. Su voluntad se volvía en su contra y lo condenaba a muerte. [...] Pero puesto que su mala suerte era absoluta, lo único que podía hacer era fracasar siempre en todos y cada uno de sus intentos de suicidarse”. Y solo corresponderá al lector decidir, tras la lectura de la historia completa, si en verdad el protagonista fracasa o no…: “porque los personajes no mueren jamás, viven siempre que su mundo es leído”.Hay un lugar en el mundo donde lo imposible es posible, se trata de la ficción, es decir, la literatura. Allí las leyes del cálculo de probabilidades pueden ser infringidas, allí puede aparecer un hombre más poderoso que el azar.

En El Mendébil, un mesías impúber de aires proustianos pierde sus poderes mágicos con el advenimiento de su propia sexualidad, y se ve perseguido por una legión de jóvenes acólitos. En Los gemelos, Cărtărescu se entrega a la bizarra exploración de la ira juvenil, hasta desembocar en la pieza central del libro y compone un romance adolescente bastante banal situado entre largas descripciones de un hombre vistiendo vestido de mujer, REM, considerada su mejor pieza corta, que narra la historia de Nana, una mujer de mediana edad, enamorada de un estudiante de instituto en una Bucarest pesadillesca, enciclopédica, que se eleva a la categoría de ciudad universal. En el sueño de los humanos existe una fase en la que los ojos se mueven a mayor velocidad y, según indican los estudios científicos, es aquélla en la que más sueños se producen. Son esos momentos los que Cărtărescu reproduce de forma magistral en este cuento, a base de círculos concéntricos formados por escenas que a su vez se componen de imágenes aisladas, retazos de vida real y fantasía entremezclados de los que surge una sinfonía perfecta que sólo puede contemplarse en su totalidad una vez se ha caminado por el borde de cada una de esas esferas perfectas situadas en algún lugar fuera del mundo. “REM” es un relato cuya cadencia es capaz de usurpar el espíritu del lector y tomar las riendas de su voluntad, una habitación de espejos, un recorrido por la Vía Láctea dentro de una burbuja. Nadie como Cărtărescu hasta ahora había sido capaz de plasmar con tanto acierto las cotas de crueldad y de demencia que pueden alcanzar los juegos infantiles que, analizados bajo su particular mirada trastornan al lector consiguiendo que en ocasiones no sepa si está soñando, o si son los niños quienes sueñan.

La principal aportación de Cărtărescu a la literatura es su original manera de introducirse en el subconsciente, como nadie lo había hecho antes: plantea un mundo onírico y orgánico a partes iguales, desgarrador pero pulcramente detallado, con una precisión casi escatológica y la costumbre de no omitir el más mínimo detalle. Además de entremezclar como un hechicero lo onírico y lo orgánico, lo hace al igual con lo real y lo fantasioso pero también con los miedos atávicos y con los infantiles. Nada escapa a su magia. Se pasea como un vampiro funambulista entre los temas recurrentes que compactan y dan coherencia a su literatura: los recuerdos precisos de la infancia, del mundo del sueño, las prolija composición del cuerpo humano y de los animales, la sexualidad andrógina y la constante confusión y mutación de los seres vivos.

Se considera que Cărtărescu es uno de los más importantes teóricos del posmodernismo rumano, y se trata de un autor que goza de gran predicamento tanto dentro como fuera de las fronteras de Rumanía. Se consagró con el volumen de cuentos Nostalgia (1993), en el que destaca, de manera indiscutible, «El Ruletista», publicado por Impedimenta en 2010. Siguió Lulu (1994), novela tortuosa y genial que indaga en el misterio del doble, y que le valió el Premio ASPRO. Su proyecto Orbitor (1996-2007), una críptica trilogía de tema onírico, de complicada lectura, adopta la forma de una mariposa, y se considera su obra más madura, y es de una dificultad estilística notable, tanto que se considera de difícil traducción a otros idiomas, y de difícil lectura. Contiene tres volúmenes, Aripa stângă (“El ala izquierda”), Corpul (“El cuerpo”) y Aripa dreaptă (“El ala derecha”). Recientemente ha publicado el volumen de cuentos “Frumoasele străine” La bella extranjera (2010, de próxima aparición en Impedimenta), una sátira rayana en lo grotesco que narra secuencias de la vida literaria genuinamente rumanas pero también cosmopolitas. Tres historias unidas por una sola voz narrativa.


En El Ruletista observamos ya algunos rasgos que cobrarán fuerza renovada en el resto de historias presentes en Nostalgia (El Mendébil, Los gemelos, REM y El arquitecto): escenarios descritos de una forma absolutamente plástica, personajes cargados de problemas en su relación consigo mismos y, sobre todo, un especial uso del tiempo -que Cartarescu domina con especial maestría- que nos sitúa en un contexto de apariencia real pero que siempre colinda con el terreno onírico, con la evanescencia de los sueños. Esta última particularidad, una de las notas que convierten en especialmente atractiva la literatura de este rumano en el ecuador de la cincuentena, nos hace recapacitar de forma casi armoniosa, sin grandes sinsabores pero sin tampoco olvidar los aspectos menos amables de la vida, sobre el viejo adagio latino: tempus fugit. Y es que, si algo les ocurre a los personajes de Nostalgia, es que sienten con especial sensibilidad la huida del tiempo, lo que empuja, a todos y cada uno de ellos, a vivir con gran intensidad los recuerdos del pasado, siempre en contraste con las expectativas de futuro. De esta manera, todos deambulan casi errantes en busca de un equilibrio que solo puede llegar al precio de poner en orden lo fijo (lo inquebrantable por pasado) y lo aún por modificar. Cartarescu confiesa a través de uno de los protagonistas de Los Gemelos: “Pero, en primer lugar, odiaba mi mentalidad de soñador negligente que -lo sabía- me impediría sin duda llevar la vida que me habría gustado”.

Esta descompensación entre la condición frágil de nuestro ánimo y la necesidad de imponerse a las pruebas del destino, conduce en ocasiones a los personajes a un estado en el que ni siquiera saben si reír o llorar. Esta tesitura ambivalente, siempre incómoda, entre la náusea y la alegría voraz, es otro de los fortines de la literatura de Cartarescu, que explica por boca de uno de los protagonistas de Nostalgia: “Me asusta un poco la pasividad con que he empezado a aceptar la situación pero incluso este temor es, de hecho, más bien lo que debería sentir que lo que verdaderamente siento (lo que de verdad siento es un deseo de reír hasta las lágrimas, todo me parece un carnaval, una farsa cómica)”..."


Esta recensión es un extracto y compendio de otras reseñas:





miércoles, 18 de enero de 2012

Alejo Carpentier: El siglo de las luces.

"... La más importante de las novelas hispanoamericanas en las que se vierte un juicio histórico del Setecientos y de la Illustración es, tanto por su propia calidad literaria como por la influencia ejercida en sucesivas generaciones de escritores, El siglo de las luces (1962), de Alejo Carpentier. En ella, Carpentier ha utilizado el símbolo de la luz para emitir sus juicios, articulándolo en diferentes alegorías que explican el significado histórico del siglo XVIII hispanoamericano y caribeño.De las novelas de Carpentier, El siglo de las luces es, junto a El recurso del método, la obra que presenta una reflexión más sistemática sobre la simbología luminosa,y, de hecho, este texto constituye en sí mismo, y desde el título, un ensayo ficcional sobre la inteligencia historiográfica y sobre la penetración de las ideas europeas en la Hispanoamérica del siglo XVIII.
Desde el comienzo de la novela, la acción está inmersa en el encierro y la oscuridad de la antigua casa señorial que ha conocido la muerte del padre. Si en un principio la llegada de Víctor Hugues a la casa donde viven en un desorden de fantasías literarias los dos hermanos huérfanos y su primo parece que es la responsable de la apertura de la casa, de la llegada del orden y de la vuelta de los jóvenes a una agenda diurna con la que pasan a ocuparse por fin del almacén heredado de su padre, la simplicidad de esta
interpretación se pone en evidencia enseguida, cuando el símbolo de las luces demuestre toda su complejidad y su preexistencia ajena a la llegada del ilustrado comerciante de Saint Domingue. Así, el simple tránsito ideal de los tres jóvenes desde el noctambulismo en la vieja casa colonial a las ideas de las Luces es cuestionable, en tanto que éstas suponen sólo el estímulo inicial para su descubrimiento de un mundo antillano que mostrará los visos de su complejidad. Sin embargo, no deja de resultar cierto que la llegada de Hugues será la que sirva para descubrir la contradictoria realidad de las luminiscencias y las sombras que se alojan en el propio mundo caribeño de los jóvenes, singularizándolo precisamente frente a esas Luces de la civilización europea.
Una de las citas más expresivas del sentido trascendental con que se mezclan y se apoyan la revolución y la ideología de las Luces es la digresión histórica que hace el narrador cuando Esteban se encuentra frente a las Bocas del Dragón, la desembocadura del Orinoco, en la que recuerda el engaño de Colón durante su tercer viaje al creer –o hacer creer que lo hacía– que había descubierto el Paraíso Terrenal. El recuento de las voces de los primeros cronistas de Indias le sirve al narrador para afirmar que el Nuevo Mundo había sido «alumbrado, iluminado» (318) por el mito de la Tierra de Promisión. La falsa sinonimia de los dos vocablos, acompañados de diversas connotaciones semánticas, sugiere que las ideas y la teología europeas habrían dado a luz el Nuevo Mundo desde sus propias expectativas culturales, y, lo que es más importante, que este nacimiento historiográfico esconde, detrás de su «alumbramiento» por la inteligencia creadora, una «iluminación», una revelación de tipo religioso.
Ahora bien, todas estas alegorías luminosas, integradas en un mismo sistema de sentido histórico, se pueden resumir en los dos símbolos más poderosos de la novela: la guillotina y el cuadro de Monsú Desiderio Explosión en una catedral. La guillotina, que, como metáfora de la naturaleza contraproducente de las Luces, viaja al Caribe en el mismo barco que el decreto de abolición de la esclavitud, es reducida a
arquetipo como la Máquina. De esta manera, actúa como emblema de la «modernización» que algunos autores (Dussel 1993: 65-76; Yúdice 1989: 105-128) suponen que sustituyó a la «modernidad» como materialización de los ideales ilustrados en las periferias culturales de las metrópolis. Cuando ya ha triunfado en Francia la reacción de 9 Termidor, Hugues desmonta la máquina para no volver a utilizarla más. En sus reflexiones aparece entonces, simbólicamente, la naturaleza oscura de las luces que representaba el cruel invento: «El reluciente y acerado cartabón [...] regresaba a su caja. Se llevaban la Puerta Estrecha por la que tantos habían pasado de la luz a la noche sin regreso»
A lo largo de todo El siglo de las luces aparece un cuadro, una tela de autor anónimo, llevada de Nápoles a La Habana y que termina en la casa de Madrid, titulada Explosión en una catedral. Esteban tiene siempre presente esa "apocalíptica inmovilización de una catástrofe" que contraría "todas las leyes de la plástica" —y, cabe apuntar, de la lógica dialéctica—. Se trata de "la visión de una columnata esparciéndose en el aire a pedazos —demorando un poco en perder la alineación, en flotar para caer mejor— antes de arrojar sus toneladas de piedra sobre gentes despavoridas". "No sé cómo pueden mirar eso", dice Sofía, experimentando tanta repulsa como fascinación por la imagen. En el cuadro se formaliza la gran aspiración de Esteban, y seguramente también de Carpentier: la suspensión de las catástrofes, de las grandes mutaciones, que jamás pueden ser contempladas objetivamente por los sujetos de la historia, sobre los cuales caen violentamente los restos del desastre, sin que alcancen a percibir la degradación del espacio en que se mueven.
Queda así expuesto otro de los grandes temas de Carpentier: el "inconcebible desajuste entre el tiempo del Hombre y el tiempo de la Historia. Entre los cortos días de la vida y los largos, larguísimos años del acontecer colectivo", según se expresa en La consagración de la primavera, desajuste que por sí solo explica la divergencia de las ideas que del mundo se hacen Víctor Hughes, confiado al tiempo histórico, empeñado en una empresa de consecuencias colectivas, y Esteban, atado al tiempo individual, necesitado de resultados concretos, visibles y positivos de sus propios actos, angustiado por un presentimiento de imposibilidad de todo progreso.
Esas dos tendencias estuvieron presentes en el espíritu de Carpentier a lo largo de toda su peripecia vital, como tensión irresoluble. La confianza en lo histórico le llevó a adherir a la revolución cubana, a participar de ella e inclusive a representarla, haciéndose cargo tanto de sus objetivos declarados como de sus errores ostensibles y sus evidentes desviaciones, mientras su acuciante deseo de realidades perceptibles le inducía a una duda metódica, sabia y rigurosamente elaborada para la literatura.
El de Carpentier es, pues, un caso único, que sólo podía darse en los primeros años de la revolución cubana: escribió una novela ferozmente lúcida sobre las metamorfosis del poder desde el interior de ese mismo poder, y salió con bien de ello. Al colorido y exuberancia del Caribe corresponden un estilo y un léxico frondosos, a la medida de la desmesura antillana. Largos párrafos se suceden, con escasos, breves y punzantes diálogos además de fascinantes descripciones de lugares y objetos.Carpentier era un apasionado de la radiante materialidad caribeña en una prosa pletórica de sensualidad, envolvente y fascinante.
Los pasajes históricos, referidos especialmente a la actuación de Víctor Hugues en calidad de agente de la Revolución, son fidedignos. Para su elaboración Carpentier hizo acopio concienzudo de fuentes documentales, proceso en que pudo además enterarse del destino de connotadas personalidades revolucionarias, caídas en desgracia y condenadas al destierro en la Guayana Francesa -destacan los casos de Jaques Billaud-Varenne y Jean-Marie Collot d’Herbois, quienes contribuyen al empaque histórico de la novela-. .."
Es extracto y compendio de otra reseñas:

martes, 1 de noviembre de 2011

Ángel Leiva: Furia de la nostalgia (literatura del exilio)


LA MUERTE

He levantado la tranquera de la puerta
y a paso decidido avanzo hacia la noche
donde se encuentra todavía
los huesos del olvido
Mi madre llora
sobre el hombro de mi padre muerto
y siento entonces la tristeza
del hombre aquel que vuelve
con todos los sentidos deshechos hasta la tierra.
Húmeda piel que tensas
el arco de un violín en ruinas
mientras se escucha el vocerío
de las lejanas ruedas de los carros en el invierno
que van llevando el peso de la muerte
a los destinos últimos

( Del Poemario Furia de la nostalgia de Ángel Leiva)

“… Pintor, narrador, profesor y crítico de arte y literatura, Ángel Leiva nació en Simoca en 1941. Estudió Periodismo en la Universidad Popular de Buenos Aires, e Historia del Arte en la Universidad de Buenos Aires. Es doctor en Literatura y lenguas romance en la Universidad de Syracuse, Nueva York. Inició su carrera literaria en Buenos Aires, donde ha ocupado el cargo de Primer Secretario de la Sociedad Argentina de Escritores entre 1971 y 1973. Posteriormente, ocupó el cargo de Profesor Invitado de Literatura Latinoamericana y de Creación Literaria en la Universidad de Sevilla, la Universidad de Brown, la Universidad de Northwestern y el Hunter Collage de Nueva York.
  Ángel Leiva era ferroviario en su pueblo cuando un golpe de fortuna quiso que recalara en España hacia 1970, impulsado por un premio literario. Las mareas de la vida lo condujeron a Nueva York, donde fue profesor en la Universidad de Syracuse, para regresar más temprano que tarde a Sevilla, donde entre otras cosas regentó un videoclub para cinéfilos y luego constituyó la asociación cultural que todavía hoy lleva su nombre. Años de búsqueda de sus propios caminos expresivos, aunque él prefiere matizar que "haciendo mío el pensamiento de uno de mis grandes maestros, Picasso, yo prefiero encontrar a buscar. Toda mi vida se circunscribe a encuentros y complicidades, y después de esto, la nostalgia: a cada encuentro le sucede la despedida", agrega Ángel Leiva. El poeta y el artista plástico conviven armónicamente, aunque una veintena larga de libros, desde Del Amor y la Tierra (1967) a American Graffitti (2005), conceden cierta ventaja al primero sobre el segundo. En sus pinturas -una docena de lienzos al óleo, acrílico y técnicas mixtas- prevalece el trazo primitivo junto a la huella de la action painting a lo Rothko, De Kooning o Pollock. "Empiezo sintiendo esa necesidad de los aromas de la pintura, escucho mucha música, y puedo pasar seis u ocho horas seguidas sin darme cuenta, acabando prácticamente en el delirio. Pintura y poesía son para mí dos instancias de una misma realidad, un mundo feliz en la realización, pero que también te desespera", comenta. Y concluye volviendo sobre su identidad: "Soy, en cierta medida, un exiliado perpetuo: era un exiliado interior en Argentina, lo era en Estados Unidos por la lengua, y aquí cumplo varios requisitos del hombre moderno no desarraigado, pero sí desterrado".
  Nacido en el corazón de Simoca hace 70 años, Leiva está radicado en Sevilla, donde alterna su actividad docente con sus facetas de poeta y pintor. "Lo de la pintura siempre estuvo muy escondido. Recién en los últimos años salió a la luz. Y resulta que ahora mi fama como artista plástico está empezando a opacar a la del poeta", destaca sonriente. No le molesta, por supuesto. Como Leonardo, Leiva concibe al arte como un todo. Sin diferencias de género. "Muchos críticos no saben dónde ubicarme", alega.
  Inquieto por naturaleza, el escritor tucumano, que emigró en los años 70, frecuentó a algunas de las luminarias de las letras americanas, como Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Julio Cortázar, Juan Rulfo, Carlos Fuentes y Ernesto Cardenal. "Tengo esos encuentros grabados y estoy analizando si los voy a publicar en la edición de mis obras completas. Es algo que me están pidiendo las editoriales, sobre todo las de España", señala. Aunque tiene sus dudas. "La cuestión es que algunas de estas conversaciones son tan personales que si las publico me parece que traiciono la naturaleza intimista de las charlas. En una de ellas, por ejemplo, Borges canta una milonga. ¿Te imaginás a Borges cantando?", declara.
  Frecuentar a esos escritores le dio a Leiva otra perspectiva del mundo de las letras. "De ellos aprendí una cualidad suprema que prima en los grandes artistas: la humildad. Cuando conocí a Borges, por ejemplo, descubrí que todo lo que se decía de él no era cierto. Borges era un hombre humilde al extremo, inteligente y genial, pero muy sencillo. Vivía rodeado de una frugalidad extrema", enfatiza. De inmediato cuenta una anécdota que pinta a Borges de cuerpo entero. "Un día íbamos caminando por una calle del centro y descubrí que la gente se paraba a mirarlo. Él ya estaba ciego y por eso yo lo llevaba del brazo. A medida que pasábamos se iba abriendo un sendero entre la multitud, lo cual me asombró. Era como si yo fuera en compañía del Mesías. Y le dije: ’Borges ¿sabe lo que está sucediendo?’. Y él me contestó: ’no lo sé, dígamelo usted’. ’La gente se detiene para verlo pasar’, retruqué. Entonces él me contestó algo que quedó grabado para siempre en mi memoria; me dijo: ’sáqueme ya mismo de aquí; no me haga sentir un desdichado’. Así de humilde y tímido era", declara.
  Su destierro forzado (tuvo que irse porque fue perseguido en la época de López Rega) le provocó una profunda herida que aún no cierra. "Durante mucho tiempo fui amenazado, incluso cuando ya estaba en Estados Unidos. Hasta llegaron a secuestrar a mi hermana para infundirme miedo. Yo no sé por qué sucedió eso, siendo que no tenía un compromiso político concreto. Era un simple estudiante con inquietudes intelectuales y algunos antecedentes literarios", asegura.
  Ese destierro le permitió ser famoso en otras tierras, menos en la suya: "nunca tuve en la Argentina el reconocimiento que alcancé, por ejemplo, en Estados Unidos o en España. Incluso en Tucumán mi obra es prácticamente desconocida. Y eso me duele un poco".
  En cuanto a su poética, Leiva afirma que le gusta el concepto de la verdad y, sobre todo, el del sentimiento. "No escribo por una respuesta técnica, sino por impulso -subrayó-. Cuando escribo poesía sufro, porque hablo de todo lo que me ha pasado. Pero no sólo canto a lo que se pierde, como diría Machado, sino también a lo que tengo".
  La UNT, ha dictado una Resolución declarando de interés la obra de Leiva, mientras que la Editorial de la UNT, tiene en preparación la publicación de sus obras completas.
  Leiva ha recibido, entre otros, los siguientes premios y distinciones:
 • Premio Nacional de Poesía, (Sociedad Argentina de Escritores, 1969)
 • Faja de Honor en Poesía (Sociedad Argentina de Escritores, 1970)
 • Premio Municipal de Buenos Aires (Dirección de Cultura de Argentina, 1971)
 • Premio Internacional de Poesía César Vallejo, (Asociación de Escritores e Intelectuales del Perú, 1973)
 • Premio Internacional de Poesía Pablo Neruda, (Revista Internacional de Poesía, México, 1974)
  Ha publicado los siguientes libros de poesía y prosa:
• Celebración de la poesía (Universidad Internacional de Andalucía, Sevilla 2007)
• Condenada memoria, habla (Lautaro Editorial, Buenos Aires, 2005)
• Tierra querida (Casa de la cultura, Tucumán, Argentina, 2003)
• Furia de la nostalgia (Lautaro Editorial, Sevilla, 2000)
• La alegría perdida (Lautaro Editorial, Sevilla, 1996)
• En la ciudad de la alegría (Lautaro Editorial, Sevilla, 1996)
• Regreso al sur (Poemar Ediciones, Sevilla, 1993)
• Desarticulationes/Desarticulaciones (Brown University Press, EUA, 1985)
• Versión del caos 1 (Edición Arte Gavagnin, Buenos Aires, 1984)
• Versión del caos 2 (Edición Arte Gavagnin, Buenos Aires, 1984)
• Música en los Aeropuertos(Editorial Calidón, Buenos Aires, 1982)
• El fuego de las vísperas (Editorial Calidón, Buenos Aires, 1982)
• Las edades y la muerte (Editorial Trilce, Buenos Aires, 1973)
• Cenizas y señales(Editorial Trilce, Buenos Aires, 1973)
• El pasajero de la locura(Editorial Losada, Buenos Aires, 1971)
• Los cuerpos gloriosos(Editorial Losada, Buenos Aires,1970)
   Del amor y la tierra (Ediciones del Mediodía, Buenos Aires
….”
Esta reseña es extracto y compendio de otras:
http://www.elcorreoweb.es/cultura/083202/angel/leiva/exiliado/perpetuo
http://angel-leiva.blogspot.com/2008/05/biografa-de-ngel-leiva.html
http://www.lagaceta.com.ar/nota/456525/Tucumanos/poeta-simo..
http://www.eldiario24.com/nota/233617/la-literatura-del-exilio-en-la-obra-poetica-de-angel-leiva.html
http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=%C3%81ngel_Leiva&oldid=48542235
http://www.lagaceta.com.ar/nota/457499/Tucumanos/Cuando-escribo-poesia-sufro-porque-hablo-lo-perdi.html

miércoles, 18 de mayo de 2011

Alberto Moravia: La campesina.

“… La campesina (La ciociara) publicada en 1957 es una de las mejores obras del autor neorrealista italiano Alberto Moravia, seudónimo literario de Alberto Pincherle (Roma, 1907-1990). La campesina fue llevada al cine con éxito en 1960, dirigida por Vittorio de Sica, y se la conoció bajo el título Dos mujeres.
   Desde su primera novela Los indiferentes (1928) se perfila la trayectoria narrativa del autor en la descripción de los vicios secretos de la sociedad burguesa, más allá del naturalismo o del realismo decimonónico. Un distanciamiento pesimista y amoral que vuelve a aparecer en La bella vita , Le ambizioni sbagliate (Las ambiciones equivocadas, 1935), L'imbroglio (1937) y La mascherata (1941); y esa fría visión de los personajes, recogidos en sus más oscuras debilidades y claudicaciones morales, está servida por un estilo narrativo deliberadamente monótono, austero, gris, preciso. Además de estos títulos escribió: Agostino (1944), La romana (1947), La disubbidenza (1948), Il conformista (1951), Il disprezzo y Raconti romani (1954), La ciociara (1957), La noia (1960); algunas obras teatrales irrelevantes como Beatrice Cenci (1965) e Il mondo è quello che è (El mundo es lo que es, 1966); y varios libros de viajes y recopilaciones de artículos periodísticos. Su novela La vita interiore produjo al ser publicada en 1978 un gran escándalo por la crudeza con que trata el tema del erotismo en un ambiente burgués. En 1990 se publicó La villa del venerdì y en 1993 La mujer leopardo (póstuma). Entre sus últimas obras se encuentran algunas de gran contenido teórico, con un estilo que busca una novela-debate ideológico, como El hombre que mira (1985) y 1934 (1982), que relata un encuentro entre un joven antifascista italiano y una joven alemana. A la misma época pertenece además Cuentos romanos (1983), una colección de 20 narraciones cortas
   Para T.M.  La campesina de Moravia es una novela descarnada que apela a los sentimientos primarios de soledad, muerte, sexo, odio, todo entrelazado con unos personajes solidos, con descripciones bellisimas por su sobriedad, alcanzando unas cotas magistrales en el propio epicentro de la novela: La estancia en la ancestral montaña. Y es que, como dice T.M., escribir bien es tan difícilmente fácil.
   En la campesina Alberto Moravia trazó aquí el relato de dos mujeres inolvidables -madre e hija- que, inmovilizadas entre las tropas alemanas y las tropas aliadas, durante la Segunda Guerra Mundial, protagonizan una dura peripecia de degradación y, finalmente, de valentía redentora: Cesira, una mujer originaria de Ciociaria (de ahí, el título original, un gentilicio), que vive junto a su hija Rosetta en Roma trabajando en un comercio. Para huir de los bombardeos, se refugian en Vallecorsa, pueblo de donde era su familia. Pero las cosas no serán tan fáciles para estas dos mujeres. Además de ser la historia de la relación de madre e hija, La campesina es la historia de la violencia, ya sea la colectiva (la guerra) como la individual (la violación). Ni un país ni una mujer pueden volver a ser como eran después de ser atravesados por la violencia.
   Moravia nos proporciona por tanto, una vez más, dos personajes femeninos al borde de una situación límite. Si en La Romana se trata de una madre que empuja a su hija a la prostitución, en La campesina se trata de dos refugiadas que tratan de sobrevivir en un pais sin cabeza, y por tanto sin ley, ocupado por uno de los ejércitos más cruentos de este siglo, con el agravante de que se encuentra en el justo momento de darse cuenta que está perdiendo la guerra. Moravia intentó reflejar en toda su complejidad los sentimientos y la vida cotidiana de los italianos en el confuso período de la Segunda Guerra Mundial.
    Era habitual entre los amigos de Alberto Moravia, apellido de su abuela paterna, bromear sobre su obsesiva voluntad por recoger cualquier aspecto de la realidad. Cuenta la leyenda que un periódico publicó la fotografía de un accidente de tráfico en Roma. Entre los curiosos que observaban el suceso estaba nuestro protagonista, acostumbrado al arte de observar desde su más tierna infancia. Nacido el 28 de noviembre de 1907 en el seno una familia de la burguesía romana, el autor de Il conformista padeció la infancia como un mal estático en forma de tuberculosis ósea, enfermedad que le diagnosticaron a los nueve años, obligándole a transcurrir más de un lustro de su existencia entre la cama de su habitación y las lúgubres habitaciones de un sanatorio de Cortina d’Ampezzo. Fue entonces cuando descubrió el placer de la lectura y las posibilidades que le proporcionaba la escritura, magnífica terapia para desafiar el tedio de la convalecencia.
  Moravia nunca fue una persona normal, podía circular por Roma como cualquier transeúnte, pero su presencia chocaba, era diferente. Cuando en octubre de 1922 el Fascismo tomó el poder el futuro escritor se encontraba en Piazza del Popolo vestido a la inglesa, contrastando sobremanera con lo ostentoso del ritual de camisas negras y marchas militares. En 1927 empieza a colaborar en la revista ‘900, donde publicará varios relatos, entre ellos Delitto nel circolo di tennis, donde diseccionará sin piedad alguna lo frívolo e inhumano de las clases acomodadas, condenadas a la excentricidad por lo mísero de su abundancia, idea que marcará parte de su producción literaria. El hombre es un ser aburrido por naturaleza y necesita gastar su tiempo. Esta idea, a la que añade el cinismo y la podredumbre moral burguesa, brillará en todo su esplendor en su primera novela, Gli indifferenti, texto precursor del existencialismo que le permitió saltar a la fama en 1929.
  Moravia solía definirse como un hombre poco trabajador, que escribía al no tener nada mejor que hacer, sorprendente afirmación en un hombre que revisaba una y otra vez sus textos hasta considerarlos perfectos, acabados. Después de la Guerra entrará en una nueva etapa donde seguirá nadando contracorriente. Cuando Vittorini y Pavese vivían bajo la égida del compromiso comunista- respectivamente con la revista Il politecnico y las publicaciones de la Editorial Einaudi-, el romano desarrollaba una obra de compromiso con su tiempo en el campo de la novela, el ensayo, el teatro, la crítica cinematográfica y el periodismo. Su rechazo a la ortodoxia comunista es un alegato a la libertad del hombre con conciencia en una época abocada al marasmo.
  La última década de vida de Alberto Moravia será un lento y progresivo, aunque intenso, diluirse en la espiral del adiós. Escribirá más de diez libros entre novela, relatos y ensayos, saldrá elegido como diputado europeo por el PCI en 1984 para tener una tribuna donde argumentar su preocupación por la energía atómica, malvivirá su absurda y senil historia de amor con Carmen Llera y morirá en el baño de su casa del Lungotevere della Vittoria el 26 de septiembre de 1990 a los 82 años de edad. Su obra atraviesa todo el siglo XX europeo, le da forma y se erige en un vehículo de ideas combinado con complejas estructuras narrativas que no esconden la verdadera faz moraviana, filósofo literario que sigue sentando cátedra desde la tumba con novelas inéditas, I due amici, y un legado de gran utilidad para reflexionar sobre la naturaleza del hombre moderno....”
Esta reseña es compendio y extracto de otras:

jueves, 23 de septiembre de 2010

Miguel de Cervantes: El celoso extremeño (una novela ejemplar)

"... Entre 1590 y 1612 Cervantes fue escribiendo una serie de novelas cortas que, después del reconocimiento obtenido con la primera parte del Quijote en 1605, acabaría reuniendo en 1613 en la colección de las Novelas ejemplares (en un principio se titulaban Novelas ejemplares de honestísimo entretenimiento ). Teniendo en cuenta las dos versiones conservadas de Rinconete y Cortadillo y de El celoso extremeño, se cree que Cervantes introdujo en ellas algunas variaciones encaminadas a la ejemplaridad social, moral y estética de estas novelas o narraciones cortas. En la literatura española no había entonces tradición de novela corta: las que circulaban eran adaptaciones o traducciones de los novellieri italianos. Cervantes españolizó el género y lo ennobleció, creando la novela corta en la literatura castellana, y en el elenco de estas doce novelas ejemplares merece ser destacada El celoso extremeño.
      Considerada por la crítica como una de las Novelas ejemplares más logradas, El celoso extremeño es una historia del viejo Carrizales que después de volver de América se casa con Leonora, una doncella de apenas quince años. Para numerosos cervantistas, la novela es claramente de inspiración italiana (las obras de Boccaccio, Bandello y Straparola sobre todo), tanto desde el punto de vista genérico como temático. Es interesante notar que existen dos versiones de la novela que son completamente distintas: la del manuscrito de Porras de la Cámara presentado al arzobispo de Sevilla en 1606 (transcrita en la segunda mitad del siglo XVIII por Isidoro Bosarte) y la incluída en la colección de Novelas ejemplares de Cervantes de 1613. La versión manuscrita ha sido considerada primitivo borrador de Cervantes para la refundición definitiva de 1613. La versión del Manuscrito de Porras de la Cámara es más directa y menos ambigua por cuanto termina con el adulterio mientras que la la versión impresa de Miguel de Cervantes es mucho más pulida, y deja lugar a sugerentes interpretaciones en tanto contiene importantes modificaciones no sólo de los nombres de los personajes sino también por cuanto modifica el desenlace de la novela, sustituyendo el adulterio de Leonora por la muerte del arrepentido Carrizales.
 El el entramado mítico que subyace en El celoso extremeño apuntala su interpretación como un laberinto de referencias mitológicas: el laberinto de Creta, el caballo de Troya, la música amansadora de Orfeo, el centinela de cien ojos Argos, las manzanas doradas de las Hespérides y el adulterio de Marte y Venus, sorprendido por la astucia de Vulcano.
Carrizales reconoce  haber sido arquitecto de su desventura y, como el Anselmo de El curioso impertinente,  toma sobre sí la responsabilidad del presunto adulterio de su mujer y, paga su error contra la naturaleza con la muerte. Ante los padres de Leonora, la esposa y la dueña, declara que toma venganza de sí mismo “como del más culpado en este delito” por no considerar que mal podían compaginarse los “quince años desta muchacha con los casi ochenta” suyos. Es la admisión de que ha ido en contra de la naturaleza y en contra de “la voluntad divina” por no poner en ella “sus deseos y esperanzas. El “misterio escondido” que encierra y “levanta” la novela, como nos advierte Cervantes en el prólogo a sus Novelas ejemplares, nos lleva a meditar sobre la impredecible naturaleza humana: cada ser humano tiene la capacidad de escoger entre los dilemas que le presenta la vida y de redefinirse a cada paso mediante la acción redentora o condenatoria así como la de reconocer el error moral.
  El personaje de Leonora según nos dice Alfredo J. Sosa-Velasco consigue ejemplificar algo tan universal como el proceso de conocimiento de uno mismo y la transformación del sujeto, resultado de las relaciones que se establece entre éste y el mundo que le rodea. Al principio, salta a la vista cómo Leonora es objetificada y cosificada por quien será su futuro esposo desde el momento en que la conoce. El narrador cuenta así cómo es el primer vistazo que le da el viejo a Leonora cuando ésta tenía unos trece o catorce años, quedando él perdidamente enamorado del rostro y la hermosura de la doncella. Después de pedir la mano de la joven a sus padres, que aunque pobres eran nobles, el viejo consigue victoriosamente a la niña por esposa, tras dotarla de veinte mil ducados, el precio que paga por su compra a los padres de la joven: “Leonora quedó por esposa de Carrizales, habiéndola dotado primero en veinte mil ducados: tal estaba de abrasado el pecho del celoso viejo”. Sin embargo, hasta ahora no se sabe nada más de Leonora. No se tiene noticias de la comunicación de tan importante anuncio a la muchacha ni de su primera respuesta al matrimonio con el viejo. Se conoce únicamente que está dispuesta a casarse, y que despierta en Carrizales sus primeros ataques de celos cuando decide que sus vestidos serán medidos a través del cuerpo de otra mujer para que el sastre no la toque, y que construirá una fortaleza sin ventanas y con rejas en la que habiten después de las nupcias. La relación de Leonora con sus padres y su futuro esposo desde el punto de vista de ella no se presenta. Tampoco se dicen las motivaciones que la llevan a contraer matrimonio, aunque éstas serían previsiblemente económicas, si se toma en consideración lo comunes que eran estos matrimonios arreglados entre los padres de una joven y un viejo decrépito durante la época de Cervantes. A partir de aquí se comienzan a perfilar algunos de los aspectos que definirán las relaciones entre Leonora y su esposo, y que explican precisamente esta cosificación a la que está sujeta la joven por su celoso marido. Desde el principio, Leonora representa para Carrizales una adquisición. Al observarla en el balcón, dice el narrador que el viejo pensó: “Casarse he con ella; encerraréla y haréla a mis mañas, y con esto no tendrá otra condición que aquella que yo le enseñaré. Y no soy tan viejo que pueda perder la esperanza de tener hijos que me hereden”.Después de construir la casa, poblarla con criadas y esclavas y un negro eunuco, Carrizales va a buscarla para llevársela. Los padres de Leonora “se la entregaron no con pocas lágrimas, porque les pareció que la llevaban a la sepultura” , porque eran conscientes en parte del futuro que le podía esperar a su hija con el viejo. A su llegada a la casa, Leonora conoce a las criadas, esclavas y a su aya Marialonso, todas ellas puestas al servicio de la joven con el propósito de mantenerla entretenida, “sin tener lugar donde ponerse a pensar en su encerramiento”.
    Para Alfredo J. Sosa-Velasco Leonora es también un objeto que junto a otros conforman las posesiones del viejo celoso, quien busca mantenerla encerrada en todo momento. Leonora no tiene ningún referente y no conoce el papel de la mujer casada dentro del mundo que le rodea, a no ser el ejemplo que le pueda brindar su madre. Con la aparición del mozo soltero Loaysa, Leonora comienza a fijarse con más atención en el mundo que le rodea, más allá de la compañía de su esposo y de las criadas a la que estaba acostumbrada. Después de ser la joven convencida por las doncellas y, especialmente por la dueña, Leonora acude a ver al  Loaysa cantar. Planean todos juntos buscar la llave maestra que abra todas las puertas de la casa, ofreciéndose activamente Leonora a hacerlo bajo la condición de que Loaysa jurara “cantar y tañer cuando se lo mandaren”, haciendo todo lo que ellas le pidieran. Así, Leonora le unta al viejo los polvos para mantenerlo dormido y coge la llave de debajo del colchón en el que su esposo dormía, consiguiendo meter finalmente a Loaysa dentro de la casa. Hasta aquí parece claro que el comportamiento de Leonora empieza a cambiar. La chica sumisa y obediente de la que se hablaba en un primer momento se convierte en sujeto activo al permitirle la entrada del joven a la casa. Ahora bien, esta transformación, que va experimentando Leonora al dejar de ser objeto para convertirse en sujeto, se traduce en una toma de conciencia de su papel como mujer dueña de sus acciones, y del descubrimiento de la sexualidad femenina. Cuando Carrizales descubre la supuesta verdad a los padres de Leonora, sobre la infidelidad de su esposa, pone de manifiesto lo inevitable que es frenar el proceso de (re)conocimiento de uno mismo. Así, por ejemplo, ninguna de las acciones del viejo (murallas alzadas, cerraduras dobladas, varones desterrados) le sirve para impedir que Leonora alcance su verdad. Además, si bien Loaysa puede ofrecerle a Leonora ese camino para descubrir su sexualidad mediante la seducción directa a la que le somete, es la joven quien decide finalmente repudiarla para recluirse al convento como monja de clausura. Leonora, según Alfredo J. Sosa-Velasco, se libera de la cosificación a la que estaba sujeta por Carrizales y Loaysa como simple objeto, y no insiste en su defensa de cuán limpia y honrada era simplemente porque para entonces ya había entendido que no necesitaba demostrárselo a nadie, ya que no había ofendido a Carrizales más que con el pensamiento. Su verdad le había restituido su identidad y su propia vida. Su capacidad para tomar decisiones le había proporcionado la conversión y la ascesis de sí misma...."
Es extracto y compendio de otras reseñas:

miércoles, 19 de mayo de 2010

Julio Ramón Ribeyro: Los gallinazos sin plumas.


"... Julio Ramón Ribeyro (1929-1994) es un narrador perteneciente a la Generación del 50, un grupo de escritores que buscó una renovación en la narrativa peruana, y que tuvo como tema preferente la descripción de los cambios producidos en la sociedad limeña, que comenzaba a sufrir por esos años un acelerado proceso de modernización. Considerado uno de los mejores cuentistas hispanoamericanos, entre los volúmenes de cuentos que publicó destacan Los gallinazos sin pluma (1955), Cuentos de circunstancias (1958), Las botellas y los hombres (1964), Tres historias sublevantes (1964), La juventud en la otra ribera (1973) y Sólo para fumadores (1987), que fueron reunidos en las recopilaciones La palabra del mudo (4 vols., 1973-92) y Cuentos completos (1994).
Fue en 1955 cuando, gracias al mecenazgo de parientes y amigos en Lima, se publicó el primer libro de Ribeyro: Los gallinazos sin plumas, en una edición económica. Los ocho cuentos de ese libro transcurren en Lima, retratan a las clases populares y se desenvuelven en ambientes sórdidos. Sus protagonistas son seres marginales: recogedores de basura, albañiles, pescadores, empleadas domésticas. El cuento inaugural y que da título al volumen narra el oscuro drama de dos muchachos, Efraín y Enrique, que, explotados brutalmente por su abuelo, don Santos, se dedican a recoger basura de un barrio residencial de Lima para alimentar a un cerdo. Su autor confesó, alguna vez, que mientras escribía este cuento en París, en 1954, él mismo, en su cargo de conserje de hotel, se ocupaba de sacar los cubos de basura a la calle. Es probablemente la obra más conocida de este autor y uno de los hitos en el desarrollo de la narrativa del realismo urbano en el Perú. El cuento retrata la pobreza y la explotación de los niños en Latinoamérica.
Entre las notas destacables del primer libro de Ribeyro, apuntamos su estética realista, la sólida estructura de sus cuentos, y su lenguaje diáfano, fluido y armonioso. Su estilo acusaba influencias de los maestros del género cuentístico como Chéjov y Maupassant. Las fuentes literarias de Ribeyro se encuentran en los cauces del realismo del siglo XIX . A eso se debe, probablemente, que nunca se haya esforzado en ocultar una abierta preferencia por la concepción tradicional de la estructura y el lenguaje narrativos. Dueño de un estilo austero, calificado como tradicional por su afinidad con los modelos clásicos, evitó las técnicas experimentales de la novela moderna. Sin embargo, pese a este aparente conservadurismo formal, sus cuentos fueron una contribución decisiva para consolidar el paso de la narrativa indigenista a la narrativa urbana en el Perú.
Con esta obra, su autor inauguró, junto con otros escritores de su generación (Enrique Congrains Martín, Oswaldo Reynoso, Eleodoro Vargas Vicuña y Carlos Eduardo Zavaleta), la moderna narrativa peruana. Hasta la década precedente había predominado la novela realista, cuyos temas centrales fueron: el mundo andino, la vida del campesino y los problemas agrarios. Surgía ahora una narrativa de temática diferente, que incorporó nuevas técnicas, y cuyo escenario era lo urbano. Ribeyro acostumbra a colocar a sus personajes en situación, primero, de inaprensible desconcierto y, luego, de inevitable asombro. Lo fantástico se desliza casi desapercibido por detrás de escenarios y circunstancias que suelen pertenecer a la vida cotidiana, a una existencia en principio sin sorpresas pero que, en realidad, parece asentarse sobre inesperadas tierras movedizas que la condenan a un permanente, aunque latente, estado de inquietud. Nada es lo que aparenta ser, y lo que es puede dejar de serlo en cualquier instante, por cualquier capricho del azar —o del escritor, quien incita así al lector a jugar con las piruetas de su propia imaginación.
R ibeyro, el más clásico de los contemporáneos, jamás se considero un artista de vanguardia, sino mas bien de retaguardia, no carecía de elementos experimentales y talento rupturista y sin embargo, pese a ser contemporáneo del boom y encontrarse produciendo gran literatura en Francia, durante esa época de efervescencia europea hacia nuestros creadores, se mantuvo al margen, haciendo gala de su timidez y el escepticismo que lo caracterizó. Probablemente ese temperamento escurridizo y esquivo ante la figuración, lo llevo a convertirse con los años, más que en un divo e ídolo dorado, en un consecuente y sencillo hombre dedicado de manera vital, a su quehacer literario. Lector ferviente de Maupassant y Chejov logro como Joyce lo hiciese con Dublín, dar a la Lima de los años cincuenta, un rostro que aún se mantiene vigente, podríamos definir la mirada del peruano hacia sus compatriotas como neorrealista, casi rozando el naturalismo, debido a que sin tapujos, de manera cruda y comprometida, desnudo las problemáticas de aquellos mudos, apaleados por una desmedida e improvisada urbanización: hacinamiento, pobreza extrema en la periferia y abuso de poder, son los ingredientes que sazonan los relatos, Los Gallinazos sin plumas (1954), y Al pie del acantilado (1959), Interior “L” o Mar afuera, sin embargo allí no termina la versatilidad de su voz, observador y estudioso del maestro expresionista Kafka, Julio Ramón añade a sus historias elementos que el Checo plasmo certeramente, al dar inicio a la explotación del absurdo, en contraste con lo anodino de burdas existencias. Además de los grandiosos cuentos, se cuentan tres novelas, un diario y lo más extraño para la critica especializada, dos libros inclasificables o al menos desconcertantes, Los dichos de Luder (1989) colección de frases obviamente dichas por Luder y el llamado Prosas Apátridas (1975). Síntesis de una personalidad esquiva y escéptica, amalgama de ensayo, retórica, poesía en prosa y cuento, todo a la par… sin duda una personalidad basta que merece nuevas y constantes lecturas, diálogos y como él dijese, un compromiso ético, no moralista sino de reflexión con nuestro actuar y pensar. Tajante afirmaba a los cuatro vientos sobre su posición como creador: "Lo importante no es ser cuentista, novelista, ensayista o dramaturgo, sino simplemente escritor" ..."
Es compendio y extracto de otras reseñas:

miércoles, 21 de abril de 2010

Julio Cortazar: Continuidad de los parques. (la metaficción)

"Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestion de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirian color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subio los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oidos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano. la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela."
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“...Continuidad de los parques, de Julio Cortazar, pasa por ser la obra de metaficción más estudiada y emblemática en tanto genuina reflexión sobre la creación literaria. El cuento está inserto dentro de la recopilación Final de Juego, y está considerado como paradigmático en la fusión de dos realidades superpuestas, la del hombre leyendo la novela y la del personaje matando al lector. Cortázar bifurca sus esfuerzos narrando dos historias al tiempo, primero, la de un atareado empresario cuya jornada laboral ha expirado y se entusiasma leyendo una novela, y segundo, la de la propia novela que está leyendo y que narra el desesperado encuentro entre dos amantes que planean su libertad. Cortázar comienza por sumergirnos en la realidad del lector que después de regresar a su hogar, se arrellana en un sillón de terciopelo verde, y retoma la lectura. Se sucede entonces un sorpresivo cambio de focalización, y la mirada se desvía ahora hacia el contenido de la novela leída. Un hombre rústico es recibido por su amante en una cabaña, urdiendo un plan no del todo definible. La hora de cometer un asesinato habría llegado. La amante le demuestra su afecto, y luego el leñador ingresa a la casa del hombre que estaba leyendo la novela y lo busca siguiendo las instrucciones de la mujer, hasta encontrarlo en su sillón. Se confunden los enfoques y se rompe el límite entre lo real y lo irreal.
Este cuento acaba y empieza con la misma situación; se nos describe al protagonista sentado en un sillón y leyendo un libro. En la primera escena, el protagonista está vivo, pero en la segunda ya no. El protagonista es como si estuviese leyendo su vida, su asesinato. Los personajes no tienen nombre propio, sino que son simples instrumentos de dos realidades que se confunden entre si. El lector se queda con un sentimiento de incertidumbre ante la ambigüedad. El límite entre lo real y lo irreal se rompe sin ningún tipo de justificación y sin dar explicaciones. El cuento se pliega en un círculo perfecto y el supuesto personaje de ficción termina irrumpiendo en la supuesta realidad, convirtiendo al relato en un relato fantástico.
Esta transgresión de dos planos en la ficción narrativa, es un recurso utilizado por Cortázar en otros cuentos como “La noche boca arriba”, de Final del juego, y “El otro cielo”, de Todos los fuegos, el fuego. En todos esos relatos podemos distinguir algunos factores comunes. Los principales son: la coexistencia de dos realidades distantes y la convergencia mágica de esas dos realidades en un punto determinado. En el caso de “Continuidad...” se fusionan en el parque, que actúa como frontera entre las dos realidades y le da significado al título del cuento.  Cortázar juega con las leyes que rigen nuestro mundo para decirnos que nada es absoluto ni definitivo. La llamada mise-en-abîme (la narración que contiene a su vez otra narración) es uno de los recursos tradicionales que Cortázar enriquece con su perspectiva más contemporánea.
La fusión entre el narrador y el autor es lo que permite el desarrollo del cuento y precipita la sorpresa del lector. El mérito del relato se sustenta en los recursos empleados para encauzar ambas realidades hasta un mismo plano temporal y espacial, o lo que es igual, hasta una misma realidad. Es en la distorsión del tiempo y el espacio en sus parámetros normales, dónde Cortázar se encuentra más cómodo, pero lo hace sin despegarse totalmente de la propia realidad, dejando enganches invisibles, pues según él mismo, “sin la realidad, lo fantástico se disuelve y no tiene ningún sentido”. Y para ello Cortázar no duda en emplear parte de sus arsenal literario más característico: Lenguaje poético (“latía la libertad agazapada”, “la sangre galopa”), localismos, cambios de ritmos, suspense bien entendido (aquí podemos distinguir la sombra de Edgard Allan Poe) y autogeneración del cuento. La prosa desplegada por el autor te atrapa del mismo modo que describe a su protagonista (“con un placer casi perverso”).
El paso del realismo trágico a la fantasía es tan sutil, como el paso que hace el lector para verse reflejado como el protagonista principal. Parece mentira como un texto tan breve pueda evocar tanto..."
Esta recensión es extracto y compendio de otras reseñas que relaciono:

viernes, 9 de abril de 2010

Miguel Delibes: Señora de rojo sobre fondo gris.

"... Un prestigioso pintor, sumido en una grave crisis creativa, desgrana ante su hija sus recuerdos más íntimos en un monólogo que es a la vez un homenaje y un exorcismo del dolor que siente por la muerte prematura de su esposa, Ana, "una mujer que con su sola presencia aligeraba la pesadumbre de vivir". Ana desprendía tanta belleza y plenitud que iluminaba la grisura cotidiana y los sinsabores de su enfermedad, de ahí el desconsuelo del pintor tras su pérdida. El título proviene de un retrato de Ana, pintado por un artista admirado por ella, donde la eternizó de ese modo, con un vestido rojo, en un fondo representado simplemente por una mancha gris. Esto despierta los celos del narrador, ya que es otro pintor, el que logra retratarla y captar su atención. El fondo gris de los padecimientos cotidianos, es iluminado por el rojo de su tierna y exquisita presencia, que se irá diluyendo paulatinamente en ese viaje irremediable hacia el más allá.
Señora de rojo sobre fondo gris es una profunda lección de humanismo y de madurez artística.Esta novela fue publicada en 1991. Un bellísimo retrato de un amor madurado a lo largo de años de convivencia y una deslumbrante semblanza de una figura femenina memorable. Está narrado en primera persona y rememora diversos episodios de su vida en común en un monólogo dirigido a su hija. Ésta había estado en la cárcel por conspiración contra el régimen (Delibes escribió esta obra en 1976).La hija a la que le cuenta la vida con su mujer, había estado en la cárcel por conspiración contra el régimen. Y cada vez que recuerda las visitas que le hacían a Carabanchel surge la misma imagen: Ana la primera, decidida, después Basilio, su cuñado, saludando a todos los presos políticos, que le devolvían el saludo gustosos; y después el resto de familiares. Esta escena la evoca hasta tres veces, en igualdad de condiciones, aunque cada una corresponda a situaciones diferentes, quizá porque en el momento que escribíó el libro (1976) estábamos en plena Transición
El tumor cerebral que acaba matando a Ana va apareciendo poco a poco a lo largo de la historia. Cuenta cómo la alegría y vitalidad que la caracterizaban se va apagando a causa de la enfermedad, cómo ese decisión con la que vivía va desapareciendo… Habla de Ana como la mujer que le enseñó a enfrentarse a un lienzo en blanco, como la que le descubrió la belleza y la plenitud de lo cotidiano, como la mujer que llenaba todo con su presencia… Cuenta que su amor se basaba en la admiración mutua, en la comprensión y el respeto.La protagonista del libro, de la que habla Nicolás, tiene dos cualidades fundamentales en común con la esposa de Miguel Delibes, Ángeles: haber tenido siete hijos y la fecha y causa de su muerte, por lo que se dice que es un libro autobiográfico y un homenaje del autor a su amada esposa.
A juicio del estudioso Hans-Jörg Neus Chäfer, dos personajes femeninos de la literatura delibeana -Carmen de Cinco horas con Mario y Ana de Señora de rojo sobre fondo gris— han de tener cualidades en común con Ángeles, la esposa de don Miguel. No obstante, queda claro que esta coincidencia atañe a Ana más que Carmen, tanto por haber tenido siete hijos como por la fecha y la causa de su muerte; dos detalles que coinciden con la realidad de Ángeles. Por consiguiente, explica Neus Chäfer, no escasearon en su momento los comentarios que opinaban lo siguiente: «como en Cinco horas Delibes dio una impresión más bien
desfavorable de la mujer casada, se fue —en Señora de rojo sobre fondo gris— al desquite, idealizándola, de tal manera que ambos textos forman una especie de díptico con dos perspectivas contrastadas» (Dos mujeres, col. Mis libros preferidos, vol. II, prólogo de Hans-Jörg Neus Chäfer, Barcelona, Ediciones Destino, 2000, p. 9).
Como quien se entrega a un elaborado ritual literario, el narrador de esta bella novela reconstruye la memoria que él guarda de su esposa, y así, iluminado por detalles entrañables, el recuerdo del viudo acompaña los gestos de quien fue tan excelente compañera. Al paso de esa evocación, el protagonista vibra con los sentimientos compartidos y nos relata lo más íntimo de las circunstancias conyugales. La reminiscencia, claro está, luce un tinte dramático, pues es la muerte quien arrebata una presencia tan querida, y es, por tanto, quien se enseñorea del relato bajo dos formas muy familiares: la sensación de ausencia y el extrañamiento de la realidad. En cierto modo, se trata de convertir en literatura un miedo muy profundo del escritor: la desaparición de alguien a quien quiere profundamente. Alguien cuya huella es tan profunda que, ante su falta, apenas tiene cabida el consuelo.
Señora de rojo sobre fondo gris es un libro melancólico sobre el miedo a la soledad, sobre la desolación y la impotencia ante la pérdida irreparable de un ser querido, de un amor sublimado en párrafos bellísimos pero nunca recargados. Puro y armonioso Delibes que llega a afirmar en su novela que la actividad creadora es imposible si alguien no te empuja por detrás y no te lleva de la mano. Delibes cita a través del personaje de Ana, mujer del protagonista, la poesía de Ungaretti y nos conmueve en su manera de adentrarnos en los pasadizos de la enfermedad y de la muerte. "Morir - cantaba el poeta italiano- como las alondras sedientas/ en el espejismo/ O, como, la codorniz/ una vez atravesado el mar/ en los primeros arbustos/ Pero no vivir del lamento/ como un jilguero cegado...".
Es extracto y compendio de otras reseñas:
http://es.globedia.com/senora-rojo-fondo-gris
http://otranovela.blogspot.com/2006/05/seora-de-rojo-sobre-fondo-gris.html
http://www.rtve.es/mediateca/audios/20100311/miguel-delibes-habla-senora-rojo-sobre-fondo-gris/717285.shtml
http://es.wikipedia.org/wiki/Señora_de_rojo_sobre_fondo_gris
http://www.poemas-del-alma.com/seniora-de-rojo-sobre-fondo-gris-libro.html
http://cvc.cervantes.es/ACTCULT/delibes/obra/senora.htm
http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=1804
http://luisgarciagil.blogspot.com/2010/03/senora-de-rojo-sobre-fondo-gris.html

domingo, 14 de marzo de 2010

Diego Hurtado de Mendoza. El Lazarillo de Tormes.

"… La considerada como primera novela moderna -embrión del Quijote- ha sido motivo de estudio de los mejores especialistas. Durante los dos últimos siglos se le han adjudicado autorías distintas y procedencias estéticas e ideológicas muy diversas, pero nunca se había encontrado un testimonio directo que lo relacionara con un autor, y que permitiera un estudio documentado. El Lazarillo se publicó en 1554 y, al poco tiempo, en 1559, sus supuestas obscenidades e irreverencias lo llevaron al Catálogo de Libros Prohibidos. Los bibliógrafos e historiadores de la literatura antiguos tenían razón cuando daban a Diego Hurtado de Mendoza la autoría del Lazarillo. Tras una larga historia editorial sobre la cuestión de la autoría de nuestra más famosa novela picaresca basada en atribuciones nunca basadas en una fuente documental, sino en análisis del texto y de las circunstancias que pudieron rodear su escritura ha aparecido el primer documento en el que se demuestra que Diego Hurtado de Mendoza fue su autor. Su descubridora ha sido Mercedes Agulló y Cobo que preparando su ampliación de su gran obra y tesis doctoral, La imprenta y el comercio de libros en Madrid: siglos XVI-XVIII, ha encontrado en el inventario de los bienes y papeles que pertenecieron a Juan López de Velasco un gran lote de documentos que eran de Diego Hurtado de Mendoza, del que López Velasco fue su albacea; entre esos documentos hay dos líneas que dicen: "Un legajo de correcciones hechas para la impresión de Lazarillo y Propaladia. Los papeles encontrados por Agulló  demostrarían que la famosa novela precursora de la picaresca, con una primera edición conocida de 1554, fue escrita por Hurtado de Mendoza. López de Velasco relaciona, primero, los papeles propios y, luego, los que eran de don Diego y él custodiaba. Uno de estos cajones contiene inequívocamente las correcciones del Lazarillo, junto con las de la Propalladia de Torres Naharro. No hace falta ser demasiado agudo nos dice Pablo Jaraulde para suponer que la razón más sencilla de que el único testimonio manuscrito del Lazarillo se encuentre en un cajón de papeles valiosos de don Diego es que ése es un “papel” de don Diego, a quien la tradición más antigua atribuyó, con naturalidad, la autoría de la primera novela moderna.
Don Diego Hurtado de Mendoza (1503-1575) fue uno de los más cualificados escritores de la Corte de Carlos V. Hijo de Íñigo López de Mendoza y Quiñones, Marqués de Mondéjar, Primer Alcaide de la Alhambra, nació en esta fortaleza en 1503. Diego Hurtado de Mendoza representa al aristócrata militar y humanista del siglo XVI, compaginador de las armas y las letras a la misma altura. Conocía el latín, el griego, el hebreo y el árabe, además de varias lenguas europeas. Reunió una nutrida biblioteca a lo largo de sus múltiples viajes por toda Europa, que legó a Felipe II y fue a parar al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Junto a Garcilaso de la Vega y Juan Boscán introdujo los nuevos temas, metros y estrofas de la lírica italiana, si bien, al contrario que estos autores, se inclinó más bien por la sátira maliciosa y picante, y fue el primero en cultivar el burlesco tema del "soneto del soneto". De todas formas, no dejó de emplear el arte menor y en sus versos líricos trasluce una fina melancolía. Destaca su Epístola a Boscán y el poema mitológico Fábula de Hipómenes y Atalanta. Es autor, asimismo, de una reconocida Historia de la guerra de las Alpujarras basada en sus experiencias militares y políticas durante la sublevación de los moriscos en 1568-1570…"
Es extrato y compendio de otras reseñas:
http://marcasdeimpresor.blogspot.com/2010/03/diego-hurtado-de-mendoza-autor-del.html
http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/26743/Primera_documentacion_sobre_el_autor_del_Lazarillo
http://www.diariodecadiz.es/article/ocio/652961/lazarillo/la/alhambra.html
http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/26742/El_Lazarillo_no_es_anonimo
http://www.diariodesevilla.es/article/ocio/653521/picaro/hurtado/mendoza.html
http://www.accionchilena.cl/Critica/don_diego_hurtado_de_mendoza.htm
http://es.wikipedia.org/wiki/Diego_Hurtado_de_Mendoza_(poeta_y_diplomático)

lunes, 22 de febrero de 2010

Juan Valera: Pepita Jiménez

"...La novela más importante de Juan Valera (1827-1905) y la primera fue Pepita Jiménez publicada en 1874. Tiene forma epistolar en su mayor parte y narra el lento proceso de seducción de un seminarista, Luís Vargas, por una joven y hermosa viuda, Pepita Jiménez, que se va a casar con su padre. Es una novela fundamentalmente psicológica, en la que el autor analiza la interioridad de los dos protagonistas. A través de la correspondencia entre Luis Vargas y un tío suyo sacerdote, se va presentando la lucha interior entre la vocación religiosa y la fascinación que al protagonista le produce Pepita. La evolución de Luis Vargas está perfectamente analizada: se trata de un proceso en el que se mezcla la seguridad jactanciosa, el falso misticismo, el desconocimiento del mundo, la soberbia espiritual, los remordimientos, angustias y dudas, hasta llegar, por fin, a la certeza de su ilusoria vocación y a la entrega a Pepita. Juan Valera fue uno de los primeros novelistas españoles en emplear el realismo psicologico, con busqueda de expresion de ideas y de acabada descripcion de personajes. La historia del seminarista enamorado de la prometida de su padre viudo y los conflictos que crea esa rivalidad, estan acertadamente descritos en una novela donde se mezcla la ironia con un desarrollo argumental original (la mayor parte de la obra usa el genero epistolar) y con un inesperado desenlace.
 La obra está escrita en tres partes: "Cartas de mi sobrino", "Paralipómenos" y "Epílogo: cartas de mi hermano". En la 1ª parte (Cartas de mi sobrino): epistolar, incluye las cartas que el joven sacerdote Luis de Vargas envía a su tío el Deán. En ellas asistimos a la evolución psicológica de su relación con Pepita Jiménez y de los terribles remordimientos y conflictos emocionales que todo ello le produce. En la 2ª parte (Paralipómenos): mucho más convencional que la primera, está narrada en tercera persona, aunque no sabemos a ciencia cierta quién es el narrador. Parece seguro que es el Deán, pero Valera deja abierta la cuestión. En ella se narra el final de la historia de Luis y Pepita. En la 3ª parte (Epílogo. Cartas de mi hermano): el Deán reproduce fragmentos de cartas de su hermano Pedro de Vargas (padre de Luis) dónde explica el destino de algunos personajes secundarios de la obra y de sus protagonistas hasta cuatro años después de lo acontecido en la trama principal.
 La obra de Juan Valera en general y Pepita Jiménez , en particular, ha sido considerada por la crítica como una anomalía dentro de las etapas que marcan el desarrollo de la historia de la literatura española, ni romántica, ni realista, la ya clásica novela del escritor cordobés asoma como una extravagancia propia del carácter del autor, pero ajena a las grandes corrientes literarias. En las novelas de Valera predominan dos valores permanentes: la perfección clásica de su lenguaje: elegante correcto y expresivo, y el acierto y profundidad en el análisis psicológico e sus personajes, en especial de los femeninos.
 El hispanista y literato Gerald Brenan asegura que fue el mejor crítico literario del siglo XIX después de Menéndez Pelayo; actuó siempre por encima y al margen de las modas literarias de su tiempo, rigiéndose por unos principios estéticos generales de sesgo idealista. Fue uno de los españoles más cultos de su época, propietario de una portentosa memoria y con un gran conocimiento de los clásicos grecolatinos; además, hablaba, leía y escribía el francés, el italiano, el inglés y el alemán. Cultivó en ensayo, la crítica literaria, el relato corto, la novela, la historia y la poesía; le declararon su admiración escritores como José Martínez Ruiz, Eugenio D'Ors y los modernistas. Lázaro Carreter lo define como "un hombre de mundo, refinado, epicúreo y enemigo de excesos. Ideológicamente, fue un liberal moderado, tolerante y elegantemente escéptico en cuanto a lo religioso".
 Esta recensión es extracto y compendio de otras reseñas:
http://portalsolidario.com/ocio/visu/cliteraria.php?rowid=6803&anecdotas=Pepita%20Jim%E9nez.h
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/vlr/12148304229033728543435/index.htm
http://www.rinconcastellano.com/sigloxix/valera.html
http://www.losvargas.org/bricabra/bric0006.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Valera

lunes, 25 de enero de 2010

Pierre Michon: Cuerpos del rey. ( Una recomendación de Jimarino).


"... Durante mucho tiempo, Pierre Michon se definió como "el escritor que no escribe" por estar deslumbrado por el esplendor de la escritura, paralizado por el miedo de no poder igualar nunca la perfección de las obras que tanto admiraba. Hasta que llegó el milagro de Vidas minúsculas, que publicó en 1984, a los 39 años. Michon ya se reconoce en esas páginas por su lenguaje luminoso de frases ceñidas y densas que devuelven la vida, arrancada a su insignificancia. La literatura de Pierre Michon adquiere un sello de identidad muy particular, afianzado en libros sucesivos como Rimbaud el hijo, Señores y sirvientes y Cuerpos del rey. El señuelo de todos ellos será el del biógrafo biografiado a través de la reconstrucción de vidas ajenas. De perfil similar a Claudio Magris o W.G. Sebald, pero con una textura poética de raigambre más barroca, fusiona biografía íntima e historia, pero una historia anónima evocada desde la perspectiva de su presente.
   Michon asume con Rimbaud, su poeta icono, que la existencia sólo se justifica como materia artística. Considera que la auténtica virtud del hombre de letras es la eterna reactivación de la literatura y la importancia de la emoción poética imprimir cadencia a la lengua. Si en Señores y sirvientes reúne cinco textos dedicados a otros tantos pintores en los que crea una atmósfera en la que juguetean lo acontecido y lo no acontecido, en Cuerpos del rey elabora una ficción más conforme con lo que considera verdadero para trazar en diversos textos el perfil más humano de los escritores que han sido fundamentales en su formación literaria, como es el caso de Beckett, Flaubert, Balzac, Villon, Victor Hugo y, sobre todo, Faulkner, además del escritor suizo apenas conocido Charles-Albert Cingria.
 El hilo conductor que ensarta los diferentes textos, recopilados de otros libros anteriores aparecidos originalmente en las Editions Verdier, es el concepto medieval de la figura del rey desdoblada en dos cuerpos, el terreno, mortal y funcional, y el eterno y dinástico que su reinado entroniza y consagra. Aplicado a sus escritores más admirados, Michon bucea en el hombre probable que se esconde tras la máscara del texto que lo ha entronizado y consagrado, “y al que arbitrariamente llamamos Shakespeare, Joyce, Beckett [...], pero se trata del mismo cuerpo inmortal ataviado con pasajeros andrajos; y hay otro cuerpo mortal, funcional, relativo, el andrajo, que se encamina a la carroña; que se llama, y nada más se llama, Dante y lleva un gorrito que le baja hacia la nariz chata; o nada más se llama Joyce, y entonces tiene anillos y mirada miope y pasmada; o nada más se llama Shakespeare, y es un rentista bonachón y robusto con gorguera isabelina; o se llama nada más, y carcelariamente, Samuel Beckett”. En el caso de este último y de Faulkner, Michon estudia sus posturas fotográficas en sendos retratos para intentar captar ese algo que en su cuerpo denote la diferencia, la huella de su poder literario. Pero todos los autores a los que se acerca, y por eso lo hace, alcanzan “lo Sublime”, sus novelas engloban el mundo a través de las palabras. Michon, como ya ha dicho Jacinta Cremades, se interroga a partir de sus lecturas sobre esa presencia repentina de la literatura, que convierte en “rey” a un escritor.
 No parece, pues, que Pierre Michon sea un novelista puro, sino un narrador sólo, pero por encima de todo, original, supremo y fabuloso, que mezcla la literatura con todo lo demás, con la pintura, con la escritura, con la cultura en general, multiplicando así lo que más aprecia, la literatura propiamente dicha, en una serie de tropos, de metáforas, de cascadas de imágenes que la reflejan y espejean de manera deslumbrante. Michon ha reunido cinco textos primero, basados en otras tantas imágenes de escritores, que le fascinan, sobre todo basados en otras tantas fotografías de escritores, introducidos por una de Samuel Beckett, en la que descubre el "cuerpo de rey", la metonimia que todo gran creador integra entre la soberanía del que reina y la miserable realidad humana de la verdad.
  Jimarino en su magnífico blog Los Perros de la lluvia nos descubría este escritor. En su amplia y significativa reseña-relato nos dice: "... La pregunta de Michon siempre fue la misma. ¿Por qué escribimos? ¿Qué razón nos impulsa a desear llenar la hoja en blanco con la ficción de la literatura, con la síntaxis y el ritmo de la prosa? ¿Qué nos empuja a batallar con la palabra y su sentido, a ahondar en nosotros para hallar el eco de un sentimiento convertido en verbo, en enunciación, en pregunta?. El elefante blanco de Michon, como el de Faulkner u Onetti, es sinceramente a mi juicio el único sendero posible de la literatura en nuestro mundo, aunque suponga la extinción de la misma, el silencio eterno de todos, que se conviertan en Bartlebys convencidos aferrados al preferiría no hacerlo. Michon ya sabía en 1984, cuando escribió sus Vidas minúsculas, que la batalla estaba perdida, pero lo sabía con la nobleza de esos pocos aristócratas que intuyeron un buen día la llegada de la Revolución francesa y la guillotina. Michon decidió apostar por la mitología invernal a la que pertenecía, esa soledad del macizo, de su región despoblada, por la permanencia, aunque fuera improbable o minúscula, de una literatura resistente, que al ser releída no pudiera ser arrastrada por el lenguaje periodístico, por la corrección de los tiempos, por la vanidad del mundo extasiado por sus más simples y anodinos puntos de fuga. Delleuze o Foucault no sabrían situar a Michon y a sus fanáticos lectores en algunos de sus brillantes esquemas. Producto de la tradición cultural burguesa, heredero de la novela, Michon hace años que alcanzó otro lugar, distinto, inclasificable, de una rara erudición, de una sabiduría extraña, tan antigua como novedosa, con más valor si cabe teniendo en cuenta que el producto cultural no deja de ser desde hace varias décadas una imitación continua, una repetición constante de lo mismo, un reduccionismo incesante..." "... Da la sensación cuando es leído de ser duro y rocoso como una piedra, hecho para perdurar en su exactitud. Sólo con Cuerpos del rey fascinaría a cualquier lector situado en el mapa adecuado de la historia de las letras. Sólo con Vidas minúsculas podría derrotar el escepticismo, recordar el sentido de desvelamiento e iluminación que siempre albergó en su seno esta vieja y anegada tradición artística. Sus campos son claros, sus afirmaciones giran en torno a lo fundamental; la tradición cultural que nos alberga, la poesía como elemento del lenguaje capaz de renombrar las cosas desde su origen, la novela como artefacto poderoso de enunciación -nombrar y a su vez reinventar-, la pintura y la música como artes de la esencia, del color, el trazo, la figura, el silencio y la emoción. Es como si no pudiera escribir de otra cosa que no fuera la esencia de su propia identidad y su lengua, identidad y lengua que abarcan los siglos y los hombres que lo preceden, la metáfora de la Historia y sus leyendas, la enfermedad de la literatura que posee y alimenta el diálogo de los tiempos, su propia vida hecha de ancestros anónimos rescatados por el intento de la escritura, el lamento de esta Europa cultural venida del Imperio Romano y el cristianismo que llega exhausta hasta nuestro siglo, la rara expresión de lo humano retenido como una voluta de humo en un vaso, única posibilidad de aferrar por un instante fragmentos de todas esas vidas perdidas..."

Esta recensión es extracto y compendio de otras reseñas que relaciono:
http://jimarino.com/
http://www.letraslibres.com/index.php?art=11588
http://www.elpais.com/articulo/narrativa/metonimias/Pierre/Michon/elpepuculbab/20060513elpbabnar_9/Tes
http://www.diplomatie.gouv.fr/es/francia_3160/cultura-y-medios-comunicacion_3174/cultura_3244/letras_3245/escritores-hoy_1693/pierre-michon-o-escritura-como-liberacion_4172.html