jueves, 9 de octubre de 2008
Lolita: Vladimir Nabokob
Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita. Han dicho de él que es libro mejor escrito (en lengua inglesa, esto es). Han dicho que es la apoteosis de la perversión y los bajos instintos, pornografía pura y dura con el agravante de la pederastia. Vladimir Nabokov no consiguió publicarla en Estados Unidos. Tuvo que hacerlo en Francia, en una editorial de literatura erótica. El éxito fue instantáneo y supuso tanto su consagración como su condena, que arrastró hasta el final de sus días. Nabokov tiene el raro privilegio de haber alumbrado un mito en fechas tan tardías como el siglo XX, y de haberle regalado un clásico a los tiempos modernos.
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