domingo, 28 de octubre de 2012

Adaptación “ULTIMAS TARDES CON TERESA”, de Juan Marsé. Reseña de Emilio Piqueras Gómez


Adaptación “ULTIMAS TARDES CON TERESA”, de Juan Marsé.
Por el director Gonzalo Herralde.
Voy a comentar la adaptación de “Últimas tardes con Teresa” del genial novelista Juan Marsé, una novela del realismo social, muy rica en descripciones, que retrata la Barcelona de los 50 y que es adaptada a finales de los 80 por Gonzalo Herralde de manera digna. En principio, afirmaré que, aunque se haya avanzado últimamente mucho en narratología fílmica, creo que el productor ya supo recurrir a una serie de técnicas fílmicas para aproximarse al sentido de la trama y a los objetivos de la historia. Y como soporte del comentario, intentaré en todo momento tener en cuenta las relaciones existentes dentro de una adaptación entre estas dos expresiones artísticas, que son la novela y el cine, mutuamente alimentadas ya durante tanto tiempo y con un futuro abierto muy prometedor.

El tema principal de la novela es la lucha de clases, y como subtemas subrayo el amor, el retrato de la Barcelona de los 50 y los particulares caminos para avanzar en la vida. Y paradójicamente, la mayoría de asuntos considero que están bien versionados.

Sin embargo, la estructura de la novela difiere en ocasiones con respecto al film, pues en aquella, tras la escena inicial de la llegada a la fiesta, aparecen ciertos flasbash que recuerdan las mocedades del protagonista, mientras que en la película, a lo sumo, vemos mediante superposición de escenas algunos retazos que nos sugieren partes de la historia. Faltan asimismo en el film capítulos completos y otros parciales: algunas escenas no están, v.g. la de un robo, otras quedan muy recortadas, como las que nos traían información de la niñez de Manuel, o cuando, ya al comienzo del desenlace, hurta la moto del cardenal, y esa adición de ausencias hacen que parezca que la película se queda corta, –he de decir que Marsé nos tiene acostumbrados con su realismo-naturalismo a proporcionarnos abundancia de detalles en sus novelas y entiendo que no tiene que ser nada fácil adaptarlo –. Pero para hablar de la estructura es inevitable revisar el comienzo y el final. El inicio es relativamente fiel, y además, presenta con creces la idea de la trama; sin embargo, el desenlace es algo distinto: el de la novela es más dramático, contiene una escena más que la película no refleja, pues en esta se despide la obra con un rompiente de olas sobre una casa al lado del mar, superpuesta con una frase que le dirige Teresa en su última carta recibida.

En cuanto a los personajes, encontramos varias desemejanzas. Por una parte, con Manuel Pijoaparte se consigue el dibujo realizado por Marsé: Ángel Alcázar entra en el papel y pasa por ese atractivo varón con un color de piel que sugiere el sur, con voz morosa y grave, gran efecto sobre las mujeres y cierto resabio contra la vida; además de ser tierno y egoísta a la vez, cruel con quien se encuentra demasiado próximo…; pero, sin embargo, echo de menos sus aires de charnego, su argot de barrio, su mezcolanza dialectal entre catalán poco leído y el habla andaluza. Por parte de Teresa, descubro una diferencia de años demasiado evidente, Maribel Martín ya es una actriz treintañera y cuesta imaginársela con esa espontaneidad, ingenuidad o idealismo con que retrata Marsé a una chica de unos 18; en los demás actores, a pesar de no ser tan significativos, consigue un reparto de gran calidad que se adapta brillantemente al rol asignado –destaco al que hace de Bernardo.

En cuanto al estilo, no me imagino la película sin ese acompañamiento de guitarra –y a veces de violín– con esas tomas lentas, de y desde el Carmelo, y sin esa preponderancia de las tomas en primer plano de Manuel o ese ritmo cadencioso de las imágenes que sustituyen las descripciones.

En un rápido repaso sobre las técnicas fílmicas, habría que hablar de algunas “supresiones” de escenas que no aparecen, como las relativas a la infancia de Manuel: su madre como sirvienta, la familia francesa que le invita a París, o escenas de acción como cuando discute con El Cardenal y termina llevándose la moto; y de diálogos o de muchas de las prolíficas y crudas descripciones a las que nos tiene acostumbrados Marsé. En cuanto a las “compresiones”, parece que es una técnica consustancial de las adaptaciones, por lo tanto, sería poco significativo hablar de escenas recortadas, pues recordemos que la novela y el film, además de que se abastecen mutuamente, son mundos con personalidad propia. Con respecto a las “transformaciones”, tan prolíficas en esta versión, muchas de las narraciones las convierte en diálogos con los que avanza la trama, pero sobre todo, despliega extraordinarias tomas que sustituyen a las descripciones, en especial las realizadas en y desde el Carmelo, con esa parsimonia a la hora de recrear las imágenes y con ese fondo de guitarra donde queda a un hilo de parar el tiempo. Con la imagen consigue extraordinarios efectos, por ejemplo, a través de los primeros planos sobre Manuel nos está constantemente plasmando la personalidad tan absorbente del protagonista; asimismo, también logra describirnos el componente de la etopeya de algún personaje mediante acciones concretas, como del Cardenal u Hortensia; de igual manera, la escena en que Manuel pasa por anarquista con los amigos progres de Teresa, se puede entender como una auténtica metonimia para sugerir la ideología idealista y progresista de la hija de los Serrat. Hay que decir que se aprecian también varias “añadiduras” en el énfasis que realiza en ciertos diálogos, en algunos primeros planos o en la recreación de escogidas escenas: destaco la de Teresa aparcando el descapotable blanco junto a un asno, manteniendo el enfoque mientras que va preguntando por Manuel a alguno de los vecinos del Guinardó, una escena que se convierte en una rompedora antítesis. Asimismo, habría que comentar en la versión cinematográfica las “visualizaciones” con que va jugando, los “visillos” que utiliza al unir una escena con la otra, consiguiendo darle un efecto de unidad a toda la película: propongo dos muy gráficos del final cuando Manuel va rememorando la carta de Teresa: uno, mientras se le acerca la policía, donde, a la vez que recuerda ve la imagen de la casa de Teresa desde el jardín; y el otro, en la última fotografía del film, que ensambla las palabras de Teresa «sé orgulloso y atrevido hasta la muerte», en tanto las olas golpean la casa al pie del mar, que nos sugieren ciertas expectativas y una palpable rabia mediante la fuerza de la escena.

En conclusión, primero diré que este trabajo de comentar una adaptación ha sido muy novedoso para mí, y sé que habré metido la pata en algunas de mis afirmaciones, pero me ha parecido interesantísimo por lo que se aprende, en especial de literatura. Me identifico con la idea de que no existen estándares para una buena adaptación en cuanto a la fidelidad o perversión con que reproduzca el texto escrito, esa no es la clave y no creo que exista un modelo fijo para definirla, sin embargo, confieso que sigo teniendo demasiado en cuenta esa falta de fidelidad. Sí que creo que en el film de Últimas tardes… se atrapa el espíritu de la novela y se siguen las líneas maestras de la trama, que quizás sea lo importante, aunque, evidentemente, existe algún mensaje importante trastocado, v.g. en la novela, tanto Teresa como Manuel tienen claro que ese amor no les va a llevar a ninguna parte, que pertenecen a mundos distintos; y sin embargo, en el film, Gonzalo Herralde se preocupa más por la parte romántica y carnal visionada. En cuanto a comparaciones con otras adaptaciones, he de decir que he disfrutado con ambas versiones de “El Padrino”, o “Los puentes de Mádison”, que me pareció que ganaba en el film, o “La semilla del diablo”, de Ira Levin, en donde en la novela no me enteré muy bien, y sin embargo el film me pareció sorprendente. Al contrario, me causó mala impresión la versión cinematográfica de “Memorias de una Geisa” o “El perfume”. En fin, creo que “Últimas tardes con Teresa”, por lo que respecta al hilo de la trama, mantiene un nivel aceptable, y entiendo que ha sabido utilizar unos recursos fílmicos que compensan y complementan a los literarios. Por todo ello y aun sin llegar al nivel conseguido por Marsé, en conjunto me parece una apuesta notable sobre la versión novelada.


EMILIO PIQUERAS

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