lunes, 18 de abril de 2011

Alonso Fernández de Avellaneda: "La segunda parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha". (El Quijote apócrifo).

  "...  En 1614 vio la luz con pie de imprenta de Tarragona el Quijote apócrifo bajo el título de "La segunda parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha". La obra se presentaba con una continuidad perfecta con su antecesora con desarrollo de la tercera salida, pero lo que sorprendió a los lectores era la autoría confesa del licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas, que ni siquiera existía realmente porque era un heterónimo creado por un desconocido. Esta usurpación literaria supuso que Cervantes apresurara su continuación, publicada meses después, en 1615, que decidiera engordarla con relatos perfectamente prescindibles y que, en muchos de sus pasajes, y en la misma trama narrativa, se interfiriera el texto de Avellaneda. Es más, cabe preguntarse si la segunda parte del Quijote de Avellaneda no deberá su existencia a esta apropiación, que al menos espoleó la acción creadora de Cervantes
Entre los cervantistas está muy extendida la idea de que la lectura del Quijote apócrifo es necesaria para comprender a Cervantes. Para Julieta Leonetti El corpus quijotesco queda incompleto sin la obra de Avellaneda. En realidad el Quijote son tres. La intrincada intertextualidad que existe entre el de Avellaneda y la segunda parte de Cervantes hace incomprensible la obra cervantina para quien no esté familiarizado con el apócrifo.
La identidad real de Avellaneda sigue dividiendo a los expertos. El reconocido cervantista Martín de Riquer opina que el autor del Quijote apócrifo pudo ser un soldado compañero de Cervantes en las campañas de Italia llamado Gerónimo Pasamonte que había escrito su autobiografía anteriormente. Cervantes mencionó a este personaje cambiándole el nombre de pila y no dejándolo en buen lugar. Es el Ginés Pasamonte que el caballero de la Triste Figura libera de los grilletes en unión de otros presos que eran llevados a galeras. Cervantes termina la primera parte de don Quijote en unas justas en Zaragoza, invitando a otros autores a proseguir la historia mediante la cita de un verso de Ariosto: “Forsi altro canterà con miglior plectio”, Quizá otro cantará con mejor plectro. Pasamonte, admirador de Ariosto y aragonés, conoce bien el terreno donde se desarrollará esa nueva salida de don Quijote, por lo que acepta el reto y replica a Cervantes ocultándose bajo un seudónimo para escribir el Quijote apócrifo.
Otra hipótesis sostiene que la obra fue empezada por Pedro Liñán de Riaza, y luego fue acabada de consuno entre los amigos que Lope de Vega tenía en Toledo por entonces, el poeta Baltasar Elisio de Medinilla y el propio de Vega.  Por su parte Enrique Suárez Figaredo llega a la conclusión de que el autor que se esconde bajo el heterónimo Avellaneda es probablemente Cristóbal Suárez de Figueroa, autor a su vez, entre otras obras, de El pasajero (Madrid, 1617). Lo deduce después de realizar una exhaustiva comparación de la sintaxis y el vocabulario empleado en el Quijote apócrifo con la obra del resto de escritores del Siglo de Oro. Por último tenemos la hipótesis de Javier Blasco que nos presenta al docto fray Baltasar Navarrete (1560-1640), autor de varios tratados de teología, como el posible redactor del Quijote apócrifo. También está muy extendida la tésis de Adolfo Bonilla y San Martín que identifica al Fénix de los Ingenios, Lope de Vega y Carpio, como el escritor que se oculta bajo el enigmático nombre de Alonso Fernández de Avellaneda.
Desde la aparición del libro de Avellaneda, conocido también como el Quijote apócrifo, ni su autor ni el libro gozaron de popularidad alguna y meno todavía al publicarse en el 1615, la segunda parte escrita por Cervantes, que agotó en un año la primera edición realizada por Juan de la Cuesta en Madrid. El Quijote apócrifo estuvo más de un siglo sin volverse a publicar en España (1732), aunque sí se tradujo a cuatro idiomas. En 1805, la censura arrancó de él cinco capítulos -por eróticos y tenebrosos-, que no volverían a ver la luz hasta 1905, en la edición que Marcelino Menéndez y Pelayo realizó para la Librería Científico Literaria. Sin embargo, el libro siguió sufriendo la crítica de los cervantistas, para quienes Avellaneda empobreció notablemente a los personajes originales. Para los defensores del apócrifo, sin embargo, no resulta justo comparar su calidad con una obra maestra de la literatura universal.
Puede decirse que el Quijote de Avellaneda tiene un excelente andamiaje y considerarse otra obra imprescindible de la literatura clásica española. Si el Quijote de Cervantes es una novela prolífica y caótica, el de Avellaneda es más coherente y versátil. Además, es bueno dejar claro que Avellaneda no imitó el Quijote cervantino, sino que se sirvió de los personajes principales, para escribir una continuación con una atmósfera y con un estilo propio. Su narración es directa, aunque bastante lenta. Los personajes pierden su halo irreal y se hacen más corrientes y descarnados. Los diálogos no poseen sutileza y rozan la escatología castiza sin pruritos intelectuales. Hoy día el acto de Avellaneda tiene más de metáfora que de acto vil, tiene mas de poética que de empresa quijotesca..."
Es extracto y compendio de otras reseñas:

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