viernes, 8 de mayo de 2009

Joseph Conrad: El corazón de las tinieblas (un descenso a los infiernos del alma humana)

"... Józef Teodor Konrad Korzeniowski, más conocido por el nombre que adoptó al nacionalizarse británico, Joseph Conrad (Berdyczów, actual Ucrania, 3 de diciembre de 1857 – Bishopsbourne, Inglaterra, 3 de agosto de 1924), fue un novelista polaco que adoptó el inglés como lengua literaria.Probablemente el título más célebre de Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas es una narración autobiográfica inspirada en los seis meses que el autor pasó en el Congo colonizado (y devastado) por el rey Leopoldo II de Bélgica. A través de un personaje ficticio (el viejo marinero Marlow), Conrad describe una travesía en busca del señor Kurtz, el jefe de una explotación de marfil. El encuentro de ambos confirmará la hipocresía de la propuesta colonialista y pondrá en tela de juicio su carácter de cruzada moral y comercial. Un relato que revela como pocos las aterradoras profundidades de la corruptibilidad humana.Ignacio Arellano reseña que El corazón de la tinieblas, escrito entre 1898 y 1899, no es una novela tan ambiciosa como las monumentales Lord Jim o Nostromo, pero es seguramente una de las más significativas y perfectas de la vasta escritura de Joseph Conrad. En la desembocadura del Támesis, mientras se adensa el crepúsculo, Marlow cuenta a unos compañeros su viaje a África, en busca de Kurtz, agente comercial que está enviando a su compañía ingentes cantidades de marfil. El viaje de Marlow es una odisea: el barco en el que navegan es viejo, el río peligroso, acechado de nativos que atacan en los recodos, el calor insoportable... Marlow avanza obsesionado por Kurtz, del cual se va formando una imagen contradictoria y mitificada. Otros empleados le van describiendo los rasgos y atributos del agente: voz profunda y potentísima, elevada estatura, ojos fulminantes, mente lúcida y voluntad indomable que le permite recolectar más marfil que todos los demas agentes juntos...Por fin lo encontrará enfermo, en una choza cercada de cabezas humanas empaladas, adorado por tribus indígenas a las que subyuga con el terror. El extraordinario personaje que ha ido modelando la imaginación de Marlow se erige ahora en símbolo de la corrupción y la entrega a la barbarie ancestral, impulsado por un ansia ilimitada de poder y riqueza, enfrentado consigo mismo en la soledad y vencido por la influencia de lo salvaje.La novela puede leerse (lo es en parte) como alegato contra la colonización del Congo, pero su reflexión moral va más allá de una situación histórica concreta. Kurtz llega a África iluminado de ideales de progreso. Redacta una guía para orientar el recto diseño del comercio y la tarea civilizadora: «Cada estación de la compañía debería ser como un faro en medio del camino, que iluminara la senda hacia cosas mejores». Sin embargo la luz sucumbe ante las tinieblas: el hombre «civilizado» oculta bajo una frágil superficie bestiales instintos que salen a flote en contacto con ese mundo fuera del tiempo, sumergido en la penumbra de la floresta primitiva. El viaje de Kurtz (que Marlow reproduce) es un viaje a los infiernos, un descenso por el río del olvido. La fuente última de la oscuridad nos es la selva hóstil es otra, es «el mal escondido en las profundas tinieblas del corazón humano». Kurtz no ha sido capaz de mantener la fatigosa disciplina necesaria para conservar su conciencia moral, su entidad humana, y en su búsqueda de la luz ha llegado a un territorio en el que late sin cesar, como los tambores caníbales que baten en la selva, el verdadero corazón de las tinieblas, el oscuro corazón del hombre. Al final del relato, Marlow, ya en Bruselas, va a visitar a la afligida novia de Kurtz. Ella alaba la condición de honorabilidad del muerto, opinión que el capitán no se atreve a contradecir y también le alaba, desfigurando así la verdad de lo que ha sucedido y, por ende, contribuyendo a mantener la mentira colectiva sobre la que yace la dudosa paz de la conciencia social. El corazón de las tinieblas (Heart of Darkness) es una novela corta pero precisa e implacable es la transposición de toda una tesis antropológica, una que se forma también ante la vista de otro paisaje: el humo artificial que se va despejando para dar paso al espectáculo más atroz, la maldad convertida en materia gaseosa envolviendo a sus visitantes. Punto de conciencia y fatal embriaguez a partes iguales. A cada pasaje en el cual se narra su aventura remontando esa serpiente acuática en el corazón de lo desconocido, la mirada de Conrad se vuelva cada vez más compleja y determinista. Nos presenta un retrato descarnado del colonialismo salvaje pero a la vez se va introduciendo a los espacios menos realistas, abstractos. El pensamiento en constante conflicto y perplejidad se alterna con las descripciones originales de la vida marina y la idea de la aventura para solo trastocarlas, deformarlas. El caso de ese entusiasta viaje de Marlow, es el de una exploración que supera los límites de lo tangible. A cada paso, intriga o extraña circunstancia de la convivencia en ese paraje aterrado por la depredación, Conrad se vuelve más un investigador ontológico. La sola imagen del omnipresente Kurtz (acaso sea lo más genial del libro este personaje-concepto) esta cargada pues de una contradictoria alegoría sobre el hombre moderno atado a su condición carnal y física, a las necesidades básicas y primarias de los salvajes. Acaso este viaje es apenas la mirada temerosa que nos damos frente al espejo de los tiempos. Pocos acercamientos de naturaleza antropológica han sido tan insidiosos como el que plantea en esta confrontación entre Marlow y Kurtz. Aquellos hombre de vida, llamemos normal, se convierten en expresión alegórica de esa sistematización del hombre sofisticado no solo para su vida en sociedad sino para hollar un mundo que lo contempla pasar en muda expectación, tal vez conspirando o sintiéndose derrotado. El terror con el que estos aventureros sacrílegos transitan por esta naturaleza es el de saberse involucrados en un estado de cambio perpetuo hacia esos rincones en tinieblas de donde solo se oye el grito de horror. Tal es la inquietante conclusión con la que Conrad nos dejó hace más de un siglo..."Es extracto y compendio de otras reseñas que se relacionan:

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