lunes, 25 de mayo de 2009

El monólogo interior: Algunas nociones básicas.

"... En dramaturgia, el monólogo, soliloquio, o escena unipersonal es el género dramático en el cual una persona reflexiona en voz alta haciendo ver sus pensamientos, ideas y emociones al público. Constituye la parte de una pieza dramática que sirve para caracterizar a los personajes y por tanto posee un gran valor psicológico en tanto que es una herramienta o forma de introspección. En ese sentido, son famosos los monólogos de las obras de Shakespeare, como el de Hamlet, que empieza con la famosa frase de "Ser o no ser". El monólogo puede encubrir un diálogo que efectúa un personaje consigo mismo o con un ser inanimado o desprovisto de razón: una mascota, un cuadro, etc. De esa forma el personaje proyecta sus emociones fuera de sí. El monólogo, en el teatro del Siglo de Oro español, solía encomendarse a los sonetos o a las décimas y así, en comedias donde existe un gran juego de caracteres, aparecen muchos sonetos (el ejemplo característico sería El perro del hortelano de Lope de Vega).
Si se tuviera que hacer una analogía con la música, probablemente el movimiento musical que más se asemejaría al monólogo interior sería el dodecafonismo, que intenta fragmentar el orden establecido "normal" e intuitivo -como también lo hace el monólogo interior, donde no existen frases gramaticalmente completas, sino un despliegue de todo tipo de asociación de ideas y formulaciones más o menos gratuitas-. El estilo de composición dodecafónico rompe con la armonía clásica tradicional, que consiste en una armonía centrada en la nota prefijada como centro tonal. El dodecafonismo, por el contrario, otorga libertad a cada nota de ser utilizada sin subordinación a otra. El resultado es una disonancia deliberada, una negativa a lo que "suena bien".
El monólogo interior es tan antiguo como la humanidad. En la práctica se trata de una conversación, más o menos audible o incluso silenciosa, que mantiene una persona consigo misma, fingiendo que es su interlocutor. Es muy corriente afirmar que los monólogos son la proyección externa del pensamiento humano. Practican el monólogo interior de forma particularmente intensiva: los poetas, los niños y ciertos enfermos mentales aquejados en mayor o menor grado de solipsismo o de autismo. Contrasta con esta práctica particularmente intensiva, la práctica moderada del monólogo interior que observamos en todo ser humano que reflexiona, sueña o que, simplemente, intenta decidir algo pensándoselo. Desde sus comienzos, tanto el teatro como la novela se han servido del monólogo interior como de un recurso literario, para hacer perceptible por los espectadores o lectores la vida interior de sus personajes, a partir de ellos mismos, sin acudir al recurso de la omnisciencia de un narrador exterior a la acción, singular o en coro. En general los dramaturgos como los novelistas reservan para estos monólogos interiores momentos y lugares que subrayan por su excepcionalidad su carácter de confesión Ángel Romera define el monógo interior como la técnica literaria que trata de reproducir los mecanismos del pensamiento en el texto, tales como la asociación de ideas. En su forma más extrema se denomina flujo o corriente de conciencia. Esta técnica está asociada con el modernismo anglosajón y la vanguardia. En los monólogos interiores, los escritores tratan de expresar sentimientos ocultos o deseos reprimidos que no pueden expresar con palabras o acciones.Los pensamientos de los personajes son revelados de manera que parecen no estar controlados por el autor. El propósito del monólogo interior es el de revelar lo más íntimo del personaje. Esta técnica narrativa es capaz de enmarcar las experiencias emocionales mientras están ocurriendo, a nivel consciente e inconsciente. En ella, el autor opta por no distinguir entre niveles de conciencia; maneja complejos patrones de memoria, imágenes y fantasías para representar sensaciones y emociones "en bruto". Se trata, pues, de la representación del "discurso" interior de un personaje. El monólogo se distingue del soliloquio en cuanto que ocurre antes de cualquier verbalización, a un nivel pre-discursivo; intenta representar la naturaleza fragmentaria del pensamiento antes de ser organizado, con intenciones comunicativas, por quien lo piensa. Este nivel pre-discursivo da a la narrativa un sentido mucho mayor de realismo psicológico, de intimidad con el personaje. El lector se siente testigo presencial, no mero receptor, de sus pensamientos. Pues el monólogo interior es un flujo de la conciencia que se encarga de presentar al lector el curso de la misma precisamente como está ocurriendo en la mente del personaje. Mediante esta técnica, el personaje parece estar (valga la redundancia) pensando sus pensamientos, más que explicándolos a alguien. Así pues, los términos flujo de la conciencia y monólogo interior se usan, muchas veces, indistintamente, sobre todo en la tradición anglosajona. Algunos autores, no obstante, distinguen el flujo de la conciencia es decir, el fenómeno psíquico propiamente dicho-, del monólogo interior -la formulación verbal de este fenómeno.Una de las obras más famosas en las que se utiliza esta técnica es Ulises de James Joyce. En Mrs. Dalloway Virginia Woolf utiliza el monólogo interior con muchos de sus personajes, lo que permite seguir la narración desde la conciencia de diferentes personajes.Se caracteriza principalmente por la fusión del mundo real y el mundo interior, imaginado por alguno de los protagonistas. Con frecuencia, en este tipo de literatura, resulta complicado de descifrar lo que ocurre. Normalmente, los escritores utilizan largas oraciones que se mueven de un pensamiento hacia otro. En algunas ocasiones, evitan utilizar signos de puntuación para no romper el flujo de ideas, ya que en algunos casos, los escritores tienen un remolino de ideas que dura tan solo unos instantes. También es característica una sintaxis menos desarrollada, omisión de verbos u otros elementos conectores y cambios radicales del foco del pensamiento, interrupciones repentinas o repeticiones dubitativas. Asimismo, es frecuente el uso del estilo libre indirecto (Es decir, la inclusión de pensamientos del personaje en el relato del narrador).
El término monólogo interior fue usado por primera vez por el filósofo y psicólogo estadounidense William James en su libro Principios de la psicología (1890), y poco después el término se utilizó literariamente. Quizás, quien le da el máximo desarrollo al concepto de monólogo interior sea el escritor irlandés James Joyce . Éste dice haberlo descubierto en el libro Les Lauriers sont coupés del novelista francés Édouard Dujardin, quien, hablando a su vez de Joyce, define el monólogo interior como "el discurso sin auditor y no pronunciado, mediante el cual un personaje expresa sus pensamientos más íntimos, más cercanos al inconsciente, anteriores a cualquier organización lógica, es decir, en embrión, y para ello se vale de frases directas reducidas sintácticamente a lo indispensable, para dar así la impresión de 'lo magmático'". Joyce explora en Ulysses monólogos interiores, con los que contrasta claramente tres personajes de diferente racionamiento y clase social. El más célebre, al menos como fragmento literario autónomo, es el monólogo de Molly Bloom con el que termina el libro.Hay otros exponentes de monólogo interior o flujo de la conciencia. La escritora inglesa Virginia Woolf , cuyas novelas Al faro y Las olas, en particular, exploran la interioridad de los personajes conservando, sin embargo, el orden gramatical y sintáctico que el monólogo joyceano desprecia. El escritor estadounidense William Faulkner, en cambio, recibió directamente la influencia del Ulysses. En El ruido y la furia y en ciertos pasajes de ¡Absalón, Absalón!, Faulkner se vale de la técnica para construir la identidad del personaje. En aquella novela, por ejemplo, el monólogo de Benjy revela su condición de retrasado mental sin jamás mencionarla directamente. Así, la narración gana en autonomía y en verosimilitud. Sabemos que Valery Larbaud introdujo la expresión "Monólogo interior" en su sentido actual de 'ensoñación'.Algunos críticos piensan que sería justo asignar la paternidad de esta técnica a Édouard Dujardin, escritor francés autor de Los laureles se cortan (1887), novela que pasó inadvertida al ser publicada, pero que Joyce exumaría más tarde. Reconociendo su deuda respecto a Dujardin, Joyce destaca la contribución decisiva de esta novela: "En Los laureles se cortan, el lector se encontraba, a partir de las primeras líneas, instalado en el pensamiento del personaje principal. El desarrollo ininterrumpido de este pensamiento, substituyéndose completamente a la forma usual del relato, es el que enseña al lector lo que hace este personaje y lo que le sucede." Otros críticos piensan que Dujardin se había limitado a generalizar y sistematizar un método utilizado ya como recurso, es decir, de manera empírica e intermitente, por escritores anteriores a él; por ejemplo: Víctor Hugo lo hace a partir de 1829, en el Último Día de un condenado. Sería injusto olvidar la presencia de este recurso tanto en la escritura interiorista de Dostoïevski como en la genial escritura desatada y polifónica de Miguel de Cervantes..."
Es extracto y compendio de otras reseñas que se relacionan: http://blogs.periodistadigital.com/aeu.php/2007/01/22/p67372

1 comentario: