miércoles, 18 de febrero de 2009

Saul Bellow: Herzog (El hombre de papel)

"... «‘Si estoy como una cabra, qué le voy a hacer’, pensó Moses Herzog». Con esta rotunda declaración de principios arranca Herzog, la novela que en 1964 encumbró definitivamente a Saul Bellow (1915-2005) como uno de los grandes narradores norteamericanos del pasado siglo (si no el más grande: si secundamos, nos dice Luis Pousa, la tesis del británico Martin Amis, Bellow es, sin rivales, el gran novelista estadounidense de su tiempo). Probablemente sea esta su obra maestra, esa pieza casi perfecta en la que remató la faena iniciada unos años antes con la publicación de Las aventuras de Augie March (1953), y que le llevaría a obtener en 1976 uno de los más merecidos premios Nobel de la historia de la literatura. El protagonista de la narración, Moses Elkanah Herzog —nombre que Bellow tomó prestado de uno de los personajes menores del Ulises de James Joyce, como tributo casi secreto a uno de sus autores de cabecera—, es un excéntrico profesor universitario de 47 años que vive entre Nueva York y Chicago, judío, padre de dos hijos y dos veces divorciado que un buen día, al ver que su vida y su mundo se derrumban («Al revisar su vida entera, se dio cuenta de que lo había hecho todo mal, todo. Su vida estaba, por así decirlo, en ruinas»), decide refugiarse en la cocina de su casa y ponerse a escribir compulsivamente cartas que, por supuesto, jamás echa al buzón: «Oculto en el campo, escribía sin parar, frenéticamente, a los periódicos, a personas públicas, a amigos y parientes, y, por fin, a los muertos, primero a sus difuntos cercanos y casi anónimos, y por último a los famosos». Entre esos muertos ilustres a los que Herzog escribe epístolas llenas de reproches por la colisión entre la realidad y los barrocos laberintos de su pensamiento figuran, entre otros, numerosos filósofos: Hegel, Schopenhauer, Nietzsche o Spinoza, que comparten con políticos como Eisenhower el honor de ser los destinatarios del epistolario . Autor de una tesis doctoral sobre El estado de naturaleza en la filosofía política inglesa y francesa de los siglos XVII y XVIII y de un libro titulado Romanticismo y cristianismo, Moses Herzog representa probablemente, según Pousa, el vacío que sintieron bajo sus pies los intelectuales de mediados del siglo XX cuando descubrieron que, mientras ellos, los hombres de papel, seguían elucubrando ensayos sobre aquellos iluminados con los que dialogaba el protagonista de la novela, el mundo ya navegaba por otros mares más prosaicos en los que un intelectual como Herzog estaba irremisiblemente condenado al naufragio La grandeza de “Herzog” estriba en su protagonista, un hombre neurótico, inmaduro, que cree encarar los problemas con valentía cuando, en realidad, simplemente se limita a esgrimir su erudición como un escudo frente a los demás. Bellow creó un personaje ejemplar en su debilidad, cosa en absoluto sencilla, y escribió una novela que no zarandea al lector, sino que le interpela con inteligencia y sabiduría. Es sintomático el hecho de que Herzog escriba cartas imaginarias (dado que nunca las echa al correo para que lleguen a sus destinatarios) en un intento de comunicación con los demás, que no son sino justificaciones internas de sus decisiones. Las cartas se convierten en una exploración psicológica del propio protagonista para comprender cuáles han sido sus fallos emocionales. Hacia el final del libro, Moses parece conseguir alcanzar un estado de equilibrio y entiende —o así lo muestra— cuál ha sido su error: [...] ahora puedo decir que me he librado de la principal ambigüedad que afecta a los intelectuales: y es que los individuos civilizados odian a esa civilización que hace posibles sus vidas. Lo que les atrae es una imaginaria situación humana inventada por su propio genio y que para ellos es la única realidad humana verdadera. ¡Qué extraño! Pero la parte de toda sociedad mejor considerada y más inteligente suele ser precisamente la más desgraciada. Todos, alguna vez, nos hemos sentido como Herzog, nos refiere Rafael Maldonado. Porque ésta es la historia de un fracaso en todos los sentidos, en todo lo que un hombre puede fracasar: Fracaso sentimental, familiar, laboral, intelectual. Se ha casado y divorciado dos veces. Su mujer lo ha dejado por su mejor amigo. Ha dejado su puesto en la universidad para escribir, pero no escribe. Fracaso que sin embargo resulta en una gran productividad, porque Herzog, un profesor, un intelectual, reacciona de la única manera que puede, o sabe: escribiendo. " Esta reseña es compedio y extracto de otras que se relacionan: http://blogs.lavozdegalicia.es/luispousa/tag/saul-bellow/ http://www.solodelibros.es/27/08/2007/herzog-saul-bellow/ http://alhamar-critica.blogspot.com/2006/05/herzog-por-saul-bellow.html http://shangrilatextosaparte.blogspot.com/2008/02/texturas-herzog-dos-voces-alrededor-de.html http://es.wikipedia.org/wiki/Saul_Bellow

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