Leyendo El mundo, tenemos la impresión de que Juan José Millás ha sabido controlar de principio a fin los ingredientes de su relato, los datos de su narrador-protagonista, y ello sin escribir una historia realista o naturalista, sino una novela en la que la clarividencia algo patológica del personaje no contraría la quimera ordinaria en la que vive y que muchos podemos reconocer.
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