lunes, 22 de junio de 2009

André Gide: Los monederos falsos.


"... André Gide (1869-1951) es el hombre de letras por excelencia (novelista, poeta, dramaturgo, diarista, epistológrafo y gran mandarín de la vida literaria francesa y europea durante por lo menos cincuenta años). Vivió a caballo entre dos siglos, el de Balzac y Flaubert, y el de Céline y Sartre, y forjó a lo largo de su carrera una prosa de milagrosa limpidez, que lo convierte en el más clásico de los modernos. Para muchos, Gide fue la figura más grande de las letras francesas y también una de las más discutidas y probablemente el escritor que más profunda influencia ejerció sobre la juventud francesa que vivió entre las dos guerras mundiales.
André Gide asumió desde sus comienzos literarios la condición social del escritor. Gide revisa, reinventa y juega con los géneros literarios provenientes de la tradición decimonónica y lleva a cabo una profunda renovación de la obra literaria en tanto que elemento social y estético. Una renovación hecha desde la sinceridad ética y el conocimiento de todos los obstáculos que, desde el principio, se encontraría en el camino. Para empezar, su propia educación: Gide procedía de una familia protestante, puritana, fiel al conformismo moral de la época. Sus resultados académicos y el matrimonio con su prima hacían pensar en una carrera amoldada a todo lo que se esperaba de él. Pero el escritor, desde sus primeras obras publicadas y prácticamente ignoradas, demuestra otras inquietudes. Paludes (1895) es ya una farsa (género de origen medieval) que utiliza el sarcasmo para combatir la “pasividad que nos mantiene en los senderos de la virtud”. A partir de ahí, sus obras son cada vez más conocidas y más escandalosas. En Los alimentos terrestres (1897) proclama la ética de la sencillez hedonista y el rechazo a todo lo que nos viene impuesto;en La sinfonía pastoral (1919) critica la hipocresía de las leyes eclesiásticas del cristianismo, en Corydon (1924) escribe abiertamente sobre su homosexualidad. Los monederos falsos (1925) supone el reconocimiento definitivo de su obra y la cumbre de su reflexión sobre el género novelesco. Aquí, la multiplicidad de puntos de vista obliga al lector a reconstruir y crear su propia novela. En 1925, al tiempo que los nuevos talentos (Aragon, Breton, Montherlant) quedan magnetizados por su obra y los intelectuales de derecha (Mauriac, Leon Daudet) rehusan sumarse a la campaña de denigración que las fuerzas más reaccionarias desencadenan contra él, Gide publica su única novela larga, Los falsificadores de monedas, un auténtico hito dentro del género que Aldous Huxley imitará su estructura en su novela Contrapunto. Gide narrará ahí las trayectorias de cuatro familias en vías de disolución y en el centro del libro sitúa a un novelista, Édouard, cuya meta es escribir una novela titulada Los monederos falsos. Édouard a su vez lleva un diario sobre la obra, y el propio autor en su Journal refleja el proceso creativo que atraviesa la novela. Tales juegos de espejos conforman un ejercicio metaliterario que va a dejar huella en los surrealistas y, más adelante, en el nouveau roman. La novela de Gide, que cuenta la vida de unos burgueses muy jóvenes que se meten a falsificadores porque es la forma que encuentran para subvertir los principios según los que han sido educados, toma su título de una novela que escribe uno de sus protagonistas. El juego de espejos, el hecho de que el libro se titule como una novela “falsa” (es decir, ficticia) y el tema secundario, la falsificación de moneda, es adecuado para simbolizar los profundos cambios que se estaban produciendo en la sociedad. La vida de André Gide se debatió entre la genialidad y el sufrimiento. De fervoroso protestante paso a ser agnóstico, crítico sin ambages del catolicismo y de la doble moral burguesa. Multitud de relatos, farsas, libros de viajes, cuadernos, cartas y textos catalogados como diversos, de una variedad y riqueza excepcionales, llevan a Gide a obtener el Premio Nobel en 1947. Hoy su obra todavía se considera transgresora y escandalosa porque pocos escritores han hablado tan claro de sus propias experiencias y emociones al hacer literatura..."
Es extracto y compendio de otras reseñas:

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