jueves, 6 de diciembre de 2012

“Mientras agonizo”,de William Faulkner: Reseña de Emilio Piquera Gómez.

“Mientras agonizo”,
de William Faulkner
Traducción de Jesús Zulaica.
“El extravagante último paseo”
Reseña de Emilio Piqueras Gómez

La presente obra del ya legendario autor estadounidense es una atípica novela en donde aparecen muchos personajes narradores –hasta quince distintos –, que hacen que el lector obtenga una heterogénea perspectiva de la historia, lo cual repercute en que el ritmo se aminore y puedan ser cuestionadas las reflexiones aportadas por cada una de las voces narrativas.

Es una novela ambientada en un condado imaginario del Missisipi de principios del siglo pasado. La trama principal gira alrededor de la muerte de una humilde madre, Addie Bundren, que tiene dicho a los suyos que, tras su deceso, la han de llevar a enterrar a su pueblo de origen. Para ese viaje, la familia intentará transportar a la difunta mediante una miserable carreta dentro de un ataúd fabricado por uno de los hijos. Durante el periplo, otro de sus vástagos, Jewell, la salvará de una riada mientras la familia se empeña en cruzar un río a pesar de no haber puente, y, posteriormente, lo volverá a hacer en un incendio provocado por otro de los hijos a quien la gente le supone ciertos dones misteriosos. La figura del padre, como figura de autoridad contemporizada en el tiempo literario, aparece muy bien llevada, dibujada como una mente primitiva y generacionalmente trasnochada.

En el texto está, asimismo, mostrada de forma sobresaliente la subcultura de una familia rural, pudiendo ser ese otro de los subtemas de la novela. También, la figura de Dios aparece permanentemente en las páginas de la obra, mediante giros en los diálogos –igualmente muy americanos –, como «que me condene sí…», «que Dios me castigue»…. Aparte de la figura de autoridad ya comentada, también destaca la ingenuidad del pequeño de la familia, mostrada a través de su propia voz narrativa, mediante la técnica del fluir de conciencia, donde a su madre la imagina convertida en pez y niega cualquier atribución negativa hacia ella o hacia cualquiera de los suyos: «¿cómo va a oler así mi madre?». Asímismo, es de destacar el espíritu de solidaridad entre vecinos, que se evidencia a pesar de la incómoda situación que suponía la aparición a lo largo del camino de la familia numerosa con un cadáver en plena descomposición, transportado en la ruinosa carreta.

El género se podría considerar dentro del drama, aunque la trama aporta cierta parte de sarcasmo, pues la imagen de la carreta rodando haciendo huir a quienes tienen la desdicha de coincidir con ella o en los lugares donde deciden comprar o pasar la noche, tiene cierta parte de esperpento y crea una atmósfera muy especial a lo largo de toda la obra. Aparte de eso, el autor utiliza en la obra técnicas novedosas, como la comentada del fluir de conciencia ya tratada en “La señora Dalloway” por Wolf, o en el “Ulises”, de Joyce; también es innovador en la utilización de tantas voces narrativas, en donde el lector ha de seleccionar cuáles encuentra fiables para al menos intuir el próximo hito en la trama, técnica originaria de Henry James y que posteriormente Nabokov perfeccionaría más.

Los personajes están bien creados, consiguiendo en ellos suficiente consistencia. Además, al darles a todos voz narrativa con el Flujo de Conciencia, hace que se profundice más en cada uno de ellos, y resulten más logrados. En cuanto a los diálogos, se muestran bastante particularizados, con expresiones propias de cada uno de ellos: «mi madre es un pez», del pequeño, «que me condene», del médico…«si madre estuviera lo aprobaría», del padre… El lenguaje empleado, según la voz narrativa que utiliza, lo va acomodando a la propia idiosincrasia del personaje tanto en los monólogos como en los diálogos, los cuales existen en abundancia. Quizás, algunas veces los pronombres personales, sobre todo “él”, llega a confundirse, pues no queda claro en la voz narrativa a quién se refiere, y en más de una ocasión hay que volver atrás y releer contextualizándolo según las costumbres de cada protagonista. En cualquier caso, exhibe un lenguaje llano, fácil de entender y sin ningún intento de florituras, aunque sin concesiones.

En resumen, la novela parte de un ritmo más lento, mientras el lector va haciéndose con la trama a través de las diferentes voces narrativas y va identificando a los personajes que hablan, para posteriormente aumentar esa cadencia. Extraña un poco no tener una fuente narrativa única y fiable, pero a esa cuestión, también el lector acaba acostumbrándose, y si se reflexiona un poco, se convendrá con el autor en que es una técnica que se asemeja más a la vida real, donde suelen coexistir múltiples puntos de vista, de entre los cuales hemos de forjarnos el nuestro propio. En cuanto a las descripciones, las de los personajes están bastante conseguidas, pues es a ellos a quienes les ha dedicado la mayor parte de la focalización durante toda la obra.

En fin, una novela diferente en un momento en que suponía toda una innovación el uso de las múltiples voces narrativas y el prolífero uso del Flujo de conciencia; y también una obra con un argumento original donde los haya, que consigue que el lector imagine y disfrute con la respuesta de todos los personajes con quienes se cruza la extraña comitiva. Y, por supuesto, una propuesta que, por su estilo y aportaciones técnicas se engloban dentro de esa original obra representativa de autores experimentales europeos como Wolf, Joyce o Proust, que, junto con Faulkner, influyeron tan decisivamente en la novela del boom hispanoamericano y posteriormente en toda la novela contemporánea.

EMILIO PIQUERAS

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