domingo, 2 de mayo de 2010

Luis Vélez de Guevara: El diablo Cojuelo. (literatura faústica)

" Daban en Madrid, por los fines de julio, las once de la noche en punto, hora menguada para las calles y, por faltar la luna, jurisdicción y término redondo de todo requiebro lechuzo y patarata de la muerte. El Prado boqueaba coches en la última jornada de su paseo, y en los baños de Manzanares los Adanes y las Evas de la Corte, fregados más de la arena que limpios del agua, decían el Ite, rio es, cuando don Cleofás Leandro Pérez Zambullo, hidalgo a cuatro vientos, caballero huracán y encrucijada de apellidos, galán de noviciado y estudiante de profesión, con un broquel y una espada, aprendía a gato por el caballete de un tejado, huyendo de la justicia, que le venía a los alcances por un estupro que no lo había comido ni bebido, que en el pleito de acreedores de una doncella al uso estaba graduado en el lugar veintidoseno, pretendiendo que el pobre licenciado escotase solo lo que tantos habían merendado."


Así comienza el Diablo Cojuelo del sevillano Luis Vélez de Guevara (1579-1664). En esta novela, estructurada en trancos, el hidalgo empobrecido don Cleofás Pérez Zambullo huye de la justicia. Intentando ocultarse acaba en el desván de un astrólogo y nigromante que practica la adivinación y que retiene al diablillo Asmodeo en una de sus redomas. Cleofás libera al diablo y este, agradecido, lo lleva por los cielos levantando los tejados de Madrid, Sevilla y otros lugares, para que el estudiante aprenda las miserias, engaños y nunca dichas verdades de sus conciudadanos: “Y levantando a los techos de los edificios, por arte diabólica, lo hojaldrado, se descubrió la carne del pastelón de Madrid como entonces estaba, patentemente, que por el mucho calor estivo estaba con menos celosías, y tanta variedad de sabandijas racionales en esta arca del mundo, que la del diluvio, comparada con ella, fue de capas y gorras.”
El diablo cojuelo" su única obra en prosa publicada en 1641, puede ser encuadrada dentro del género fantástico, como un eslabón más de la literatura faústica, de la que destacan el Fausto de Goethe y el Maestro y la margarita de Bulkakov. Parangonable al género de la novela picaresca por su temática satírica, ofrece un estilo acusadamente conceptista. Esta simpática e imaginativa trama sirve de apoyo a Vélez de Guevara para dibujar una sátira de la decadente España imperial. El diablo cojuelo inicia la senda de esa deformación cómica o esperpentica de España que tantos escritores cultivaron después. La novela participa plena y claramente del barroco español. En el contenido, porque refleja el desengaño del sueño imperial promovido en el siglo anterior. En la forma, por sus largas frases cuajadas de subordinaciones y paréntesis, neologismos, anfibologías, dobles sentidos, retruécanos, juegos de palabras, elipsis y referencias míticas y culturales.
El «pastelón de Madrid», con su relleno de «sabandijas racionales» desnudas y grotescas, visto por los protagonistas desde lo alto de la torre de San Salvador, al levantar el diablillo el hojaldre de los techos, es una de las imágenes más inolvidables del barroco español. La visión de esa «pepitoria humana de manos, pies y cabeza» va indisociablemente unida a un estilo que explota al límite las posibilidades de la palabra y cuyo desbordamiento de equívocos, símiles y metáforas violentas constituye uno de los grandes atractivos de la novela.
El diablo cojuelo tuvo una versión francesa en Le Diable Boiteux (1707), de Alain-René Le Sage, conocido también por su Gil Blas de Santillana. En los países anglosajones también ha sido conocido Asmodeo como the limping devil. En una de sus primeras manifestaciones periodísticas, la figura del diablo cojuelo sería adaptada por Joseph Addison y Richard Steele en el Tatler (1711) bajo la denominación de Pacolet, demonio ayudante del astrólogo Bickerstaff. Por su parte, Arthur Conan Doyle utilizó el motivo del levantamiento de los techos en la novela de Sherlock Holmes Un caso de identidad. Y así el levantar los techos se utilizó en el discurso literario decimonónico como metáfora de mostrar o exponer.
Al final, el Diablo Cojuelo, perseguido por otro diablo que tiene la orden de devolverle al infierno, es acorralado y se mete de un salto por la boca de un escribano que bostezaba. El perseguidor se lleva consigo a escribano y diablo. .."
Es extracto y compendio de los enlaces que siguen:

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