sábado, 15 de octubre de 2011

Erich Maria Remarque: Sin novedad en el frente (la novela antibelicista)


"... Sin  novedad en el frente ((con el título original de Im Westen Nichts Neues) fue escrita por el alemán Erich Maria Remarque, pseudónimo de Erich Paul Remark (Osnabrück 1897 – Locarno 1970). Empezó publicándose, en 1929, en forma de folletín en la Wossische Zeitung, con la condición por parte del director de que ningún suscriptor protestara. Terminada la narración en el periódico, se editó en volumen aparte, cuyos ejemplares se agotaron en pocos días. Igual sucedió con las sucesivas reimpresiones, El autor dice de su obra: «no pretende ser ni una acusación ni una confesión, solo intenta informar sobre una generación destruida por la guerra, totalmente destruida, aunque se salvase de las granadas».  Hasta la fecha se han publicado ediciones en cincuenta idiomas y se llevan vendidos unos veinte millones de ejemplares. En 1931 publicó la que sería continuación de este best-seller, El regreso, en la que escribe sobre la vivencias de los protagonistas supervivientes de la primera novela durante la posguerra. En 1933 ambas novelas fueron pasto de las llamas durante las quemas de libros que tuvieron lugar en varias ciudades alemanas, junto con obras de otros autores y artistas como Heinrich, Thomas Mann y otros, acusados de atentar contra el llamado «espíritu alemán», por los nazis, bien por ser judíos o por sus ideas contrarias al régimen.
Se han filmado dos versiones de la novela de Remarque: una en 1930 (una joya del cine mudo), dirigida por Lewis Milestone y otra en 1979, esta por Albert Mann.
 Seis jóvenes alemanes compañeros de instituto se alistan en el ejército para combatir en la Primera Guerra Mundial, ajenos por completo al destino que les aguarda y con la falsa idea de que la guerra es gloriosa y será una gran aventura para ellos. Pero a medida que la guerra avanza el grupo descubre que ésta no es lo que parece ser, y todos desean regresar a casa y volver a disfrutar de la vida. Sin novedad en el frente es la crónica de su fracaso intelectual, espiritual y físico; el relato de unos soldados imberbes que representan una generación destruida por la deshumanización de la guerra de trincheras. La novela está contada desde la perspectiva de Paul Bäumer, un adolescente sensible y observador, el prototipo de joven soldado de infantería cuya juventud es destrozada y robada por la brutalidad dela guerra. Paul Bäumer narra en primera persona (aunque a veces lo hace en plural, cuando describe una experiencia colectiva de los soldados a su alrededor) cuando rumia sus propios pensamientos y sentimientos sobre la guerra. La novela cambia a la tercera persona y a un narrador anónimo en los dos párrafos que siguen a la muerte de Paul.
      La novela tiene su reflejo en la propia vida de Erich María Remarque que a la edad de dieciocho años en 1916 participa en la primera guerra mundial. Impulsado por las prédicas guerreristas, marcha “disciplinadamente” a las fronteras, arrojado desde las aulas mismas. Allí sufre en carne propia los horrores de la llamada “Gran Guerra”. Herido en varias oportunidades en el frente occidental, no puede evitar que la mayoría de sus compañeros (de colegio y de campaña) queden exánimes en los campos de batallas o en las atormentadas salas de los hospitales. Remarque termina la contienda con un expediente inmaculado como combatiente y con el corazón lacerado por una toma de conciencia irreversible: “la inutilidad de la guerra”, mientras se encuentra rodeado por una generación destruida por el conflicto, “totalmente destruida, aunque se salvase de las granadas”. Terminada la guerra se relaciona con los círculos artísticos de la República alemana, ejerciendo entre otras actividades, la de crítico teatral. Vive obsesionado por el recuerdo quemante de la guerra, mientras observa el inusitado espectáculo de la explosión cultural alemana: en 1919, Walter Gropius, Lyonel Friminger y Gerhard Marcks fundan en Weimar la Bauhaus, a la que se incorporan Wassily Kandinsky, Paul Klee y Oskar Schlemmer, convirtiéndola en el centro del arte moderno; en 1920, el “expresionismo” cinematográfico alumbra su obra cumbre, El gabinete del doctor Caligari. En 1928, frisando la treintena, Remarque comienza a escribir sus memorias de la guerra en forma novelada. No se consideraba escritor, sino solamente un narrador de sus propias vivencias. Según sus propias palabras, comenzó a escribir Sin novedad en el frente, “para librarse de las pesadillas del recuerdo de la guerra, por la necesidad sicoanalítica de purificarse de su angustiosa experiencia de combatiente”.
Remarque, como tantos otros escritores al enfrentarse con su primera obra, la engaveta durante meses después de terminada. Algunos amigos que conocen la obra lo animan y Remarque la ofrece a la editorial Wossische Zeitung, que la publica inmediatamente. Pero la novela iba a ser una bomba en el ambiente caldeado de odio, revanchismo y venganza que imperaba en la Alemania weimariana. ¿Cómo aceptar una novela pacifista en el altar del paroxismo belicoso? ¿Cómo pretender la aparente resignación cuando se arde en deseos de demostrar la validez de las ambiciones guerreristas prusianas? Todo era paradójico. Remarque escribía algo así como el epitafio de la guerra, mientras carteles explosivos inundaban los muros de las ciudades alemanas con palabras definitorias: “Cuando un pueblo pierde la esperanza, ha de vivir sin honor. Pero cuando un pueblo pierde la fe, debe desaparecer de la faz de la tierra”. Sobre un monumento a los caídos en la Primera Guerra Mundial, los estudiantes de la Universidad de Marburgo depositaban, en medio de tumultuosas manifestaciones, una corona donde se leían palabras que eran una especie de declaración de principios: “De los vencedores de mañana, a los que no fueron jamás vencidos”. Todo conspiraba contra la novela de Remarque. Se vivían tiempos difíciles. El filósofo Ernst Jünger y el líder guerrerista Ernest von Salomon tramaban contra los detentadores de la guerra: la exaltación de los valores militares, el combate, la sangre y la muerte, retumbaban en el espacio alemán.
Las voces de connotados pacifistas como Ludwig Renn y Henrich Heine se estrellaban contra los muros de una juventud fanática que, mientras hacía añicos simbólicamente la cultura, entonaba briosamente Horst Wessel Lied. Remarque es considerado subversivo para los nazis. El mismo Goebbels, en persona, marchaba al frente de manifestantes que clamaban por la prohibición de Sin novedad en el frente. Adolfo Hitler, nombrado canciller del Reich en 1933, supo aprovechar la situación de emergencia en que se hallaba el país para obtener plenos poderes dictatoriales. Los partidos democráticos fueron cercenados y los extremistas hostigados con saña. Comenzaba la persecución y el aniquilamiento sistemático de los judíos. Los intelectuales no genuflexos al “nuevo orden”, se ven obligados a emigrar. Remarque lo hace a la neutral Suiza. Allí recibe la noticia de que el Führer, personalmente, lo ha despojado de su ciudadanía alemana. En 1943, todavía viviendo el mundo las consecuencias de la desenfrenada política de expansión “nacionalsocialista”, Remarque adquiere la ciudadanía norteamericana. Ese mismo año, un golpe demoledor se une a su tragedia: Gisele, la hermana menor, es condenada a muerte por las autoridades nazis y ejecutada en “una fría mañana”.
Remarque desmenuza, colectiviza la actitud de sus personajes en una situación extrema. El autor fue siempre reacio a la ampulosidad, a la grandilocuencia conque se exponía la gesta de la guerra. El ánimo de Remarque fue siempre el de revelar la vertiente auténtica de la lucha, describiendo su aspecto no convencional en la forma más escueta e inmediata. Y precisamente el frescor, la vigencia de Sin novedad en el frente, deriva del tratamiento físico, sereno, que Remarque aplica al relato. No hay énfasis, sino una humanización del héroe, una exaltación de la dignidad de la persona humana. La generosidad y la ambición no prescriben. Ninguna aspiración del hombre debe ser mutilada. La racionalización de los intereses del hombre, de su sentido de la dignidad, debe ser tal que rechace todo retroceso. La poesía en su único entorno posible, la autenticidad queda vigente. La obra está transida por la prosa recia y cruel de Remarque. Los episodios de la campaña bélica están matizados con los tonos más diversos: tragedia, humor, finura, crueldad.
La novela se convierte en la violenta denuncia de una guerra que los nazis consideraban como una “heroica redención”. Como un heraldo del pacifismo, Remarque describe todo lo que la guerra tiene de brutal e inhumana, de la angustiosa soledad del individuo frente al conglomerado, de tragedia moral y de destrucción física y síquica. En 1930, la guerra ya no es “el mito redentor”, ni la leyenda de “furibundo nacionalismo”, sino una triste y lacerante realidad. Con indiscutible maestría de narrador y psicólogo, Remarque pone al desnudo la desesperación, la locura, la muerte y la destrucción que anida oculta tras el oropel de las ideas de un sistema social basado en el engaño y la demagogia.
 Remarque parece decirnos con sus temas bélicos, “contadme la historia de un soldado de infantería y me habréis contado la historia de todas las guerras”..."

Es extracto y compendio de las reseñasque siguen:

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