viernes, 23 de noviembre de 2012

El astillero de Juan Carlos Onetti. Reseña de Emilio Piqueras Gómez.

“El astillero”,

de Juan Carlos Onetti. Ed. Seix Barral 1983

Reseña de Emilio Piqueras Gómez


El astillero es la obra cumbre del uruguayo Juan Carlos Oneti y una de las más prestigiadas de toda la literatura hispanoamericana. Una novela lúgubre, oscura y triste que trasluce un trasfondo de angustia, de falta de motivación o carencia de expectativas de futuro que sitúan la propuesta dentro de la línea existencialista, siguiendo los pasos a otros literatos como Sastre, Heidegeber o Camus. Con el fin de poder realizar una reflexión sobre esas profundas raíces de la obra, voy a ahondar en tres distintas líneas: una primera, donde se analizará el tema de la obra; una segunda que se ocupará de estudiar el perfil de los personajes –ya que en la novela no es solo Larsen quien se ve inmerso en la crisis existencial –; y una tercera, en donde se analizarán los factores que evidencian esa crisis.

Uruguay a comienzos de los 80, momento en que se escribió la obra, es un país gris hundido en la miseria a que les había llevado la dictadura militar. Onetti refleja en su obra esa decadencia que se extendía a todas las parcelas, regiones y estamentos del país. La obra comienza con la descripción de la población de Santa María y de la empresa El Astillero, con su puerto, a pocos kilómetros de la localidad, que serán los lugares en donde va a transcurrir la trama. Todos los paisajes y estructuras que se describen son oscuros, degradados y solitarios donde la miseria es la protagonista.

Larsen retorna al lugar de donde fue desterrado unos años atrás, y es reconocido por los asombrados ojos de los vecinos. Petrus, el dueño del Astillero, le propone un absurdo trabajo como Gerente de la fábrica, cargo que acepta tras una, no menos absurda, discusión sobre los términos de su sueldo con dos que se suponen serán sus subordinados, Khun y Gálvez. La trama girará alrededor de la mentira del empleo, de la soledad del gerente, del irrealismo de la situación… y se complicará al aparecer un documento falsificado por el propietario, que puede llevar a la cárcel a Petrus y que Gálvez posee. Cuando el temido encarcelamiento se produce, Larsen visita al dueño en la prisión, enterándose posteriormente que el administrativo que entregó las pruebas se había suicidado en el río. El desenlace comienza con su regreso a Puerto Astillero y la noche de amor con la criada de su idiota novia, lo demás habéis de leerlo para sacar vuestras propias conclusiones.

La obra es una auténtica tragedia de principio a fin, una historia de fracaso en un ambiente de degradación en donde no se salva nadie. La propuesta contiene muchos componentes filosóficos, Onetti pone los anteojos en la realidad de la existencia humana. Dibuja, al igual que Sastre, a los personajes como seres solitarios, angustiados, desilusionados… hombres cuya vida no tiene sentido y que, al no anhelar ningún horizonte, esperan la muerte sin más. Se nos presenta la realidad de una sociedad pobre, en declive, que se ha denigrado hasta límites insospechados; pero no la inventa, quizás solo la extrapola, pues parece un espejo de la realidad uruguaya de la década de los 80, una sociedad en donde el pesimismo reina impregnándolo todo, porque, sin duda, la crisis económica se refleja en la miseria, en los lugares degradantes, insalubres… Por todo ello hay que afirmar que el tema principal de la obra es esa vida sin sentido de los protagonistas, que no solo se desenvuelven por lugares sucios y decadentes, sino que nos muestra que también sus acciones son miserables, signo de la degradación y desesperación, lo cual nos sugiere el carácter incierto y precario del hombre en el mundo. Y todo lo expuesto, en su conjunto, es lo que demuestra ese vacío existencial y convierte la obra en un auténtico tratado novelado sobre la crisis existencialista.

En cuanto a los personajes, casi todos ellos aparecen –y no solo Larsen, como ya he adelantado antes– marcados por una vida desnortada, insatisfecha y falta de esperanza. Así, si hacemos un repaso de los protagonistas, vemos a un Larsen, individualista y depresivo, que tuvo que irse expulsado del pueblo y que vuelve queriendo sacarse la espina, que acepta rápidamente un cargo que podría ser el icono de su triunfo, pero que cuando descubre de qué se trata, ante la visión de la realidad, reacciona de manera fantasiosa e irrealista y muestra sus artes de manipulador; en fin, una persona que, en pocos meses que dura la trama, se degrada en todos los niveles –físico, moral y anímico– hasta acabar destrozándose. Petrus, el dueño, es mentiroso, muy manipulador e irrealista, capaz de estar afirmando en cada momento que ya han llegado las ayudas del gobierno, que se van a hacer casas para los empleados o que faltan escasas semanas para reflotar la empresa, cuestiones que Larsen apoyará al instante. Gálvez miente todo el rato con su sonrisa –aunque eso a veces no deja de tener mérito–, pero luego es muy individualista y se muestra indiferente, sobre todo hacia su familia. Kunz, el técnico, quizás sea el único que salva un poco el perfil: es trabajador, serio, prudente… Luego, podríamos hablar de alguna de las mujeres: Angélica Inés, una pobre idiota a quien no hace falta adornar de ningún calificativo más; o la mujer de Gálvez, despreocupada, infiel, que no le importa nada su imagen… Y bueno, hasta un médico de Santa María que interviene en la obra se ve una persona infeliz, que ha fracasado, que está en fase decadente. Como vemos todo el elenco de personajes está cortado por un patrón bastante decadente, todos pueden pertenecer a un submundo donde la crisis existencial ha convertido a las personas en despojos de sí mismos, pero lo que es peor, no es solo su perfil, su imagen, su yo, lo que está desnortado y falta de vida, sino que encima son miserables todas las acciones que emprenden. Por salvar algo el álbum, citaré al mucamo que a pesar de que se le pueda tildar de cobarde por no abandonar la población, parece ser el único que acepta su situación sin llevarlo mal y que habla a las claras a Petrus, sin mentiras ni fantasías.

En cuanto a los factores que evidencian esta crisis existencialista, citaré, los siguientes: “El vacío existencial” que trasciende a la mayoría de los personajes;” la vida sin sentido” que se ve en sus trayectorias individuales; la “degradación personal” que día a día van sufriendo, desde el dueño que acaba en la cárcel, Gálvez que se suicida… o en la miseria de sus acciones, así Larsen pierde la compostura en el trato con las mujeres de la obra, progresivamente se va viendo físicamente gordo y torpe, y ya al final, en su último viaje en la lancha, observa su degradación física al mirarse las manos llenas de arrugas y venas hinchadas; y “el individualismo”, como cuando el propio Larsen, a los pocos capítulos del inicio, comienza a darse cuenta de la situación y se convence de que solo debe preocuparse por él mismo; y “la soledad”, como en el caso de Gálvez que no deseaba ir a trabajar y se recostó en su cama, mirando a la pared, pues quería estar solo y no compartir los problemas, o cuando el personaje principal, el gerente, manifiesta reproches y desprecio hacia el pueblo de Santa María, lo cual, en sí es una forma de darse valor y justificar su profunda soledad; también, “la miseria” que impregna todas las escenas: “calles de tierra o barro, sin huellas de vehículos, fragmentados por las promesas…” o cuando el gerente observa los zapatos de hombre, atados con cables de la luz, que lleva la mujer de Gálvez; y “la fantasía”, como cuando Larsen pronostica el resurgimiento de la fábrica sin tener en cuenta las dificultades económicas y sociales que se pueda encontrar, contribuyendo también a ello todos los demás, como Kunz o Petrus; y “la frustración”: también el gerente extraña muchas cuestiones que no ha podido conseguir en la vida, como es la carencia de familia o amigos, o de un futuro claro; y “la angustia” de la mayoría de ellos por estar viviendo una vida en la que no creen y donde todo se les hace cuesta arriba; y ese “irrealismo” que sobre todo alimentan Larsen y Petrus; y “el fracaso”, situación en la que incluyo hasta al propio doctor; y “la infidelidad”, que parece que responde a una carencia de valores personales y queda escenificada en la de Larson para con su novia, en las carnes de la mujer de Gálvez y de Josefina, la criada.

En fin, El Astillero muestra una clara orientación existencialista, presentando a lo largo de sus capítulos una pormenorizada exposición de ambientes y detalles, y una descripción psicológica de personajes que lo certifican, así como unos elementos temáticos –ya descritos– sobre los que se puede analizar y comprobar esa crisis existencialista que inunda la novela. Y en ella existe una clara alegoría que se dibuja en dos símbolos, por una parte la del país en declive que se refleja en “El Astillero” y, por otra, la del ser humano degradado que se simboliza en Larsen. Creo que Onetti ha elegido bien los medios para inducirnos a la reflexión que pretendía al objeto de desenmascarar los vicios y pecados que carcomían al país. Y he de decir que, después de haber vivido una historia tan triste, quizás lo más sugerente de la obra es que de alguna forma quedamos advertidos –y ya quisiéramos los lectores, vacunados – para estar alerta en aras de evitar caer en ese abismo.



EMILIO PIQUERAS

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