martes, 31 de marzo de 2009

José María Blanco White: Letters from Spain (la literatura del exilio)

Uno de los primeros representantes de lo que se ha convenido en llamar literatura del exilio es José María Blanco White (1775-1841), sacerdote y escritor sevillano, que viene suscitando un justificado interés por la rareza de su trayectoria, la calidad y variedad de su obra y, en particular, por la dureza y lucidez de su análisis de la realidad española desde que, después de 1810, se instalara en Londres y acometiera el proyecto vital de hacerse a sí mismo inglés. Fue un hombre que renegó de su religión y de su patria y que, según Juan Goytisolo, se convirtió para siempre en el paradigma de la España fugitiva y liberal, incompatible con el fanatismo ibérico. Ese interés ha venido también acompañado de malos entendidos, juicios muy severos e interpretaciones contradictorias, que han convertido a Blanco White en una pieza controvertida, pero imprescindible, del rompecabezas que supone la España contemporánea. Letters from Spain fueron publicadas en inglés en 1822 y no han sido vertidas al español hasta siglo y medio después. Esta preterición no ha sido porque se desconociera su valor histórico o literario sino más bien por la falsa imputación de furor antipatriótico. Fue Marcelino Menéndez Pelayo en 1882, en su juvenil y combativa Historia de los heterodoxos españoles, el primero que supo destacar las notables cualidades de José María Blanco White como escritor costumbrista, y refiriéndose a las Cartas de España de Blanco ponderaba que no había elogio digno de ellas si se toman en el concepto de pintura de costumbres españolas, y sobre todo andaluzas del siglo XVIII, y que nunca antes de las novelas de Fernán Caballero, han sido pintadas las costumbres andaluzas con tanta frescura y tanto color, con tal mezcla de ingenuidad popular y de delicadeza aristocrática. Formalmente nos dice Enrique Baltanas, las Letters from Spain cumplen los requisitos o marcas de género: el uso del pseudónimo -Leucadio Doblado-, el hecho de aparecer primeramente en la prensa periódica -durante el año 1821 en The New Monthly Magazine-, la enunciación en primera persona, el (aparentemente) leve andamio de una ficción vicaria... También, en cuanto al contenido, repasa Blanco los que habrían de ser los tópicos del género: diversiones y fiestas populares, la comida, el vestido, la casa, la religiosidad popular,... en suma, todo el amplio teatro de la vida cotidiana de los españoles. Escribir para ingleses resultó en la práctica una ventaja para el costumbrismo literario de Blanco, pues tuvo que describir las cosas con enorme minucia y claridad para que aquellos lectores suyos de entonces pudieran hacerse una idea cabal de aquello que se les contaba, lo que no podemos sino agradecer los lectores de hoy, incluidos los de lengua española. Aunque se puedan considerar, según Baltanas, como precedentes lejanos de las Cartas de España las Lettres persannes de Montesquieu o las Cartas Marruecas de Cadalso, lo cierto es que el texto más cercano del que partió Blanco fueron las Letters from England, publicadas a primeros de siglo por Robert Southey, quien en ellas describe y critica su propio país desde la perspectiva de un visitante extranjero, en este caso español. El libro de Southey constituye un demoledor ataque a las consecuencias sociales de la industrialización. Blanco no podía criticar esto en España, país atrasado en el que la revolución industrial aún no había tenido lugar, y por ello el objeto de sus críticas es sobre todo el oscurantismo y la intolerancia del Antiguo Régimen, vivo todavía en España. En el mundo intelectual hispánico el nombre de José María Blanco White ha representado, según señala Eduardo Subirats, un sonoro no-lugar. Tras su exilio a Inglaterra en los años de la ocupación napoleónica de la Península Ibérica, los propios liberales borraron sus rastros. El casticismo español, de Unamuno al nacionalcatolicismo, enterró su nombre a título de perpetuidad. Y sin embargo, hay pocos testimonios literarios tan reveladores en el contexto de las crisis políticas, sociales e intelectuales que atravesaron las sociedades hispánicas y el colonialismo americano durante el período comprendido, aproximadamente, entre la publicación de la Encyclopédie de Denis Diderot y los Desastres de la Guerra de Francisco Goya. Paradójica o sintomáticamente, la figura intelectual más desleída del siglo XIX hispánico constituye una clave esencial para la comprensión de su ilustración truncada, de su atraso, de su decadencia política e intelectual, de su precaria modernidad. La obra de este escritor es, sin embargo, breve: artículos políticos y un libro de crónicas costumbristas: sus Letters from Spain; tratados teológicos contra la Iglesia romana; algunos poemas y una novela; cartas y diarios, y su monumental autobiografía póstuma: The Life of the Rev. Joseph Blanco White, written by himself. Obras sin embargo significativas porque señalan una frontera intelectual del mundo cultural hispánico, un punto de inflexión, una crisis, una clave ocultada y olvidada. No existe en el mundo literario español y latinoamericano de la primera mitad del siglo otro intelectual tan familiarizado con el Enlightenment y el romanticismo británicos. No hay otro escritor español que conozca y cite en este momento a la escuela filosófica alemana, de Fichte a Feuerbach. Son pocos los ensayistas, si alguno, que en el siglo XIX, y aún en el XX, ahondaran las ambigüedades y limitaciones de la Independencia de la América hispana desde una posición tan excepcional como la de Blanco White: tan cerca y, al mismo tiempo, lejos del arcaico poder colonial español, que le exilió; tan lejos y tan cerca del moderno imperialismo británico, que le acogió. Blanco fue un ilustrado en el medio de la reacción antiilustrada que en España se desató a partir de los eventos de la Revolución francesa. Era un reformador religioso en una cultura que no había tolerado ninguna de las expresiones del cristianismo reformado florecientes en Europa desde el siglo XVI. Este intelectual único en el contexto hispánico del siglo XIX, se elevó, al mismo tiempo, al papel de testigo privilegiado de aquella progresiva corrupción moral y política que provisionalmente culminó con la ocupación napoleónica, para seguir su atribulado rumbo por lo menos hasta las guerras contra Cuba: tres buenas razones, nos dice Subirats para que varias generaciones de intelectuales españoles sellaran el exilio de Blanco White con un vergonzoso silencio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario