jueves, 17 de noviembre de 2011

Ivan Aleksandrovich Goncharov: Oblonov (la exaltación de la pereza)

"...El libro Oblomov de Ivan Aleksandrovich Goncharov, 1812-1891, un clásico de la literatura rusa tal vez no muy tenido en cuenta en el panorama actual, brilla con luz propia junto a otros títulos más conocidos que nos legara el siglo diecinueve, prodigioso entre todos para la novela europea. Seiscientas cincuenta páginas acaparan nuestra atención de principio a fin, nos hacen reír, nos proporcionan dos o tres momentos líricos excepcionales, nos invitan a la meditación, a mirarnos en el espejo, a amar a Oblómov, y dejan, por último, un recuerdo imborrable en la memoria.
En 1858 publicaría su creación más importante, Oblómov, una de las obras centrales de la literatura rusa, en la que enfrenta dos personajes típicos: uno, el que da título a la obra, y cuyo nombre proviene de oblómok ("cascote, ruina"), es el ocioso representante de la nobleza rusa y de la tradición, perezoso, letárgico, mediocre y abúlico, que sacrifica sus sueños a la inacción viviendo, sin embargo, su desaparición como un drama; se hizo proverbial representando a un arquetipo típicamente ruso; el segundo, Stolz, cuyo nombre en alemán significa "altanero", es el modelo opuesto, equilibrado, de ideas políticas moderadas, partidario de la renovación, lo occidental, la industrialización, el negocio y la acción. La novela fue constantemente retocada hasta su versión final diez años después.
En la literatura rusa Goncharov ha quedado como autor de novela social y uno de los mejores representantes de la narrativa del siglo XIX. Al decir de Lev Tolstói, Oblómov es una obra maestra. Iván A. Goncharov, es un escritor cuya producción literaria no es demasiado extensa. Su obra principal es esta, “Oblómov”, que tardo diez años en escribir y publicada en 1858. Otras son “El declive” (1869), “Una historia corriente” (1847) y “La fragata Pallas” (1858). Con esta novela se acuñó un nuevo término: el oblomovismo.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Albert Camus: El primer hombre. (una recomendación para la próxima sesión)

"... En 1994 se dio a conocer la última novela del escritor francés Albert Camus, El primer hombre; habían transcurrido treinta cuatro años de su trágica, por inesperada y prematura, muerte. Se trata de un paradójico título para un hermoso texto. Albert Camus fue premio Nobel de Literatura de 1957. Antes de morir había confesado a un periodista: "Mi obra aún no ha empezado". Poco después, quedaba atrapado en los hierros de su coche, entre los restos y cerca de su cuerpo sin vida, se hallaron sus últimos escritos. Se refieren a un hombre, el primero, que anhela a su padre muerto. Catherine Camus se encargó de ordenar y corregir el material y dio a la luz este texto en 1994. Esta obra constituye un nuevo inicio en la obra del autor; no sólo porque recree recuerdos de la infancia sino porque vuelve a la necesidad fundamental de todo hombre, sentirse hijo: "Y ahora reconozco que todo me abandona, que necesito que alguien me señale el camino y me repruebe y me elogie, no en virtud de su poder, sino de su autoridad, necesito a mi padre".

El primer hombre se trata de una obra de gran belleza narrativa y de una especial intensidad emotiva, en la que se narran sus primeros años en Argelia, como si quisiera completar un homenaje a su abuela, a su madre, a su padre, al que jamás conoció, a su profesor y mentor y a su mejor amigo. A medida que uno va leyendo se va haciendo más evidente que la obra está inconclusa, no porque el lector sea especialmente perspicaz, sino mas bien gracias al sentido común del editor que ha decidido incluir en esta edición las notas al margen, rectificaciones, variantes sobrescritas e incluso alguna de las páginas originales en forma de facsímil. Además se incluyen, en forma de apéndice, alguna de las hojas que se encontraron intercaladas entre el manuscrito, un cuaderno donde se entrevé el proyecto y posterior desarrollo de la obra y dos cartas que se intercambiaron entre Camus y su primer profesor y mentor, Luis Germain, nada mas haber recibido el premio Nobel.
  Los dos primeros capítulos de la novela son de las páginas más conmovedoras que se puedan leer. El primero se sitúa en una noche otoñal de 1913, y cuenta la llegada de un matrimonio a Argelia; viajan en una carreta, son colonos hambrientos de tierra, de pan y de trabajo. Él, un hombre francés de treinta años, ella, una sufrida y hermosa mujer andaluza; solos y en tierra desconocida, tendrán que afrontar en una casa miserable el nacimiento de su segundo hijo: Jacques Cormery. Este primer capítulo se cierra con el sueño tranquilo de la madre cansada y satisfecha y el deseo nervioso del padre por empezar a trabajar al día siguiente. Casi, sin solución de continuidad, en el capítulo siguiente, Camus da un salto en el tiempo y nos presenta a ese niño nacido en tierras argelinas: "Cuarenta años más tarde, un hombre, en el pasillo del tren de Saint-Brieuc", es Jacques Cormery. Aquel niño, ahora un hombre, viaja para encontrar la lápida de su padre "Cormery, Henri, herido mortalmente en la batalla del Marne, muerto en Saint-Brieuc el 11 de octubre de 1914". Es el encuentro del hijo con la tumba del padre desconocido - murió cuando él tenía un año -; encuentro que despierta un torbellino de emociones y reflexiones que constituirán el hilo conductor del resto de la obra, es decir, la recreación de la infancia, adolescencia y juventud de Jacques.
 Pero antes de componer su historia, el narrador describe la compasión y el dolor por la muerte prematura de su padre: "Y la ola de ternura y compasión que de golpe le colmó el corazón no era el movimiento del ánimo que lleva al hijo a recordar al padre desaparecido, sino la piedad conmovida que un hombre formado siente ante el niño injustamente asesinado, algo había ahí que escapaba al orden natural y, a decir verdad, ni siquiera tal orden existía, sino sólo locura y caos en el momento en que el hijo era más viejo que el padre" . La novela nace de estas dos escenas: el secreto de la vida de Jacques Cormery depende de ese padre que lo vio nacer y murió prematuramente, es decir, del sentimiento dramático de orfandad. Además, la identidad del personaje que leemos en las páginas siguientes evocan sus años pobres, a la vez que alegres, en Argel y se construyen a partir del anhelo de paternidad. Anhelo, que lejos de ser un triste y lánguido lamento, se convierte en una búsqueda incansable de figuras que le devuelvan la percepción de ser hijo.
 Además de la historia concreta de Cormery, que refleja muchos datos autobiográficos del autor, nace el juicio de toda una generación de hombres "huérfanos". Albert Camus pone de manifiesto como su generación es la de hombres sin puntos de referencia, sin puntos firmes desde los que empezar a caminar. Hombres y mujeres sin dioses, "los templos son derruidos y no queda más que ese peso insoportable y dulce en el corazón", (p.166), sin memoria, "caminando en la noche de los años por la tierra del olvido, en que cada uno era el primer hombre, donde él mismo había tenido que criarse solo sin padre", sin historia, "como si la historia de los hombres, esa historia que había avanzado constantemente en una de sus tierras más viejas dejando en ella tan pocas huellas, se evaporase bajo el sol incesante junto con el recuerdo de los que la habían hecho", (p.167).
...."
 Es extracto de otras reseñas:

martes, 1 de noviembre de 2011

Ángel Leiva: Furia de la nostalgia (literatura del exilio)


LA MUERTE

He levantado la tranquera de la puerta
y a paso decidido avanzo hacia la noche
donde se encuentra todavía
los huesos del olvido
Mi madre llora
sobre el hombro de mi padre muerto
y siento entonces la tristeza
del hombre aquel que vuelve
con todos los sentidos deshechos hasta la tierra.
Húmeda piel que tensas
el arco de un violín en ruinas
mientras se escucha el vocerío
de las lejanas ruedas de los carros en el invierno
que van llevando el peso de la muerte
a los destinos últimos

( Del Poemario Furia de la nostalgia de Ángel Leiva)

“… Pintor, narrador, profesor y crítico de arte y literatura, Ángel Leiva nació en Simoca en 1941. Estudió Periodismo en la Universidad Popular de Buenos Aires, e Historia del Arte en la Universidad de Buenos Aires. Es doctor en Literatura y lenguas romance en la Universidad de Syracuse, Nueva York. Inició su carrera literaria en Buenos Aires, donde ha ocupado el cargo de Primer Secretario de la Sociedad Argentina de Escritores entre 1971 y 1973. Posteriormente, ocupó el cargo de Profesor Invitado de Literatura Latinoamericana y de Creación Literaria en la Universidad de Sevilla, la Universidad de Brown, la Universidad de Northwestern y el Hunter Collage de Nueva York.
  Ángel Leiva era ferroviario en su pueblo cuando un golpe de fortuna quiso que recalara en España hacia 1970, impulsado por un premio literario. Las mareas de la vida lo condujeron a Nueva York, donde fue profesor en la Universidad de Syracuse, para regresar más temprano que tarde a Sevilla, donde entre otras cosas regentó un videoclub para cinéfilos y luego constituyó la asociación cultural que todavía hoy lleva su nombre. Años de búsqueda de sus propios caminos expresivos, aunque él prefiere matizar que "haciendo mío el pensamiento de uno de mis grandes maestros, Picasso, yo prefiero encontrar a buscar. Toda mi vida se circunscribe a encuentros y complicidades, y después de esto, la nostalgia: a cada encuentro le sucede la despedida", agrega Ángel Leiva. El poeta y el artista plástico conviven armónicamente, aunque una veintena larga de libros, desde Del Amor y la Tierra (1967) a American Graffitti (2005), conceden cierta ventaja al primero sobre el segundo. En sus pinturas -una docena de lienzos al óleo, acrílico y técnicas mixtas- prevalece el trazo primitivo junto a la huella de la action painting a lo Rothko, De Kooning o Pollock. "Empiezo sintiendo esa necesidad de los aromas de la pintura, escucho mucha música, y puedo pasar seis u ocho horas seguidas sin darme cuenta, acabando prácticamente en el delirio. Pintura y poesía son para mí dos instancias de una misma realidad, un mundo feliz en la realización, pero que también te desespera", comenta. Y concluye volviendo sobre su identidad: "Soy, en cierta medida, un exiliado perpetuo: era un exiliado interior en Argentina, lo era en Estados Unidos por la lengua, y aquí cumplo varios requisitos del hombre moderno no desarraigado, pero sí desterrado".
  Nacido en el corazón de Simoca hace 70 años, Leiva está radicado en Sevilla, donde alterna su actividad docente con sus facetas de poeta y pintor. "Lo de la pintura siempre estuvo muy escondido. Recién en los últimos años salió a la luz. Y resulta que ahora mi fama como artista plástico está empezando a opacar a la del poeta", destaca sonriente. No le molesta, por supuesto. Como Leonardo, Leiva concibe al arte como un todo. Sin diferencias de género. "Muchos críticos no saben dónde ubicarme", alega.
  Inquieto por naturaleza, el escritor tucumano, que emigró en los años 70, frecuentó a algunas de las luminarias de las letras americanas, como Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Julio Cortázar, Juan Rulfo, Carlos Fuentes y Ernesto Cardenal. "Tengo esos encuentros grabados y estoy analizando si los voy a publicar en la edición de mis obras completas. Es algo que me están pidiendo las editoriales, sobre todo las de España", señala. Aunque tiene sus dudas. "La cuestión es que algunas de estas conversaciones son tan personales que si las publico me parece que traiciono la naturaleza intimista de las charlas. En una de ellas, por ejemplo, Borges canta una milonga. ¿Te imaginás a Borges cantando?", declara.
  Frecuentar a esos escritores le dio a Leiva otra perspectiva del mundo de las letras. "De ellos aprendí una cualidad suprema que prima en los grandes artistas: la humildad. Cuando conocí a Borges, por ejemplo, descubrí que todo lo que se decía de él no era cierto. Borges era un hombre humilde al extremo, inteligente y genial, pero muy sencillo. Vivía rodeado de una frugalidad extrema", enfatiza. De inmediato cuenta una anécdota que pinta a Borges de cuerpo entero. "Un día íbamos caminando por una calle del centro y descubrí que la gente se paraba a mirarlo. Él ya estaba ciego y por eso yo lo llevaba del brazo. A medida que pasábamos se iba abriendo un sendero entre la multitud, lo cual me asombró. Era como si yo fuera en compañía del Mesías. Y le dije: ’Borges ¿sabe lo que está sucediendo?’. Y él me contestó: ’no lo sé, dígamelo usted’. ’La gente se detiene para verlo pasar’, retruqué. Entonces él me contestó algo que quedó grabado para siempre en mi memoria; me dijo: ’sáqueme ya mismo de aquí; no me haga sentir un desdichado’. Así de humilde y tímido era", declara.
  Su destierro forzado (tuvo que irse porque fue perseguido en la época de López Rega) le provocó una profunda herida que aún no cierra. "Durante mucho tiempo fui amenazado, incluso cuando ya estaba en Estados Unidos. Hasta llegaron a secuestrar a mi hermana para infundirme miedo. Yo no sé por qué sucedió eso, siendo que no tenía un compromiso político concreto. Era un simple estudiante con inquietudes intelectuales y algunos antecedentes literarios", asegura.
  Ese destierro le permitió ser famoso en otras tierras, menos en la suya: "nunca tuve en la Argentina el reconocimiento que alcancé, por ejemplo, en Estados Unidos o en España. Incluso en Tucumán mi obra es prácticamente desconocida. Y eso me duele un poco".
  En cuanto a su poética, Leiva afirma que le gusta el concepto de la verdad y, sobre todo, el del sentimiento. "No escribo por una respuesta técnica, sino por impulso -subrayó-. Cuando escribo poesía sufro, porque hablo de todo lo que me ha pasado. Pero no sólo canto a lo que se pierde, como diría Machado, sino también a lo que tengo".
  La UNT, ha dictado una Resolución declarando de interés la obra de Leiva, mientras que la Editorial de la UNT, tiene en preparación la publicación de sus obras completas.
  Leiva ha recibido, entre otros, los siguientes premios y distinciones:
 • Premio Nacional de Poesía, (Sociedad Argentina de Escritores, 1969)
 • Faja de Honor en Poesía (Sociedad Argentina de Escritores, 1970)
 • Premio Municipal de Buenos Aires (Dirección de Cultura de Argentina, 1971)
 • Premio Internacional de Poesía César Vallejo, (Asociación de Escritores e Intelectuales del Perú, 1973)
 • Premio Internacional de Poesía Pablo Neruda, (Revista Internacional de Poesía, México, 1974)
  Ha publicado los siguientes libros de poesía y prosa:
• Celebración de la poesía (Universidad Internacional de Andalucía, Sevilla 2007)
• Condenada memoria, habla (Lautaro Editorial, Buenos Aires, 2005)
• Tierra querida (Casa de la cultura, Tucumán, Argentina, 2003)
• Furia de la nostalgia (Lautaro Editorial, Sevilla, 2000)
• La alegría perdida (Lautaro Editorial, Sevilla, 1996)
• En la ciudad de la alegría (Lautaro Editorial, Sevilla, 1996)
• Regreso al sur (Poemar Ediciones, Sevilla, 1993)
• Desarticulationes/Desarticulaciones (Brown University Press, EUA, 1985)
• Versión del caos 1 (Edición Arte Gavagnin, Buenos Aires, 1984)
• Versión del caos 2 (Edición Arte Gavagnin, Buenos Aires, 1984)
• Música en los Aeropuertos(Editorial Calidón, Buenos Aires, 1982)
• El fuego de las vísperas (Editorial Calidón, Buenos Aires, 1982)
• Las edades y la muerte (Editorial Trilce, Buenos Aires, 1973)
• Cenizas y señales(Editorial Trilce, Buenos Aires, 1973)
• El pasajero de la locura(Editorial Losada, Buenos Aires, 1971)
• Los cuerpos gloriosos(Editorial Losada, Buenos Aires,1970)
   Del amor y la tierra (Ediciones del Mediodía, Buenos Aires
….”
Esta reseña es extracto y compendio de otras:
http://www.elcorreoweb.es/cultura/083202/angel/leiva/exiliado/perpetuo
http://angel-leiva.blogspot.com/2008/05/biografa-de-ngel-leiva.html
http://www.lagaceta.com.ar/nota/456525/Tucumanos/poeta-simo..
http://www.eldiario24.com/nota/233617/la-literatura-del-exilio-en-la-obra-poetica-de-angel-leiva.html
http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=%C3%81ngel_Leiva&oldid=48542235
http://www.lagaceta.com.ar/nota/457499/Tucumanos/Cuando-escribo-poesia-sufro-porque-hablo-lo-perdi.html

sábado, 15 de octubre de 2011

Erich Maria Remarque: Sin novedad en el frente (la novela antibelicista)


"... Sin  novedad en el frente ((con el título original de Im Westen Nichts Neues) fue escrita por el alemán Erich Maria Remarque, pseudónimo de Erich Paul Remark (Osnabrück 1897 – Locarno 1970). Empezó publicándose, en 1929, en forma de folletín en la Wossische Zeitung, con la condición por parte del director de que ningún suscriptor protestara. Terminada la narración en el periódico, se editó en volumen aparte, cuyos ejemplares se agotaron en pocos días. Igual sucedió con las sucesivas reimpresiones, El autor dice de su obra: «no pretende ser ni una acusación ni una confesión, solo intenta informar sobre una generación destruida por la guerra, totalmente destruida, aunque se salvase de las granadas».  Hasta la fecha se han publicado ediciones en cincuenta idiomas y se llevan vendidos unos veinte millones de ejemplares. En 1931 publicó la que sería continuación de este best-seller, El regreso, en la que escribe sobre la vivencias de los protagonistas supervivientes de la primera novela durante la posguerra. En 1933 ambas novelas fueron pasto de las llamas durante las quemas de libros que tuvieron lugar en varias ciudades alemanas, junto con obras de otros autores y artistas como Heinrich, Thomas Mann y otros, acusados de atentar contra el llamado «espíritu alemán», por los nazis, bien por ser judíos o por sus ideas contrarias al régimen.

jueves, 6 de octubre de 2011

Manuel Azaña. El jardín de los frailes.

"... La primera vez que oí hablar de los Schlegel fue en El Escorial de Arriba, una tarde de otoño, hace ya veintitantos años. No eran pasto de la murmuración del vecindario de San Lorenzo: se hablaba de ellos en una sala baja, fría, donde un par de docenas de adolescentes, de codos en los pupitres de pino todavía pegajosos de barniz, sufríamos la iniciación literaria. Encaramado en la tribuna, un fraile joven, quebrado de color, escuálido, de boca rasgada y dientes desiguales, nariz aguileña y ojos saltones entreverados de sangre, daba suelta a su elocución caudalosa. De voz insegura, tan pronto ronquilla y velada como chillona y metálica, entre gallos y rociadas de saliva, con el tropel de palabras que le salía de la boca se trompicaba. Era el padre Blanco, uno de los brotes más lozanos que ha dado en nuestra época el añoso tronco agustino. En el aula hostil, la luz cenizosa de noviembre pesaba en los párpados. A tales horas ya nos rendía el cansancio cotidiano. Esforzábamos la atención para no sucumbir al tedio o al sueño..."

Extracto: El Jardín de los frailes de Manuel Azaña.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Thomas Pynchon: Vicio propio.

"… Nadie cuestiona que el escritor Thomas Pynchon (Long Island, Nueva York, 1937) es uno de los novelistas vivos más importantes. Su nombre siempre figura en la lista no oficial de candidatos al Nobel. Thomas Pynchon ignora olímpicamente toda suerte de estrategias comerciales. No concede entrevistas, jamás habla de su obra, se ignora dónde vive y su última foto data de hace más de 50 años.
  Se le considera actualmente como una de las voces más importantes del posmodernismo maximalista. Su novela más destacada, El arco iris de gravedad (1973) fue rechazada por el jurado del Premio Pulitzer por considerarla obscena y ganó el National Book Award; ajeno a la polémica, el autor mandó a recoger el premio a un payaso. A la prosa de Pynchon la han catalogado de diversas maneras (paranoica, histérica, densa) aunque no le han negado la trascendental importancia que tiene en la literatura de fin de Siglo XX. El crítico Harold Bloom citó a Thomas Pynchon como uno de los más grandes novelistas americanos de su tiempo junto a Don DeLillo, Philip Roth y Cormac McCarthy. Otras obras destacadas del autor son: V. (1963), La subasta del lote 49 (1966), Vineland (1990), Mason y Dixon (1997), Contraluz (2006), Vicio propio (2009); y un libro de cuentos titulado Lento aprendizaje (1984).
  El rasgo más distintivo de las novelas de Pynchon es su extrema dificultad. Los críticos han situado a Pynchon a la altura de colosos como Joyce o Virginia Woolf. De una audacia sin par, Pynchon se ocupa de temas como la entropía, la paranoia, el signo apocalíptico y decadente de la historia reciente, la desintegración del lenguaje, la ruptura de los sistemas en que vive encerrado el individuo, el sentido de la ciencia, el militarismo y el poder de los Estados, el control de las libertades, la manipulación de la tecnología, la ausencia de significado que preside nuestras vidas, inmersas en el caos.
  Vicio propio, su última novela es una historia de detectives que ha pillado por sorpresa a propios y ajenos. Las ávidas hordas pynchonianas están divididas: por una parte, no caben en sí de gozo al ver que su maestro ha tardado poco más de un par de años en publicar un nuevo título; por otra se sienten estafados porque la novela no tiene la dosis de dificultad a la que están acostumbrados: no llega a las 400 páginas, la cronología es lineal, la estructura manejable, el argumento se puede seguir casi siempre; el protagonista, un detective hippy que se pasa toda la novela colocado, es entrañable y está rodeado de una caterva de personajes tan delirantes como siempre, sólo que más humanos. Ambientada en Los Ángeles en la era de Manson y Nixon, Vicio innato es un pequeño milagro: el prodigioso mundo de Pynchon en miniatura aparece intacto, pero por una vez resulta accesible. Rebosante de encanto y humor, como corresponde a una época anterior a la pérdida de la inocencia, abundan el sexo, las drogas y el rock and roll. Hay surferos, conspiradores, rubias platino, contrabandistas, bailarinas de strip-tease, estafadores y más, todo un reparto que sólo una imaginación como la de Pynchon puede concebir. Las nuevas generaciones de lectores están de suerte: el misterio de la más alta forma de literatura a su alcance.
  Vicio propio, adopta las claves genéricas de la novela negra, por más que en esta elegía a los años sesenta no haya cejijuntos detectives alcoholizados y la protagonice un memorable hippy fumeta, tierno, desacomplejado, ingenuo pero más espabilado de lo que parece y con un sentido natural de la justicia. Se llama Sportello, Doc Sportello, y es un detective privado un tanto peculiar en el colorista Los Ángeles de finales de los años sesenta. Hacía ya tiempo que Doc no veía a su ex, Shasta, seductora femme fatale, cuando ésta recurre a sus servicios porque ha desaparecido su nuevo amante, un magnate inmobiliario que había visto la luz del buen karma, un tanto distorsionada por el ácido, y quería devolver a la sociedad todo lo que había expoliado. Sportello se ve enredado entonces en una intriga en la que los escrúpulos chispean por su ausencia y cuya trama es casi la de una novela negra clásica. A partir de ahí, Thomas Pynchon pergeña un retrato desbocado de una California poblada por surfistas embriagados de la mitología de las olas gigantes, combatientes de Vietnam o agentes del FBI reconvertidos en hippies, pandillas carcelarias, la escabrosa sombra de Charlie Manson y sus acólitas, una brutal organización secreta de dentistas, polis corruptos, una protointernet o bellas masajistas de sexualidad ambigua.Todo sazonado con diálogos y guiños hilarantes, al ritmo de una frenética banda sonora que sirve de réquiem psicodélico por una época que pudo ser y no fue.
  Vicio propio nos sitúa en un espeso microcosmos en el que no desentonarían personajes del estilo descuidado y casi entrañable de El Nota de El Gran Lebowsky. El entorno donde se desarrolla se puede casi palpar de tan real que lo presenta; esta novela suda, huele, late. Es divertido y frenético el vaivén de una miríada de personajes entrelazados en tramas de lo más variopintas, muy especialmente representados por un detective hippy que se convierte de inmediato en el clásico antihéroe, uno de esos personajes a los que es sencillo adjudicar de inmediato la cara de algún actor de Hollywood. Fumeta, descuidado, irónico, valiente porque no tiene arraigo ni nada que perder, preocupado sólo de encontrar a los mejores dealers, disfraza su auténtica búsqueda con otras, camuflando su único interés con una supuesta y relajada tarea detectivesca. Sólo reacciona a estímulos primarios: posibilidad de encontrar buena marihuana y sexo fácil. Lo demás no le interesa demasiado, pese a que detectamos una pátina de bonhomía, de compromiso oculto con el bien, que nos hace identificarnos y empatizar con él a lo largo de sus desventuras. La desaparición de su novia Shasta con el magnate Mickey Wolfmann, y la desesperada y poco clara petición de ayuda de la misma, es el desencadenante de una serie de sucesos que van complicando la historia poco a poco. Todo el mundo está relacionado, los grados de separación son mínimos, pareciese que la acción se desarrolla en una aldea, pero esto es, a fin de cuentas, no muy distinto de cómo funcionan las cosas en la realidad. El argumento, las intrigas sobre desapariciones, las brillantes descripciones de los los lapsos de memoria fruto de el consumo indiscriminado de todo tipo de sustancias por parte del protagonista y las aristas de los múltiples personajes son solo detalles necesarios para el verdadero fin: una nueva demostración de control del medio por parte de Pynchon. En esto casi se mimetizan autor y protagonista.
  Leer a Thomas Pynchon resulta ser una aventura literaria especial. Es tan difícil de encasillar que bien podría decirse de él que forma parte de su género propio. Después de su genial Vineland y su estratosférico Contraluz ahora Tusquets nos ofrece su obra aparentemente más convencional, Vicio propio, en la que hasta el título es ambiguo, puesto que proviene de los defectos inherentes de la mercancía que se transporta por vía marítima y se deteriora per se, pero bien podría aplicarse al fumeta protagonista del mismo Doc Sportello y sus vicios propios como su afición por las drogas. Es sabida la destreza camaleónica y vampírica de Pynchon para camuflarse en un género y transformarlo: la novela histórica en Mason y Dixon, la novela de aventuras en Contraluz, la novela de viajes en ambas, y la novela negra en Vicio propio. Son numerosas las ocasiones en que se alude al problema de “seguir” a alguien o algo, de comprenderlo o capturarlo. Ya había anticipado Tony Tanner que un aspecto de la paranoia –trastorno repatentado por Pynchon– es la tendencia a imaginar tramas a nuestro alrededor: esa es también la ocupación del novelista, y hay claramente una relación entre crear ficciones e imaginar complots. Podrá achacársele a Pynchon que los personajes están un tanto desdibujados (en este caso es creíble y hasta conveniente, debido a las sustancias que ingieren o fuman, ya que se ven un tanto desdibujados los unos a los otros), pero la gracia descriptiva, el repentismo cómico y una considerable aptitud lírica permanecen intactos.
 Vicio propio es una óptima recreación de una época (1970) y de un lugar (California). El retrato tiene vigencia –como si un país entero fuera poniéndose al día, ajustando su hora con el reloj que guía la mano de su novelista más adelantado–, a pesar de que está fechado y denunciado con rigor de cronometrista: es el fin de una era “loca” y el principio de la vida vigilada. De todas maneras, como dijo Pynchon de Donald Barthelme, “mucha de la impaciencia de este artesano para con la idiotez oculta un afecto y una afabilidad que logran brillar cuando abandona la ironía, aunque sea por un minuto”. La obra entera de Pynchon sería la excepción que justifica la regla, ya que su escritura no es sino pura digresión, un constante caracolear que le permite decir lo que no podría decirse buscando una aproximación frontal. Por medio del desvío, Pynchon logra advertir dos cosas donde otro se conformaría con una. Es parte constitutiva de la energía y la exuberancia arrolladoras de ciertos escritores norteamericanos: Melville, Faulkner, Bellow, Roth, Kerouac (los últimos tres, mencionados por Pynchon en el prólogo a Un lento aprendizaje). O parte del nervio improvisatorio del jazz. Pynchon lo escuchaba de joven y parece haberse apropiado de uno de sus métodos: la atomización de un motivo (musicalmente hablando) central. La escritura de Pynchon tiene algo de performance, de función de comediante de provincia, de número vivo: como lo demuestran algunos de sus juegos de palabras hasta pueriles, Pynchon no le teme a la payasada. Las referencias musicales y las típicas canciones que intercala Pynchon evidencian la cuestión –el problema– del sonido en una novela. Al igual que en otros maestros de la auscultación y el sonido transcripto como M. P. Shiel, Arthur Machen y Robert Aickman, hay en Pynchon una acústica del libro…"

Es recensión de otras reseñas:
http://www.elpais.com/articulo/revista/agosto/escritores/rostro/pasan/best/seller/elpepucul/20090817elpepirdv_5/Tes
http://ellectorimpaciente.blogspot.com/2011/04/vicio-propio-de-thomas-pynchon.html
http://www.elplacerdelalectura.com/2011/03/vicio-propio-thomas-pynchon.html
http://librosmorrocotudos.com/?p=2644
http://www.underdogs.es/thomas-pynchon-vicio-propi/
http://es.wikipedia.org/wiki/Thomas_Pynchon
http://locusliterario.com/forodos/index.php?topic=879.0
http://www.esliteratura.com/docs/vicio-propio-thomas-pynchon-12489.html
http://www.perfil.com/ediciones/2011/5/edicion_572/contenidos/noticia_0011.html

domingo, 4 de septiembre de 2011

Louis Auchincloss: El rector de Justin.

"... Louis Auchincloss ( Nueva York 1917-2010) compaginó el ejercicio de la abogacía en Wall Strett con la literatura. Considerado como unos de los mejores escritores norteamericanos del siglo XX, destaca por su prosa incisiva y precisa, compartiendo con Edith Warton o Henry James su predilección por retratar los exclusivos ambientes de las altas finanzas, la banca o la administración de los EE. UU. Su extensa obra comprende una treintena de novelas y una veintena de libros de relatos, así como otros volúmenes de biografía, crítica literaria e historia. Además de El rector de Justin, (1964) entre sus obras cabe destacar La educación de Oscar Fairfax (1995), La casa de los cinco talentos (1960); Portrait in Brownstone (1962); The House of the Prophet (1980), Diario de un yuppie (1986); East Side Story(2004) y biografías de personajes como Henry James, Edith Wharton.
El Rector of Justin, publicada en 1964. fue finalista del National Book Award de 1965 y ha sido alabada por la crítica de Estados Unidos como una de las grandes novelas norteamericanas del siglo XX. Auchincloss realiza una astuta disección de la clase dirigente norteamericana. La historia se centra en una prestigiosa escuela Episcopal de Nueva Inglaterra, Sant Justin Martyr cartografiando la evolución de su carismático fundador Frank Prescott. En la narración se entrecruzan múltiples punto de vistas, desde un incondicional profesor hasta una hija díscola. A través de las memorias personales de seis observadores Auchincloss retrata un colegio exclusivo de clase alta, protestante y riguroso (no muy diferente del de Groton, al que él asistió). El objetivo del centro es forjar el carácter de los alumnos, tanto o más que prepararles para que, previo paso por Yale o Harvard, puedan copar los puestos de privilegio en la sociedad norteamericana. Las luces en el retrato de su protagonista, el rector Francis Prescott, emergen de las páginas hagiográficas de un improvisado biógrafo. Las sombras, más intensas, más convincentes, surgen del relato de momentos claves de su gestión por parte de quienes fueron víctimas o testigos cercanos. El resultado es desolador, y muestra a donde pueden llegar la prepotencia, la soberbia, una obsesión por la justicia que no deja lugar para la clemencia y el ansia por dejar a la posteridad una huella gloriosa.
Brian Aspinwall es un joven con vocación religiosa que comienza a trabajar como profesor auxiliar de inglés en St.Justin Martyr, un internado episcopaliano para chicos a cincuenta kilómetros al oeste de Boston. Corre el año 1939. Allí conocerá a Francis Prescott, el fundador de ese internado que con el tiempo terminará convirtiéndose en el colegio más exclusivo de Estados Unidos. Buena parte de la élite del país estudiará en esas aulas. Será la figura de Prescott la que vertebre el libro ya que el lector tendrá la oportunidad de conocerlo a través del diario que escribe Brian y de otros testimonios de ex alumnos, familiares y amigos.
 Auchincloss ha optado, para retratar a este hombre poderoso, por un narrador marginal pero cercano a él, un narrador sólo relativamente fiable porque su perspicacia psicológica es escasa, un joven profesor aspirante a clérigo, algo lerdo, inseguro, débil, asustado, que tal vez por eso mismo se convierte en admirador rendido y fiel depositario de las confidencias del rector, y también de las palabras y papeles de otras personas que en distintos momentos recordaron alguna época o episodio relevante en la vida de Prescott. Con el diario de ese testigo imperfecto y los documentos complementarios teje Auchincloss un retrato de Prescott que progresivamente va ganando en complejidad a los ojos del lector, ya que aparecen sus convicciones más rígidas y sus grandezas como líder omnímodo del colegio, pero también sus contradicciones, sus errores obstinados y algunas miserias asociadas a su condición de visionario inflexible.
El rector de Justin constituye, sin duda, un atractivo, certero y poco complaciente retrato de la clase dirigente norteamericana y de sus contradicciones..."
Es sólo recension de otras reseñas:

sábado, 2 de julio de 2011

Manuel Puig: El beso de la mujer araña.

    Escrita en 1976 y prohibida de inmediato en la Argentina, El beso de la mujer araña ha sido considerada por la crítica como una de las mejores novelas de Manuel Puig.
   Los protagonistas de El beso de la mujer araña son Valentín Arregui Paz, un joven idealista que aspira a lograr la revolución con las armas, y Luis Molina, decorador homosexual que aspira a ser una mujer fatal. Ambos personajes, tan diferentes, se ven unidos por la circunstancia de compartir una celda en prisión. Al primero han sido sus ideas políticas las que le han costado la libertad; al segundo, una acusación de corrupción de menores. Tan radicalmente diferentes, Valentín y Molina se encuentran y entablan una relación atípica. Sus diálogos giran en torno de dos utopías diferentes como ellos mismos: las películas de Hollywood y la Revolución.
   El esquema de esta novela es de genial simplicidad. Se configura como una sucesión de escenas dialogadas entre dos presos recluidos en una misma celda de una prisión bonaerense. Así, Martín, un homosexual de gran imaginación, irá relatando viejos melodramas cinematográficos a Valentín, activista político e idealista, para aliviarle de los efectos de las sesiones de tortura a que lo somete la policía política de la dictadura. En la conversación de los presos, Puig lleva a sus últimas consecuencias uno de sus más originales procedimientos narrativos: el empleo de elementos de la cultura pop como correlato de las vivencias de los protagonistas. La muerte de los dos es el final de una historia marcada por el drama de la diferencia, de las confesiones al hilo de las películas rememoradas en prisión, la imaginación llegaba donde no lo hacía la memoria, y en ella se interiorizaban los recuerdos de la libertad perdida.
    El trágico desenlace, muy al estilo del melodrama “folletinesco” que tanto gustaba al autor, muestra la convulsa Argentina de la década de los setenta, la observancia policial de todos aquellos a los que consideraba sospechosos, la tragedias de las cárceles, las muertes oficiales y los atentados de grupos de izquierdas, que anunciaba la dictadura militar que se instauró en el país entre 1976, año de publicación del libro, y 1983.
    Puede considerarse "El beso de la mujer araña" como una novela altamente representativa de la praxis literaria contemporánea, particularmente la del ámbito latinoamericano, donde la voz del discurso de masas se hace sentir con tal fuerza y espontaneidad que no ha necesitado para su adecuado desarrollo de apelar a complejas elaboraciones teóricas, sino que más bien fluye naturalmente para promover una concepción más amplia de la literatura, el arte y la cultura en general.
Esta reseña es extracto y compendio de otras:

sábado, 18 de junio de 2011

El hipertexto: El juego infinito de los espejos.

“… La noción de hipertexto inspiró gran profusión de ensayos desde la década de los ochenta, algunos provenientes de la ingeniería informática y en relación con la revolución cultural originada por la irrupción de las nuevas tecnologías de la información, en cuyo contexto, hipertexto designa al texto electrónico; otras, provenientes de la teoría literaria y los estudios semiológicos, en las que el término comenzó a utilizarse para definir una de las modalidades de producción literaria, cuya acepción, sobre todo en el caso de Gerard Genette, es diferente y designa la relación entre textos literarios.
En un sentido muy simple, un hipertexto es un conjunto de textos unidos por enlaces o links. Según Landow, el hipertexto atomiza al texto de dos modos: por un lado, en relación con la composición, elimina la linealidad de la imprenta, liberando cada párrafo de su colocación dentro de un orden secuencial. Por otro lado, en relación con el modo con que se accede al hipertexto, destruye la idea de un texto unitario y estable, con lo cual, reformula los roles tradicionales del autor y el lector. El hipertexto reclama un lector más activo, un lector que no sólo debe elegir sus recorridos de lectura sino que tiene la oportunidad de leer como si fuera autor. A la lectura lineal que impone el texto impreso se agrega un nuevo hábito de lectura que surge del acceso al hipertexto, una lectura arborescente o en profundidad a partir de hipervínculos.
 En el ámbito de la teoría literaria, el concepto de hipertexto es utilizado en un sentido diferente. Gerard Genette, en su citado ensayo Palimpsestos de 1982, concibe la intertextualidad como la “percepción por parte del lector de relaciones entre una obra y otras que la precedieron o siguieron.”Dentro de ese contexto, hipertexto designa “todo texto derivado de uno anterior por transformación simple.o indirecta”. En este sentido, Ulises de Joyce, por ejemplo, sería un hipertexto de la Odisea de Homero.
 Ted Nelson define a la literatura como “un sistema en evolución de documentos interconectados. En cada literatura en evolución existen continuas interpretaciones y reinterpretaciones. El vínculo entre documentos nos ayuda a seguir las conexiones”. En cierto modo, el hipertexto digital sería un sistema construido a imagen y semejanza del hipertexto literario.
 En el caso de Borges, por ejemplo, las imágenes del laberinto, del espejo o de la biblioteca funcionan como germen de una serie de tramas que rondan la idea de la multiplicación de una infinitud de textos. Borges produce su literatura de modo hipertextual, como “una red potencialmente infinita de conexiones”. Para Borges escribir es releer un texto anterior, es reescribirlo. En la prosa Los cuatro ciclos de El Oro de los tigres afirma que la literatura narra eternamente las mismas cuatro historias: la historia de una guerra inútil: la Ilíada, la historia de un regreso: la Odisea, la historia de una búsqueda condenada al fracaso: la de Jasón y el Vellocino o la de los caballeros de Arturo que buscan el Grial en vano; por último, la historia del sacrificio de un dios: Odín sacrificado a Odín; Cristo, sacrificado por los romanos, El mismo a Sí mismo, reflexiona Borges. El germen de todas las historias reside en esas cuatro historias y la literatura no hace más que re-contarlas, reformularlas, transmutar sus motivos, sus valores, pero, en esencia, siguen siendo las mismas.
El concepto de formación discursiva de Foucault nos abre camino para incorporar la idea de intertextualidad de las obras. Cualquier texto no debe ser pensado como algo terminado en sí mismo, sino que por naturaleza está conectado a otros textos. "Borges formula, desde la narrativa, una de las ideas teóricas vertebrales en los estudios posteriores: la plurisignificación del discurso literario. Lo que hace en su cuento "Pierre Menard, autor del Quijote" no es más que poner en práctica lo que Barthes, más de veinte años después, postulará en su Crítica y Verdad: "Hacer una segunda escritura con la primera escritura de la obra es en efecto abrir el camino a márgenes imprevisibles, suscitar el juego infinito de los espejos"." El hipertexto cumple con las expectativas de la biblioteca universal, hace posible la intertextualidad y cambia dramáticamente la concepción de la obra contemporánea, en la que se transforman los lugares de autor y lector y trastoca la naturaleza de la obra.
Con el arribo de las vanguardias y los análisis formalistas y estructuralistas, se puede asumir que todas las obras son palimpsestos (textos creados sobre la base de otros textos). Para Alazraki, escribir es releer un texto anterior, reescribirlo, superponer un texto nuevo a un texto antiguo, absorber en el hipertexto su modelo o hipotexto. Borges concibe la literatura como un texto cuyas constantes reverberaciones han producido y producirán todos los libros de esa hipotética "biblioteca total". Una obra se debe menos a su autor que a los ecos que esa obra desata en otros autores puesto que cada escritor crea a sus precursores. Un texto, cualquier texto, queda así reducido a su condición de avatar, de forma, o de eco de otro texto (B, 475). Borges propone respecto a la literatura lo que Lavoisier había postulado en el siglo XVIII respecto a la naturaleza: "Nada se crea, todo se transforma," o lo que Henri Cartier-Bresson ha dicho respecto al arte: "No hay nuevas ideas en el mundo. Hay solamente nuevos modos de ordenar las cosas"…”
Esta recensión es extracto y compendio de otras reseñas que se relacionan:

miércoles, 8 de junio de 2011

Tsao Hsue Kin: Sueño en el Pabellón Rojo.


"... Tsao Hsue Kin (1715-1763), falleció tras haber completado sólo ochenta capítulos de su obra Sueño en el Pabellón Rojo, dejando sin concluir la mayor parte de los cabos de la entreverada trama, el libro rescatado tras su muerte no tardó en ganar un abrumador reconocimiento
público. Sueño en el Pabellon Rojo", es el gran clásico de la literatura china, "la novela más famosa de una literatura casi tres veces milenaria", como afirmó Borges, un libro imperecedero. El bello y trágico relato de los desvelos amorosos de Jia Baoyu y Lin Daiyu en la China del siglo XVIII, en el crepúsculo de un esplendor feudal que ya no es más que un sueño. La novela no sólo constituye un abanico de todas las pasiones humanas, en el que se entremezclan dulzura y crueldad, sino que es a la vez una crónica deslumbrante de los claroscuros de la sociedad y la cultura de la China imperial en el Pekin del siglo XVIII.
De tanta importancia en la literatura china como el Genji Monogatari en la japonesa o el mismo Quijote en la literatura occidental esta extensísima narración de 120 capítulos, conocida también como Memoria de una roca, cuenta la vida de la familia Jia perteneciente a la aristocracia, que vive a la sombra del emperador. Se nos muestra la vida cotidiana de los señores, atendidos por un sinfín de sirvientes, encerrados en la mansión que los mantiene aislados de las penurias del mundo exterior.
Contiene innumerables historias trenzadas que se muestran como un complejo bordado y el entramado de emociones, sentimientos, pensamientos y actitudes se manifiesta de una riqueza y complejidad universales.
La otra dimensión del relato es la historia de los amores de joven Baoyu y su prima Daiyu. Ambos aspectos, el de vida social y el amoroso, se anudan en un mismo conflicto: el enfrentamiento entre el asfixiante y tradicional mundo feudal, de un absoluto rigor en el dictado de las conductas y los anhelos de libertad sentimental e intelectual representados, cada uno a su modo, por los jóvenes amantes. La narración progresa por episodios que constituyen unidades dobles a las que se accede como un paseante por un jardín que fuera entreteniéndose en contemplarlo macizo por macizo y descubriera así, poco a poco, las relaciones entre la disposición de cada planta y el diseño global del jardín. La vida de la aristocracia parece estar fuera del mundo real, en una especie de limbo donde el menor detalle puede convertirse en asunto de importancia. El autor apunta con claridad a mostrar la decadencia de ese mundo, lo que sin duda procede de su propia experiencia,una decadencia contemplada desde su miseria con implacable lucidez,nostalgia y sensibilidad.
Jorge Luis Borges en sus textos cautivos hace una excelsa reseña. Que intitula Tsao Hsue Kin: El sueño del aposento rojo
” Hacia 1645 -año de la muerte de Quevedo- el Imperio Chino fue conquistado por los manchúes, hombres analfabetos y ecuestres. Aconteció lo que inexorablemente acontece en tales catástrofes: los rudos vencedores se enamoraron de la cultura del vencido y fomentaron con generoso esplendor las artes y las letras. Aparecieron muchos libros hoy clásicos: entre ellos, la eminente novela que ha traducido al alemán el doctor Franz Kuhn. Tiene que interesarnos: es la primera versión occidental (las otras son un mero resumen) de la novela más famosa de una literatura casi tres veces milenaria.
El primer capítulo cuenta la historia de una piedra de origen celestial, destinada a soldar una avería del firmamento y que no logra ejecutar su divina misión; el segundo narra que el héroe de la obra ha nacido con una lámina de jade bajo la lengua; el tercero nos hace conocer al héroe, «cuyo rostro era claro como la luna durante el equinoccio de otoño, cuya tez era fresca como las flores mojadas de rocío, cuyas cejas parecían el trabajo del pincel y la tinta, cuyos ojos estaban serios hasta cuando sonreía la boca». Después, la novela prosigue de una manera un tanto irresponsable o insípida; los personajes secundarios pululan y no sabemos bien cuál es cuál. Estamos como perdidos en una casa de muchos patios. Así llegamos al capítulo quinto, inesperadamente mágico, y al sexto, «donde el héroe ensaya por primera vez el juego de las nubes y de la lluvia». Esos capítulos nos dan la certidumbre de un gran escritor. La corrobora el décimo capítulo, no
indigno de Edgar Allan Poe o de Franz Kafka, «donde Kia Yui mira para su mal el lado prohibido del Espejo de Viento y Luna».
Una desesperada carnalidad rige toda la obra. El tema es la degeneración de un hombre y su redención final por la mística. Los sueños abundan: son más intensos porque el escritor no nos dice que los están soñando y creemos que se trata de realidades, hasta que el soñador se despierta. (Dostoievski, hacia el final de Crimen y castigo, maneja ese procedimiento una vez, o dos veces consecutivas.) Abunda lo fantástico: la literatura china no sabe de «novelas fantásticas», porque todas, en algún momento, lo son. ..,”
Esta reseña, además de contener la citada de Borges es compendio y extracto de otras que se citan:
pbabpor_5/Tes