lunes, 18 de abril de 2011

Alonso Fernández de Avellaneda: "La segunda parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha". (El Quijote apócrifo).

  "...  En 1614 vio la luz con pie de imprenta de Tarragona el Quijote apócrifo bajo el título de "La segunda parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha". La obra se presentaba con una continuidad perfecta con su antecesora con desarrollo de la tercera salida, pero lo que sorprendió a los lectores era la autoría confesa del licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas, que ni siquiera existía realmente porque era un heterónimo creado por un desconocido. Esta usurpación literaria supuso que Cervantes apresurara su continuación, publicada meses después, en 1615, que decidiera engordarla con relatos perfectamente prescindibles y que, en muchos de sus pasajes, y en la misma trama narrativa, se interfiriera el texto de Avellaneda. Es más, cabe preguntarse si la segunda parte del Quijote de Avellaneda no deberá su existencia a esta apropiación, que al menos espoleó la acción creadora de Cervantes
Entre los cervantistas está muy extendida la idea de que la lectura del Quijote apócrifo es necesaria para comprender a Cervantes. Para Julieta Leonetti El corpus quijotesco queda incompleto sin la obra de Avellaneda. En realidad el Quijote son tres. La intrincada intertextualidad que existe entre el de Avellaneda y la segunda parte de Cervantes hace incomprensible la obra cervantina para quien no esté familiarizado con el apócrifo.
La identidad real de Avellaneda sigue dividiendo a los expertos. El reconocido cervantista Martín de Riquer opina que el autor del Quijote apócrifo pudo ser un soldado compañero de Cervantes en las campañas de Italia llamado Gerónimo Pasamonte que había escrito su autobiografía anteriormente. Cervantes mencionó a este personaje cambiándole el nombre de pila y no dejándolo en buen lugar. Es el Ginés Pasamonte que el caballero de la Triste Figura libera de los grilletes en unión de otros presos que eran llevados a galeras. Cervantes termina la primera parte de don Quijote en unas justas en Zaragoza, invitando a otros autores a proseguir la historia mediante la cita de un verso de Ariosto: “Forsi altro canterà con miglior plectio”, Quizá otro cantará con mejor plectro. Pasamonte, admirador de Ariosto y aragonés, conoce bien el terreno donde se desarrollará esa nueva salida de don Quijote, por lo que acepta el reto y replica a Cervantes ocultándose bajo un seudónimo para escribir el Quijote apócrifo.
Otra hipótesis sostiene que la obra fue empezada por Pedro Liñán de Riaza, y luego fue acabada de consuno entre los amigos que Lope de Vega tenía en Toledo por entonces, el poeta Baltasar Elisio de Medinilla y el propio de Vega.  Por su parte Enrique Suárez Figaredo llega a la conclusión de que el autor que se esconde bajo el heterónimo Avellaneda es probablemente Cristóbal Suárez de Figueroa, autor a su vez, entre otras obras, de El pasajero (Madrid, 1617). Lo deduce después de realizar una exhaustiva comparación de la sintaxis y el vocabulario empleado en el Quijote apócrifo con la obra del resto de escritores del Siglo de Oro. Por último tenemos la hipótesis de Javier Blasco que nos presenta al docto fray Baltasar Navarrete (1560-1640), autor de varios tratados de teología, como el posible redactor del Quijote apócrifo. También está muy extendida la tésis de Adolfo Bonilla y San Martín que identifica al Fénix de los Ingenios, Lope de Vega y Carpio, como el escritor que se oculta bajo el enigmático nombre de Alonso Fernández de Avellaneda.
Desde la aparición del libro de Avellaneda, conocido también como el Quijote apócrifo, ni su autor ni el libro gozaron de popularidad alguna y meno todavía al publicarse en el 1615, la segunda parte escrita por Cervantes, que agotó en un año la primera edición realizada por Juan de la Cuesta en Madrid. El Quijote apócrifo estuvo más de un siglo sin volverse a publicar en España (1732), aunque sí se tradujo a cuatro idiomas. En 1805, la censura arrancó de él cinco capítulos -por eróticos y tenebrosos-, que no volverían a ver la luz hasta 1905, en la edición que Marcelino Menéndez y Pelayo realizó para la Librería Científico Literaria. Sin embargo, el libro siguió sufriendo la crítica de los cervantistas, para quienes Avellaneda empobreció notablemente a los personajes originales. Para los defensores del apócrifo, sin embargo, no resulta justo comparar su calidad con una obra maestra de la literatura universal.
Puede decirse que el Quijote de Avellaneda tiene un excelente andamiaje y considerarse otra obra imprescindible de la literatura clásica española. Si el Quijote de Cervantes es una novela prolífica y caótica, el de Avellaneda es más coherente y versátil. Además, es bueno dejar claro que Avellaneda no imitó el Quijote cervantino, sino que se sirvió de los personajes principales, para escribir una continuación con una atmósfera y con un estilo propio. Su narración es directa, aunque bastante lenta. Los personajes pierden su halo irreal y se hacen más corrientes y descarnados. Los diálogos no poseen sutileza y rozan la escatología castiza sin pruritos intelectuales. Hoy día el acto de Avellaneda tiene más de metáfora que de acto vil, tiene mas de poética que de empresa quijotesca..."
Es extracto y compendio de otras reseñas:

martes, 12 de abril de 2011

Isak Dinesen: Siete cuentos góticos.

"... Isak Dinesen, pseudónimo de la escritora danesa Karen Blixen (1885-1962), vivió una vida llena de avatares. Quizás hasta cervantina. Los disgustos en la familia comenzaron a los diez años, cuando su padre se quitó la vida y a raíz de ello pasó a vivir bajo la tutela de su abuela materna. Con ella permaneció hasta que se hizo evidente el conflicto entre su vocación por la pintura y su pasión literaria. Decidió viajar a Roma y París para estudiar Bellas Artes, pero más o menos al mismo tiempo, en 1907 y 1909, publicó sendos volúmenes de cuentos en Dinamarca. En 1914 se casó con un primo (cousinage, dangereux voisinage) que tenía en Suecia, el barón de Blixen-Finecke, y con él marchó al África Oriental Británica, actual Kenia, para establecer una plantación de café. En la colonia Dinesen conoció a su amante inglés, se separó del primo sueco y, tras la muerte del primero en un accidente de aviación y el desastre definitivo de la empresa cafetera, regresó por fin a Dinamarca en 1931. Desde entonces hasta que murió, en 1962, su vida transcurriría con más tranquilidad.

La figura de esta mujer excepcional es hoy razonablemente conocida gracias a la difusión que el cine dio a sus memorias africanas, pero a ningún lector atento escapa la calidad casi insuperable de sus relatos. En España se conocen buenas traducciones de Vengadoras angelicales (novela), Cuentos de invierno y Anécdotas del destino, así como de sus memorias Lejos de África y Sombras en la hierba (todo ello en Alfaguara); había una antigua edición de Caralt de Siete cuentos góticos y otra de los últimos cuentos en Barral Editores (Las Cariátides), pero ambas deben de ser inencontrables salvo en librerías de lance. Este último título fue el comienzo de la carrera literaria de la baronesa Blixen, su nombre real, que ya en la madurez, en 1931, perdida su granja africana y muerto su amante, regresa a Europa y empieza a escribir en la casa familiar de Rungstdlund; terminado su primer manuscrito, lo ofrece inútilmente a varios editores; por fin, y firmado con seudónimo masculino (Isak Dinesen) consigue que lo acepte un editor norteamericano.
 Karen Blixen escribe su obra de debut en inglés, bajo el seudónimo "Isak Dinesen" aún a sabiendas de que su identidad era sobradamente conocida, bajo el título de "Seven Gothic Tales", el 9 Abril 1934. El libro,considerado como una colección de textos que se adentra con una prosa sutil y elegante, en el terreno de lo sobrenatural, una constante en su obra; fue proclamado obra maestra por la crítica en Inglaterra y Estados,Unidos, pero en Dinamarca fue recibido con displicencia, reprochándosele su exotismo y su distancia de las corrientes vigentes en los círculos literarios del país. Los relatos se ambientan en la Europa de la nobleza en los siglos XVIII y XIX.
Artificiales, brillantes, inesperados, hechiceros, los cuentos de Isak Dinesen son, sobre todo, extravagantes. El disparate, el absurdo, el detalle grotesco e inverosímil, irrumpen siempre, destruyendo a veces el dramatismo o la delicadeza de un episodio. Hay que esperar siempre lo inesperado. Una de las constantes de su mundo son los cambios de identidad de los personajes, que viven emboscados bajo nombres o sexos diferentes y que, a menudo, llevan simultáneamente dos o más vidas paralelas. La apoteosis de esta danza de identidades la encarna Peregrina Leoni, cuya historia se deja entrever, a través de una verdadera miríada de otras historias, en “Los soñadores”. Todos los cuentos del libro son admirables; pero “El mono” lo es más aún que los otros, y de todos los que la autora escribió, es el que mejor sintetiza su mundo refinado, de exquisita factura, retorcida sensualidad y desalada fantasía. Cuando se publicó la obra, su prosa desconcertó a los críticos anglosajones por su elegancia ligeramente pasada de moda, su exquisitez e irreverencia, sus juegos y desplantes de erudición, y su escaso, por no decir nulo, contacto con el inglés vivo y hablado en la calle. Pero también por su humor, la delicadeza irónica y risueña con que en aquellos relatos se referían crueldades, vilezas y ferocidades indecibles como si fueran nimiedades de la vida cotidiana. (Del prólogo de Mario Vargas Llosa).
Densidad y sensibilidad son dos términos con que podríamos caracterizar estos Siete cuentos góticos de Isak Dinesen, la que «tenía una granja en África, al pie de las colinas del Ngong». Densidad en cuanto a contenido abstracto, puesto que la reflexión, la narración de historias ejemplares o la caracterización de personajes, paisajes y situaciones prevalecen sobre la acción propiamente dicha, que se limita en muchos casos al desplazamiento de los personajes de un lugar a otro. Esta misma densidad, trasladada al estilo, hace que estos siete cuentos fluyan lentamente, perezosamente, de meandro en meandro, mediante una prosa cargada de ecos de la vasta cultura de la autora; un estilo, por otro lado, que nos traslada a otra manera de escribir, un estilo poco habitual y que da a estos cuentos un aire antiguo y cargado de elementos románticos.
Sin embargo, dentro de cada cuento, las narraciones tienen su propio ritmo, que de vez en cuando se precipita hacia un desenlace trágico o apasionado, del mismo modo que los siete cuentos se aceleran hacia el final, para enfrentarnos al desenlace hacia el cual, lentamente, hemos sido llevados: un desenlace donde aparece el elemento fantástico, el elemento extraordinario (fuera de lo normal o de lo ordinario, para entendernos), que hace que estos cuentos puedan ser calificados de góticos. Este elemento, pero, está introducido con tanta naturalidad que no puede ser tomado de ninguna otra manera si no es como la consecuencia lógica de los hechos que se nos han ido explicando, hechos que, mirados fríamente, no dejan de ser extraordinarios por si mismos.
Dice Mario Vargas Llosa en el prólogo de Siete cuentos góticos...
"Isak Dinesen fue, como Maupassant, Poe, Kipling o Borges, esencialmente cuentista. Es uno de los rasgos de su singularidad. El mundo que creó fue un mundo de cuento, con las resonancias de fantasía desplegada y hechizo infantil que tiene la palabra. Cuando uno la lee, es imposible no pensar en el libro de cuentos por antonomasia: Las mil y una noches. Como en la célebre recopilación árabe, en sus cuentos la pasión más universalmente compartida por los personajes es, junto a la de disfrazarse y cambiar de identidad, la de escuchar y decir historias, evadirse de la realidad en un espejismo de ficciones. Semejante propensión llega a su apogeo en "Las carreteras de Pisa", cuando la joven Agnese della Gherardesca (vestida de hombre) interrumpe el duelo entre el viejo Príncipe y Giovanni para contarle a aquél un cuento. Ese vicio fantaseador imprime a los Siete cuentos góticos, como a los de Sherezada, una estructura de cajas chinas, historias que brotan de historias y se descomponen en historias, entre las que discurre, ocultándose y revelándose en un ambiguo y escurridizo baile de máscaras, la historia principal.
Sucedan en abadías polacas del siglo dieciocho, en albergues toscanos del diecinueve, en un pajar de Norderney a punto de ser sumergido por el diluvio o en la ardiente noche de la costa africana entre Lamu y Zanzíbar, entre cardenales de gustos sibaríticos, cantantes de ópera que han perdido la voz o contadores de cuentos desnarigados y desorejados como el Mira Jama de "Los soñadores", los cuentos de Isak Dinesen son siempre engañosos, impregnados de elementos secretos e inapresables. Por lo pronto, es difícil saber dónde comienzan, cuál es realmente la historia —entre las historias engarzadas por las que va discurriendo el subyugado lector— que la autora quiere contar. Ella se va perfilando poco a poco, de manera sesgada, como de casualidad, contra el telón de fondo de una floración de aventuras disímiles que, algunas veces, figuran allí como meras damas de compañía, y otras, como en "Los soñadores", gracias al desconcertante final, resultan articuladas y fundidas en una sola coherente narración."
En Ehrengard, como en tantos otros de sus Últimos cuentos o de los Siete cuentos góticos, Dinesen nos habla mediante la introducción de una voz que se nos presenta dentro del relato como personaje que cuenta una historia. En este caso la autora redujo la narradora a una mínima expresión: "Una vieja dama contó esta historia".Tampoco hay novedad en el modo deslumbrante con que Dinesen nos procura el reconocimiento del carácter de un personaje. Quizás la sorpresa final en Ehrengard alcance un grado de maestría difícil de superar, pero no por ello deja de ser marca de la casa.
Me habría quedado más contento si este premio se hubiese otorgado a una magnífica escritora, Isak Dinesen», declaró Ernest Hemingway al recibir el Premio Nobel. Joyas como «El mono», «El festín de Babette» o «La historia inmortal», reunidas en estas páginas junto a todos los relatos publicados en vida de la autora, permiten comprender el alcance de sus palabras. «Para ella contar era encantar», escribió Mario Vargas Llosa. «Sus cuentos son siempre engañosos, impregnados de elementos secretos e inapresables.»
Es extracto y compendio de otras reseñas:

domingo, 3 de abril de 2011

Stephen Hawking:Historia del Tiempo. Del big bang a los agujeros negros. (Literatura científica)


   "... En 1988 apareció un libro que iba a cambiar nuestra concepción del universo y que se convirtió en uno de los mayores best sellers científicos: Historia del Tiempo. Del big bang a los agujeros negros del físico en Cambridge, Stephen Hawking..
   Historia del tiempo es el primer libro que Stephen Hawking escribió para un público no especializado con los conceptos básicos de la astrofísica. Hawking pasa revista a las grandes teorías cosmológicas desde Aristóteles hasta nuestros dias. Tras explicar con gran claridad las aportaciones de Galileo y Newton, nos lleva paso a paso, hasta la teoría de la relatividad de Einstein y hasta la otra gran teoría física del siglo XX, la mecánica cuántica. Finalmente explora las posibilidades de combinar ambas teorías en una sola teoría unificada completa que nos permita verificar inquientantes reflexiones: ¿Cuál es la naturaleza del tiempo? Al colapsarse un universo en expansión ¿viaja el tiempo hacia atrás? ¿Puede ser el universo un continuum sin principios ni fronteras? Todo está en este libro mítico, reconocido por el mundo entero como una aportación de primer orden al pensamiento científico y a la entera cultura universal, en el que Hawking nos explica, con asombrosa sencillez, las leyes que desvelan la compleja danza geométrica creadora del mundo y de la vida.
   Carla Sagan nos dice en su Prólogo que Hawking ocupa ahora la cátedra Lucasian de matemáticas de la Universidad de Cambridge, un puesto que fue ocupado en otro tiempo por Newton y después por P. A. M. Dirac, dos célebres exploradores de lo muy grande y lo muy pequeño. Él es su valioso sucesor. En este libro hay revelaciones lúcidas sobre las fronteras de la física, la astronomía, la cosmología, y el valor. También se trata de un libro acerca de Dios... o quizás acerca de la ausencia de Dios. La palabra Dios llena estas páginas. Hawking se embarca en una búsqueda de la respuesta a la famosa pregunta de Einstein sobre si Dios tuvo alguna posibilidad de elegir al crear el universo. Hawking intenta, como él mismo señala, comprender el pensamiento de Dios. Y esto hace que sea totalmente inesperada la conclusión de su esfuerzo, al menos hasta ahora: un universo sin un borde espacial, sin principio ni final en el tiempo, y sin lugar para un Creador.
   Hawking ha trabajado en las leyes básicas que gobiernan el universo. Junto con Roger Penrose mostró que la Teoría General de la Relatividad de Einstein implica que el espacio y el tiempo han de tener un principio en el Big Bang y un final dentro de agujeros negros. Semejantes resultados señalan la necesidad de unificar la Relatividad General con la Teoría Cuántica, el otro gran desarrollo científico de la primera mitad del siglo XX. Una consecuencia de tal unificación que él descubrió era que los agujeros negros no eran totalmente negros, sino que podían emitir radiación y eventualmente evaporarse y desaparecer. Otra conjetura es que el universo no tiene bordes o límites en el tiempo imaginario. Esto implicaría que el modo en que el universo empezó queda completamente determinado por las leyes de la ciencia.
   El ateismo de Hawking ha sido fuertemente combatido. Para algunos, el éxito de Hawking –amplificado por los medios de comunicación y la explotación de la imagen física del científico arrumbado en una silla de ruedas- no fue sino un mero producto de las técnicas de publicidad que determinan hoy en día las modas intelectuales.Para Francisco José Soler Gil, el fenómeno Hawking, no es sólo un producto mediático. Hay preguntas que hay que plantearse: en primer lugar está la cuestión del valor del modelo cosmológico de Hawking desde el punto de vista de la física. Y, en segundo lugar, está la cuestión del valor de las incursiones filosóficas y teológicas de Hawking.
   La tesis de Lo divino y lo humano en el Universo de Stephen Hawking de Francisco José Soler Gil (Madrid, Cristiandad, 2008) es que, “a pesar de todos los posible errores y deficiencias que puedan contener los planteamientos cosmológico-filosóficos de Stephen Hawking, merece la pena entrar en un diálogo con su obra”. Al publicarse Historia del Tiempo, muchos creyeron ver la inminente llegada de la “teoría final”, la “teoría del todo”, o como quiera llamarse a la descripción unificada de todas las interacciones físicas en un marco cuántico. Pero en la actualidad –escribe el Dr. Soler Gil – el escepticismo acerca, no sólo de las propuestas cosmológicas de Hawking, sino de todo el programa de investigación en el que ésta se enmarca, es incomparablemente mayor…”.
Es extracto y compendio de otras reseñas:





lunes, 28 de marzo de 2011

Patrick Modiano: En el café de la juventud perdida.

"... Patrick Modiano (Boulogne-Billancourt, 1945). Está considerado uno de los mejores escritores franceses vivos, ha recibido el Premio Goncourt por La calle de las tiendas oscuras y el Premio de la Fundación Pierre de Mónaco por el conjunto de su obra. El café de la juventud perdida, declarada por Lire la mejor novela francesa de 2007, es una novela sencilla que cuenta la historia de una joven, Louki, a través de cuatro puntos de vista distintos. Un joven estudiante que guarda la memoria de los habituales del café en una libreta (una Moleskine) donde anota las entradas y las salidas y los rasgos básicos de los clientes; un detective al que el marido abandonado por Louki le encarga encontrarla y que al final opta por el silencio; la propia Louki, vagabunda, desarraigada, habitante de las zonas neutras de la ciudad, en continua insatisfacción y quizás huyendo de todo y sobre todo de ella misma; y finalmente, un joven escritor, compañero de la Louki de la última etapa, que tratará de salvarla de sus propias tristezas. Y en el centro de la historia, uno de esos viejos cafés de París, Le Condé, en la zona de l'Odeón, por los Jardines de Luxemburgo, en los que la gente se sienta a hablar, a leer, simplemente a estar, a ver lo que pasa cuando no pasa nada.
   Modiano describe con melancolía y nostalgia una historia triste, la historia de una joven cuya personalidad ya queda reflejada magistralmente en esa primera frase: "Des deux entrées du café, elle empruntait toujours la plus étroite, celle qu'on appelait la porte de l'ombre." (De las dos entradas del café, siempre prefería la más estrecha, la que llamaban la puerta de la sombra.). Refleja esa voluntad de pasar desapercibida, de no protagonizar la historia. Y de huir o esconderse. De mantenerse en una zona neutra de la realidad. Y el París en el que Modiano sitúa la historia, en coherencia con el personaje, no es el de las grandes avenidas y las zonas monumentales, sino precisamente el de esa zonas oscuras, sin apenas referencias, que componen la mayor parte de nuestras ciudades.
   El título de la novela, que también es ya en sí un gran hallazgo, es un homenaje a una frase de Guy Debord, revolucionario, filósofo y escritor francés, y uno de los padres del situacionismo: "À la moitié du chemin de la vraie vie, nous étions environnés d'une sombre mélancolie, qu'ont exprimée tant de mots railleurs et tristes, dans le café de la jeunesse perdue." Es un libro cargado de nostalgia y con una dosis cierta dosis de poesía, nos acerca a la juventud de sus personajes y nos enfrenta a nuestra propia juventud. Modiano recrea alrededor de la fascinante y conmovedora figura de Louki el París de su juventud, al mismo tiempo que construye una hermosísima novela sobre el poder de la memoria y la búsqueda de la identidad.
   En el café Condé se reúnen poetas malditos, futuros situacionistas, y estudiantes fascinados por la bohemia parisina. Todos los personajes, todas las historias, confluyen en la enigmática Louki. Cuatro hombres nos cuentan sus encuentros y desencuentros con la hija de una trabajadora del Moulin-Rouge. Algunos la buscan, otros la aman, y para casi todos ellos la chica encarna el inalcanzable objeto del deseo.  Modiano entreteje el destino en claroscuro de unos personajes cuyas existencias son irremediablemente atraídas hacia la extraordinaria figura de Louki, cet obscur objet du désir capaz de revolucionar la identidad de quienes lo buscan sin poder alcanzarlo. Modiano apuesta por una estructura poliédrica para componer el cuarteto de cuerda de una época difunta. Y lo hace a través de las voces de varios personajes masculinos que visitan el café Condé. Esos monólogos reflejan admirablemente tanto la psicología e inquietudes del narrador de turno ( el estudiante, el detective, el escritor frustrado…) como de su objeto de estudio: la muchacha misteriosa que acude al local. En un alarde de virtuosismo, Modiano incluye el monólogo, inesperado y trepidante, de Louki, la observada, y nos alumbra las sombras de una vida que guarda ciertas similitudes con la del propio autor: fractura familiar, desarraigo, huida perpetua… "
Es compendio y extracto de otras reseñas:

miércoles, 2 de marzo de 2011

Harper Lee: Matar un ruiseñor.


“… Existen novelas que, por haber sido llevadas al cine con bastante éxito, desaparecen con el tiempo de las estanterías de obras imprescindibles. El mundo editorial las camufla como novelas de quiosco y las termina arrinconando en ediciones de bolsillo. Pero Matar a un ruiseñor” de Harper Lee sigue ocupando un lugar central en la cultura estadounidense.
   La muerte del ruiseñor adopta el nombre por la muerte de la inocencia de la pequeña narradora y protagonista de la trama. Harper Lee nos regaló esa fábula sobre el bien y el mal, que existen en el mismo pueblo y en la misma persona. Pero sobre todo nos regaló, inspirado en su propio padre, a uno de los mayores héroes cinematográficos de la historia: Atticus Finch, un abogado que defiende en el sur a un hombre negro acusado injustamente de violar a una mujer blanca durante los años treinta.
   La única novela de Harper Lee, publicada en1960 y llevada al cine por Robert Mulligan en 1962, tiene eso que Charles Kiselyak, al hacer un documental sobre el filme, llamó «Una simetría turbadora». Es decir, que el núcleo de la novela es «tanto un estilo de vida como el paso de la inocencia a la experiencia y después la vuelta a la inocencia», lo que evoca a William Blake y su poema «El tigre».
        Lee cuenta la historia de Atticus Finch, abogado de la ciudad sureña de Maycomb. Hombre de bien, correcto con todos sus vecinos e de inquebrantables principios morales. Tiene dos hijos, el mayor es Jem, y la pequeña se llama Jean Louise, pero todos le dicen Scout. Ella es el alter ego de Harper Lee y quien nos cuenta la historia de su infancia y el caso más importante que llevó su padre durante aquellos años. El libro nos cuenta las peripecias de los dos niños, junto con su amigo de los veranos, el intrigante Dill, sobrino de una de las vecinas y personaje que está inspirado en Truman Capote. Las distintas travesuras de este trío de chavales pasan más allá de la novela de aventuras para dejarnos un mapa claro de los conflictos sociales, económicos y políticos que se respiraban en cualquier pueblo o ciudad durante la gran depresión.
       Dentro de su trabajo de abogado, Atticus se encontrará ante la oportunidad de defender a un hombre de color, un negro al que un hombre blanco acusa de haber violado y golpeado a su hija. Harper Lee es capaz de reflejar la tensión social que termina por revestir el pueblo en la cara de todos los personajes. El racismo latente de una sociedad, que aún no había sabido ver a los hijos de los antiguos esclavos como hombres libres e iguales a ellos, marca las relaciones de todo el vecindario y modifica las percepciones de Scout y de su hermano.
       Esta gran novela —To Kill a Hockingbird en el original—, le sirvió a Harper Lee para ganar el Premio Pulitzer en 1961. La novela, es la única obra de su autora. Haper Lee pertenecía al círculo de Truman Capote y, como otros grandes escritores, optó por desaparecer de la vida pública tras el éxito de Matar a un ruiseñor. Sin entrevistas ni nuevos textos de ella, la obra se ha convertido en una de las obras más significativas de la literatura norteamericana..."
       Es extracto y compendio de otras reseñas mejores:

sábado, 19 de febrero de 2011

Yukio Mishima. Confesiones de una máscara.

“… “Todos dicen que la vida es un escenario. Pero la mayoría de las personas no llegan, al parecer, a obsesionarse por esta idea, o al menos no tan pronto como yo. Al finalizar mi infancia estaba firmemente convencido que así era, y que debía interpretar mi papel en ese escenario sin revelar jamás mi auténtica manera de ser. Como esa convicción iba acompañada de una tremenda ingenuidad, de una total falta de experiencia, pese a que existía la constante sombra de duda en mi mente que me hacía sospechar que quizá no estuviera en lo cierto, lo indudable es que todos los hombres enfocaban la vida exactamente como si de una interpretación teatral se tratara. Creía con optimismo que tan pronto como la interpretación hubiera terminado bajaría el telón y el público jamás vería al actor sin maquillaje. Mi presunción es que moriría joven era otro factor que colaboraba a mantener esa creencia. Sin embargo, con el paso del tiempo, ese optimismo, o, mejor dicho, ese sueño en vigilia, concluiría en una cruel desilusión”.
Yukio Mishima “ Confesiones de una máscara”. Capítulo 3

Yukio Mishima (1925-1970), en su novela Confesiones de una máscara (1948), pone en boca del protagonista un vulgar y genérico desvarío sobre la inmortalidad: “Y supe que, lejos de desear la muerte, lo único que pudo ser causa de que ansiara ingresar en el ejército era la firme convicción, nacida de una primitiva fe en el arte de la magia, común a todos los hombres, de que yo era el único ser que jamás moriría…”. En esta lubrificante ilusión de inmortalidad se mezclan dos vetustos simulacros: el miedo a la muerte de todo ser humano y la manía de pervivencia del artista, que quiere pasar a la Historia por su obra, consiguiendo así no morir en el recuerdo de los hombres.
Yukio Mishima terminó su vida con un sable en las entrañas y con la cabeza sobre el embaldosado de la oficina de un cuartel militar. Allí había llegado para reclamar la dignidad de tiempos idos, el honor de épocas ya perdidas y demostrar su lealtad al emperador. Algunos le consideraron un demente, alguien impulsivo y paranoico, con cierto malévolo narcisismo. Resultó herido su ego, su vanidad fue convertida en polvo por aquello que consideró decadencia. Su sacrificio no logró nada porque Japón continúo siguiendo los modelos occidentales. Entre los japoneses, el final de Mishima carece del romanticismo que le aplican muchos observadores occidentales. Pese a que su talento es reconocido de forma unánime, el escritor es visto como un excéntrico, o aún peor, como un desequilibrado que se tomó en serio sus propias fantasías. Para su desgracia, el gesto del escritor no fue comprendido por una sociedad democrática y acomodada, cansada de la violencia y deseosa de alcanzar la prosperidad sin tener que echar la vista atrás. De hecho, por más que Mishima observara con nostalgia el código samurai, las costumbres del Japón feudal eran algo que, en 1970, ya sólo tenía acomodo en el cine, en las teleseries y en los museos.
Confesiones de una máscara viene a ser una autobiografía apasionada y catártica, en la que se descubren las esencias ocultas del joven autor: el sadismo, la homosexualidad, sin ocultar su irreprimible atracción por la belleza, la muerte y la sangre. El título en sí mismo es una paradoja y una misteriosa tautología. Se autoinscribe de inmediato en el género de la literatura confesional, Confesiones, para seguidamente hacernos chocar con un término antitético un término de redefinición, performance y resistencia, Máscara.
¡La belleza es una cosa terrible y espantosa! Es terrible porque es indeterminable y no hay modo de determinarla porque Dios no ha planteado más que enigmas...' Este texto de 'Los hermanos Karamázov', de Dostoievski, es el elegido por Mishima como prólogo del libro. «Hasta la idea de mi propia muerte me hacía estremecer con un placer desconocido. Tenía la sensación de poseer todo.» Koo-chan, el joven narrador de Confesiones de una máscara, es un alma atormentada por una sensibilidad turbadora que va creciendo con el estigma de saberse diferente a los demás. De aspecto débil y enfermizo, solitario y taciturno, de extracción menos favorecida que sus compañeros, irá descubriendo sus inclinaciones homosexuales cuando se siente atraído por Omi, un chico de fuerte constitución. Pero, esclavo de lo convencional, no puede aceptar que trasciendan sus diferencias y deseos, por lo que establece una relación con Sonoko, la hermana de su amigo Kasuno, intentando convencerse de que está enamorado de ella. Mientras asume su escaso poder para amar, irán aflorando sus fantasías y su fascinación por la belleza entremezclada con la sangre, la violencia, la muerte..., escenificado en el cuadro de Guido Reni que representa el martirio de San Sebastián.
Confesiones de una máscara, traducida por primera vez del japonés, es un clásico de la narrativa moderna. Narrada en primera persona, ha sido considerada como una de las novelas más autobiográficas de Mishima. Polémica en su momento por su temática, fue su primer gran éxito literario que lo catapultó a la fama. El emblemático y controvertido escritor japonés Yukio Mishima se suicidó hace 40 años, exactamente un 25 de noviembre, practicándose el ritual del seppuku, el harakiri. Yukio Mishima, ese fatídico día, se clavaba un sable en las entrañas para abrirse el estómago en el cuartel general de las Fuerzas de Autodefensa de Tokio, tras lanzar una reivindicación de las tradiciones del país frente a la occidentalización de Japón. Después se evisceró, y, en segundos, uno de sus seguidores le decapitó con su katana, como mandan los cánones, todo un gesto contra lo que consideraba la decadencia del Japón…”
Es extracto y compendio de otras reseñas mejores:

sábado, 12 de febrero de 2011

Miguel Mihura. Tres sombreros de copa (teatro humorístico).

“… Al finalizar la Guerra Civil Española, mientras que el clima europeo hacía nacer nuevas formas de teatro contemporáneo, el teatro español volvía a un retrógrado ambiente costumbrista. Triunfaba la alta comedia o comedia benaventina, situada en ambientes burgueses y de temática trivial y entretenida. En este panorama destacaron de forma notable Carlos Arniches, Jardiel Poncela y Miguel Mihura.
  Tres sombreros de copa es una comedia del escritor, historietista y periodista español Miguel Mihura(1905-1977). Escrita en 1932 y estrenada veinte años después, la pieza está considerada como una de las obras maestras del teatro humorístico y, por su originalidad, supone una ruptura con el teatro cómico anterior a ella.
  La historia se desarrolla en una ciudad cualquiera, en el marco de un hotel humilde. Allí se hospeda, en vísperas de su boda, Dionisio, un joven normal, común y corriente, de veintisiete años, que va a casarse con Margarita, una virtuosa señorita de veinticinco, con la que está de novio desde hace siete largos años. La noche previa a la boda, Dionisio conoce a Paula, una atractiva chica de dieciocho años que llegó al hotel con la compañía de revistas en la que trabaja, para presentarse al día siguiente en el Nuevo Music-Hall local. El joven queda encandilado por ella, de inmediato.A lo largo de la obra, Dionisio descubre por medio de Paula, una manera distinta de vivir, de entender el mundo y de alcanzar la felicidad y gracias a la joven, vislumbra la posibilidad de una existencia más imaginativa y libre. En pocas horas, Dionisio deberá optar por la frescura y la alegría de Paula o la vida rutinaria junto a la fiel pero previsible Margarita.
  En esta comedia en tres actos, con diálogos ingeniosos y vivaces y situaciones que pueblan el escenario con un ritmo frenético, Mihura utiliza, con maestría, el absurdo como contrapartida de la realidad, obligando al espectador a sumergirse en lo irracional, a pasar de un plano de realidad a otro, de la vida a la fantasía. Miguel Mihura recurre para la composición de esta obra a las tres unidades clásicas: de espacio, de tiempo y de acción. Todo transcurre en una habitación de un hotel de segundo orden de una ciudad de provincias (unidad de espacio), en unas pocas horas (unidad de tiempo), y alrededor de una misma anécdota (unidad de acción): el descubrimiento, por parte de Dionisio, durante la víspera de su boda, de un mundo alegre y auténtico al que va a renunciar para integrarse en un sistema que en el fondo detesta. Este planteamiento del tiempo y la utilización del espacio son fundamentales para el desarrollo de la intriga.
  Tres sombreros de copa es una de las obras teatrales más importantes de la primera mitad del siglo XX, con unas particularidades que la convierten en una obra aislada en su tiempo. La obra transcurre en un solo espacio escénico (una habitación de hotel) y en una sola noche (la víspera del matrimonio entre Dionisio y una virtuosa señorita). Esta noche será la que le descubra a Dionisio que quizá el matrimonio no sea la vida que desea. Cuando, borracho, inmerso en el baile que se organiza en su habitación, rodeado de personajes insólitos, exclama “Yo nunca he sido tan feliz”, nos damos cuenta de la fragilidad del camino del matrimonio en que se va a embarcar. Es significativo que, de los 3 sombreros de copa que lleva para su boda, símbolos de la convención y la etiqueta en este caso, ninguno le quede bien. No hacen más que ridiculizar aún más si cabe su aspecto, convirtiéndolo en un personaje grotesco...”
Es extracto y compendio de otras reseñas:

jueves, 3 de febrero de 2011

Vladimir K. Arseniev : Dersu Uzala, La Taiga del Ussuri. (la ficción y la ecología)

“… Vladimir K. Arseniev (1872-1930) joven oficial de la armada imperial rusa que en 1900 fue enviado desde San Petersburgo a Vladivostok y pasó treinta años en el lejano este ruso. Durante este tiempo, realizó doce expediciones que le llevaron a través de la impenetrable e inexplorada taiga de Primorsky y Khabarovsky, donde realizó importantes descubrimientos sobre la naturaleza y la geografía física y humana de estas regiones remotas de la Siberia oriental. Arseniev documentó sus expediciones copiosa y cuidadosamente de manera que, a lo largo de su vida, escribió más de sesenta artículos y su trabajo apareció en cerca de veinte libros. Pero su obra más leída es la trilogía de libros que documentan las expediciones que realizó entre 1906 y 1910 al sur de Sihotè-Alin# (hoy, Corea del Norte), escritos con el lirismo de un poeta y la astuta percepción de un meticuloso científico, en los que, a su lado y el de sus hombres, aparece el magnífico y único Dersu, el cazador Ussuri que aceptó conducirles a través de la taiga. Tanto Arseniev como Dersu Uzala entraron a formar parte, desde entonces, de la mitología del lejano oriente ruso.
 Cuando en 1906, Vladimir Arseniev regresó a Moscú de su primera expedición con mapas de los desconocidos confines de Siberia y fue recibido como un héroe, su primera reacción fue protestar y pedir reconocimiento para el que consideraba artífice real de la proeza: Dersu Uzala, el cazador Dersu, un hombre sencillo capaz de descifgrar con prodigiosa intuición los secretos de la taiga, un guía que salvó la vida de Arseniev y de sus hombres en varias ocasiones mientras les descubría los caminos que convertían el bosque profundo en un lugar accesible donde los Ussuri, su pueblo, vivían en armonía con la naturaleza. Como tributo a Dersu, Vladimir Arseniev escribió las memorias de sus viajes que, además de obras maestras sobre la exploración y la etnografía no científica, son, por encima de todo, un hermoso homenaje a la amistad entre dos espíritus puros y un canto a la naturaleza. Un clásico de la literatura de viajes, cuya adaptación al cine por el director Akira Kurosawa mereció el Oscar a la mejor película extranjera en 1975.
  El caso de Vladimir Arseniev resulta algo excepcional entre los escritores rusos de este periodo. En primer lugar porque no se trata estrictamente de un escritor. Arseniev es un militar que narra sus exploraciones por las remotas tierras más orientales de la Unión Soviética, las que lindan con el mar del Japón y, sobre todo, su encuentro y amistad con un ser humano excepcional: Dersu Uzala. En segundo lugar, porque el autor no llega nunca a tratar temas políticos, ni siquiera sociales. La narración podría transcurrir en cualquier país y en cualquier tiempo, pues la naturaleza es la auténtica protagonista.
  La humanista fascinación que desprenden las narraciones del capitán Arseniev y la adaptación cinematográfica de Kurosawa, no son sino el fruto de la característica curiosidad del sensible hombre ilustrado ante realidades y placeres desconocidos u olvidados largo tiempo atrás. Debido a la silente trascendencia histórica del acontecimiento -la crónica de la extinción de una ancestral forma de vida humana- sus respectivas visiones vendrían a constituir tanto un ejercicio de nostalgia por realidades primigenias perdidas sin remedio por las sociedades desarrolladas. El inmemorial conflicto entre primitivismo y civilización,individuo y comunidad, impregna y subyace bajo los sucesivos encuentros entre Arseniev y Dersu Uzala en las ignotas regiones siberianas del Ussuri y Sijote-Alin. El pacífico encuentro entre dos formas de vida, si no enfrentadas, sí radicalmente diferentes y aun opuestas: una, técnica y floreciente, en imparable desarrollo; otra atávica, condenada por aquélla a la irreversible y definitiva extinción. En su aparente insignificancia y sencillez, cristaliza por ello un dilema primigenio y progresivo que el paso del tiempo impreso en el devenir histórico no ha hecho sino teñir de una perennidad acuciante, desde cualquier punto de vista. Aun constatando el innegable valor documental y científico de las expediciones de reconocimiento de Arseniev por la taiga durante la primera década del siglo XX –un salvaje Far East, trasunto del Far West norteamericano, el encuentro con Dersu Uzala es el factor cohesivo de dicho periplo, por cuanto su definitorio carácter humano lo convierte en una historia de interés y alcance universales..."
Es extracto y compendio de otras reseñas:

martes, 25 de enero de 2011

Alice Munro: Las Lunas de Júpiter (El minimalismo femenino)

"...Alice Munro (Wingham, Ontario, 1931) ha escrito nueve libros de relatos, cinco de ellos publicados en España: Las lunas de Júpiter, El progreso del amor, Amistad de juventud, Secretos abiertos y El amor de una mujer generosa, además de una novela, Lives of Girls and Women. Como Margaret Atwood, observa el mundo con ojos feministas y realiza en sus obras un fresco de las actitudes y modos de enfrentar la vida de las mujeres.
  Munro ha sido tres veces ganadora del premio a la ficción «Governor General's Literary Awards», canadiense. En 1998 Alice Munro fue premiada con National Book Critics Circle estadounidense, por El amor de una mujer generosa. En España fue galardonada con el Premio Reino de Redonda en 2005. Alice Munro está considerada la maestra mundial del relato contemporáneo. Según contaba en una entrevista, la autora pretendía escribir novelas, pero siempre había algo incidental en su vida que la interrumpía, y poco a poco, eso la llevó a convertirse en una auténtica maestra del relato. Sus historias tienen la melancolía americana de Carson McCullers, Eudora Welty, Raymond Carver e incluso Richard Ford, pero también la profundidad de los mejores cuentos de Chéjov.
   En los once relatos de Lunas de Júpiter Alice Munro.algunas comienzan nuevas relaciones,otras abandonan matrimonios desunidos, y la mayoría se encuentran en esa ambigua época entre la juventud y la madurez.A todas ellas las une la esperanza de dar con "una nueva deficinición de la suerte".Alice Munro es sin duda una de las narradoras actuales de mayor sensibilidad y sabe reflejar como pocos escritores el delicado entramado de los sentimientos humanos. Los cuentos de Las lunas de Júpiter indagan en la vida de mujeres atrapadas en la rutina, invisibles, abnegadas y aparentemente conformadas con ser un mero satélite del marido o el padre enfermo al que cuidan, pero esperando, siempre, encontrar un instante de pasión, por breve que sea, que devuelva un poco de brillo a su existencia. Munro nos ofrece un catálogo de mujeres al borde del abismo: frías, infieles, insensatas o desesperadas, pero todas tocadas por un pálido rayo de esperanza.
   El modo de narrar de Munro exige tiempo, y sobre todo una actitud lectora especial, apreciativa de los detalles y de la sutileza más que de las grandes explosiones narrativas o los giros sorprendentes. En los relatos de Munro no pasa casi nada: los hay que son casi puramente estáticos, descriptivos, dedicados a pintar un mundo más o menos cerrado. Incluso en aquellos en los que sí pasan cosas, no suelen ser muertes, accidentes, desastres, sino más bien tensiones, sentimientos, decepciones, muchas veces más sugeridos por la acción que propiamente descritos y analizados. Se podría decir que son relatos chejovianos, aunque con menos dramatismo o teatralidad.
  Algunos de los relatos son verdaderamente magistrales, aunque casi siempre dejan un cierto aire de tristeza: "Alga marina roja", "La temporada del pavo", "Accidente", "El autobús de Bardon" o "Prue", tratan de las relaciones amorosas, siempre complejas y siempre  engañosas o escurridizas; "La señora Cross y la señora Kidd", "Historias desafortunadas", "Visitas" o "Las lunas de Júpiter" se refieren a otro tipo de relaciones humanas, entre ellas las familiares, cargadas de matices y de sobreentendidos
  Munro tiene una precisión descriptiva asombrosa, y logra momentos de reconstrucción histórica que parecen recrear al detalle un pasado remoto, esa tarea levemente historicista queda muy en segundo plano frente a la potencia de las anécdotas. Historias en las que el azar, la educación sentimental, los rumores de pueblo y las búsquedas personales terminar por unir o desunir a la gente, por poner a la gente frente al abismo de sus emociones.
  Algo enérgicamente femenino atraviesa su estilo: Munro ha contado varias veces que escribió gran parte de su obra en los intersticios de su tarea doméstica, mientras sus hijas dormían la siesta o mientras su esposo disfrutaba de la sobremesa. Una tensión constante entre la predestinación social y la voluntad personal parece haber nacido de esas rutinas, y al mismo tiempo una solución amorosa a esa tensión parece haber evitado la salida fácil de la rebeldía. Una conciencia trágica de la mujer en el mundo está detrás de las anécdotas que Munro toma, primero, de su infancia y de la historia de su madre –la principal fuente de material de la que se ha servido la escritora en sus primeros libros–, y luego de lo que oye en el pueblo, de lo que le cuentan las personas que la rodean. Sus cuentos tienen una relación clara con aquello que llamamos realidad, con la ventaja de que Munro sabe que aquello que llamamos realidad es oscuro y misterioso. Su principal arma para transmitir esa consternación frente a la densidad de lo que pasa es una adjetivación copiosa pero certera, y el uso reiterado y al mismo tiempo sutil de adverbios de modo, un ejercicio de suma precisión que parece nacer de un respeto sagrado por la imagen, por el modelo, pero también por el retrato emocional de la situación.
  Las historias de amor, el amor fugaz, el deseo, el amor recuperado, la pérdida amorosa dominan estas narraciones, pero si hubiera que elegir un tema omnipresente, aún más poderoso o que condiciona siempre las relaciones que aquí aparecen, sería el paso del tiempo, y el punto de vista de las mujeres. La enfermedad y la muerte en las parejas, envejecer, la infidelidad y su recuerdo a través de los años, las fantasías y el deseo, los hospitales y sanatorios, las fugas, la pasión, la ambición y la traición, las transformaciones insospechadas o los repliegues secretos de la mente, los encuentros inesperados, las afinidades, la religión y las ideologías, las estrategias de supervivencia, la fea realidad y la perversidad del destino, sin escamotear los momentos de rara belleza de la vida. Todos esos elementos contados en escenas cotidianas, atisbos de lo que pudo haber sido, vidas medio vividas (como en el título de Naipaul), en el paisaje de Ontario, con imágenes y personajes intensos que se quedan con nosotros tal vez para siempre.
  Dos adolescentes que mandan falsas cartas de amor y acaban uniendo sorprendentemente al padre de una de ellas con la solitaria ama de llaves; una mujer en tratamiento de quimioterapia a la que un joven tiende un puente inesperado hacia el deseo y la vida; un profesor que enferma tras luchar contra la intolerancia religiosa de una ciudad de provincias; una historia de amor infantil que no llega a realizarse; un intenso momento de infidelidad visto a través del tiempo; el hombre que interna a su mujer en el sanatorio, y para su sorpresa, la ve olvidarle temporalmente y enamorarse de otro interno... Y en medio de todo, la escritura, el oficio de escribir, que asoma de vez en cuando en estas páginas como un sedimento de fondo.
   Es efectivamente un mundo de mujeres, o mejor dicho, una perspectiva de mujeres. Los personajes femeninos muestran su interioridad reflexiva, su capacidad de soñar y de resituar los momentos de su vida en un continuo análisis que se mide con los acontecimientos y el paso del tiempo. Y se trata efectivamente de relatos densos, comprimidos, donde una economía sutil y prodigiosa, adquirida con la experiencia, permite una riqueza de matices y una profundidad que rozan la plenitud de la novela..."

Esta recensión es extracto y reseña de otras anteriores:

miércoles, 5 de enero de 2011

Antonio Gamoneda: Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.

Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.


Recuerdo el frío del amanecer, los círculos de los insectos sobre las tazas inmóviles, la posibilidad de un abismo lleno de luz bajo las
ventanas abiertas para la ventilación de la enfermedad, el olor triste
de la sosa cáustica.
Pájaros. Atraviesan lluvias y países en el error de los imanes y los
vientos, pájaros que volaban entre la ira y la luz.
Vuelven incomprensibles bajo leyes de vértigo y olvido.
No tengo miedo ni esperanza. Desde un hotel exterior al destino, veo
una playa negra y, lejanos, los grandes párpados de una ciudad cuyo
dolor no me concierne.
Vengo del metileno y el amor; tuve frío bajo los tubos de la muerte.
Ahora contemplo el mar. No tengo miedo ni esperanza.
Eres sabio y cobarde, estás herido en las mujeres húmedas, tu
pensamiento es sólo recuerdo de la ira.
Ves la rosas temibles.
Ah caminante, ah confusión de párpados.
Hay una hierba cuyo nombre no se sabe; así ha sido mi vida.
Vuelvo a casa atravesando el invierno: olvido y luz sobre las ropas
húmedas. Los espejos están vacíos y en los platos ciega la soledad.
Ah la pureza de los cuchillos abandonados.
Amé todas las pérdidas.
Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.
* * *
"....Reciente ganador del Premio Cervantes de Literatura, Antonio Gamoneda (poesta español nacido en Oviedo, 1931) convierte la poesía suya en un vehículo de consuelo: ; dirá el poeta: "Sabes que el poeta es un ser impúdico. Si yo tuviera verdadero respeto a todas esas cosas, tendría que practicar el silencio, que es lo que he practicado durante mucho tiempo. En ese sentido, la escritura es una forma de indignidad. Lo que pasa es que la asumo también, entro en el juego trivial y terrible de convertir lo más serio de mi existencia y de la de los que están a mi lado en un objeto para el placer, porque el poema, con independencia de lo que diga, incluso el poema que habla del sufrimiento más atroz, es un objeto para el placer; y añado: la memoria del sufrimiento o el sufrimiento mismo generan la necesidad de consolación. Y esa consolación está en el placer que produce la materialización, la conversión de eso en un objeto de otra especie, en un objeto con otra función añadida que lo hace más tolerable. Para mí la poesía es, en última instancia, consolación".
   Gamoneda se dio a conocer poéticamente con Sublevación inmóvil (1953-1959), publicado en Madrid en 1960, obra con la que fue finalista del oremio Adonais de poesía, y que supuso una ruptura con las tradicionales reglas realistas de la época. En 1969 pasó a crear y dirigir los servicios culturales de la Diputación Provincial de León y, a partir del 70, la colección Provincia de poesía, intentando promover una cultura progresista con el dinero de la dictadura. Fue privado de su condición de funcionario, y posteriormente recontratado, mediante sentencia judicial. Durante estos años comenzó a colaborar asiduamente en diferentes revistas culturales. A esta etapa pertenecen La tierra y los labios (1947-1953), no publicado hasta la aparición del volumen Edad, que recoge su poesía hasta 1987; Exentos I (1959-1960), poemas no aparecidos hasta Edad; Blues castellano (1961-1966), obra no publicada por motivos de censura hasta 1982 y Exentos II (Pasión de la mirada) (1963-1970), publicada con múltiples variaciones en 1979 con el título León de la mirada.
  A esta primera etapa siguió un silencio poético de siete u ocho años, significativamente marcados por la muerte del dictador Franco y los inicios de la llamada transición. Esta tiempo marcado por la crisis existencial e ideológica se hace sentir en su siguiente obra Descripción de la mentira, León 1977, un largo poema que marcó un giro hacia una total madurez poética. Posteriormente publica Lápidas y Edad, el volumen que recoge toda su poesía hasta 1987, revisada por el autor, y que le valió el Premio Nacional de Literatura.
  En 1992 apareció Libro del frío, que le consagra como uno de los poetas más importantes en lengua castellana. En el año 2000 vio la luz la versión definitiva de esta obra, que incluía Frío de Límites, obra procedente de una colaboración con Antoni Tápies pero que, desgajada de la pintura, adquiría el carácter de addenda necesaria de Libro del frío. Previamente habían aparecido los poemas de Mortal 1936, acompañando a unas serigrafías de Juan Barjola sobre la matanza en la plaza de toros de Badajoz durante la Guerra Civill, y no llegaron a publicarse Exentos III (1993-1997).
  De un diccionario relativo a la ciencia médica arcaica (1993-1998) y Libro de los venenos (Madrid, 1995) son obras más atípicas que parten de la convicción del autor de que el lenguaje arcaico se ha cargado estéticamente hasta convertirse en poesía y revelan la fascinación del poeta por la traducción de Dioscórides realizada por Andrés Laguna en el siglo XVI y su interpretación en clave poética por Gamoneda.
  Arden las pérdidas es publicado en 2003, libro que culmina la madurez iniciada en Descripción de la mentira, de una poesía en la perspectiva de la muerte en la que lo perdido (la infancia, el amor, los rostros del pasado, la ira…) aún arde en el tránsito hacia la vejez con mayor lucidez, con mayor claridad, con mayor frío. Tras él vendrán Cecilia (2004) y Esta luz: poesía reunida: (1947-2004), (2004).
  En 2006 año obtuvo el Premio Reina Sofía y el Premio Cervantes. El premio Cervantes a Gamoneda reivindica a un autor casi desconocido fuera de España, con una obra sólida y brillante. Nacido hace 75 años en Oviedo, ha declarado a la prensa que no se siente a la altura de un premio que han recibido autores como Vargas Llosa y Borges. Esta declaración es sin duda inusual en un escritor (alguien me describió el mundo de los escritores hace poco como una tortilla de "egos revueltos"). Es la declaración de un escritor que ha estado comprometido solo con su oficio durante toda su vida y que ve su obra como la ve un poeta auténtico, en la soledad y la intimidad más absolutas..."
Es recensión y extracto de otras reseñas: