viernes, 9 de noviembre de 2012

El mismo mar. Un relato diferente de Amos Oz. Reseña de Emilio Piqueras Gómez.

Un relato diferente
EL MISMO MAR,
de Amos Oz. Ed. Siruela. Trad. Raquel García
Reseña de Emilio Piqueras Gómez


Para quien ya conociera la letra de este escritor y pacifista hebreo, mi envidia más sana, y para quien no la haya descubierto todavía, os recuerdo que compartió cartel junto a Philips Roth y Paul Auster en una reciente convocatoria del Príncipe de Asturias, aunque la balanza cayera incomprensiblemente del lado de Auster. Y sirva esta reseña como una invitación a sumergirse en los prodigios de su pluma, pues tras la lectura de cada uno de sus poemas deja un suculento poso de satisfacción en el lector, una sensación de estar enriqueciéndose y de saberse en manos de un gran maestro. Tal vez de uno de los mejores del momento, de quien ya hemos podido degustar de obras como “Mi querido Mijail”.

El mismo mar es una osada y fascinante obra en donde el autor juega con las palabras dentro de un estilo narrativo de difícil catalogación, aunque se podría describir como una lírica fundamentalmente prosaica muy conseguida, brillante y audaz. En ella, se profundiza en la búsqueda de los cimientos de cada personaje más que en redondear el argumento en sí. Es su obra formalmente más peculiar. Pero ha de ser leída despacio, saboreando y digiriendo cada frase, pues posee una especial atmósfera, a veces fragmentaria, pero que termina por pertenecer a un mosaico.

La trama gira en torno a Bat, un suburbio de Tel Aviv preñado de desconfianza, en donde un asesor fiscal, Albert Dannon, padece de dos ausencias, por una parte la de su mujer Nadia, muerta recientemente, y por otra, la de su hijo Rico, de viaje por el Nepal en busca de no se sabe bien qué identidad, tal vez solamente por nostalgia hacia la madre, mientras comparte sus días con una veterana prostituta portuguesa. Entretanto, Dita, novia del hijo, va a pasar a ser una musa inalcanzable para Albert, quien tiene que darle cobijo en su casa. Ella hará de amiga, hija y esposa con el viejo asesor –aunque tal vez solo sea en la fantasía de este –, y a la vez llevará su propia vida, externa a la vivienda, en donde aparecen involucrados otros personajes, como un amante y un promotor de cine. También intervendrá como personaje el mismo Amos Oz, mediante la denominación de El narrador. En el relato se le da vida a la difunta Nadia, concediéndole voz e influencia sobre el hijo, parece que por una costumbre judía, en la cual, una madre, aún después de muerta sigue ejerciendo ascendiente sobre los hijos. La historia carece de un final integrador, no manda mensajes de falsos optimismos, aunque no deja de pincelar cierta gratitud en cada uno de los personajes por el simple hecho de la existencia.

La obra está dividida en una especie de poemas, donde lo normal es que vayan escritos en prosa poética, siempre emotiva y sabia, aunque a veces introduzca alguno de métrica regular (eneasílabos en la mayoría de los casos) sin rima, y asimismo, en ocasiones también aparecen capítulos en prosa. Destacaría muchos poemas, pero por el apremio de resumir hablaré de “Una ardilla”, en donde intenta definir cómo vive la menarquia la mujer, poniendo las palabras en boca de Nadia: «red de espinas telarañas de un orden femenino…laberintos de mentiras costuras de artimañas…»; para después desarrollar una espléndida explicación de los ardides femeninos en aras de conseguir gustar al hombre. En este capítulo en prosa prolifera la reduplicación «ojos ojos», y como se ve, cada vez que utiliza el lenguaje libre directo del monólogo, prescinde de la puntuación. También es impresionante “Brasas”, donde mediante sugerentes metáforas y comparaciones, poniendo la voz en boca de Albert, habla apasionadamente del «deseo de mujer», anhelando el personaje que le retorne ese preciado apetito. En fin, sería imposible destacar todos los que me impactaron como “Cierra los ojos y vigila” o “Viene y va”…

El libro no es fácil de definir, pues a su compleja mezcla de estilos literarios, donde integra magistralmente la lírica y el relato, se va a unir una búsqueda de otro estilo muy propio, el de Amos Oz, en el cual, por momentos, parece recuperar los grandes relatos en verso tipo Espronceda. En fin, no es fácil catalogarlo: si como una novela, poesía, autobiografía… Según sus propias palabras, «busca estrechar los espacios entre poesía y prosa, entre ficción y confesión, entre literatura y música…» Es un libro triste que rompe muchos moldes. Parece describir el Israel del día a día, el de la vida cotidiana que nunca sale en la prensa ni la televisión, el de la mayoría de los israelíes, cuyo hogar –cuatro de cada cinco – lo tienen afincado en la costa. Y a la vez, mediante las andanzas del hijo Rico, nos va entremezclando ciertos mitos pertenecientes al Nepal. Pero es esencial destacar que en los textos suele ser muy ambiguo dejando bastante juego a la imaginación del lector. Según Juan Cierco, en El mismo mar « los muertos regañan a los vivos, los vivos preguntan a los muertos, los personajes hablan entre sí aunque estén separados a miles de kilómetros…». En fin, es un relato con mucho componente fantástico donde se traspasan multitud de barreras.

A los personajes los elabora de manera muy consistente y profundiza con esmero de cirujano en ellos, consiguiendo adaptarlos bastante bien al contexto que habitan. En varias ocasiones los dota de la palabra y construye los poemas en primera persona, en otras los pone en voz del narrador. Es una historia contada por distintos personajes, conectados entre ellos por algún tipo de relación, aunque solo sea en la imaginación, pero, en donde todos los protagonistas se encuentran separados de su objeto de amor por algún tipo de impedimento, desde la cruel distancia hasta, en ocasiones, la inevitable y misteriosa muerte.

En definitiva, no puedo imaginarme “El mismo mar” escrito con otro formato. Si el autor hubiera utilizado el estilo estándar de la narrativa, de la novela como siempre la hemos leído, seguro que no hubiera causado en mí los mismos efectos. Por ello os emplazo a que no dejéis de echarle una ojeada a esta revolucionaria obra que rompe tantos moldes como méritos tiene, y os aseguro que, si abrís una rendija de la misma, vuestros experimentados ojos quedarán imantados por lo que allí descubriréis.



EMILIO PIQUERAS

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