sábado, 27 de diciembre de 2008

John Steinbeck: Las uvas de la ira.

En la década de los años treinta, durante el siglo XX, el mundo se enfrentó a una de las peores crisis económicas que ha tenido: el crack de Wall Street. Esto provocó una época conocida como la Depresión y Estados Unidos sufrió uno de sus momentos más crueles. El país norteamericano no sólo tuvo que enfrentarse al descalabro económico más grave de su historia, sino que además vivió un fuerte desastre natural llamado Dust Bowl. Esto generó un éxodo de campesinos y agricultores expropiados por todo el país, que buscaban fortuna y medios para comer, recibiendo sólo negativas. Ante esta tragedia, en todo el país se desarrolló una cultura de la depresión. Los artistas e intelectuales hablaban del tema, el cine contaba historias de héroes que se levantaban ante la tragedia, y también, el pueblo estadounidense inició un examen de su estilo de vida. En este contexto, el joven John Steinbeck escribía su segunda novela como reacción a la dura situación socioeconómica. Steinbeck conocía la vida de privaciones en carne propia por haber sido bracero y campesino. Con esta experiencia y con una sincera conciencia social, el escritor produce este testimonio de la crisis que vivió su país en aquellos años de desesperación. La historia de la familia Joad durante la época del «Dust Bowl,» la gran crisis agropecuaria y familiar del medioeste de los Estados Unidos en los años treinta, está intercalada con cortos capítulos de comentario histórico y de episodios más bien fotográficos que documentan las tribulaciones de las familias desarraigadas. En busca de una vida decente en una California fertile y mítica, tres generaciones de la familia Joad se ponen en camino, juntándose con miles de otros en vía similar. En la experiencia, los viajeros se transforman del «yo» personal al «nosotros» comunal. La cooperación espontánea crece entre ellos en contraste con la crueldad de los terratenientes y con la desesperación de los trabajadores migratorios, para los cuales el refrán «uno tiene que comer» es constante. Mientras viajan a la tierra prometida, los protagonistas de Las uvas de la ira confrontan tanto la fuerza enigmática de la naturaleza—la novela se abre con «un sol tan maduro como sangre nueva»—como las instituciones sociales deshumanizantes. Convertido en mártir cuando se declara en defensa de los pequeños agricultores desterrados a quienes los terratenientes de California explotan brutalmente, Casy, el predicador convertido en líder sindical, se maravilla por «la gran alma de todos.» Su discípulo Tom Joad, quien aparece primero en la novela después de una estadía en la cárcel por haber matado a uno en una pelea de borrachos, desaparece tarde en la novela después de matar a otro a quien cree responsable de la muerte de Casy. A pesar de que la convicción apasionada de Tom—que se expresa en su afirmación que «dondequiera que haya una lucha en que los hambrientos puedan comer, estaré allí»—provoca la simpatía del lector, su dilema, nos fuerza a cuestionar si la privación de la vida se puede justificar en cualquier caso. Las uvas de la ira termina cuando los últimos miembros de la familia Joad toman refugio del aguacero en un granero, y la hija de Ma Joad le da de mamar a un extranjero que está muriéndose de hambre, con la leche destinada a su bebé muerto. Este testimonio literario le valió a su escritor el premio Pulitzer y además fue la clave para que se le otorgara luego el premio Nóbel de Literatura. Sin embargo, en aquellos años, el texto resultó demasiado revolucionario, tanto que en ciertos lugares lo prohibieron y hasta lo quemaron. Más tarde, cuando Estados Unidos inicia su persecución comunista enarbolada por el macartismo y los grupos más conservadores, Steinbeck fue acusado de comunista, precisamente por este texto que muchos consideran una novela del proletariado. Tal vez por esta razón es que incluso hoy el libro es más leído en Latinoamérica y Europa que en los propios Estados Unidos. La narración tiene un estilo focalizado en las situaciones y las acciones más que en los personajes, sin embargo hay momentos de gran emotividad, mediante los cuales no sólo se descubre un pueblo oprimido, sino que se encuentra el dolor de la esperanza perdida mezclado con un coraje que alimenta el valor humano y hace que a pesar de la miseria y la muerte se siga sobreviviendo. El proceso de vida que experimentan estos pobres campesinos explotados y rechazados, sin tierra y sin identidad, es sorprendente pues en ellos afloran los sentimientos más fuertes de odio, de amor y de solidaridad. .... "Y entonces los desposeídos fueron empujados hacia el oeste (...). Carretadas, caravanas, sin hogar y hambrientos, veinte mil, cincuenta mil y doscientos mil (...). Corriendo a encontrar algún trabajo para hacer –levantar, empujar, tirar, recoger, cortar– cualquier cosa, cualquier carga con tal de comer. Los críos tienen hambre. No tenemos dónde vivir. Como hormigas corriendo en busca de trabajo y, sobre todo, de tierra (...).Los hombres, que han creado nuevas frutas en el mundo, son incapaces de crear un sistema gracias al cual se pueda comer. Y este fracaso cae sobre el Estado como una gran catástrofe (...). Y en los ojos de la gente hay una expresión de fracaso, y en los ojos de los hambrientos hay una ira que va creciendo. En sus almas las uvas de la ira van desarrollándose y creciendo y algún día llegará la vendimia.” John Steinbeck, Las uvas de la ira, 1939. hhttp://es.wikipedia.org/wiki/John_Steinbeckttp://www.calhum.org/downloads/Spanish_final.pdf http://us.penguingroup.com/static/rguides/us/steinbeck_spanish.html http://www.literalia.es/article167.html http://209.85.229.132/search?q=cache:njESwACy-

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