jueves, 11 de octubre de 2012

La casa de los encuentros de Martin Amis. Reseña de Emilio Piqueras Gómez

Entre el horror del GULAG
LA CASA DE LOS ENCUENTROS
de Martin Amis
Editorial Anagrama 2008
Traducción Jesús Zulaika

Me he atrevido con la lectura de esta dura obra, versada sobre la situación de permanente desesperación rusa de tantas décadas, atraído por la contrastada calidad literaria del autor de El libro de Rachel, de «l’enfant terrible», de ese literato inglés de quien no son necesarias las alabanzas para que su prosa se enseñoree en lugares privilegiados.

La novela es una historia irrespirable sobre la atmósfera del estado soviético que queda tras Stalin, donde el dibujo de la deshumanización, la desesperanza y la suciedad de las almas dejan en el lector un ánimo desasosegado y fatalista, siendo la obra de difícil digestión por la crudeza, violencia y falta de cualquier ética humana en los argumentos narrados.

La trama cuenta cómo, entre el final de la última Guerra Mundial y el fin de Stalin, dos hermanos son encarcelados en el Gulag soviético. Uno de ellos es Lev, un frágil poeta que además se declara pacifista, mientras que el otro es el narrador sin nombre, quien mediante su relato va dándole vida a la historia. En el lapso de tiempo entre una y otra detención, el feo y maltrecho poeta contrae matrimonio con Zola, una joven judía de la que ambos hermanos están enamorados. Compartiendo ya fraternal cautiverio, el narrador, un superviviente de la guerra, violador y asesino, en contra de lo que sus actuales instintos amorosos le dictan, va a proteger a su débil hermano en el violento Gulag, en medio de las guerras entre fieras y putas, comemierdas, fascistas...–nomenclaturas estas con la que se denominan en el campo de trabajo a los diferentes clanes –. Y alrededor de la sobrecogedora estancia en el campo de trabajo, del citado triángulo amoroso y de una cita que tuvo lugar en la Casa de los Encuentros, un sitio en donde los prisioneros podían llegar a pasar alguna noche con sus esposas, va a transcurrir todo el relato que nos presenta el narrador. Posteriormente, este emigrará a Norteamérica, en donde se enriquece, terminando por volver ochentón a su país de origen, momento en el cual, rinde cuentas a una fantasmal hijastra –valga el adjetivo porque se la nombra todo el rato pero nunca termina por aparecer –mediante el relato de esta novela, como si con ello estuviera haciendo un acto de contrición.

Los temas que se tratan en la obra son, por una parte, las atrocidades que se producen en la URSS en la época en que trascurre la historia, desde la última década de Stalin hasta Putin, y todo ello filtrado desde los ojos de un violador y asesino, que es a la vez víctima y verdugo del sistema; por otra parte, trata el tema del amor en los tiempos de aquella locura, cuando la mayoría de las muchachas eran huérfanas de padre, teniendo a los hermanos también muertos, en presidio o perteneciendo al partido. Pero, además, el monto de las atrocidades que se muestran van perfilando la psicología de un hombre, el narrador sin nombre, que termina viendo toda aquella historia como si fuesen apacibles jornadas en el desierto del Kalajari en donde unos animales se comen a otros, y todo queda justificado por el argumento de la supervivencia. Esa es la visión que nos termina ofreciendo de muchos de los seres humanos supervivientes, seres cuyas entrañas están hechas a todo, donde la ética heredera de las décadas de Stalin sigue pasando todavía amarga factura a los contemporáneos habitantes de esa frágil Rusia.

La narración esta hecha en primera persona, repartida en varios momentos cronológicos estructurados de manera que en cada una de las cuatro partes que componen la novela se comienza con un capítulo fechado en el 2004, para continuar en los siguientes mediante distintos flashback. La estructura, no obstante, es algo anárquica, ya que el tiempo literario comprende casi sesenta años y, además, se retrotrae cuando lo cree conveniente a fases de cuando la pugna fraternal por la misma mujer, o hacia alguna fase en el Gulag. Eso no es óbice para que deje de entenderse puesto que utiliza una técnica en donde la narración se desmarcará del tiempo y girará exclusivamente en torno a unos hechos: el triángulo amoroso, la estancia en el campo…

Puede recordarnos vagamente a obras como Guerra y paz de León Tolstói o Los hermanos Karamazov de Dostoievski, pero más específicamente se asemeja a Archipiélago Gulag de Alex Solzhenitsyn o a la anterior del propio autor, Koba el temible. Aunque no hay que olvidar algunos ecos resonantes de Conrad, así, se podría entender la presente obra como «el corazón de las tinieblas del Gulag».

La construcción de personajes tiene un notable nivel, verbigracia la aparición y desaparición de la tartamudez en el poeta o la visión deshumanizada de la vida del narrador o la psicología de la superhembra Zola, y ello con una extensión de apenas 250 páginas, que, si la comparamos con el millar de Guerra y paz, no deja de tener su mérito.

En fin, con depurada prosa, destacando en las acotaciones de los diálogos o en el hilo narrativo: «en su frente conspiraron arrugas mínimas antes de que se decidiera a contestar», «con uñas impacientes luchó contra el celofán de una cajetilla de cigarrillos», «prefirió no tomar las palabras escuchadas en su valor facial»…, Amis nos ofrece en esta novela la posibilidad de una reflexión sobre aquella traumática época, desde una narración temeraria con la que el autor osa entrar en los rincones más controvertidos de la reciente historia soviética –temeridad y controversia que le han obligado a afrontar fuertes acusaciones sobre «si él mismo era quien aportaba en la ficción parte de esa ética deshumanizada», quizás porque los hechos tocan los cimientos de esa filosofía británica tan particular.

En definitiva, queda ahí la invitación a que leáis una historia cruel pero narrada con mucha calidad, en donde, estoy seguro que no seremos nosotros quien matemos al mensajero, ¿verdad?


EMILIO PIQUERAS

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